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miércoles, 18 de julio de 2018

Tan buena gente yo

A uno le gustaría que nuestros ídolos fueran, además de buen cantante, buen actor, buen deportista, un dechado de virtudes y perfecciones que nos complacieran en un cien por ciento. Pero en algunos casos resultaron ser joyitas que salieron de familias estropeadas, que se desarrollaron en ambientes hostiles y debieron ponerse duros para echar palante, hasta ser hoy una figura indiscutible en su oficio; aunque bueno, lejos de los micrófonos, de las cámaras o las arenas globales, gente a quienes no quisiéramos abrirle la puerta de nuestra casa. Pa bichito, yo.

martes, 3 de julio de 2018

A los coñazos...

El cambio definitivo no puede comenzar por darse golpes durante décadas o siglos contra una pared más fuerte que nosotros. No sé si debe ser altisonante o desmedidamente apasionado, pero sí ecuánime, inteligente y constante, que socave poco apoco, muy controladamente, lo que se quiere reemplazar. Los tiempos avanzan, tal vez no en calidad, pero sí en magnitud; el tiempo pasa y solemos repetir las mismas acciones ante las mismas injusticias. Con mucha razón o sin ella, arremetemos ante el enemigo del momento, el de esa generación, usando viejas y desusadas referencias, ignorando la naturaleza de los días que se viven hoy. No será la primera vez que se acaba con la corrupción oficial antes de detectarla de nuevo. No será la primera vez que se derrota al enemigo temporal para instaurar las nuevas y esperanzadoras reglas que apuntan a la salvación. No será la primera vez que nos envilezcamos con el poder en la mano y seamos el nuevo verdugo a ser derrotado. En menor magnitud que las eras geológicas, pero con algún parecido, tenemos demasiado tiempo caminando por estas calles e ignorando los siglos que siempre se repiten como para no notarlos; sin embargo, seguimos enceguecidos por nuestro presente —porque claro, es el nuestro— y pensamos que muchas cosas cambiarán en nuestra generación solo porque es nuestra y no porque se acometen las situaciones de la manera adecuada, efectiva. Es nuestra locura, nuestra pasión, nuestro atropello en lo que cabalgamos como eternos adolescentes tratando de buscarle sentido a lo que no entendemos, y buscando la banderita que tengamos más cerca y la que más nos sirva, salimos a cobrar vidas y reputaciones, a imponer verdades y a aplastar detractores con una voluntad temeraria. Seguiremos, pues, gritando consignas aprendidas, copiando modelos ajenos, pronunciando palabras extranjeras antes de definir desde nuestras propias realidades, como colectividad, la acción efectiva que deje al ignorante y al criminal fuera del juego. Y por supuesto, toda esta madeja de conceptos iría solo después de expulsar nuestros propios demonios, nuestras propias cegueras, nuestras propias hipocresías que guardamos muy dentro, como individuos alejados del amor propio y del amor al otro. Nada fácil.
...Como que mejor nos compramos un carro nuevo, chamo.