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martes, 30 de octubre de 2012

No me justificaré más

No me justificaré más. No más. No aré más razones por mis acciones, por mis omisiones, por mis pensamientos. No me arrodillaré a dibujar lo que quise decir, lo que quise prevenir.   Quemaré mis mapas, enterraré mis esquemas. A quien se quiera acercar, sólo podré invitarle a leerme atentamente, a interpretarme –como sé- según sus prejuicios. Se acabaron las lecciones magistrales, los discursos tendidos de gratis. Se acabó el desperdicio de ese costoso material que fueron mis días pasados, sólo con el pretexto de caer bien, de ser espléndido. Se acabó el libro abierto, porque éste necesita tiempo para seguir siendo escrito. Adiós, pues, a la venta a bajo costo, a la regalía por sobriedad. 

Sacaré tu crisis a flote

Reventaré las crisis por venir, las que permanecen agazapadas hasta ahora. Entraré en el escenario brillante y haré mis observaciones valiéndome de simples preguntas, retorcidas miradas, susurrantes sugerencias. Entraré en los despachos, en los bancos de parques, en las habitaciones ajenas. Iré podando los adornos que tanto costaron hasta dejar al descubierto el desperdicio bajo la alfombra, el desliz harto negado, la intención inexorable de patear la mesa recién servida. No pensaré en las consecuencias porque no fui yo quien abrió la puerta. Yo sólo soy uno de los que viene a violentar la aldaba que responda, que invite. Se me ocurre que me envía alguien lleno de sabiduría, pero no pensaré mucho en ello porque rasgo las bolsas de desecho con poco interés en el material que envuelve. Vengo por tus adentros, por tus pensamientos ávidos de espejo, de nido, de razón. Vengo a despertar la vida dejada en la niñez. Vengo por poco tiempo, pero sé que me quedaré pululando tu mente, tu cuerpo y tu espíritu por el resto del tiempo… claro, sólo por algunos instantes.

Imagínate la vida


Llegó el momento de imaginar la vida, de plantear escenarios. Llegó el momento de planificar el futuro, de imaginar los movimientos día a día que ello merecería llevar a cabo. Incluso, mi estimado, habría que vivir en la imaginación, las caídas, las frustraciones. Sí, hay que plantear la posibilidad vívida de fracasar. Propongo, además, proyectar en el aire quiénes –o quién- vendría a nuestro socorro. Será iluminador saber desde dentro del que nos tenderá la mano incondicional y su razón; del que nos brindará consuelo y una palabra que nos deje pensando en continuar. En fin, te propongo, mi amigo, con un chasquido de los dedos, crear todo un mundo temporal que nos haga sentir exitosos de manera opuesta y fracasados en modo de ganancia… tú sabes, por eso de sentirse dulcemente bofeteado por un lado, y sorpresivamente salvados por el otro, antes de comenzar a caminar... de verdad.

No importa lo que digas, mi amor

No importa lo que digas: yo imaginaré que dices lo que deseo. Gesticula, patalea, regáñame, que mirándote desecharé lo ruidoso y pondré las más lindas frases en tus labios. Seré acogido con los más delicados arrumacos paridos de mi invención, mientras revientas de la furia por mis actos ligeros y descarados. Esquivaré levemente el zapato que te dio por lanzarme, mientras visualizo flores, dulces, caricias salidas de tus manos raudas. Con travesura sonriente bajaré la cabeza para que ninguna de tus desesperadas ganas de ahorcarme logre su objeto. Tú estarás en tu mundo real, haciendo el berrinche esperado, justificado, mientras yo esperaré cada acometida rabiosa con todo el tierno cinismo, ¿y por qué no?, con la mayor de las precauciones. Te sabré agotada. Te sabré, entonces, entregada a mi nueva triquiñuela que consistirá, invariablemente, en poseer tus besos, tu piel algo agitada, tu ser generoso y vencido. Ahora bésame.

¿Castillos de qué....?

¿Castillos de naipes, es la cosa? Ingeniosas construcciones, eso sí. ¿Castillos de arena, es el asunto? Pesadas estructuras de postín, eso sí. Parece que uno siempre va en pos del “castillo”. Tal vez sea por eso de que el hogar del hombre es su castillo, cosa  que es cierta… eso sí. Aquí, vale, imaginando tal fortaleza, tal ocurrencia medieval de vida protegida para algunos a quienes nos encantaría emular… -“imitar” no importaría-. Seguro que esos fortines amurallados no fueron construidos comenzando desde las torres, o desde el patio central o desde la legendaria puerta levadiza. Seguro que fue iniciada desde mucho más abajo, para que resistiera de verdad cualquier aventurilla romántica de desbancar a los soberanos o nobles del momento. Lo que pasa es que a uno le gusta la atalaya, la muralla o algún montón de piedra que sobresalga elegante del tótem para tomarle unas fotitos. Pero resulta que esa visión turística de nuestra soñada carcasa, es lo que nos mantiene de paseo por sobre la tierra a cultivar. Esa conjetura del poder no conquistado siquiera, de bases que no existieron por falta de previsión, por ingenuidad inducida o firmemente adquirida, es la que nos tiene revolcándonos en este polvero que no se disipa, en este barrial que no se seca ni se cae de la piel. Y aquí, con los párpados entorpecidos por tanta tierra del camino, con las manos ya entumecidas, prometo, solemnemente, que la próxima vez que escuche “castillo”, trataré de pensar en algo distinto, menos nocivo para la salud.

lunes, 29 de octubre de 2012

Dictador de mis días


Viví la democracia en mi vida. Consulté, hice encuestas de opinión, llevé a cabo referendos entre familiares, amigos y uno que otro desconocido. Abrí la participación, el disenso y emprendí proyectos comunes que tomarían en cuenta a mi entorno, a todo el que quisiera ayudar... en incluso joder. Pero todo se volvió un despelote. El caldo se puso morado, tanto por la cantidad de manos metidas en el caldo como por los golpes recibidos. Los tumultos y escaramuzas, ni se hacían esperar ni soltaban su presunta parte del botín. Y ahí estaba yo, mirando y horrorizado cómo este desorden no iba, a fin de cuentas, con mis necesidades, con mis deseos. Pues, saqué las tropas y decreté toque de queda para disipar a los facinerosos. Les expliqué, en transmisión conjunta, cómo iba a ser en adelante la gestión de mi vida y los mandé pal carajo. (“¡que no, chico...!”). Amanecí un nuevo día siendo el dictador de mi existencia, el autoritarismo a toda prueba que me había legado el bochinche. Se acabó el pan de piquito en esta vaina. Ahora haré lo que me dé la gana, así se molesten los vecinos, así mi mamá se mortifique un poco o mucho. Así que por favor, si vas a pasar, toca la puerta.

domingo, 28 de octubre de 2012

Fraudulento maestro

Evitaré enfrentarme con mis penas tratando las penas ajenas. Seré un infeliz hablando a otros infelices de felicidad. Seré el dulce hipócrita que derrama sus fórmulas, sus recetas sobre los incautos del auditorio. Perpetraré la evasión perfecta, en la que los que pueden mirar están más enredados que yo. Será la cortina de humo más monumental que hayan observado. Iré y vendré entre los heridos vistiendo la máscara del guía perfecto, compasivo, condescendiente que levanta el dedo y señala el horizonte ajeno, mientras el propio se incendia y se derrumba. Afortunadamente para mí, alguno de mis pupilos hará su tarea; habrá salido de las tinieblas de manos de éste, su enrevesado servidor, y se sentará enfrente de mí y hará las observaciones pertinentes: me quitará la máscara. Y en medio del secreto, será él o ella, quien soporte las lágrimas y los sollozos que darán comienzo a mi cura verdadera, esta vez, sin disfraz.

sábado, 27 de octubre de 2012

Me agrada tu sustico

Me agrada tu susto ante el pecado. Celebro tu sorpresa ante lo que no debería ser. Me caes bien. Veo en ti a quien sostendrá muy bien el cetro del que no tuerce su camino por delicias prohibidas que desfilen a su lado -aunque no garantizo tu éxito final-. Aprecio tu buena intención al corregir mi ya largo y tortuoso camino. No, no, gracias. Es muy amable de tu parte. Lamento vaticinar que tu novedad en estas lides será comprendida como una novatada dolorosa. Entonces vendrá la prueba de fuego: o liberas el demonio a ratos para que drene sus tentaciones en Sodoma; o te encierras, de párpados muy apretados, ignorando a la Gomorra que seguirá tocando la puerta, así, tan insoportable como una verdad repetida. Entonces volveremos a conversar. Entonces, con unas cuantas canas bien ganadas, retornaremos a este paraje para retomar el viejo tema del bien y el mal. Pero mientras, cuidado: tienes un nuevo intento de desviación que sé que ahora lograrás saltar y continuar altivo en tu camino recto.

Ya no supero obstáculos


Perdí la capacidad de superar los obstáculos. Perdí el don de aprender del tropiezo reciente y de evadir lo innecesario. Al parecer, en algún momento perdí la habilidad, el interés y la suerte en mantener la vista al frente, más allá del camino actual, de ese lleno de detalles inesperados, de minucias desechables. En algún momento me detuve y miré hacia abajo, hacia el cúmulo de tonterías que traía del camino y se me hizo pesado el bulto. Mis pequeñas tonterías habían ganado cuerpo y se convirtieron en una gran tontería, insostenible ella, inexorable ella, definitiva ella. Ya no hay horizonte, ni mapa, ni ganas. Lo que queda es sentarme al borde del camino para ver si alguna musa generosa me ayuda a levantar de nuevo la mirada… que se me ha vuelto tan pesada.

Qué vaina con ese tipo


El tipo pensaba, analizaba honestamente. Se lanzaba con desprendimiento al logro común, al avance, al sueño por realizar. Y qué vaina que el tipo, así de capaz, así de admirable en su arrojo, en su resolución… ese tipo no pensaba como yo.

jueves, 25 de octubre de 2012

El loco se sumergía


El loco vivía en medio del zigzagueo, de la oscilación entre una cosa y otra. El loco se reconocía entre dos situaciones: la que le daba gozo y la que le ahogaba. Por eso, y sin posibilidades de gozar siempre, aprendió a tomar grandes bocanadas de aire fresco para luego sumergirse, caminar y observar con la cierta y limitada calma, lo que se escondía bajo la superficie, que ni malo era, pero que se debía a su presidio temporal, alternativo. De vez en cuando botaba el aire ya gastado y con un esfuerzo supremo, renovaba el contenido de sus pulmones, sus más valiosos aliados en estas crisis. Pero loco es loco, y se detuvo a escuchar a un bienintencionado en la orilla. Este transeúnte le dio al desquiciado unas sandalias de plataforma que lo ayudaría a permanecer por encima del agua, ayudándolo a evitar esos graves períodos de sumersión en los que vivía. Sí le advirtió, claro, que no eran muy altas, pero que eran mejor que nada. El loco, muy contento y aliviado por la  noticia, se calzó y bajó de nuevo al fondo, comprobando, con cierto temor, que ahora le llegaba el agua al cuello: ya podía respirar por siempre. Después de un rato, después de varios días y meses, el loco, sin dejar ya de respirar, sin necesidad de bocanadas, había perdido la capacidad de ver más allá de la superficie. Nunca ganó la posibilidad de volar alto y apreciar la belleza del mar; sólo había logrado sacar la cabeza, vivir todo a ras, convertirse en el nuevo esclavo de la conformidad.

El loco corría sonriente

El loco corría sonriente, desnudo en medio del frío, con los ojos cerrados, bajando la colina que terminaba en el jardín. El loco escuchó una vez que eso podía ser peligroso, pero no pensó que nada le pasaría. Por eso, no había razón para no hacerlo. Una vez, el loco, tarareando una de sus canciones favoritas, fue sacudido por un reproche y un jalón de brazo: “¡Insensato! ¡No sigas haciendo eso! ¿No ves que te puedes hacer daño, que te pueden hacer daño? Ante la atroz advertencia, el loco detuvo su paso, detuvo su canto. Siguiendo las indicaciones de su inesperado benefactor, entraron a su casa y se vistió conservadoramente, para que no siguieran hablando, como se había enterado ya que hablaban. El loco, bastante incómodo envuelto en sus atavíos, en su recomendada y flamante conducta, escuchaba sin poder descansar los consejos sabios de quien le salvaría la existencia. El loco no cantó más. El loco no corrió más. Ahora no era tan loco –según decían- y ya frecuentaba más seguido el mundo de los cuerdos, de los que sí sabían de la felicidad, de filosofía, de conceptos y páginas interminables del legado de la ciencia y el arte. El cuerpo medio desnudo y sin vida del loco fue encontrado debajo de una pila de libros y pergaminos, cuyo escaparate trancaba la puerta a la pradera, donde antes, de manera desatinada y equivocada, solía sonreír sin cuestionamientos, sin fuerzas contrarias, sin sabiduría presumida alguna.

domingo, 21 de octubre de 2012

Soy un indiferente

Soy un indiferente. Soy un taimado sobreviviente. No soy un ignorante; soy un afortunado foráneo que no tiene las herramientas para solucionar los problemas, y ni me interesa tenerlas. Todo es un lío, todo es un peligro. Sigo mi camino a pesar de las implosiones a mis costados. Sin querer mirar, miro, y observo que esos microcosmos colapsan ante mi circunspección, ante mis intereses inamovibles, ante mi ritmo inmutable de caminar. Una vez me atreví a simpatizar con la idea de sentarme y conversar, pero no fue bueno, no me sentí cómodo: sentí espanto. Por eso, por testimonios durante el recorrido y por lo que pudiera pasar, prefiero seguir indiferente, es decir, firme en mi ruta, sin posibilidades de reconsideración alguna… total parezco un excelente crítico, sin temor de ser culpable pase lo que pase.

Buenos nubarrones


Nubarrones en el camino: Tome sus previsiones. El futuro será mejor, pero en retrospectiva. Cada paso no será la flor sin espina que ilusamente solemos tejer en nuestras esperanzas. La satisfacción por el logro no será cuento de caminos; será, más bien, el producto alquimista de convertir una caída de culo en un triunfo. Evita los atajos, chamo. Evita aburrirte con la comodidad del avance indoloro, porque luego no tendrá tanto sabor. Ya sabes, no olvides llevar un paraguas de los buenos, porque lo vas necesitar para romper tu piñata.

¿Qué miseria prefieres?

La moral no es cuento. Los principios no son leyenda. No creas todas esas fábulas que rezan que todos tenemos un precio. No seas partidario de las historias de gente que se ensucia para lucir más limpio. No hagas nacer fantasmas nocturnos, silencios incómodos, sonrisas forzadas. No le bajes la falda a los buenos consejos que los viejos te dieron cuando niño, porque podría salir algo muy mal. Nadie dijo que era fácil, sobre todo cuando es prédica en la T.V., en el cine, en la prensa, la oficina y hasta en casa. Ser honesto es ser pendejo, dicen. ¿Qué te cuesta hacer sólo esto para ganarte un tremendo aquello?, dicen. Es la lógica al revés, es la destrucción ingenua de las patas de la mesa donde comemos. Es la travesura ligera para jóvenes y no tan jóvenes. Es la promesa de un futuro mejor, haciendo lo peor. Disculpa el sermón, mi pana, pero si prefieres ser miserable, al menos ten cuidado con el tipo de miseria en la que quieres vivir.

Mejores favores

Voy a recoger los frutos de mis favores. Pero esta vez sí que serán dignos de resaltar. Hasta ahora siempre ayudo a la gente como uno, a gente normal, humilde. Pero eso no da frutos buenos, de esos que quiero. La retribución, según he podido apreciar desde este sillón, son sonrisas, solidaridades, agradecimientos, y ya yo estoy harto de eso. Ahora quiero otro tipo de retribuciones, unas que entren en el bolsillo, en la cuenta corriente, en mis posibilidades de influir en un novel más alto en la sociedad, y hasta en la farándula. Ahora voy a cambiarle un caucho a un político o a levantar del piso al anciano presidente de alguna trasnacional mientras sale de su torre. Tramaré de caerle bien a un jeque o cualquier otro dignatario para traducir lo que necesite decir en el extranjero, cuando más complicado se encuentre. Le llevaré el maletín al Papa o a alguno de sus cardenales, sin dejar, por supuesto, de besarles las manos cuando pueda. Ahora sí que voy a sacarle provecho a eso de ser buena gente, un tremendo ser humano.

No soy elocuente


No soy elocuente. No hoy. A pesar de sentirme flotando en la salsa de mi inspiración, en el súmmum de mi academia,  no despierto tu interés. A pesar de utilizar las palabras bien buscadas para afectarte, para convencerte, ni siquiera volteas a mirarme. Me siento mudo. Me siento casi estúpido tratando hacer refinadas morisquetas para que me mires, al menos, por encima de tus lentes. Las ideas traspasan de lado a lado mi cerebro. Siento que me enriquezco con cada línea que leo, con cada esquema que reviso, con cada reflexión que genero. A mí no me vas a venir a ningunear, mi estimado. Por mi parte, te puedes ir pa’l carajo… Eso sí te interesa, ¿verdad? ¿Tampoco?

viernes, 19 de octubre de 2012

¡Sal de ese vagón!


Bájate de ese vagón sin aire. Te vas a morir de la molestia. Sí, sí, ya sé que luchaste para entrar. Ya sé que lo tenías pensado y tenías tiempo vigilando esta puerta, pero no es lo que esperabas. Sí, claro, también sé que hiciste de éste tu sueño y volcaste tus ilusiones y forcejeos para alcanzar de este carro, pero fíjate que ya te estás descomponiendo. Piensa bien en salir como puedas y toma el siguiente, que igual tiene el mismo destino. Deja el empeño: busca algo mejor. Deja la obstinación. Ya se han desmayado dos pasajeros y aquellos otros dos toman su medicamento para la úlcera. Abre un poco los ojos para ver que esto no te conviene, sin importar cuánto hayas invertido. Hay una solución esperando por tu decisión a la vuelta de tu esquina. ¡Coño, vale, no seas terca!

Me recuerdas a dos


Te me pareces a dos mujeres del pasado. Puede ser hasta normal que haya similitudes con una, con alguna. Esta vez lo normal se va de vacaciones y te me aproximas haciendo saltar dos recuerdos en tropel, a la vez. Caminar como la una, moviendo las caderas de ese modo, mientras vas abriendo los brazos, las manos y los dedos, con prestidigitación como lo hacía la otra. Me susurras al oído retazos de sinvergüenzura, justo como lo hacía la una, y luego me das pinceladas con tu lengua, asombrosamente, desde la frente hasta los hombros... como lo hacía la otra. Entre gemidos casi inaudibles, en ese código que sólo sabía la una, pones mi mente a volar, mi cuerpo a despertar de golpe; entre abrazos que emulan la constricción de una fina serpiente, me dejas en el paroxismo inmóvil, tal como lo hacía aquella. Tus ojos, abiertos con agudeza durante tu cabalgar, como cuando la una quería sacarme algún secreto, alternando mágicamente con tus párpados fuertemente cerrados, como tratando de no escuchar algo inoportuno que pudiera escapar de mis labios, de mis ojos, como bien lo ejercía la otra. Explosiones e implosiones al momento del éxtasis; palabras claras e incisivas, en complicidad con gestos de derrumbe físico completan la mezcolanza de esas dos bendiciones del pasado, con su expresión adherida a tu actuar, en la interpretación moderna del amasijo confuso de tu individualidad.

jueves, 18 de octubre de 2012

ANUNCIOS INSALUBRES: ¿Falta de Autoestima?


¿Cómo está esa autoestima? ¿Cómo va tu vida, tus planes? ¿Que el dinero no lo era todo? Lo imaginábamos.¡Ya basta de sentirte en el sótano! No dejes que nada ni nadie atente contra tu voluntad, contra ese potencial a punto de explotar... ¡qué va! Te asignaremos de inmediato uno de nuestros mejores curanderos de alma para que te levantes de esa cama, donde seguro murmuras: “No puedo... no puedo”, mientras te tapas el sol con la cobija. La Agencia te dice: “Tú sí puedes, ¡tú sí puedes!”. Hoy es el primer día del resto de tu vida y lo desperdicias de esa manera tan infantil. Ya no recuerdes a tu madre diciéndote lo inútil que eras, o cuando en estado fetal escuchabas a tu abuela insultando a tu mamá y del lechero... ¡qué va! ¡Vamos, levanta ese celular tan lindo y poderoso y contáctanos*, antes de que te arrecie el desánimo y la falta de contacto con tu carácter... ¡Que no te agarre el coco!

*Si no te decides a llamarnos todavía, lee este anuncio cinco veces cada lunes en la mañana. Seguro que nos vemos pronto.

ANUNCIO INSALUBRE: Un mensajero


Ya le tenemos la solución si se trata de alguien que haga las cosas por usted. Ya no tendrá que aparecerse en los sitios, mostrar su cara o decir algo personalmente que le resulte embarazoso. La Agencia le tiene a los mejores Caras de Tabla que puedan ejercer el más depurado cinismo al momento de expresar lo que Ud. necesite para cerrar esos ciclos vitales de la vida. “Mi vida, esto no funciona por tu falta de muestras de afecto... y por eso termino contigo”, “Mamá: No te llamo porque no me acuerdo nunca” o “Jefe, no vengas a regañarme de nuevo porque lo que tengo es ganas de renunciar por tu mala educación” pueden ser entregados por nuestros habilidosos miembros, con total garantía de cumplimiento. No escatimamos en esquivar botellas, piedras o zapatazos con la más amplia sonrisa en los labios. No tema por nosotros: Contáctenos.  

ANUNCIOS INSALUBRE: ¿Un jalador?


Ofrecemos personal capacitado para complacer a clientes a quien nadie quiere tratar. Los muchachos asentirán ante cualquier pregunta, se reirán de sus malos chistes con si fuese uno del más alto calibre; y hasta una manzana le podemos llevar. Podrá contratar el paquete de acompañamiento físico, el cual contempla que nuestro profesional ande con Ud. para arriba y para abajo, con interminables ademanes de admiración y complacencia. Así que, si usted se crió como hijo único, malcriado y progresivamente rechazado por los familiares y vecinos, ya no tiene por qué pagarla con los empleados y desconocidos: Sólo llámenos.

ANUNCIO INSALUBRE: ¡Descargue!


Se ofrece personal para descargar la rabia. A toda hora, incluyendo madrugadas, que es cuando uno se acuerda de quienes lo maltrataron. Con sólo una llamada, usted podrá con los mejores profesionales en eso de asentir callados, dejarse insultar, culpar y, si habilita el pago extra, hasta un carajazo por el cogote podría ud propinar. Le garantizamos total sumisión. Nuestro equipo hizo su pasantía en los más selectos y perdidos monasterios budistas, en los que se hace énfasis en el mundo interior del ser humano. Por esto y mucho más, no tema expresar su ira, que nosotros estamos a la orden de su miseria.

Y no me distraje más


Y no me distraje más. El entretenimiento constante y enfermizo que me vestía, dio paso al silencio. Y el silencio dejó escuchar las voces que tenía acalladas por el brillo y bullicio exterior. Y las voces trajeron sus preguntas, reproches y cuentas pendientes por tanto desperdicio de tiempo, de esfuerzo. Se asomaron de nuevo las ilusiones resecas de la niñez, de cuando me atrevía a tener sueños auténticos, sueños de verdad. Comencé a deshacerme de los trastes perfumados que guardaba con tanto apego, y después de observar cada palabra, cada recuerdo, los iba desechando sin parar mientras comprendía eran sólo basura... pesada basura. Todavía no sé si estoy a tiempo de recomenzar por buen camino, por el camino querido, por el camino oportuno. Lo que sí sé es que el resto de mis años podré estar más tranquilo, más satisfecho con cada paso, más parecido a mí de lo que fui durante tanto tiempo tirado al precipicio.

Soy tan linda...


Soy tan linda que no me podrás negar solicitud o mandato alguno. Soy tan encantadora que lograré que te arrastres con tu mejor cara de galán desatinado. Soy tan linda que no dejarás de verme, de desearme, desde cualquiera de los sitios donde me encuentres. Despertaré tu enfermedad sexual desde mis ojos y labios, como a un infeliz juguete. Luego te hablaré por primera vez para que enloquezcas de un sopetón, poniendo a mis pies tus más valiosas joyas, tus ganancias, tu tiempo, tu atención, y hasta lo que llamas amor. Veré cómo vas marchitándote sólo por mantenerme complacida, cómoda, cerca. Soy tan linda y tú tan imbécil que no te has fijado en el vacío que llevo por dentro y al que conservo disimulado, distraída con tanto payaso que encuentro en la calle, en las aceras y escaleras, capaces de entretenerme unos días más. Todo eso mientras choco de frente con algún camión cargado de verdades en serio, con una lluvia de bofetadas que finalmente llegue a hacerme sentar cabeza y a dejarlos en paz a todos ustedes.

domingo, 14 de octubre de 2012

Una mujer todo terreno


Eres una mujer todo terreno, por eso es que no me gustas tanto. Saltas, corres, observas, concluyes, decides después de examinar, y eso no lo tenía previsto. Yo quería protegerte, abrirte la puerta, halarte la silla, darte mi chaqueta, pero te abres paso asombrosamente; abres tus propias puertas y no las que yo preveo, y por si fuese poco, me halas algunas sillas al llegar a la mesa. Es inaceptable. El encanto de tus ojos, la lozanía de tu piel y la picardía de tus frases en revesadas no dan espacio a mis piropos, y la naturaleza de mis regalos aparenta ser una gigantesca estupidez ante un portento de mujer como tú. Son oasis de caricias, de pasión, de femineidad electrizante, innovadora, los que puedo obtener de ti. Creo que mejor lo dejamos así. Eres demasiado para lo que tenía en el arsenal romántico. Creo que mejor me quedo tranquilito con mis flores, mi capa y mi caballo blanco, para luego tocar la puerta de otro balcón más seguro.

No te vayas


No te vayas, por favor. No me dejes. No tengo ese tremendo valor como dices, ni me merezco tanto como mencionas al acercarte a la puerta. ¡No! ni repitas eso de que puedo estar desperdiciando mi vida contigo; si fuese así, quisiera desperdiciarla contigo hasta que me muera. Todo se puede arreglar, vale; yo me ajusto así y asao, como a ti te dé la gana. No tienes idea de lo equivocada que estás cuando dices que encontraré a alguien que me quiera mejor que tú, cuando ambos sabemos que esa persona no ha nacido todavía. ¡Epa! ¿No quieres un cafecito para seguir hablando? Siéntate… ¿”No”? Haz lo que te dé la gana entonces. Ya verás que te haré la vida de cuadritos, ¡porque ni creas que eres lo mejor que existe! Ni que no tuviese yo autoestima, psss…

La muerte me da risa


La muerte trágica no puede ser tan mala. Claro que no. Veo los juegos de video donde se destrozan soldados, mujeres y hasta viejitos… ¡Qué va a ser! Veo noticieros con lucecitas en las que las guerras y tragedias son sólo un trozo entre comerciales muy divertidos… No, ¿verdad? He notado, por otro lado, la mención a los muertos tradicionales por enfermedades, por hambre, por contaminación, y después de otro trago de cerveza se salta a otro tema sin mayor reflexión. Ligerito, ligerito. La gente también se muere de risa, del susto, de amor; hasta hubo varios cantantes que la querían a morir. La verdad es que examinando algunas muertes signadas por el respeto, la dignidad y un ideal justo en otros tiempos, la verdad es que la muerte ahora lo que da es risa.

Me contabas tu sueño


Me contabas tu sueño. Lo hacías con pasión, casi con desesperación. Me pareciste fuera de lugar, de tiempo. Le pareciste a otros, desatinado, un loco más. No te dejaste amilanar por el pronóstico gris de tu semblanza del éxito, del surgimiento elevado. Tocaste puertas que no se abrían o se cerraban, pero fuiste tesonero porque, me contaste, el triunfo pasaba por muchos fracasos. Tu raciocinio determinó que tal vez tu aproximación no era la correcta y diste un giro, sin duda, brillante. Pero a nadie enganchó la nueva propuesta, igual que la primera. Ni un alma reconoció públicamente tu calidad, o podría decir mejor, la calidad que creías que tenías. De pequeño, según me contaste, observabas a todos los triunfadores en los afiches, en los libros, en los teatros. Entonces te fijabas bien en las metas de los grandes, en los caminos que tomaron, y, sobretodo, en sus perseverancias. En consecuencia, escribiste el guión perfecto para alcanzar esa gloria ya alcanzada por los invencibles del pasado. Lo que nadie te contó fue la cantidad de locos como tú, de genios ensombrecidos, como tú; en ese universo tragado por la indiferencia o la desidia que convirtió un sueño en una pesadilla, en frustración, en injusticia íntima. Tranquilo, amigo, que yo no dejaré de reconocer tu esfuerzo y tu genio, aunque no pueda, por ahora, reconocer lo oportuno de “tus cosas”.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Me cansé de lo efímero


Ya me cansé de lo efímero, de lo golondrino, de la falta de garantía. Me cansé del vacío recurrente, del divino y siempre moribundo paréntesis. No quiero pago de suscripciones bestialmente altas o renovaciones de contrato que sepan a cadena perpetua. No pagaré más mensualidades, odiosas cuotas de miedo como tributo al verdugo autofabricado.

La Sirenita


Ahí estaban sentados a la orilla de la playa, Ariel y el príncipe Eric, esperando el momento de ser iguales para compartir su amor eterno. Ante la vista ansiosa de Sebastián, el cangrejo, quien miraba el reloj una y otra vez, Eric miraba algo desesperanzado ya la cola con aletas de Ariel, que no terminaba de convertirse de una vez en el par de preciosas piernas previstas para cualquier momento. Eric, virando su vista al vestido de encajes que le había traído a su amada para la ocasión, y que ya comenzaba a mojarse con la subida de la marea, acariciaba su barbilla como examinando la pertinencia de la escena. Ella, sentada en la arena, con medio cuerpo fuera del agua, miraba con ruego de permanencia a su galán a pocos metros, reposando en una piedra blanca e inmensa, fuera del agua. Terminó de anochecer, amaneció y salió el sol. El entusiasmo se había manchado durante la noche anterior y la reflexión de cada uno de los tórtolos enfrió lo que comenzó siendo un momento mágico. Sebastián se había ido al amanecer sin despedirse, aunque sí volteó a mirarlos antes de sumergirse. Después de esperar una señal de cualquier elemento, y después del rompimiento de una estruendosa ola, Eric, muy ojeroso y algo adolorido, se acercó a la sirenita agotada por el vaivén del mar; tomó su mano y se la besó por última vez, a lo que Ariel contestó, entre triste y aburrida: “Sí, lo sé. Que te vaya bien, Eric”.