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miércoles, 12 de abril de 2017

Preparándome para el arrepentimiento final

Me prepararé para el arrepentimiento final. Con algo de fortuna, tendré algunos años para sentar las bases para la mayor prueba del fraude que fue mi vida. He ido sembrando vientos por mucho tiempo, con cada uno que se me atraviesa, con mucho tesón, con insomnios incluidos. Pues mis tempestades finales, como dicen las estadísticas, serán vertidas sobre parte de quienes me soportaron una vez, mayoría de gente que me amaba: ahí les va el cierre. Cuando obtenga el diagnóstico, en mis fases de negación, furia y etcétera, estos ingenuos cercanos seguirán pagando muy caro estar a mi lado. En mis caídas, mis reclusiones y mi estadía final en el lecho, se abrirá el telón para comenzar, in crescendo, la lloradera, la jaladera de manos y el ruego porque no me dejen solo. Luego vendrá la meseta fastidiosa de recordarles pasajes de la vida en común que, con mucho tino, yo les jodí. Ante la muerte anunciada, sus buenos corazones desintegrarán sus rencores sutiles para despedirme. Pero ahí no termina el cuento; una vez ausente en cuerpo, se me tratará de recordar con amor, mientras tras bambalinas el odio latente entristecerá el momento para “no hablar más del tema”. Es pronto para el final mencionado, pero en lugar de enderezar el camino ahora y brindarle a ese manojo de amados de siempre un buen transcurso de vida juntos, no sé… seguiré jodiendo hasta el final, total: parece que el arrepentimiento arregla todo.