Anda, llora, eres blando,
vulnerable, accesible. Anda haz tu berrinche, manifiéstate con tu lenguaje
imperfecto, airado, desconsiderado. Anda, ven y grita, patalea, dime tu razón
prohibida al público. Anda, pues, haz lo que te salga del alma cabeza caliente;
di lo que debas decir para que tu corazón se calme y la vida siga, al menos sin
problemas orgánicos. Después que salgas de la calentura, sonríe; anda, hazte un
poema, un escrito en una servilleta y siéntete bien, útil a la caricia,
cómplice de la blandura que llevas dentro. Anda, coño, reflexiona, vuélvete un
enredo para saber qué quieres, qué necesitas, qué te da la gana vivir. Siente,
por poca vez en tu tiempo, que no estás arrastrado a los designios ajenos,
concientes, superdotados de alguien a quien admires, respetes, temas. Anda, con
la tranquilidad de tus años, pensar en lo que ahora te haga hacer silencio sin
miedo de escuchar; que te facilite ser como quieres, ser, y quien sabe, como ya
eres.
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