Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"

lunes, 25 de febrero de 2013

Qué cosa eres


Dime qué cosa eres. Anda, que veo que necesitas decirlo. Pero más allá de eso, creo que eres un fraude, como el otro, como aquellos. Dime a qué etiqueta te aferras, a qué grupos les debes el título, porque no logro dar con ello. En estos días no supe si eras tú, o mi vecino, o cualquier prójimo. Debe ser mi miopía in crescendo que no me deja saber quién es cristiano o musulmán; de derecha, centro o izquierda... quién es sacerdote o gerente de empresa. Tengo que preguntarles a cada uno a qué grupete pertenecen porque no lo sé con sólo observar su comportamiento. Me haré el loco y pensaré que si el que roba es un triunfador, entonces no será tan ladrón; que si el que maltrata es un tipo disciplinado, seguro los demás se lo merecen; que si el que mata es académico, alguna buena razón tuvo. Qué desatinado he sido.

domingo, 17 de febrero de 2013

¡Reacciona, mujer!

Sé receptiva ante mis atenciones. No te lo  pido por favor. Deja tu cara de culo crónica, deja de mirarme como a un lunático desatinado que usa palabras que, por lo que veo, nadie te dijo nunca, y como animalito temeroso, sólo tratas de ridiculizarme. Aprovecha este autobús de lujo que intenta recogerte de esa acera maltratada y solitaria. No seas tonta; entérate de la delicadeza a la que tienes derecho, a la belleza de la que fuiste privada y ahora te golpea en la cara. No te rías, que no es un chiste. No desacredites la oportunidad, porque te quedarás jugando en tu pocito de sencillez y crueldad en el que has asfixiado hasta el día de hoy.

jueves, 14 de febrero de 2013

Te quiero que jode


Te quiero que jode. Te quiero burda.Y no es por el día, claro que no. Es porque no sales de mi cabeza, ni dejas de ser la causa de mi sonrisa desde hace algún tiempo. Te quiero y no es porque deba, ni porque no hay salida; eres la opción dulcita que tengo cada día, algo así como el complemento perfecto en este instante. No eres mi vida, no eres todo lo que tengo y si te vas no moriré -no realmente-. Sé que si desapareces podría regenerar mi amor para luego, pero la verdad es que prefiero que permanezcas cerca y sigamos compartiendo esto que no sé cómo llamarlo, pero por lo pronto se me ocurre que bonito. Ahí nos vemos, mujer.

martes, 12 de febrero de 2013

Dame mi etiqueta


Quiero una etiqueta. Necesito, con carácter de urgencia, una etiqueta. Quiero definirme según algún criterio ajeno. Quiero pertenecer a uno o varios grupos, según sea mi clasificación. Apetezco mucho una categoría. Quiero, que cuando me pregunten “¿Qué eres tú?”, yo conteste rapidito con un caletre elegante. Yo no quiero seguir siendo parte de esa multitud de locos sin visión, sin conciencia trascendente, sin idea de surgimiento. Así que, chico, por favor, dame esa etiqueta que está allá arriba, ¡sí, sí!, esa misma que dice que soy alguien de respeto, alguien que puede conversar largo acerca de temas de revistas, de cóctel, de sobremesa.

domingo, 10 de febrero de 2013

Afuera llueve

Afuera llueve, pero llueve lejos. Todo está gris negro en aquellos lugares. Por acá, nada afecta, todo está y seguirá estando seco, fresco. Mientras, me concentro en lo que veo a través del cristal de la ventana; me concentro en lo que casi no se ve a causa del agua. Se escuchan ruidos, se corren lamentos, se divisan luces dejando ver algún tipo de tragedia que ocurre en este exacto momento, mientras yo me aflojo la corbata y me acomodo en el sillón. Esa oscuridad que arropa la montaña, esas nubes que lloran por anticipado lo que pueda pasar, siguen su lento y fatídico camino a acabar con suspiros, con miradas, con ideas, con tristezas. Aparenta un morboso lavado de todo lo que está en el camino de la tempestad. Pareciera que alguna desquiciada voluntad persigue a los desconcertados y luego desconsolados sobrevivientes para decirles que el camino está roto, que no se puede cruzar y que para más castigo, quedarán vivos para saber qué pasó. No sé si quisiera dar una mano. No sé si puedo hacerlo; tal vez el miedo me hale y caiga debajo de la misma nube cargada de calamidad. Sé lo que pasa, pero de sutil y silencioso modo imperceptible, a salvo, me levanto del sillón y corro las cortinas. Tomará sólo algunos segundos vaciar mi cobardía en la alfombra, después de lo cual levantaré de nuevo mi desdichada mirada; total, es sólo una de las varias cortinas que corro a diario, aquí dentro, donde siempre está lloviendo.

viernes, 8 de febrero de 2013

Me confunden con otro


Me confunden con otro. Me preguntan por gente que no conozco, por enfermedades que no tuve. Se alegran a lo lejos y corren hacia mí para reencontrarse, después de muchos años, con alguien que no soy yo. Las chicas me coquetean sin saber que yo soy más interesante que su supuesto pretendido. Traen denuncias a mi puesto, saludan con cierta reverencia, me amenazan. No soy yo, pero segurito me parezco a otro. Hubo un momento en el que ya no me extrañé. Hubo un instante en el que ya no aclaré que no era ése, que estaban equivocados, y decidí llevar la corriente. Desde entonces he asesorado a muchos, consolado a otros tantos; amado a varias, que se despidieron -felices esta vez- diciendo otro nombre. Ya hace tiempo que me siento el único que es muchos a la vez, siempre dispuesto a hacer el papel que toque, por muy dulce que resulte, por muy amargo que salga todo.