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sábado, 27 de julio de 2013

Dulce viuda


Oh dulce y desesperanzada viuda que mira por última vez el envoltorio sin vida de su compañero de siempre. No dejan de desfilar por tu mente, casi enfrente de tus ojos los pasajes de ternura compartidos cuando todavía el miedo no los embargaba. El velo pretencioso no logra ocultar las lágrimas que no cesan, y ondeando en la brisa que trata de desvestirte el rostro, tu mirada triste recorre los rincones en vano como buscando lo que se perdió. Estás sola, te sientes sola. Nadie en el futuro será como él. No es negar la felicidad más adelante, pero nadie lo reemplazará. El desconsuelo llegó para quedarse. El desconsuelo es tu nueva compañía mientras el tiempo pasa. No queda más sino desahogar la pena, de aceptar hombros ajenos que se acercan con buena fe. Ni siquiera ha llegado el lamento por el tiempo perdido, el que no fue. No queda mucho más sino recordar, con morbosa repetición, con tenaz claridad, los brazos que te contenían, sus reconfortantes declaraciones de amor. Todo pasa, dulce señora, pero él no pasará.

Me gustas tanto, pero...


Me gustas tanto, pero... serías perfecta si cambiaras un poquito y así te ajustas completamente. Eres lo que buscaba, lo que esperaba, y con un toque aquí, uno allá, llegarás a ser lo que soñé. Hay magia, hay mirada hay de eso que cuesta tanto conseguir y mira, apretando un tanto esa tuerca que luce floja, estaríamos inmejorables... que te lo digo ¿Me estás escuchando? ¿Por qué te me quedas mirando así? Déjame seguirte diciendo cómo llegarías a ser perfecta... ¿Qué te pasa? ¡siéntate, vale!

sábado, 20 de julio de 2013

Caí de nuevo

Caí de nuevo desde donde estaba disfrutando de mi tranquilidad. Caí y desde aquí puedo apreciar, clara y dolorosamente, cada uno de los mitos con los que fragüé la mentira sobre la que me encontraba. Se notaba el miedo, se notaba la huida ya develada. Argumentos brillantes constituían la columna de la farsa, dando credibilidad, por confusos, a mi recién erigida pose. No es la primera vez, lo que hace de este episodio algo peligrosamente ridículo. No es ya cuestión de ignorancia o ingenuidad, sino de riesgo innecesario, peligroso, inminente. Quise ensayar de nuevo sin medir, sin querer saber cuál podría ser el peor escenario resultante. Fue una estupidez, una irresponsabilidad para con lo que queda de mi integridad. Creo que fue algo más allá de una embestida infantil que dejó los resultados temidos por cualquier conciencia decente, con instinto de conservación. Pero aunque sé la receta para levantarme de nuevo, no sé si soportaré el dolor para llegar al alivio. No tengo certeza de si el recuerdo de los crujidos de la caída pueda dar al traste con mis intenciones de salir de esto de una vez, otra vez… además, no sé si lo merezca ya.