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sábado, 31 de agosto de 2019

¿Y si no es con el ejemplo?

¿Y si no es con el ejemplo con lo que puedo ayudar? ¿Qué tal si no sirvo de modelo para nada, y solo tengo el don del verbo privilegiado, de la labia motivadora? ¿Qué tal si por encima de todos mis pecados y malechos todavía conservo la posibilidad de arrastrar el pensamiento de la gente a buen puerto? No sé. .Aunque no me suena, creo que tal vez podría aportar algo. Aquel día le dije un par de vainas a un carajo y se le acomodó la vida en adelante. El tipo me trata como si yo fuera un Chon o algo parecido, como si mereciera créditos, como si tuviese una perspectiva novísima comparada con la de los demás transeúntes. Quien sabe, tal vez soy una especie de instrumento ciego y torpe de algo positivo. En ese caso, y solo porsia… ¡echémosle pichón!

viernes, 30 de agosto de 2019

Ya basta

Quiero mucho la quietud para sentir las verdaderas fuerzas que surjan en mí. Anhelo el silencio para escuchar la voz auténtica que sí tiene algo importante que decirme. Necesito bastante la oscuridad para ver aparecer las imágenes que me vaticinarán mi camino. Ya basta del ruido callejero, ajeno, desesperado, con cara de payaso. Ya basta de las imágenes bruscas, vulgares, balurdas, que refulgen en mis ojos cerrados y no dejan ver lo que hay detrás, lo que hay en el fondo. Ya basta del jaloneo de un lado y de otro que hace perder el camino propio, que te pica el ojo y se aleja mientras salta algo nuevo por hacer, por cumplir, por quedar bien. No sé de qué sombrero prolífico sale tanto oficio, tanta empresa prestada. Al parecer, a cada momento nace algún invento que hay que atender, una nueva perspectiva que se torna en urgencia, en prioridad indiscutible, mientras la raíz y el tallo propios se van secando en medio de la función, en la tentativa de “dejar todo listo”. Y fíjate que nunca queda listo. Nunca se termina esa demanda que se antoja perpetua. Nunca se termina la nueva cosa por hacer. Nunca se terminan los pendientes. El músculo acalambrado; la mente malabarista; el espíritu taponeado. Qué cantidad de material que promete tenerlo todo listo… muy pronto. Pues, no: ya basta.

jueves, 29 de agosto de 2019

Soy la emoción

Soy la emoción. Soy el sobresalto, el sube y baja malcriado. Soy la alegría incontenible, la depresión total, la pasión que cabalga, la tristeza que acongoja. Vuelo atrapado en una nube inestable que me deja caer y me hala hacia arriba cuando le da la gana, cuando le sale. Soy el títere esclavo de una fuerza que se parece a mí, pero que muchas veces desconozco, que otras muchas rechazo con las pocas fuerzas que me deja el berrinche. Es todo muy agotador, repetitivo, frustrante. Esta mañana, por suerte y sorpresivamente, durante uno de los rebotes de mi prisión zigzagueante, me salí… caí afuera. Y bueno, aquí estoy mirando la nube loca, sentado, en medio de una calma que no conocía, de un gozo muy distinto a la carcajada o a la certeza de un premio. De alguna manera extraña, veo de lejos cómo la nube de emociones efervescentes que se rumian y se muerden la cola, me obedece con solo levantar mi mano. Es muy extraño, pero parezco ahora tener el control relajado, después de este afortunado accidente, sobre lo que antes era un torbellino de inestabilidades y pesadillas.

jueves, 22 de agosto de 2019

Frágil verdad

La fragilidad de la verdad radica en que a veces llega a nosotros por la vía de otro ser humano. Alguien igual de perdido que yo me va a decir cómo salvarme, aunque él este lejos de salvarse todavía. Alguien con mi misma limitación para entender las grandezas del universo se sentará enfrente de mí y me contará cómo es que son las cosas. Alguien con mis mismas debilidades y un poco más de miedo me dirá cuál es el camino. La esencia se deforma cuando se le aplica el relato apasionado y convencido de un interlocutor restringido por sus vicios y sus propias y específicas experiencias. Por eso no me agrada mucho el sutil cuestionamiento que practicas cada vez que vienes a mi casa. Por eso es que no me gusta nada cuando, todo enredado y entre divagaciones, al final confiesas que solo quieres que me convierta en ti.

Una cuidadera ahí...

He pasado toda la vida cuidándome. La precaución ha sido la regla inviolable. Caminar por la calle, manejar e incluso pensar han estado bajo la tutela de alguna norma autoimpuesta para protegerme. Nada de riesgos, nada de especulaciones “para ver cómo sale”, ¡qué va! Ni un solo paso en falso al tomar una decisión muy importante… —menos importante, nada importante—. El cálculo exacto, el momento y el sitio precisos para hacer mi movida. Si fallo alguna vez, estaré perdido. No conozco la equivocación ni la falla estrepitosa. No soy un tipo irresponsable, como muchos quienes se arriesgan a sí mismos y a sus logros solo por el afán de probar, de “cumplir sus sueños”, de intentar algo de lo que ignoran el resultado. Yo no. Yo seguiré esperando en este sillón el momento indicado para saltar sobre la oportunidad indiscutible. Seguiré arrugándome y perdiendo fuerzas y ganas; con este mapa y este reloj en mis manos mantendré el ojo en la mira, porque lo que no soy yo es un aventurero negligente de triunfos ligeros y sin el sacrificio que supone la seguridad absoluta.

Me haces falta

Como no me quisiste, ahora ando robando el amor por donde se asome. Como no me enseñaste, solo cargo trucos baratos y estafas en mi caja de herramientas. Como no te veía, busqué a alguien que te sustituyera. Como no sentía tu calor, busqué caricias bandoleras, mejor si eran tarifadas. Como no te admiraba, cualquiera me resultaba mejor que tú. Así que agarré mi maleta y te abandoné para sentir la libertad, el alivio, el respeto y el amor de los demás. Con dolor, pero con algo de satisfacción, corté ese vínculo fantasma que guardaba por ti; ya sabes, por eso de que hasta lo malo hace falta. Pasaron pocas semanas y la efervescencia, el hervor y todo el vértigo que produjeron mi partida y mi nuevo modelo de vida comenzó a desvanecerse enfrente de mi vista. Mi pecho conmocionado durante los días pasados se tornó más bien tranquilo. Llegué cero en mi medidor de problemas, y en lugar de producirse un rebote hacia lo positivo, la aguja parecía solo seguir bajando y enterrarme de nuevo en otro tipo de vértigo: en el vértigo de la soledad y la desubicación. Y hoy aquí, en lo oscuro y callado, en medio de una ronda de emociones encontradas y burlonas, entre los disfraces baratos en oferta, solo puedo pensar obsesivamente: me haces falta.

miércoles, 21 de agosto de 2019

Retazos jalados

Somos retazos parpadeantes de un bienestar malogrado. Pretendemos jalar por los pelos esos pedacitos de cosas que supones necesarias en la vida para poder caminar. Jalamos un poquito de oración para sentirnos un poquito espirituales. Jalamos una dieta de vez en cuando para tener, ahora sí, salud. Meditamos para sentirnos en equilibrio, pero por un ratico. Asistimos a fiestas espectaculares para sentir aceptación del grupo al que, por cierto, no les importas. Leemos un libro solo para aleccionar al que no lo ha leído. Visitamos a la familia una vez a la cuaresma para sentir que somos buena gente. Nos vamos de vacaciones una vez al año para no sentir que el resto de los meses son bastante infelices. Y claro, damos una limosnita al vencido para que sepan que somos más buenos que el carajo. Pedacitos, chamo. No hay nada compacto ahí; solo un montón de trocitos que no aguantan un empujoncito porque se viene abajo.

Vamos perdiento II

Después de una introspección honesta, dolorosa, y de una disposición tremenda, 10 personas comprendieron el sentido del versículo, mientras 750 compraron celulares inteligentes y se toman selfies para publicar en las redes. En algún sitio, un milagro de 87 personas se organizó para ayudar a los más vulnerables de la comunidad, mientras un empresario mete a 20 mil jóvenes de la misma parroquia en un concierto de reguetón a perrear, como debe ser. Cientos de miles hablan del bien y la justicia por las redes, desde los podios, desde los púlpitos, o bien cómodos desde su camita, bebiendo el té frío, mientras la miseria y la enfermedad hacen lo suyo en quienes viven bajo la lluvia, el frío y la basura. Los niños de esta familia desde temprana edad obedecen a sus padres, saludan con educación y por último se despiden cordialmente de personas a quien no conocen, mientras al otro lado de la ciudad, miles de otros niños hipnotizados se esconden de sus padres en los celulares que estos les compraron para que no patalearan, para que no armaran lío, para que no arruinaran la foto del momento. En otras tierras, unos cuantos descubrieron el amor verdadero, el que promete paz y equilibrio, al mismísimo tiempo que las multitudes se vuelven locas con las pasiones ciegas, explosivas y efímeras, prefabricadas por los decisores invisibles que no están interesados en arreglar nada. Todo pierde calidad. El promedio baja estrepitosamente. Nos estamos quedando en rojo. Son muchos los jalados por la ilusión, por la mentira interesada, por el espejismo de la felicidad traída por los pelos. La tortuga bienintencionada repite, una y otra vez, que compite efectivamente contra el mastodonte que la embiste.

Representaciones

Representaciones. La foto de la manzana no se come. Un recuerdo no se vive. Lo planeado no existe. Pero mientras, siguen pasando los segundos y el apuro y la ceguera no nos deja ver la vida disponible ahorita, que es, por cierto, la única que existe. Representaciones. Rezamos a una imagen, hablamos con una foto, mandamos un emoticón. Creamos una ilusión más allá del objeto que tenemos enfrente y para fabricar a carajazos una vida que no existe, unos valores que no valen, creaciones desesperadas de lo que nuestra cabeza quisiera que fuera todo esto. Representaciones. Le pegamos una etiqueta a cada persona que conocemos y reducimos la grandeza de una existencia a solo esa representación mezquina y embustera que solo nos facilita revisar el catálogo de conocidos, enemigos o intolerables. Pero más tarde o más temprano se desbarata el cuento y quedamos enfrente de ese espejo tan ingrato del que se escurre la miseria que hay detrás de la representación que pretendíamos mantener de nosotros.

lunes, 19 de agosto de 2019

Si no joden, no jodas

Si no te están jodiendo, déjalos tranquilos. Si solo crees que te están jodiendo, intenta dejarlos en paz. Si no te gusta lo que hacen, pero siguen sin haberte jodido, respétalos. Si no entiendes lo que hacen, presta más atención o aléjate. Incluso si te parece absurdo, sigue tu camino. Aún si crees que puedes hacerlo mejor, deja que crezcan en su ritmo… pero sigue derecho y deja tu empeño en joder.

Despropósito

“¿Para qué casarse?”, “¿Para qué tener niños?”, “¿Para qué estudiar esa carrera?”. Muy probablemente la respuesta a este tipo de preguntas obedezca a una receta preconcebida, a recomendaciones de otros o a “porque todos lo hacen”. Es normal, pues; es generalizado. Pero como tantas cosas que navegan a la deriva y sin la motivación adecuada para responder, para saber, para sentirlo, el propósito es el protagonista ausente. Nos perdemos entre tanto esfuerzo, entre tanto ruido, entre tanta mecánica, que nos despertamos un buen día en un sitio distinto al soñado, bastante desviado del que trazamos cuando todavía teníamos claridad en el objetivo, ese objetivo que dejamos a un lado, que dejamos atrás, para estar ahora en este adefesio que logramos en su lugar y que, a pesar de los aplausos recibidos, tanto nos agota, tanto hastío nos produce.

Me gustan los complacientes

Me gusta la gente complaciente. La verdad no me gusta mucho discutir, debatir, eso de defender el punto, y menos si es con gente inferior, con ignorantes. Me gusta la gente que se ríe de mis chistes y admira mis discursos —no me importa que no entiendan nada—. Me gusta compartir con quienes me sirven el trago, me encienden el cigarrillo o se venden barato. Me gusta estar con quienes esperan algo de mí y terminan por nunca recibirlo… cuestión de esperanza, no sé. Es harto interesante observar cómo te mienten solo para caerte bien. En fin, chico, me gusta estar con gente más baja que yo para lucir más alto e indiscutible, total, todavía queda bastante plata en la cuenta.

domingo, 18 de agosto de 2019

Vamos perdiendo

Vamos perdiendo. Estamos siendo coleteados. La salvación se aleja cada vez más. Los malos están ganando en su propósito y cada vez ganan más adeptos, más integrantes en sus filas. Muchos de nosotros ya nos unimos a los rufianes. No necesitamos bigotes puntiagudos ni actitudes altisonantes de malos para desempeñar el rol con eficiencia. Solo con algo de inconciencia ya estaremos en ese ejército que maltrata, que quita, que tala, que ensucia, que roba, que mata. Y se nos desaparece el mundo, la familia, el país, el aire limpio ante la indiferencia de los cómplices −el grupo silencioso de los malos que cree que son buenos−. El gráfico dice que vamos para el barranco. La estadística nos recomienda “arreglar todo” antes de irnos. Las organizaciones más optimistas susurran desconsoladas que apaguemos las luces y cerremos las puertas al salir. Los llamados “buenos” están quedados; vienen detrás de la ambulancia. El grupo de santurrones no dan con un método benevolente efectivo para contrarrestar el embate destructivo de los mandamases, de los que van al volante; y no hablo de los payasos de los micrófonos, sino de los dueños del circo, los invisibles, los que dictan el rumbo sin que lo sepamos, los que nos meten en nuestras bocas la frasecita “es que las cosas son así y no se pueden cambiar. No podemos seguir siendo un flaquito tratando de parar a un caballo que viene embalado hacia nosotros: hay que buscar estrategias más efectivas que solo decir “la verdad”. De lo contrario, mejor comencemos a tocar la musiquita de despedida, al estilo Titanic.

sábado, 17 de agosto de 2019

No pasa nada

Ya cansado de tanto hablar y quejarme. Ya hastiado del mismo tema. Ya puedo recitar de memoria cada noticia, verdadera o falsa. Me sé de memoria cada comentario del vecino, del compañero, de la señora de la cola. La verdad es que no pasa nada, no termina de pasar nada, aparte del declive progresivo de los medios de sustentación. Lo demás es puro susurro, puro invento, pura noticia falsa que nos facilita caer de nuevo en ese vértigo de información inútil y perniciosa a la vez. Hasta la desgracia se puede exagerar. No pasa nada, pero como hay tanto ruido, parece que ocurrieran cosas “importantes” cada día, a cada momento; aparenta el ambiente noticioso que tal o cual intervención abre el camino, que esto está a punto de algo, que la explosión es inminente, que todo va a caer. Pero la estadística del mismo proceso indica que todo es pura paja, que es la misma mampara para el que está puesto y el que se quiere poner para mantenerse en sus lugares privilegiados, sin la necesidad ni la frustración que entre los dos han propinado, a pulso, entre los tontos de abajo, que son los que tienen que hacer ridículos y peligrosos malabares para mantener la cabeza fuera del agua. No pasa nada, sino lo mismo. No pasa nada, sino lo de siempre. Que te apasione ponerte de un lado o de otro, no hace la diferencia. La vida nos pasa por un lado y la seguimos tirando a la basura, ocupados con nuestras grandes pequeñeces. Cada cosa de la que se nos despoja se convierte en una calamidad, lo que quiere decir que de lo que todavía queda no resta sino hacer una fiesta y disfrutarlo, porque parece no acabarse nunca.

viernes, 16 de agosto de 2019

¿Seguro de que falló la receta?

Entonces tenemos esta receta para hacer las cosas. Como si se tratara de una torta, de un postre, de un plato que se nos antoja delicioso. Para obtener exactamente lo esperado, o al menos algo delicioso, en su punto, la susodicha receta debe cumplirse al dedillo. Si exageras o te quedas por debajo en la cantidad de algún ingrediente, si te pasas o te quedas corto en el tiempo al fuego o si, incluso, no lo dejas reposar al final, no te va a gustar el resultado. Ese resultado es el producto perfecto de todos los ingredientes y acciones que tomaste, que escogiste. ¿No te gusta el resultado? ¿Te disgusta lo que acabas de probar? ¿Alguna frustración ahora en tu cabeza?  Pues cuidado con a quien responsabilizas de ello. Sin embargo, tienes más oportunidades para ir probando las combinaciones hasta obtener lo que quieres, o mejor aún, lo que necesitas… cuidado, sin embargo, si lo que necesitas es una receta diferente de esa que no termina de cuajar.

jueves, 15 de agosto de 2019

Quiero mi desengaño ya

Quiero mi desengaño ya. Si estoy viviendo una o varias mentiras, quiero saberlo ya. Prontito. En el camino de lo que llaman “maduración” ya me he topado con mucha falsa señal, con innumerables creencias que me distrajeron del camino a recorrer en esta vida que se hace corta. He cambiado como cien veces de bandera, según me han salido al paso cada uno de los postulados que en sus momentos tomé como “la verdad”. Pero no fueron la verdad, fueron pequeñas verdades, verdades parciales, verdades mochas e inconsistentes; y después comprobar la fragilidad de cada una, me llevé mi respectivo trancazo contra la pared… la misma pared que hace despertar para hacernos sentir lo idiotas que fuimos al salir gritando a la calle, a atropellar, a imponer, a echarles en cara lo que acabábamos de reflexionar y concluir, o peor aún, a vociferar lo que solo leímos o nos dijeron como si fuese un gran descubrimiento, la revelación definitiva. Por eso, porque sé cuánto duele y fastidia, es que si ahorita estoy en alguna de esas actitudes prepotentes, arrogantes y tú me estás viendo la costura desde tu silla, te pido, por favorcito, que me ubiques, que me devuelvas los pies a la tierra y así retomar algún camino de cierta decencia, de algo de humildad.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Quiero médicos catires

Quiero un médico catire. Bueno, cuando menos, uno blanco y de pelo negro que me explique cómo es que funcionan la salud y las medicinas. No quiero negritos, tipos con pinta de indiecito o señoras arrugadas que no estudiaron nada explicándome cosas de salud o bienestar: esa gente no sabe nada. No quiero maticas sancochadas, compresas caseras ni nada que huela a sospecha, a duda, incluso a negligencia de gente iletrada. No. Yo quiero clínica, yo quiero batas blancas, quiero secretaria bonita; yo quiero aire acondicionado y musiquita. No quiero la factura, claro, pero como esa gente es tan bonita y debe saber mucho, qué se le va a hacer… ¡Quítame ese guarapo de enfrente!

martes, 13 de agosto de 2019

¡Adiós, Doctor!

Bueno, doctor, nos vemos. Se acabó. Se acabó la burla, la espera interminable, los viajes en vano, la gastadera de plata. Ya no aguanto más su falta de Hipócrates. Ante su falta de compromiso, de respeto e incluso de conocimientos, he decidido no verlo más, no confiar más, no venerarle más, no recomendarlo más. Le estoy quitando, con esta misiva, su manto chamánico, su aura de todo poderoso, su autoridad a ultranza. La vida lo quiso así. Ya pude ver que es usted tan sinvergüenza como yo, tan superficial como yo, tan descreído como yo; que no es más que un mal mecánico no estudia, que cambia piezas a lo loco, que receta en exceso por si las moscas y que ni siquiera recuerda mi nombre. Por ese joropo de fallas y pelones, mentiras, pero por sobre todo su cinismo recrecido, es que ahorita le digo adiós para siempre.

domingo, 11 de agosto de 2019

¿Un milagro? no te creo

¿Un milagro curativo, un milagro repentino? No te creo. Lo que ocurrió fue solo una vuelta a una normalidad olvidada, a un equilibrio perdido, al estado inicial perfecto de las cosas. Milagro no. Es otra cosa. Nuestra percepción, sumergida desde hace años en una rutina demente, en un declive imperceptible pero constante, se acostumbró a ver hacia el suelo, a esperar menos de nuestro cuerpo. Nuestra mente, en busca de un espejismo de bienestar, se guindó en nuestra verdadera calidad de vida y la dobló hacia abajo, separándola de ese funcionamiento inmaculado que constituye en sí mismo un milagro constante, y por lo tanto imperceptible. Durante décadas fuimos minando la máquina perfecta sin remordimiento alguno hasta casi lograr su destrucción, y es cuando aparece un mecanismo “milagroso” que nos acerca de nuevo, a una velocidad increíble para nuestros empobrecidos estándares, al funcionamiento perfecto del que nos alejamos ya hace tiempo, gritamos con desvarío que se trata de un milagro. No ocurrió el milagro. Nos alejamos inconsciente y progresivamente del milagro de vivir en plenitud y ahorita lo podemos sentir de nuevo, súbitamente, como un fantasma amigable, sin tomar jamás la más mínima responsabilidad en lo que haya ocurrido. No cabe duda de que la inercia nos hará caer de nuevo en el sopor de siempre, que nos apartaremos, cada vez, del camino de la conciencia y haremos un bochinche de nuevo con nuestra salud… hasta que aparezca el próximo milagro.

sábado, 10 de agosto de 2019

Cómo atraer tu atención

Dime cómo hago para atraer tu atención. Dime qué cosa debo hacer para que voltees y te detengas a escuchar. Tengo algo muy importante que decirte; algo que te cambiará para mejor tu vida como cambió la mía. Sé que es información valiosa, que brindará alivios y curas insospechadas aún para ti. Lo que pasa es que tu paso apurado te distrae. Tus pretendidos intereses son tan distintos a lo que realmente necesitas. Lamentablemente, siempre estás ocupado, es tarde, estás cansado, estás enfermo. A veces te he escuchado conversar con tus compañeros y tu lógica me parece simplemente autodestructiva, y paradójicamente sobre ella descansan todas tus esperanzas para alcanzar el bienestar que te dibujaste cuando chamo. Fíjate que solo necesito el espacio para abrir algunas ventanas pequeñitas que dejarán entrar algo de luz, una luz traviesa pero poderosa que te dejará una semilla de inquietud que germinará en su momento. Con eso me bastaría, pero hasta ahora he sido incapaz para hacer que vires tu mirada y tus oídos hacia este rincón. Dado logro que significa para todos, lo seguiré intentando. Dada la importancia que reviste para los que estamos a tu alrededor, continuaré figurándome maneras de conquistar tu mente… y un poquito más adentro; eso sí, sin espantarte en el intento, sin parecer un fantoche más, un tragafuegos callejero al que despedirás diciendo: "gracias, pero no".

Libertad estúpida

Me hablas de vives con libertad plena, pero no puedes hacer lo que quieres. Casi me gritas que haces lo que te da la gana, pero cada día luces más ansioso. Me enumeras “sistemas que funcionan”, pero cada vez luces más enfermo, más preocupado. Me echas en cara que el afecto es un estorbo, que es totalmente prescindible al momento de perseguir tus sueños, pero tu mirada y tu risa nerviosa te delatan ausente. La verdad no se qué te pasa, pero ya no te reconozco como el cerro de simpatía y disposición que eras antes; “antes” de no sé qué te picó y te enfermó gravemente de “proyectitis” a ultranza. Creo que no te quieres quitar esos anteojos de una sola perspectiva mientras te hundes entre tus conceptos y planteamientos que de ninguna manera creo que sean una locura: la locura es ponerlos a la vanguardia de cada amanecer.

viernes, 9 de agosto de 2019

Con un ojo cerrado

Qué difícil es pensar en uno mismo como en una unidad perfecta, que nace con todas las posibilidades de crecer y perfeccionarse en cuerpo, mente y espíritu. Qué difícil pensar que somos el engranaje de estos tres compartimientos  que se comunican y se alimentan directamente, creando la posibilidad del equilibrio sostenible. Qué difícil es sentir que tenemos necesidades reales que hay que aprender a atender para llegar a ese estado de plenitud que tanto necesitamos hoy en día. Igual o más difícil es pensar en el otro como parte de uno mismo, como parte de algo mayor por descubrir. Qué difícil es entonces, por extensión, entender que todos estamos aquí por lo mismo y que la diversidad es solo una herramienta que apoya nuestra sustentabilidad, nuestra mejor permanencia en el planeta.

miércoles, 7 de agosto de 2019

Mira detrás

Solo vemos los efectos. Solo detectamos inmediatamente lo que aparece enfrente. Rarísimo cuando comprendemos que cada efecto tiene una causa, y esta, un cascada de causas anteriores. Somos profundos analistas cuando vemos chorrear el agua, encenderse la casa o surgir una emoción. Pero la miopía se hace patente cuando nos aferramos a un solo porqué, cuando se obvian las causas de las causas. Sería cuchi mirar detrás, ir más allá de la simple ojeada apurada, establecer el contexto y dar con las causas de los síntomas actuales. Atacar el efecto nunca funciona por mucho tiempo; es solo un alivio. Dejar una adicción se logra solo después de identificar la cadena de causas que la produjeron, lo que implica introspección, voluntad y hasta ayuda profesional. La cura definitiva aparecerá cuando se ataque la causa fundamental o cuando se logre la aceptación de las cosas como son hasta ahora. De resto, todo es pura payasada. Así, que... no sigas comprando ollas: ¡tapa la gotera!

martes, 6 de agosto de 2019

¿Y con quién es la fiesta?

¿Qué gente feliz poblará en el futuro la casa nueva que te pone tan orgulloso? ¿Con quiénes vas a compartir los paseos desde el asiento delantero de tu carro nuevecito? ¿A quién le pedirás que te acompañe en la casa de playa a mirar el amanecer y el ocaso desde el balcón? ¿Quién está dispuesto a juntarse contigo cuando estés aburrido a comer cotufas, tomarse un buen trago añejo y hablar de la vida enfrente de ese televisor relleno de pulgadas? ¿Qué amigo de la juventud te llevarás al club para divertirse y recordar sus pasados humildes? ¿Quién crees que es capaz de disfrutar de tu compañía sin distraerse de vez en cuando con el provecho que podría sacarle a tu excelente situación? 

lunes, 5 de agosto de 2019

Amor todoterreno

Amor todoterreno. Amor que no deja hacer, que no deja ser. Amor que te saca de cualquier hueco. Amor que solo pica el ojo, que solo acurruca, que solo hinca las uñas. Amor que acorrala, amor que mendiga, amor que chantajea. Amor que solo acaricia, que solo anima, que solo proyecta. Amor que no deja aprender, que niega las herramientas, que no agrega. Amor que solo lo salva la campana. Amor que no deja buenos recuerdos. Amor que se sacrifica, que pierde su esencia, que no crece. Amor que no dura, amor que no replantea, amor que no pasa la prueba... amor que se pierde: eso como que no es amor nada.

domingo, 4 de agosto de 2019

Un Ferrari pa cargar cemento

Se nos entregó el cuerpo al nacer. Tremenda máquina. Perfecta para cada necesidad que se presente más adelante. Ese equipo sofisticado irá haciendo poco a poco equipo con la mente y un tal espíritu con la finalidad de mantener un equilibrio perfecto mientras estemos en este mundo, por cierto, hasta que acaben sus funciones. Recibimos, pues, un mecanismo de alto rendimiento: recibimos un Ferrari. No es cualquier cosa esa. Pero la cuestión se desvía sin esperar muchos años. Muy pronto, ponemos al Ferrari a ir al mercado, lo usamos para subir al Ávila, y hasta para cargar cemento. Usamos ese maquinón, ese portento de la tecnología, para fines que no son acordes con su funcionamiento, lo que sin sorprender mucho lo lleva a fallar de esto, de aquello, hasta llegar, después de algún tiempo, a una carcacha que tiembla, que tiene ruidos extraños, que ya no parece el Ferrari de agencia que se nos otorgó. Creo que nos descuidamos con esa nave. Es más, creo que nunca entendimos bien para qué servía y menos, cómo servirle, por lo que después de tanto camino inhóspito, después de tanta tarea insólita, después de tanto perder la dirección indicada, un buen día, y en medio de la tristeza y el miedo, lo que quedaba del Ferrari, se apagó, como diríamos nosotros: de repente, “sin avisar”.

sábado, 3 de agosto de 2019

¿Quién se la va a calar?

Ya sé que así hablamos, que así se le dice a las cosas. Ya sé que así nos comportamos, que así es como hacemos las cosas. Ya sé que es así desde hace mucho. Ya sé que me dirás que deje el fastidio con el mismo tema ya desconchado del uso. La verdad sí comprendo que la fuerza del uso se hace costumbre, luego tradición, luego ley. Ya sé que así funcionan las cosas y retroceder al punto adecuado para comenzar de nuevo aplicando la manera correcta es muy difícil, por no decir imposible. Pero me vas a decir que cuando hablamos, cuando escuchamos, cuando miramos por la ventana, cuando leemos, incluso, no se te vienen a la cabeza unas cuantas observaciones, que si las dejas rodar mucho se convierten en reclamo, ¿no es cierto? Pero, ¿a quién se lo dices? ¿Quién se va a calar tu quejadera acerca de cómo debieron ser las cosas, de cómo deberían ser ahorita, de cómo es que tú planteas una posible solución? “Deja eso así”, “Así ha sido siempre”, “No te metas con eso”, “Te vas a meter en problemas”, dicen, así que tú veras lo que haces.

viernes, 2 de agosto de 2019

No es cuento

Nací yo. Murió mi tío. Nació mi hermano, nació mi hermano. Murió mi bisabuela. Nació mi hermana. Nació el vecino. Murió mi tía. Murió mi tía. Nació mi prima. Murió mi vecino. Murió mi hermana. Nació mi primo. Murió mi tía. Nació mi hijo. Nació mi hija. Murió mi primo. Murió mi padre. Murió mi compañero. Nació mi vecina. Nació el vecino. Nació mi primo. Murió mi suegro. Murió mi abuela. Nació mi sobrino. Nació mi sobrino. Nació mi primo. Murió mi amigo. Murió mi tía. Muy seguramente, porque así parece, yo también moriré. No es cuento: estamos de paso. Todo, sin excepción, es temporal. Abre los ojos.

jueves, 1 de agosto de 2019

Tengo planes... para ti.

Ya tengo planes. Tengo unos excelentes planes… para ti. Yo soy tu padre. Yo soy mucho mayor que tú, tengo más vivencias. No estoy diciendo que soy mejor o más capaz que tú, pero yo sé lo que te conviene. Por eso y más, he confeccionado mi proyecto de vida… para ti. Vas a hacer esto, esto y lo otro. Cuando estés en esta situación, tienes varias opciones, pero tomarás esta. Así lo hice yo. No protestes, que yo sé de eso y tú todavía eres muy carajito. No estamos hablando de mis logros o de mis errores, estamos hablando de tu futuro; así que presta atención ¡y no seas respondón! Yo no quiero que seas cualquier pelafustán, como el vecino o como tu primo. “Yo sé” que tú eres capaz y puedes dar mucho de ti, así que ponte las pilas y hazme caso, que “vas a ser todo lo que yo no pude ser”, ¡perdón!, quise decir: vas a ser un tremendo profesional y demás. Fíjate que mi papá no sabía nada de lo que yo quería y yo tuve que escoger mi camino propio, ¡y por eso que es que yo sí sé cuál será tu camino! Oye a la voz de la experiencia para que no te arrepientas después… porque es que te vas a arrepentir, ¿oíste? después no digas que no te dije. ¿Qué? Sí, ya te entendí, vale: haz lo que te dé la gana.