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lunes, 30 de septiembre de 2013

Rentabilidad de una decisión


La rentabilidad de mi decisión me está matando. Siento demonios sobrevolando por encima de mi cabeza, burlándose de las condiciones en las que me encuentro. Tomé la decisión y ahora me hinca en las costillas, en los pies, en el corazón. Debí decidir. La circunstancia y mi percepción de la fatalidad no me dejaba respirar y creí que saltando de la embarcación caería en otra mejor, pero caí directo en el agua y ahora siento que me estoy ahogando. Miro a los lados y nada; no hay tabla de salvación a la vista. Pero nada, aquí sigo, así sigo. Trataré, hasta el último momento, de que nadie note que quiero desistir del esfuerzo al que me comprometí. Siento que compré un refresco de varios litros y debo beberlo todo sólo porque pagué por él. Pero aquí voy, carajo, reventándome, firme o casi, rumbo al triunfo previsto, sin la “rectificación” de los que se equivocan... ¡porque primero muerto que echarme pa'trás!

viernes, 27 de septiembre de 2013

Después de tanta chatarra

Si supiera el esfuerzo exacto para descubrir lo que necesito, para saber lo que quiero, no daría tanta vuelta. No aprendería tanta chatarra, no cargaría con tanto peso muerto que me quita impulso y que me estorba. Si la brújula estuviese más afilada, no aprendiera tanta cosa inútil, tanto artificio extenuante, tanto truco barato. Después de aprender las artes, las ciencias, las tecnologías que recita el credo social, me veo perdido entre toda esta maleza que amenaza con extraviarme para siempre de lo que sería, hipotéticamente, mi razón en esta vida.


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Me devolví al espejo


Me devolví a verme en el espejo y ya no era yo. No era el rostro esperado. Era, más bien, una vieja caricatura del que fue y ya no era. No había brillo en los ojos, que trataban de no ser cubierto por aquellos párpados cansados de no sé qué cosa recurrente, ya inevitable. No sabía si eran arrugas o laceraciones. No sabía si ese rictus de hastío era de ahora o de siempre, si gratis o merecido. Total que me encontré con ese carajo en el cristal, ese lamento silente, ese esperpento que ahora se dejaba ver. No sé si esa mañana amanecí con la honestidad revuelta, inevitable, pero sí sé que pude ver cosas en mí que normalmente oculto a todos y a mí mismo. No lo hubiese hecho... me hubiese hecho el loco, como suelo hacer, y así seguir sobreviviendo con la falsedad como mi primera postura.