No te oigo. No sé
qué me quieres decir. No puedo, aún si quisiera…y no quiero. Ya escuché todo lo
que debía hoy. Es más, creo que ya escuché lo que debería haber escuchado en
demasiados días. Si te paras enfrente de mí, si me haces señas, aún si me
gritas, no viraré la mirada para saberte, ni a ti ni a nadie. Es por eso que
ahora estoy en la terrible digestión de ideas, de palabras, de insultos
maquillados, de sonrisas con filo. Es por eso que ahora tengo mis puertas
blindadas a todo mensaje posible. Por eso, te pido, por favor, que no intentes
buscar en mí una mirada atenta, una sonrisa honesta, un oído pendiente. Por eso
te pido que te mantengas lejos de este adelanto visual de lo que soy, de este
pellejo indiferente, de estas manos distraídas.
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