Un libro me dio
conocimiento, estudio. Ese conocimiento me dio lógica, modos de ver la vida. Esa
lógica me dio una manera de actuar, y como era tan lógica, la tomé como verdad.
Luego comenzó la experiencia. Tomé mis reglas y escuadras, lápices y muy poca
borra – claro, no había mucho que eliminar- y comencé a caminar. Daba un paso y
lo comparaba con mi diagrama particular. Completaba algún recorrido y
extrañamente, el camino tenía imperfecciones que no estaban en mi mapa. Revisé mis
papeles y no parecía haber nada malo, por lo que situé como erróneo todo lo que
me salía al paso. Llegó un momento de tantas laceraciones en la piel, en que
tantas cosas no me cuadraban ya, que decidí rectificar mis anotaciones. Ahora revestían
mucho de realidad, de calle, de intimidad, de humildad. Ahora yo era una
expresión más de esa realidad honesta. Ahora, afortunadamente, ya escribí mi
libro.
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