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martes, 17 de octubre de 2023

El miedo es la verdadera tragedia

El miedo es ya la tragedia que se vive a cada momento pensando en lo que podría pasar en el futuro. Imperceptiblemente, ya no se le tiene miedo al miedo que se vive, a esa tragedia que se experimenta en cada presente, sin cesar y se va concibiendo como algo natural, incluso necesario, porque “¿cómo es que no te vas a preocupar por eso?”. Las fuerzas se van socavando, como el agua a los caminos, hasta que el suelo se hace tan fino que terminamos por caer en un abismo de dimensiones tan formidables como nuestro miedo. Nada tan frustrante como reconocer que fue nuestra capacidad para pensar y prever lo que causó el desenlace fatal sin siquiera haber dado tiempo a que sucediera la tragedia que se temió desde el principio. Nunca ocurrió. Solo existió en nuestro pensamiento y, aun así, fue tan fulminante como la emboscada prevista… si hubiese ocurrido.

Por qué creerte a ti

¿Por qué habríamos de creerte a ti, que dices que lo que dices es verdad? ¿Por qué habríamos de creerte a ti si hay tantos en esa misma guarandinga? Estas serían preguntas pertinentes al recibir presunta información de varias fuentes al mismo tiempo y sobre el mismo tema, pero también para tu caso, que te embarcaste en esta tarea tan difícil de convencer a los demás “por su bien”. No es cualquier cosa lo que decidiste, pero parece que no estás al tanto de sobre qué trata atraer la atención, la curiosidad y, finalmente, la acción del otro respecto de tu tema y con tu orientación. No es cualquier cosa y por eso te insto a pensarlo mejor porque tal vez no tienes todavía las herramientas necesarias a pesar de tu pasión y tus buenas intenciones. Seguro tu ego te explica que eres bueno y eres útil, pero si observas tus numeritos, quizás verás que no has logrado mucho… o nada. Te invito, pues, a salir de tu embelesamiento voluntario y a reconsiderar tu manera de abordar a los demás y mira, sobre todo, a averiguar si de verdad crees en lo que estás diciendo.

miércoles, 4 de octubre de 2023

Negocie antes, no después

Déjese de tonterías: negocie antes, no después. Si quiere convivir con alguien más, siéntese con esa persona y negocie cómo será esa convivencia antes de que ocurra. El amor no lo puede todo, sobre todo porque el amor romántico de jóvenes no es todavía el amor que puede llegar a ser. Por eso, negocie; no imponga ni se deje imponer por aquello de que “yo soy como soy”. Si usted negocia antes tiene la oportunidad de que si el otro “es como es”, puede serlo con otra gente, no con usted. Aproveche, porque cuando se negocia antes, el otro está todavía interesado en lograr vivir con usted. Si no negocia y comienza la convivencia, ya el otro puede “ser como es” y es harto difícil cambiar eso (por no decir imposible). Negocie antes. Pique adelante. Aproveche de hablar de las cosas antes de que ocurran; quién quita que hablando de todo eso se da cuenta de que esa convivencia iba a ser un infierno. Hable de quién va a hacer qué (lavar platos, barrer, pagar), cuántas veces al día; cuántos hijos, qué religión; visitas a mis papás, a mis amigos, que si juntos o separados o ambos, así como un largo et cétera. Negocie antes. La única magia que hay en una relación es la que se construye, no la que usted lleva en su cabeza en forma de fantasía. Ahórrese el sufrimiento. Ahórrese, incluso, la alegría y el alivio de salir del infierno. Ahórrese el guayabo, porque lo que usted siente ahorita no es amor, al menos, no el suficiente.