Préstame tus ojos.
Regálame algo de tu mirada. Dime lo que ves allí, donde estás ahora… sé que es
mejor, sé que me gustaría verlo. Préstame tus percepciones de lo que te rodea.
Envíame por un correo especial los olores de la tierra mojada y del pasto donde
estás sentada. Hazme saber del alimento que te mantiene caminando lejos de mí.
Dime si algún recuerdo me lleva de vez en cuando a tu lado; dime si alguna
lágrima honra mi ausencia, si algún suspiro me invoca sin tu permiso. Toca una
de tus mejillas como quisieras que yo lo hiciese. Mírate en un espejo para
desde tus ojos saberte la misma de siempre. Canta en silencio alguna de
nuestras melodías, para hacerlo a dúo, como antes. Corre por el campo, para
perseguirte un poco más lejos y siente esa cosquilla de cuando se está a punto
de ser alcanzada por la picardía, y cuando al descansar del juego divino caigas
al piso, por favor, haz que te duermes en mi regazo, con mis caricias.
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