Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"

lunes, 30 de enero de 2012

Chantajéame


Chantajéame. Anda, ejerce tu poder. Aplica tu coerción seudo moral conmigo. Hazme frenar antes de retirarme a la libertad del sociego total. Lanza tu lazo invisible y despreciable para soltarme tu cochinada de proposición. A diferencia del pasado, hazme ahora tu esclavo bajo protesta. Aprésame con tus zarpas traidoras y sin miramiento alguno. Yo detendré mi paso apurado, y con la sonrisa sarcástica de la derrota y la mirada clavada en tus ojos, asentiré ante tu orden.  

domingo, 29 de enero de 2012

Ausencia absoluta


Ausencia. Sin recuerdo, sin deseos, sin un dejo; sin esa indiferencia que disfraza gramos de atención. Un cuento olvidado. Una historia que no mereció quedar. Sujetos sin verbos, sin acción, sin presencia. Ya no se escucha lo que se dijo, si fue que se dijo algo. Ya no se presentan las ilusiones que creí en algún momento imperecederas. Ya no hay, ya no existe. Sin yo saberlo, pasan los días sin nada de lo que significaste, del rumbo que pudiste imprimir. Sin guiñar pasan los años sin tus aportes, sin lo que te llevaste o lo que trajiste, que se agotó. La verdad es que eso ya no está en ninguna de mis gavetas, mis bolsillos o mis maletas. Al parecer, la ausencia absoluta no se siente.

Vendo adrenalina


Vendo adrenalina. Ofrezco el mejor de los productos para barrer con el colesterol, el entumecimiento y la apatía. Garantizado está que cuando nuestro producto bandera comience a correr por su sangre, se abrirán sus ojos al máximo, su corazón latirá al doble y la extraña sudoración tomará su lugar. Esta maravillosa endorfina pondrá a nuestro cliente de un simpático y humectado toque en su piel. No habrá nada que supere las cosquillas que tenga usted a bien sentir. No dudará usted un momento en usar de nuevo nuestro producto, aprobado por la mayoría de sus usuarios (la minoría desbocada no pudo resistir el bienestar y nos dejó muy pronto).
Advertencia: No escuche a aquellos que dicen que nuestro producto ya está en el cuerpo del cliente, y lo que éste necesita para hacerlo actuar es un motivo. No se deje convencer y deje su dinerito en la cesta. ¡Llame ya!

Mi flamante inmoralidad


Ya traté y no pude. Ya quedé exhausto y creo que no lo haré más. No practicaré la moralidad y las buenas costumbres al pié de la letra, al cien por ciento: Eso no me fue posible. Y ya que te cuento esto tan delicado, y que ahora decidí ser un poco relajado en ese respecto, déjame escoger las inmoralidades que quiera acoger en mi cotidianidad u ocasionalmente. Permíteme desarrollar mis cinismos y desgraciados nuevos hábitos a mi manera. He podido notar en tus ojos, mientras te converso, que ves una oportunidad para aprovechar inmediatamente, y te digo que no será de ese modo. Mi corazón será quien dictamine qué reglas infringir y cuáles no. Será mi propio criterio, medianamente torcido y hasta ahora forzadamente enderezado, el que abra las puertas que, seguramente, lamentaré haber abierto en el futuro. Pero déjame tranquilo. Déjame involucionar a mi ritmo, sin fórceps, sin atosigamientos. Te lo agradeceré, al menos, por ahora.

Las primeras víctimas del recorte


Las primeras víctimas del recorte, del no hay, de la vida es así. Los primeros de la cola que no pudieron saborear la cosa tranquila, la cosa segura, la cosa despacio. Son aquellos que venían a la mitad de la cola, viendo cómo se acercaba el pastel prometido, y al acercarse a la taquilla, la persiana les cayó en la nariz. Fueron ellos, quienes debieron pegar un frenazo a la vida y entender que no hay más para ellos, no más de esa manera hilarante, no más de esa forma tan espléndida. Y habrá entonces que saber que ahora el pequeño esfuerzo brillante se convertirá en sudor, y una madrugada de pujanza ocasional se convertirá en hábito sin triunfo. Lo sentimos, muchachos, quienes pudimos pasar antes de la calamidad, tal vez no podamos ni deseemos ayudarlos.

sábado, 28 de enero de 2012

Un mal día


Final de un mal día. Si hubo un paso al frente, no me enteré bien. Todo pareció una terrible aritmética, en la que no pude identificar avance alguno. Cada impulso era para emparejar un atraso, una metida de pata. Cada palabra fue usada en mi contra. Cada gesto fue malentendido, y el abuso no estuvo ausente. Poco a poco se fueron aflojando los tornillos de mi optimismo, los nudos de mis fortalezas primitivas, y caí en mi querida compañía, la depresión. Sentado en el piso, o más abajo, veo cómo todo pasa sin tocarme. Las pocas cosas que logran un roce, lastiman sin remordimiento. Y ya que estoy aquí, en esta perspectiva tan interesante, no dejo pasar detalle. Miro arriba, a mi alrededor, y me limito a gozar de las alegrías ajenas, a apreciar le gozo ajeno, a saber que alguien puede estar ahorita muy feliz, mientras lo veo, mientras es espiado inocuamente por este servidor. Pero no todo es malo, en esta dureza del suelo, no todo es contrario. Estoy seguro de que, recogiendo estas caras de alegría con cierta habilidad, las podré usar luego, aunque sea de antifaz, para los tiempos duros que vienen.

Hola, Cuerpo


Hola, Cuerpo. Veo que vienes nuevecito, lisito, algo pegajoso, pero parece que esto último se quita. Como promesa de año nuevo de dieta y logro, te prometo que haré lo posible por mantenerte limpiecito, entalcadito y sano. Voy a armar algunos buenos planes para mantenerte en forma, entonado y siempre capaz de pegar una carrera de emergencia. Por ahora tengo problemas con eso de hablar, con decir qué me pasa y que alguien me ayude, porque las palabras me salen aún regadas. Pero, Cuerpo, creo que nos la llevaremos bien. Ahora estoy viendo cómo hago para conectar los cables de la cabeza con los de la lengua; los de la mente y los de la paciencia, y sobre todo los que parece que reaccionan más tarde, que son los del espíritu. Creo que entre tanto juguete y arrumacos se hará difícil atender eso por ahora, pero ya veremos qué es lo que tanto hablan allá afuera de la materia, porque creo haber escuchado que la gente se queda atascada entre los juguetes y la necesidad perenne de arrumacos.

Cúbrete de gloria


Cúbrete de gloria. Anda, corre, llega. Ya sabemos que puedes. Prueba del dulce después de sueños y amargo. Sube a la colina y planta tu bandera, di tu discurso, siente de vuelta lo que has aportado. Eso sí, cuídate de la rapiña de quienes negocian con la sangre fresca, genial; de quienes, como caimanes en boca de caño duerme hasta que un excelente prospecto de estrella, como tú, les golpea en la mandíbula y comienza el mosdisqueo. De todas maneras recuerda que quienes estuvimos contigo y supimos de tus esfuerzos y sinsabores, siempre estaremos contigo para advertirte. Pero la decisión es tuya. Por eso, te deseo mucha suerte. Espero siempre que ese destello de sabiduría que luce por madurar te ayude. Aquí estaré esperando cómodamente sentado por si quieres conversar. Un abrazo.

Nos quedamos en las peleas


Nos quedamos en las peleas. Los siglos siguen su lento caminar y seguimos en la confrontación, en lo mío, en tú no.  Sin embargo, nos vanagloriamos de los avances, inventos y tecnologías que vienen a parar en marcas, en modas, en comerciales televisivos. La muerte y la desesperación humanas tienen su espacio, pero rápidamente sigue la diversión y la vagabundería entretenida. La miseria de cualquier tipo no tiene rating, es un fastidio. Y el tiempo pasa y dicen que sólo hemos usado la décima parte del cerebro  -quién sabe si por nuestra supervivencia inconsciente-. Nos conformamos con tan poco que una vez comidos, vestidos y paseados, nos dedicamos a perder el tiempo. Pero es poco y miserable lo que nos rodea. Es desconsiderado e insostenible y jugamos numeritos de rifa para saber lo más tarde. Es una fracción lo que podemos ver, lo que podemos sentir con honestidad. Vivimos en una fracción de lo que podemos lograr, de lo que podemos descubrir para no ser tan suicidas, tan imbéciles.

Ansiedad de siempre


Ansiedad. Intentaré con mis uñas disparejas, con mis pelos del día mal afeitados, con los promontorios de mi cara. Tomaré el cigarrillo, la copa, el artefacto prohibido. Mi acidez contará los minutos, mientras el temblor de mi mano me hará caminar de lado a lado como un péndulo con mala cara. Miraré el reloj y maldeciré de nuevo, sin saber cuánto tiempo debo esperar. Pasarán las horas, los días, los años, y me iré acostumbrando a que no llegas; y aunque algún día lo logre comprender, todos estos síntomas igual me llevarán a la inexistencia extrañando tu manos tomando las mías.

viernes, 27 de enero de 2012

Racismo light


Ya no habrán viajes al antiguo hogar ni destierro inmoral en tierras inhóspitas. Ya no habrán abusos a la luz del día con la excusa de la tentación, de la presunta minusvalía. No te será negado abiertamente el derecho a nacer, crecer y desenvolverte por parte de los dioses de turno. Tal vez (tal vez) la autoridad pública ya no se arriesgue a aparecer en pantalla linchándote, para beneplácito del circo que sobrevive. Quizás, y muy distinto a hace pocas centurias, no ocurran o no parezcan ocurrir muchos de los desmanes que el progreso pasado se permitía a pleno sol, ni cruces ardiendo en la noche, en el jardín de tu casa. Ya no. Ahora, todo se habrá refinado. Con tanto estudio, tanta ciencia y tecnología, nada puede ser igual que antes... al menos no mucho. Ahora habrá confort ajeno con mucho menos. Ahora, simplemente no entrarás a mi casa, a mi familia. Ahora, aún en los trópicos, no serás parte de mi círculo de amistades. En estos tiempos, y si no te enteras fácil, mejor no entras en la institución, en la corporación o en mi proyecto brillante de vida. Ya te tenemos algunos epítetos, sarcasmos e indiferencias tan elegantes y consideradas, como para continuar con esta enfermedad del espíritu*, para lograr el nuevo, el flamantísimo racismo light.

*Rubén Blades, en la versión en vivo de “Muévete”.

Adiós, Cuerpo.


Bueno, cuerpo: Adiós. La muerte nos separa. Espero que ahora si estés en paz, al menos hasta que te desintegres y el ciclo se complete en soledad y sin sufrimiento. Te agradezco, cuerpo, el estuche maleable que fuiste durante toda mi vida, dejándome pasear de lado a lado con tus piernas. Me siento agradecido por los favores de los sentidos, especialmente por la piel. Gracias por ser entrada y filtro para las expresiones del exterior; por dejarte usar y abusar en mi juventud, por verter sustancias nocivas para tí, aunque muy agradables para mí, y devolverte como estás, como un traje viejo -aunque recién lavado-. Disculpa por no saber que tú no eras yo, y por brindarte sufrimiento en un vano culto superficial, por la ceguera que no me permitió mirarme más allá delñ espejo. No comprendí a tiempo que eras parte vital de la vida, la presentación ante el resto, el forro de mis ideas y el altavoz de mis pensamientos. Para finalizar, preciado carapacho, quisiera agradecerte uno de los mejores regalos que me diste, que fue la sonrisa en el rostro, el símbolo de la fugitiva que alcancé justo en la recta final del camino: mi felicidad.

jueves, 26 de enero de 2012

Regalo a la basura


Desperdicié otro regalo especial. Puse mi empeño en los detalles, me pregunté qué le gustaría más, qué le arrancaría el brillo de los ojos. Estuve cazando señales en el aire, deseos obvios, tal vez necesidades escondidas para ser quien las resolviera, quien brindase la solución buena, bonita y a cualquier costo. Busqué el mejor de los envoltorios, lo arreglé durante horas, le coloqué la mejor dedicatoria hasta ahora lograda y lo puse en sus manos. Pero terrible fue la respuesta. Una desazón casi indiferente, un trámite por desechar fue lo que percibí. Aún abierto y esplendoroso para mí, traté de darle pistas, de menear la cola, de saltar para celebrar en su lugar para ver si se le contagiaba alguna emoción, algún sobresalto sabrosito. Pero no. Vi que se lo llevó, pero me han dicho que no lo mira, que no lo usa, que no fue un aporte válido. Mientras yazgo en este banco, miro mis manos mientras las froto. Las miro, las giro y empuño mi arrechera por ser tan imbécil, tan ingenuo, tan suicida... de nuevo.

Soy un cobarde


Fui injusto. Bastante injusto. Fui desconsiderado, y ahora estoy a punto de no decir nada al respecto. Estoy casi en puertas de una huida cobarde del compromiso. Estoy a tiempo, pero no decido qué hacer, cómo entrarle al asunto, cómo resarcir el embrollo que armé y que se me salió de las manos. Sé que debo disculparme, pedir el perdón de quien me recibió y ahora resulta herido. Sé que debo acudir a la decencia en la dificultad -lo cual es muy duro-, pero no logro dar un paso en ese sentido. Y aquí sigo, dubitativo, casi tembloroso, con el sollozo del que abandona la escena y deja el cuerpo del delito detrás de los matorrales cómplices, esperando que nadie lo descubra antes de que un largo trecho esté de por medio. Pero lo hice. Lo hice de nuevo. Aquí estoy ahora, detrás de la cortina, escuchando los lamentos, las quejas, los epítetos merecidos; apreciando la injusticia de manufactura propia de esta piltrafa en la que me he convertido.

miércoles, 25 de enero de 2012

La lógica de la ignorancia


La lógica de la ignorancia. Esa lógica que dice que mientras menos analices, mejor es; que mientras menos sepas, mejor es; mientras menos alternativas tengas, mejor es. Esa lógica que dice que mientras menos pedazos tenga tu vida, la felicidad será plena o no será, en absoluto. Esa lógica que, dicho lo dicho, podría llegar uno a ser plenamente feliz si esa única tecla de las circunstancias es presionada. ¿Una lotería? Puede ser. ¿Dificilísimo? Seguramente. Pero hay de esos en las calles, escondidos entre las columnas, entre las ramas, que en medio del no saber, disfrutan de algo cuyo nombre ignoran. Tal vez recostados en el más sencillo de los bancos de la plaza, cualquier insecto, ventarrón o salida de sol les arranca una sonrisa... Y la sonrisa, por supuesto, es el ladrillo con el que se construye el parapeto ese, que nosotros, los que sabemos mucho, llamamos felicidad.

Quisiera sufrir así


Sufrir el guayabo enfrente del Pico Bolívar. Tener una duda terrible mientras se mordisquea una reina pepiada. Preguntarse por el futuro incierto, mientras se camina a un lado de la carretera por los llanos. Decidir una u otra cosa grave, familiar, mientras se sostiene un guarapo de papelón, a la sombra de una palmera. Ese dilema existencia a punto de develar su meollo, con los pies dentro del las aguas de Bahía de Cata. Recordar a nuestro ser querido ya ausente, comiendo un quesito frito, bajo un crepúsculo en Barquisimeto. Echar para afuera una lágrima de pérdida, sentado en una piedra de Galipán, sobre las nubes… provoca sufrir así.

¿Para quién te maquillas?


¿Para quién te maquillas? Cuando estás conmigo, has mostrado tu parte más “natural”, más “auténtica”. Mientras te has relajado, no hay muchos pigmentos artificiales sobre tus facciones. Pero al salir, la capucha de la belleza ha de salir contigo. ¿Para quién me visto, si cuando me postro en la más profunda de mis comodidades, la tela es casi invisible? ¿Para quiénes hablamos “como debe ser”, si cuando estamos con nuestros seres más cercanos, más queridos, las estructuras gramaticales desaparecen con naturalidad? ¿De qué se trata todo esto? ¿Se tratará de que debemos ser alguien más para ajustarnos? ¿O se tratará de que lo que somos de verdad no nos basta para estar como decimos que queremos? Como no me gusta ese desdoblaje, y menos hurgar en él, mejor me ajusto la corbata y preparo el discurso de bienvenida a este señor… ¿cómo es que se llama?

Inventaré un idioma


Voy a inventar un idioma. Ya me cansé de los gustos y modos ajenos. Ya no me calo a quienes vienen con ínfulas y reglas absurdas. Ahora mismo me pongo a trabajar en ello. Idearé símbolos que se parezcan más al significado. Inventaré verbos que sean más activos, que conduzcan a la acción inmediata del sujeto. Crearé calificativos menos importantes, y que den sólo una pincelada sobre el resto de la estructura. Seré el padre de las derivaciones más flexibles, aplastando y dejando atrás los purismos más arraigados. Dejaré al misterio completar mis párrafos, para que la magia no muera entre paréntesis. Acentuaré lo que sea sustantivo y desapareceré las palabras necias, acabando así, los oídos sordos. La oratoria será más sincera y menos aburrida. Inventaré gestos para indicar al hablante que no se le está entendiendo nada para que reformule el asunto. Todos sabrán cuando alguien no conoce de lo que está diciendo, y hagan su señal. La mentira ya no será elegante, ni la verdad invisible. En fin, hay tantas cosas por considerar… pero comenzaré por éstas.

martes, 24 de enero de 2012

Mire, claritos desde ya


Vamos a comenzar esto claritos. Yo no quiero problemas. Ahorrémonos los enredos posteriores poniendo las cartas sobre la mesa. Sabemos en qué situación estamos y que no nos podemos dar el lujo de apegarnos el uno del otro. Claro, claro, a eso me refiero: yo soy lo más claro que se puede porque yo si sé exactamente lo que quiero y hasta adónde llegar. Yo no soy como esos bobos que andan dejando pedazos de corazón por las aceras del pesar. Lo mío es, pues, desde aquí hasta aquí. Si te ablandas, pierdes. Si te equivocas vas a joderlo todo y habrá que terminar antes de lo previsto. ¡Pero ya va! ¿te vas a ir sin darme un besito? ¿y por qué? ¿qué soy yo para tí?

lunes, 23 de enero de 2012

Ay, arcoiris


Tardaste en salir, arco iris. Tardaste en salir de detrás del cerro ya empapado de la lluvia, del maltrato, del azote de estos días. Tardaste tanto que hasta maravillas, que hasta sobrevalúo tu natural apariencia. Qué ingrato eres, arco iris, que vienes con tu sonrisa compasiva y tu vestido de franjas pasteles a mirar los escombros de lo que vivo, y que dejaste la última vez que te trajo la llovizna. No es justo, mi pana, no lo es, que ahora nos trates de inyectar con tu indiscutible dulzura, con tus invitaciones a reflexionar de la tormenta, de la calma, de un mañana mejor. Vete pal carajo, arco iris.

Extraña entrevista


El futuro empleado atendía a una variedad de ejecutivos sentados en la sala de su casa, mientras su dulce madre les ofrecía café y galletas. Cada uno de los personajes, entre 45 y 57 años esta vez, se miraban entre si y se frotaban las manos como nerviosos por lo que habría de venir en un rato.
Alberto, el joven que recién había renunciado y regresado de sus vacaciones para trabajar de nuevo, esperaba sentado en el sofá del estudio a que pasara cada uno de sus potenciales empleadores. Recién bañado y entalcado, se peinaba las cejas: total, uno de ellos sería su jefe en pocas horas.
–¡Mamaaaá, pasa al primero, por favor! – gritaba Alberto.
–Beto, no grites. Compórtate – le dijo Laura, con mirada pícara.
Después de unos segundos, la adorable señora hacía pasar a un hombre alto, calvo, catire, que se sacudía los restos de galleta de sus manos. Después de sentarse en la silla rígida que Alberto le señaló.
Alberto, abriendo una carpeta de grueso contenido, mirando de lado a lado como buscando sin encontrar, frunció el ceño y preguntó:
– Ud. es el señor…
– Esculapio, muchacho; Esculapio Schnitzer, de Plástico Jones, C.I.C.P.C.
Alberto, con un estilo muy vanguardista en eso de las entrevistas, se inclino hacia adelante y asestó:
– Esculapio, vamos al grano: Necesito trabajar en un buen sitio, que mantenga la estabilidad que he dusfrrutado hasta ahora–mientras señalaba el entorno–. Acabo de salir de una empresa que no valoró mi esfuerzo y mi dedicación, y ahora estoy en este molesto trámite de entrevistas. ¿Qué me puedes decir, Esculapio?
El señor Schnitzer, ya con gotitas de sudor en la frente y en el nié (el huequito entre la nariz y la boca), meneando el pié izquierdo y entrelazando los dedos, comenzó:
– Alberto, mira, yo tengo treinta y cinco años de experiencia supervisoria en esta empresa, y estoy seguro de que la nuestra será una buena relación laboral, cuidando, como dices, tu estabilidad y valoraremos tus esfuerzos y capacidades; no tengas duda de eso.
Alberto, descruzaba las piernas, y tomando una aspiración con expresión dubitativa, le preguntó a Esculapio:
–Mira, Schnitzer, ya yo he pasado por este tipo de cosas antes, por eso te agradezco que dejes de una vez esa retórica barata y me digas con qué problemas me encontraré en tu organización.
Esculapio, primero atónito por semejante solicitud, asentó los pies en el piso y respondió después de botar algo de aire:
–Está bien. Si eso es lo que quieres… mira, Alberto… ¿te puedo llamar Beto?
–No.
–Ok, Alberto, yo reconozco que a pesar del esfuerzo que hemos hecho en la junta directiva para motorizar la eficiencia en los niveles operativos, esto no ha dado los frutos que hemos esperado. Es así, como podrías encontrarte con falta de compromiso, de amor por el trabajo. Es sólo una posibilidad, Beto…
–Alberto.
– Si, Alberto, que no tengas los compañeros y supervisores que soñaste.
Esculapio, levantándose de la silla y acomodándose la falda del traje, y con cierta solemnidad, pronunció sus últimas palabras:
– Alberto (como buscando aprobación), te aseguro que podrás conseguir lo que buscas en nuestra corporación. Te prometo que haremos lo posible por corregir nuestras fallas, hasta hacerlas desaparecer. Nuestro objetivo es el bienestar para todos nuestros empleados, y claro, si queda, para nosotros, la Junta.
Alberto, todavía sentado, y mirando al espigado y enfluzao personaje, se levantó; y sin quitarle la mirada de los ojos, extendió la mano y dijo:
–Eso espero, Esculapio… Eso espero. Te estaré llamando.
Esculapio, casi haciendo reverencia, caminaba hacia la puerta y luego desaparecía.

Alberto, haciendo una mueca de “qué vaina con esta gente”, se sentaba de nuevo y abría su laptop.
–¡Mamaaaaá! ¡Ven acá!
Laura entró de nuevo en el estudio, casi de puntillas y mandando a callar a su hijo:
– Pero Beto, ¿cuántas veces te voy a decir que dejes la gritadera? ¿Qué pasó?
– Mami, dile a los viejos esos que vengan después. Voy a revisar el Face.
–Sí, precioso–dijo, propinando un beso en la frente, y saliendo del estudio.

Mientras te vas y vuelves


Mientras vas y vienes, podría tomarme un cafecito. Mientras te vas y vienes, podría sentarme un rato, y mirando el reloj me dejaría sorprender por tu presencia. Mientras te vas y vuelves, podría aprovechar y ordenar un poco la casa. Mientras te vas y vuelves, podría replantear lo nuestro y mejorar para gustarte un poco más. Mientras te vas y vienes, la soledad voluntaria será buena consejera y seguramente regalará mejores puntos de vista, más provechosos momentos para el futuro. Mientras te vas y vuelves, podría recorrer caminos inéditos, conocer personas, sentir cosas nuevas. Mientras te vas y vuelves, te pensaré y al ver a quien se me acerque, diré que existes, que te espero. Mientras vas y vuelves, cederé ante algunas tentaciones, pero nada de importancia, sólo urgencias del momento. Mientras vas y vuelves, tal vez sienta frío y busque calor. Mientras vas y vuelves, tal vez me despierte un día y vea que mi mundo es otro y no el que dejaste. Mientras te vas y vuelves, el otro mundo, mi mundo, florecerá y echará raíces. Mientras te va y vuelves, si es que vuelves, estaré aquí, donde ya sabes, tal vez ya sin esperarte.

domingo, 22 de enero de 2012

Ganas de llorar


Siento ganas de llorar, pero el agotamiento, la agitación, no me dejan. No sé qué era lo que venía por mí, pero tengo la certeza de que no habría otra oportunidad. Mis manos tiemblan, y cuando me cubro la cara, mis nervios atrapados en mis sollozos no me dejan caer sentado en el piso mojado a saber que estoy vivo. Tengo miedo de lo que pudo ser. Tengo la sensación de que vivo momentos otorgados por un prestamista usurero. Abro mis ojos después de un rato en el que sólo pude escuchar mi respiración entrecortada, mi temor, mis fantasmas. No puedo negar que todo lo que ocurrió fue creado por mí, por mis poses, por mis límites. Estoy enfrente de un monstruo incontrolable del cual soy génesis. Todo se ha convertido en una imagen de terror amarrada a mí sin remedio, sin descanso, sin inquisición posible. Soy una bestia de muchas cabezas, siendo sólo una la que destruye al resto, al entorno, a lo objetable y a lo disfrutable, a lo que existe y a lo que no. Soy un ciego con muchos ojos, un alfarero sin manos, un fracaso tras otro.

No puedo dejar de llorar


No puedo dejar de llorar. Estaba tranquilo, y de repente, estalló el llanto. No lo entiendo, pero mientras, sigo llorando. Tengo recuerdos, buenos, menos buenos, mientras mis lágrimas recorren mi cara para luego morir en el suelo seco. Siento placer, siento dolor, y en medio de esta confusión inconsolable, no sé si me siento feliz o desdichado; en medio de esta vorágine tibia no sé si es arrepentimiento, conformidad o es la tormenta antes de la tranquilidad esperada por siempre. No lo sé. Tal vez no quiera saberlo ahora, todavía. Tal vez deba disfrutar de todo lo que me dice que siento, que no he muerto, como pensaba. En este mismo momento dejo de forcejear y me entrego. Cierro los ojos, abro mis brazos y caigo en ningún lugar de cuidado… soy como un conducto vivo por donde circulan sensaciones, emociones. Siento que mientras menos pendiente estoy de lo que está ocurriendo, se van resolviendo mis interrogantes. Siento que mientras floto y todos los nudos de mis complejos se van deshaciendo. Siento que mientras estoy ajeno en esta escena segura, inocua, mis lágrimas desaparecen y dejan ver a mis ojos el nuevo paisaje que siempre tuve enfrente de mis ojos cerrados por el miedo.

sábado, 21 de enero de 2012

Mis mejores amigos


Yo no quiero amigos malos. Yo los prefiero buenos, muy buenos… inmaculados. Yo les exijo, al comenzar, su historial bien detallado. Yo rechazo los pecados que ensucien estas importantes relaciones; yo mantengo un entorno adecuado, moralmente aprobado, multitudinariamente aceptado. Modales, atención casi cronométrica a mi persona, respeto a toda prueba. Eso de aceptar gente al lado de uno, con historias oscuras, incomprensibles; acoger tan de cerca personas con proclividad a deslices, a tentaciones, a debilidades mundanas, definitivamente es de lo último. Por eso, si tienen ustedes la suerte de verme en mi entorno social, en fotos, en videos, sabrán de la perfección, del balance, el equilibrio que disfruto con mis amigos…
¿Cómo? ¿Aduladores? -No sabes lo que dices- Por supuesto que no, solo que todos ellos obedecen, corresponden a la altura exigida por mí para estar a mi lado… además, ¿qué tiene de malo que le reconozcan a uno las virtudes de las que siempre se ha estado orgulloso? Qué riñones...

Dicen que soy tu vicio


Dicen que soy tu vicio. Dicen que te hago daño y no te das cuenta. Dicen, también, que tienes los ojos cerrados ante mi verdadera imagen perniciosa. Piensan que estás loca, y cada vez más loca, por compartir tus días conmigo. Creen que ya el juicio está hecho y resultaste culpable de decidir por ti misma. Te digo esto y te ríes. Te menciono la opinión de los otros, y asientes burlonamente, sin dejar de sonreír. Te prevengo contra el qué dirán, y te acercas donde estoy sentado. Te manifiesto mi preocupación por vivir entre tantos malos augurios, y te sientas en mi regazo, acariciándome la cara. Trato por todos los medios de cuidarte, y me besas desconsideradamente. Sin cerrar los ojos, recibo tu beso abusador, tratando de aconsejarte, y me abrazas de la manera más deliciosa que me pueda imaginar. Entre frases ahogadas por un beso que arropa, mis ojos se cierran y desisto de cualquier tontería que vaya en contra de seguir teniéndote, de seguir queriéndote, de seguir viviendo… al carajo todo.

Mañana por hoy


Qué fastidio. Tantos preparativos para la excepción, para lo que puede pasar, que dejo a un lado lo que realmente está pasando; sin preparación, sin miramientos. Y así se pasa el tiempo y lo que pudiera pasar se convierte en lo más importante; es un juego desquiciado en el que la ficción de un futuro incierto arrolla al presente incrédulo ante lo que ve, desvalido, casi agonizante. Es como estar parado lejos, seguro, del incendio que quema la vida, sin saber que en medio del fuego te vas tú también al carajo. Pero no importa mucho: eso no se nota. Quien quema, bota, despedaza y desecha el presente y su futuro soy yo. Nadie me va a venir a decir cómo debo hacer las cosas, y menos, si seguramente, sabe menos que yo de esos menesteres.

Nunca es mucho


Nunca es mucho. Nunca lo será. Somos una peste que consume lo que se le coloque enfrente, no importa su cantidad, no importa su calidad, no importa, incluso, si lo deseamos o no. Cuando no hay, sufrimos la ausencia, el ajuste, la costumbre. Cuando si hay, no importa nada y se olvida la piedra del tropiezo, la crisis del no hay. Afecto, dinero, basura, cualquier vaina. Si hay, deberá ser nuestro, ¡pero por supuesto! Somos un hoyo negro espacial, pero incrustado entre la gente, entre objetos, intenciones y esperanzas ciegas, malacostumbradas. Cuando no hay, no hay; pero cuando haya (espero, me estoy preparando), ya verán lo que es clase, amor de sobra, desgaste con gusto, devastación.

Y después de todo...


¿Y si después de todo, descubrimos que nuestra vida estaba ya escrita? ¿Qué ya alguien se había encargado de trazar nuestro destino? A ver… pensábamos que nos la estábamos comiendo con cada decisión. Creíamos que existía la posibilidad de ser iguales y no más quedados o adelantados que otros. Resultaría entonces que no éramos más vivos o inteligentes, sino simplemente, que teníamos una tarea predicha qué llevar a cabo. Sería un aburrimiento en retrospectiva, pensar que no importaba qué soñáramos, qué nos trasnochase pensando, sufriendo, gozando, el rumbo era el asignado… nada más. En ese caso, sólo nos quedaría juzgar la tarea que nos tocó. En ese caso, sólo nos tocaría la nada desperdiciante tarea de saber si nos hubiese gustado otra asignación, otro no sé… algo más. Me imagino a los ochenta y tres (dado que pude leer mi tarea y cuándo terminará), muerto de la arrechera, tal vez mirando al cielo, con mi cuaderno lleno, amarillo, engordado de tanto manosear en mi mano izquierda, mientras señalo al cuaderno del vecino, mucho más dulce, menos ampollante.

¿Y si no hay nada más?


¿Y si después de esto no hay nada más? ¿Y si era puro cuento? ¿Qué tal si lo que había que vivir y morir era de este lado? A ver… antes de conversar del vacío, de la oscuridad y de la nada, habría que preguntarse qué pasó. Qué pasó con los que dijeron que fueron y volvieron; qué pasó con la luz blanca hacia la que se caminaba; qué pasó con el comité de bienvenida. ¿Qué habría pasado con eso de que los buenos iban al cielo y los malos al infierno? ¿Resultaría, en ese caso, que todos hacíamos la cola al revés, varias que desembocaban en una sola: Nada? ¿Será que nos habrían tirado la persiana en la cara y colgado el letrero: “cerrado por mentira”? qué vaina, ahora tengo miedo de los que ahorramos en una cuenta incierta o de los que debitamos de una cuenta de sólo oficinas locales. ¿Y la contraloría, y la anotadita, y el perdón o la cancelación de los pecados? ¿Qué pasaría entonces, con los que nos portamos taaan bien, para dejar todo para luego? No joda…

viernes, 20 de enero de 2012

El resto de tu vida


Según he visto, el resto de la vida puede ser mucho tiempo o ser una fracción de segundo. Para quien fue arrollado por el progreso, el resto de la vida eran dos segundos. Para otros más aferrados, pudieron ser algunos días más. Y así va siendo para otros, quienes duraron hasta que en su vejez bajó el carruaje romántico de la lonvevidad; y para otros, cuya enfermedad no dejá levantar cabeza nunca más. Así que estoy un poco asustado. Aunque no estoy muy enfermo, ni planeo cruzar ninguna avenida hoy, pudiera ser que el resto de mis días no sean tantos como quiero y suelo pensar. Acaban de atropellar a otro en el semáforo, qué vaina. Mejor me levanto y comienzo a ver qué hago por el resto de mi vida, no vaya a ser que sea desconcertantemente breve. Un abrazo muy fuerte, porsia.

Autoengullido


Me engulló mi personalidad. Fui tragado por mí mismo. Tuve la fortuna de desprenderme de la influencia externa y comencé mi esperado viaje al interior. Me desprendí de las cartillas, consejos y charlas de fuera y me senté en un compartimiento secreto. Ya sin ruido, sin fastidios ajenos o voces distintas a la mía, esperé un rato, mientras recorría con la vista este nuevo paisaje. Mientras mi cuerpo y mi mente caminaban por la calles, yo, desde dentro, miraban cómo se traducían internamente las cosas que venía de afuera, e incluso veía que muchos de los mensajes de la calle morían al entrar al oído, sin siquiera pretender ser examinados en una instancia más importante. Aunque los seres a quienes amaba seguían siendo decisivos en mis acciones, cada vez iba experimentando un aislamiento que corría la cortina de luz foránea poco a poco. Al parecer, en algún momento decidí darme mi importancia y escuchar menos, ver menos. Mi aprendizaje se detuvo por suficiencia. Darme cuenta ya pertenecía al pasado, y mis conclusiones ya habían tendido la cama para el mejor de los descansos. Con una sonrisa tenue, los ojos algo guiñados y con las manos como almohada, comencé a escuchar un agradable zumbido que poco a poco se hacía más fuerte. En sólo unos minutos ya habia escuchado aquella explosión de agrado que me dejó ciego de repente y al frotar mis ojos, sólo pude recuperar las dos o tres cosas que merecían mi atención concienzuda por lo que me quedaba de vida.

jueves, 19 de enero de 2012

Róbame bienestar


Róbame bienestar. Al menos inténtalo. Como pícaro ladrón que entra a hurtadillas y embolsíllate todo lo que encuentres. Hazlo las veces que quieras, porque mi fuente es infinita. La tranquilidad va sobrando por estos lares y por mucho que lances en tu saco pretencioso, no creo que puedas disminuir, en centímetro alguno, mis tesoros invisibles, aún incomprensibles para ti. Succiona con tus ojos y tu piel, con tu aliento y tus manos, cuanto encuentres en mí; tranquila, no lograrás siquiera perturbar mis párpados a media asta. Yo seguiré apreciando tu urgencia loca en calmar tus temores, en postergar tus verdades, en alcanzar el silencio absoluto sin gimoteos de persecución. No te vayas todavía. Quédate, que yo te regalo mi paz.

Mediocre


No sé en qué tiempo, como dice la canción, lo normal se volvió extraordinario y el mierdero reina por doquier. Ahora veo que me he metido en una vorágine tan terrible, en la que si hago un pequeño esfuerzo se ve como algo trascendental, para recordar, y si me descuido, se convierte en tradición. ¿Cuándo fue, carajo, que no se podía esperar lo mejor y tuviésemos que bajar la cabeza ante la mediocridad? Ni idea, chamo… ni idea. Mientras uno camina, siente el peso del vecino, del desconocido, y quién sabe de qué ser querido más. El sentido común se convirtió, no en el menos común de los sentidos, sino en una vaina tan rara; y no por rara, querida. Por rara, detestable y vete para allá con tu vaina. Todo a la mitad o menos, y quien lo tiene casi listo lo dice con la infelicidad que el caso requiere. Todo se hace porque siempre se ha hecho así, y el tonto es tonto, el que escribe la ley, y el avispao es el rey. La verdad es que el tema es como para dos páginas de resumen, pero la verdad, coño, me da flojera seguir ¡Suerte!

Todo para ti


Dedicaré mis últimos esfuerzos a ti. Gastaré mis últimas monedas en lo que puedas necesitar. Te serviré todo mi pan, mi vino para que te sientas bien. Adivinaré cada cosa que necesitas y me agotaré en conseguirlo. Serás mi invitada, mi consentida, el destinatario de lo que a bien me salga. Ni las manchas en tu ropa llegarán a ser porque estaré atento cuando comas, cuando camines, cuando estés en peligro. Descuida, que desde ahora en adelante te brindaré los cuidados que durante años te fueron negados; es más, saltaré al otro extremo para que, poco a poco, se destruya la flor que nació en ese pantano casi estéril y se convierta en la más aguda de las espinas.

Un triste... mucho gusto.


El adjetivo se apoderó de mí. Hace algún tiempo lo sustantivo pasó a otro plano, a uno invisible. Ahora no soy un hombre, sino un negro, un blanco o un oriental. Ya no soy un ser humano, sino un consumidor, un político, un millonario o un simple pobre. Los ojos no ven lo de dentro, sino lo más afuera posible, lo más por encimita posible para no encontrar sorpresas desagradables. El cuentico del tener que se comió al ser. La triste historia de adjetivar todo y convertirlo en lo central, en lo definitivo, sin querer ni poder aguantar la mirada hasta ver algo auténtico, verdadero, que parezca y sea. Tal vez me conforme con las ropas, con las apariencias, con la envoltura, mientras algo en el interior subvierta el orden impuesto; hasta que se acaben las dilaciones de la televisión, la revista y los viajes, y tenga que parar en casa, en el silencio de una habitación que no aguanta más adjetivos.

El plomo acabó con todo


El plomo acabó con mis argumentos. El disparo cegó todo. Ahora soy un ejemplo, un símbolo, pero tal vez no quería serlo. Tal vez quería andar por la calles, saludar, permanecer en el banco del parque sin ser reconocido por muchos. Venía a toda velocidad, con todas la ganas, con más futuro que pasado y la calamidad me tendió su mano inevitable. Quería ser un célebre anónimo, un alma libre y comprometida, un obrero de alegrías y no pude. Con mis pantuflas, mi bata de baño algo desaliñada y mi bolsa de pan calientico y recién mordido, recibí mi porción de maldad, de indiferencia; recibí una entrada al porcentaje maluco ese que sale en periódicos y estadísticas semanales. Pero creo que iba a pasar de todas maneras. Creo, con lo pavoso que he sido, que si hubiese habido un solo pasajero al otro mundo por estos días, igual hubiese sido yo.

miércoles, 18 de enero de 2012

Escoba sucia


Soy la cura para los males de la sociedad. Soy el antídoto para las enfermedades que nos aquejan. Soy la solución desesperada en los tiempos de estampida de los agentes del mal. Te garantizo un resultado rápido, aunque no puedas comprender mis métodos. Me pediste ayuda y ahora debes apartar un espacio para lo que hasta ahora no te permitías considerar. Si quieres cierras los ojos por unos instantes mientras ejecuto mi encomienda. Soy una escoba que barre el sucio y no está excento de contaminarse en ese contacto inmundo. No me mires así, no me juzques. Si acudiste a mí fue porque las maneras regulares no funcionaron. En un mundo ideal yo no existiría, porque de cierta manera, yo también, como exterminador, estoy fuera del contexto de lo debido. Así que decide de una vez si asumirás las consecuencias de este esguince de la ley o si me largo de una vez.

Esperaré 5 segundos


Esperaré cinco segundos antes de responder. Me levantaré más temprano para no asistir al tumulto general, pudiendo verlo desde atras, con calma. Pensaré que cierta ignorancia es sana y así no mortificaré mis cosas pendientes. Me acostumbraré a creer que todo tiene su momento y por ahora, iré arreglando el mantel, fijando con la vista el objetivo. Daré un paso atrás para evitar el golpe innecesario, lamentando la caída inevitable de un compañero. Dejaré pasar algunos ímpetus de la juventud que a veces parecen que no me permitirán salir vivo de ella.

Sabiduría extraviada


Se me perdió la sabiduría, ¿no la han visto por ahí? Creo que me la dejaron unos viejos en algún sitio que yo debía encontrar, pero no fue así. Me distraje en el camino y perdí el propósito, dejando para después lo que ya debí ir tomando antes. ¿Seguro? ¿No la han visto? Por sus caras de extrañeza, veo que no pudieron tampoco recoger su paquete. Veo que nos quedamos todos en este marasmo, en los laureles, en la corriente que arrastra a los camarones. No sé, mi pana, me sentaré aquí para captar alguna señal, alguna pista, alguna flecha que me indique dónde está esa sabiduría de la que tan poco se habla y yo quiero conocer. Permaneceré aquí un rato con ustedes, si es que sirve, para ver si encuentro eso que dicen que llena sin rebosar, que aplaca sin sobresalto, que llama a la sonrisa al final del camino.

martes, 17 de enero de 2012

¿Qué te sostiene ahora?

¿Qué te sostiene ahí, allí mismo, donde estás parado, flotando o arrastrándote? ¿Qué hace que sigas así, con esa buena, mala o desinteresada cara? Dejando a un lado el tema inoportuno de lo que se merece y no se merece, dime, ¿Has hecho algo para estar allí? ¿Has, acaso, movido un dedo, quebrado algo para haber llegado a tal posición? ¿Qué te llevó al pedestal o al hoyo, qué hace que permanezcas inerte, sin ganas o capacidad de irte, de bajar o salir? Yo sospecho de ti. Para bien o para mal, si caben los términos, eres merecedor de eso y más, si fuese posible. Yo creo en tu capacidad para tejer la tela que trepaste con o sin mucho esfuerzo antes de clavar la banderilla con tu nombre en esa cumbre, en ese abismo, en esa inmovilidad. Tal vez con una pequeña prueba se deshaga esa razón. Tal vez con un insignificante argumento hecho público, salgas de ahí adonde lo merezcas más esta vez. Buena suerte.

Menos que flotando

Algo menos que  flotando, pero no sé en qué aires. Las pisadas no se oyen, no se sienten. No hay cómo sentirse demasiado bien, demasiado mal. No se sabe si las cuerdas son lazos o los lazos, cuerdas que laceran. Voy a un ritmo ilegible, indescifrable, cosa que no reconforta al despertar. Inercias, tradiciones y deberes ser son los que llevan esa batuta escondida por ahora a mis manos. Malabares de oficio, distracciones de jornada completa, pequeñas escaramuzas sofocadas ya con el corazón son el pan, el vino... menester pasivo. Mientras, trato de ordeñar de una pared, intento arrancarle una sonrisa a una piedra. Mientras, los minutos marcan tarjeta y se registra el éxito de las operaciones.

No me vengas con eso


No me vengas con tecnicismos, porque te estoy viendo. No menciones fórmulas, igualdades, porque sé por dónde vienes. No te pongas la túnica en el podio, porque ya no es novedad. No te erijas como dueño del verbo enrevesado, porque la palabra dominguera de moda ejerce ya el impacto mínimo. No se puede negar, no, que has hecho un buen esfuerzo, pero lamentablemente para ti, no es suficiente. Para mí, es solo una muestra de impotencia creativa, un destello de glorias pasadas, moribundas, de fenecido brillo. Así que, por favor, habla claro, confiesa tu traba, que seguramente caminaré hacia ti, con petulancia benevolente y te extenderé la mano, para evitar tamaña cagada.

No quiero ser experto


No quiero se experto. Puedo, pero no me da la gana. No quiero profundizar tanto en lo mismo, dejando aparte al resto del mundo. No quiero especializarme en descartar. No quiero encerrarme y hacer malabares sonreídos con lo que nadie entiende. No seré parte de esas sectas que hablan de lo mismo incansablemente, como si no hubiese más. No tendré un solo juguete. No me zambulliré en un solo color, en un solo tono, en sólo una manera, sólo para salir y demostrar mi inigualable ignorancia en la mayoría de todo.  

lunes, 16 de enero de 2012

Cuchi plomo


Esperaré al próximo personaje ficticio para parecerme a él. Estaré al acecho del próximo súper héroe o personaje cuchi de la media para intentar llegarle cerca en sus hazañas. Me vestiré, hablaré y actuaré como mi próximo modelo en licras salido de la pantalla. De esta manera, podré unirme a la legión de gente que quiere ser alguien que no es, mientras nuestro mundo real se derrumba, entre pirotecnia y payasadas.

Sólo fichas de juego...


Todo se convierte en ficha de juego. Todo tiene una razón secundaria que se impuso. Ya nada obecede al impulso, al corazón, a lo trascendental. Hay que observar bien a quien da, porque no se sabe qué lógica maneja. Hay que examinar bien los favores recibidos, porque podrían ser el mantel para un banquete ajeno servido por nosotros. Ya no haré lo que debo, sino lo que me conviene. Ya no haré aportes para mejorar el entorno, sino para regar mi parcela. Ya no desperdiciaré mis solidaridades sin ponerles un precio. Así que cuando vengas a pedir, trae tu pergamino de propiedades, de esperanzas, para ir viendo qué de eso formará parte de mis tesoros de pirata contemporáneo.

domingo, 15 de enero de 2012

Rumbo a la cascada

Viajo en la superficie. Hace mucho tiempo, tanto que no recuerdo, solté las amarras y eché a andar. No sé desde dónde salí. No recuerdo lo que sentí, pero hoy siento que avanzo. El viento en la cara, las gotas en contra, las voces que desaparecen en la retaguardia. Siento que mi nave, sólida y bien construida, se acerca al horizonte en cada minuto que pasa. A veces me arrimo al borde y miro hacia abajo, hacia las profundidades, y no me gusta lo que veo, lo que escucho. Veo ojos llenos de tristeza, gritos de auxilio, manos que salen del agua buscando un asidero. No lo puedo manejar; no sé cómo; no quiero saber cómo… yo voy de cara al viento. Yo voy rasguñando el océano, hiriendo los mejores recuerdos de viajeros anteriores. Yo no puedo dejar de remar. No puedo ofrecer mi mano al peligro, conversar con almas solitarias, producir sonrisas. Estoy apurado, estoy muy cerca de llegar a mi llegadero, y no puedo detenerme a ser uno más del camino. Yo debo ir adelante, señalando la ruta, marcando el paso de quienes vienen detrás, en una procesión de cuerpos sin espíritus, de cadáveres sin sombras, de triunfadores sin audiencia… sin aplauso.

Puse la otra mejilla

Puse mi otra mejilla, y me dieron. Puse rial y no me dieron. Me callé para protegerlo, y me culparon. Él no dijo nada, y también me culpó. Tendí la mano, y me pegaron por la mano. Ofrecí comida, y me la devolvieron dizque por mala. Bueno, la vida es así; todos debemos ayudar, cooperar, poner el hombro. Puse el hombro, y me pisaron, y saltaron más arriba. Llamé a la reflexión y me insultaron. Fui sincero y se rieron de mí. Lo intenté una vez más, y mi mala memoria me jugó una mala pasada: me jodieron de nuevo. Lo peor es que, para ajustarme al resto, he tratado de ser indiferente, frío, distante... pero no lo logro. Brindé una sonrisa y me tiraron la puerta en la cara. Definitivamente, tengo que ser malo. Mañana trataré de hacer lo contrario para ver si me va mejor; para ver si me respetan; para ver si me reconocen el esfuerzo; para ver si me saludan; para ver si buscan mi mirada; para ver si necesitan mi mirada; para ver si mi presencia es requerida; para saber si la única manera de tener cosas buenas es ser malo... para saber si puedo ser como no soy y por cuánto tiempo, hasta que me olvide de lo que era, para no ser más ni lo que soy ni lo que no soy, y no ser más.

Tragedias

Tragedias. Un golpe tras otro. Cuerpos sin vida, tristezas eternas, lamentos interminables. Las mismas reflexiones inútiles. Se trasladan las promesas lastimosas del pasado al presente sin causar nada, sólo desengaño, frustración. Tragedias. Se hacen llagas, se curan por un rato constructor de nuevas mentiras, y se vuelven callos cada vez más duros, más olvidados de su origen; claro, ya la memoria no da. Todo se funde en la más terrible normalidad, en tradición, y hasta en fechas festivas. Qué estupidez, qué lástima. Mientras más se piensa, más lastima, pero no por la impotencia de lo que ocurrió -porque no se recuerda, porque nadie sabe qué ha pasado- sino por no saber, por no poder saber, por no poder haber podido. Los siglos pasan y todo queda atrás. Nadie sabe hasta dónde llegan las propias raíces. Nadie quiere saber. Nadie sabría qué hacer. Mientras tanto, por los próximos tiempos, seguiremos caminando entre cuerpos sin vida a lo largo del camino; cuerpos, que aún con latidos de corazón, nunca parecerán llenos de sustancia alguna, de brillo alguno.

sábado, 14 de enero de 2012

Certeza en la lejanía

Son franjas muy delgadas. Son capas que apenas tienen grosor. Los caminos a tomar son infinitos, pero el modo es tormentosamente estricto. Se avanza más, cuando más firme se pisa, como en el agua. Pataleos y berrinches están a la orden del día para abandonar esos caminos. Cualquier excusa es buena, cualquier pretexto gana validez a la hora de abordar o no. Estuve buscando ventas de paciencia, tiendas donde ofrezcan prudencia, observación y sólo el grado de libertad que haga efectivo todo el revoltijo, pero no las encontré. Un viejo, sentado en una esquina me dijo que lo debía fabricar todo yo. Después de alejarme con un “si, claro” en mi cara, comencé a caer, a tropezar, a llegar a sitios vacíos. Transcurría el tiempo y vi que vendían las recetas, pero nadie las vendía hechas. Qué fastidio, eso de querer más de lo que se está dispuesto a crear. Pasaron años y trataba de entender el mecanismo, la manera, tal vez el milagro, y aunque ya había logrado cosas de las que me sentía orgulloso, no tenía aquello… y nada que se asomaba la posibilidad. Mucho más tiempo después, luego de dar vueltas, de enderezar y torcer de nuevo, con unas cuantas cicatrices en las manos, los ojos y los oídos, alguien me dijo con mucha emoción que ya había logrado lo que siempre había querido, y con cara de extrañeza le dije que no, que la búsqueda seguía. Pero resultaba que hacía tiempo que había pasado de largo, que había dejado a un lado mis sueños iniciales y ahora navegaba sobre toda una serie de experiencias, de curas dolorosas, de alegrías nuevas y viejas, y mi sueño se había convertido en otro más lejano, lleno de más riqueza, de gozo, e igualmente imposible de alcanzar. Es una alegría extraña la de sentir que se ha avanzado, aunque no parezca más cerca.