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jueves, 29 de diciembre de 2011
Parada ahí
Veo que
estás parada ahí, enfrente de mí. Llegué aquí, corrí hasta aquí para hablarte,
para me que mirases. Pero no me miras. Tus ojos se pierden en el camino que
también se pierde. Te hablo, te suplico, te hago señas y nada. Después de un
rato, se me antoja que no te has dado cuenta de que estoy allí, rogando, tarde
ya, el regreso. Te asemejas a una estatua preciosa que deja su cabello pasear
por la brisa que sí se atreve a acariciarte. La sentencia parece ser
definitiva, aunque no queda claro quién la dictó. Sólo me queda mirar impotente
una lágrima en tus ojos inamovibles, que baja por tus mejillas indiferentes a
mi angustia. No hay por favores, berrinches o pataletas trasnochadas que te
hagan reaccionar a mi favor, a lo que todavía creo nuestro favor. Estoy seguro
de que esa visión bizarra del abandono es el único recuerdo que me quedará de
ti, del accidente fatal que resultó lo nuestro.
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