Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"

jueves, 31 de mayo de 2018

La conciencia colectiva no existe

La conciencia colectiva como causa no existe. La conciencia colectiva deberá ser el producto, la suma, de la conciencia individual. Si cada quien anda por su lado, robando, transando con influencias y aplicando la apatía ante sus propios problemas, para comenzar, no importa que se vista igual que su grupo social o político; no importa que haya estudiado lo que haya estudiado en la mejor universidad o que tenga amigos buena gente: es el átomo que conformará una sociedad de corruptos con discursito barato. Lo colectivo no cala en lo individual porque no nace de la esencia del ser humano, sino de un grupo con intereses particulares. Lo colectivo no baña el espíritu porque es externo y rebota contra nuestras propias paredes. La única manera de pensar que lo colectivo permea profundamente en el ser humano es pensarlo con harta ingenuidad o pensarlo con malicia.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Ignorar a Dios

¿Cómo se “ignora” a Dios? ¿Cómo se “aleja” alguien de Dios? ¿Cómo se “distrae” alguien de su poderosa figura? ¿Cómo puede ser posible que quien le declaró creer en él y aceptarlo como su único dios y salvador, ahora aparente estar alejado, distraído de semejante presencia? Son preguntas que desde lo lejos me hago. Son inquietudes que de alguna manera me afectan cuando noto que hay algo que no anda bien por los “Caminos del Señor”. Me afecta tener alguna certeza de un grupo de mis semejantes juegan a la ligereza, utilizando su libro sagrado, sus sitios de culto, sus reuniones revestidas de la formalidad de la ocasión, regando la matica solo los domingos o cuando se acuerdan. A esta distancia no sé cómo es que muchos pueden alejarse de quien, según su misma declaración íntima y pública, los creó y los ama a cada día, brindándoles sin condición la luz en su camino a la salvación. Ignorar a Dios es como para el caraqueño ignorar el cielo azul, el blanco de las nubes o Cerro El Ávila en un día soleado. En ese caso, podría el caraqueño encerrarse en su casa, cerrar las puertas y ventanas y quedar al margen de tal belleza… pero siempre sabrá que está allá afuera, esperándolo con la paciencia de la eternidad. Incluso en este caso ficticio, se esconde el hombre de algo que cree que existe; que si se abre él mismo, es inevitable que entre esto e inunde con su presencia. Es tan confusa la situación que desde aquí, desde este espacio quieto y frío, se nota que quien alguna vez aceptó la luz, ahora se empeña en experimentar pequeñas oscuridades intermitentes, normales, ocasionales, que se juntan con la visita y los cánticos del domingo para formar un amasijo moral color plastilina, así como cuando se unieron varios colores y al final surge un feo marrón grisáceo. Si tomamos como premisa que la persona una vez creyó fervientemente en la presencia divina, preveo que habrá mucha dificultad y confusión tratando de saber qué pasó en el camino que ahora esta misma persona “se aleja” de Dios. Para mí, desde afuera, con el respeto posible del caso, la única respuesta al estado actual de las cosas, es que esta y muchas personas más se dejaron llevar por otros desde el comienzo, creando un mundo de fantasía que nunca cuajó, que no evolucionó como para convertirse en vida espiritual. Para mí, en conclusión apremiante, ni esta ni muchas personas nunca creyeron de verdad.

jueves, 17 de mayo de 2018

La próxima vez que quieras salvarme...


Cuando quieras salvarme, avísame primero. Cuando te entre ese ímpetu poderoso de ser útil y salvarme, te ruego que me expliques, con detalles, cómo es que piensas hacerlo. Antes de exigírtelo, te pido encarecidamente que revises el entorno, los alrededores, todos los elementos que están a tu favor y en contra para llevar a cabo esa tarea tan loable que es salvarme. Por supuesto, debo pedirte también que revises tus aspiraciones personales, los dictámenes de tu ego, los sueños que de chiquito abarrotaban tu cabeza y que ahora deseas honrar solemnemente. Si notas que te pido mucho, te pediré además que me disculpes, porque es que en estos últimos años, mis años, los años de mi tierra, han aparecido varios con ese mismo discurso de salvación y la verdad, nos ha ido mal. Pero solo puedo hablar por mí. Siento que debo respetar que mucha gente se identifique con las ideas que expresas en la tarima, en el canal de televisión, por los pasillos. Entiendo que cada quien procesa su experiencia a su modo, a su paso e incluso, a su conveniencia. No me mire así. No te pongas así. Solo trato de transmitirte mi precaución con el mayor respeto posible, tú sabes… así no quedo como otro detractor de esos que te grita cosas en la calle. Solo trato de precisarte, porque quiero saber si es que en tu camino de logros visualizas ahorita o serás capaz luego de sacrificarme a mí y a la tranquilidad de mis seres queridos en pos de lograr, como sea, tus objetivos, ¿recuerdas?, esos que vienes acariciando desde niño y que es ahora o nunca para eso de “ser alguien importante”, “hacer historia” o simplemente para que no te olviden por un buen rato a costa de perder tus propios afectos, a costa de que las familias ajenas se despedacen o a costa de cualquier cosa valiosa para mí que esté fuera de tu alcance o tu interés. La verdad, de pana, y ahora sí te exijo que me expliques cómo es que me vas a salvar, porque tal vez, estimado y diligente amigo, no quiera yo que me salves.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Vive en la calle


Vive en la calle. Su techo es circunstancial, improvisado. Su refugio a veces no lo es. Lo tomó prestado a algún proyecto urbanizador del pasado, de cuando estaba del lado de los que “aportan algo valioso a la sociedad”. No sabe a qué hora comienza su día; algunas veces sus días parecen noches eternas en las que pasa desapercibido, en las que el sol le niega, según él, su luz. Sentado o acostado detrás de algo, debajo de algo, ve pasar los pies apurados de quienes cargan con sus respectivas metas, sus respectivos pensamientos, sus demonios correspondientes. Por supuesto, son metas, pensamientos y esos demonios muchos más refulgentes que los de él, que yace en silencio, casi sin respirar, exigiendo lo mínimo necesario de su entorno marginal, despreciable para otros, la mayoría de las veces invisible. De vez en cuando algún niño extraviado lo encuentra con la vista, se acerca y se presenta sin miedos, sin prejuicios, sin argumentos brillantes de por qué las cosas son como son “y te jodiste”. En esos pequeños momentos de milagrosa apertura, en los que se ve a sí mismo a esa edad, en los que se permite recordar los paseos con su mamá, las fiebres atendidas, el Niño Jesús; en esos momentos en que se deja llevar a los días en que pertenecía a algo suave, cálido, perfumado, de besito de buenas noches, es que reflexiona fugazmente lo afortunado que es su visitante… lo feliz que era él antes de que se quebrara todo y comenzara esta etapa. El grito repentino de la madre que lo retira con aprensión rompe con el instante extraordinario y todo vuelve a ser como es, como ha sido por años, como no quiere que deje de ser en medio de una extraña libertad y control sobre el territorio que lo cobija a espaldas del resto, y mira, sin mucho problema aparente.

martes, 15 de mayo de 2018

Nunca moriré


Nunca moriré. Nunca. Mi cuerpo sí, claro; así debe ser para un estuche temporal. Cuando mi cuerpo muera saldré de él y me iré por ahí, a flotar, seguramente donde flotaba antes de mi nacimiento. Al momento de mi escape de lo material, dejaré mi cuerpo recostado donde me agarre el campanazo. Lo irá a encontrar quien pase por el sitio y seguro habrá alguna conmoción —anhela mi ego—. Espero que quienes vean mi cuerpo sin mí se den por enterados de que solo es el guante vacío con el que claro, me identifiqué, me identificaron desde siempre. Ya no seré eso que yacerá en el cajón. Yo seguiré siendo lo que ahora ocupa este cuerpo vivo, pero sin incertidumbres, sin miedo, sin opinión emocionada. Al fin habré logrado eso de no juzgar más a nadie, de no identificarme con lo físico, con la tendencia del momento. Lo que casi podría asegurarte con alguna precisión es que estaré muy cerca de ti en ocasiones, moviendo alguna de tus rizos, soplando alguna de tus orejas, rozando la punta de tu nariz o induciendo algún recuerdo que te lleve a cierta sonrisa, que te guíe hacia algún aprendizaje juntos ya olvidado. Ya lo sabes: soy más de lo que puedes ver, de lo que puedes tocar, escuchar, y será eso lo que quede libre de ataduras cuando alrededor, todos afirmen con vehemencia... que ya morí.

viernes, 11 de mayo de 2018

En retrospectiva, todo cuadra


En retrospectiva, parece que todo cuadra. Tomar algo de distancia aparenta nunca ser contraproducente. Una vez que todo transcurre, que baja el polvero y se asientan las emociones, se pueden comenzar a delinear cuestiones que antes no se dejaban ver, y que en su transcurso estaban todas muy por encima de nuestras posibilidades de discernir, de precisar, de atrapar. En retrospectiva, todo comienza a parecer un retrato más o menos estático, observable con toda la calma y desparpajo que permita el momento. Podemos vernos desde lo alto a nosotros mismos en ese pasado infantiloide, perdidos, desorientados, echando plomo a cualquier cosa que se nos apareciese enfrente. Pero hoy, mirando de nuevo la vieja escena, resulta que éramos una caricatura confundida de lo que somos ahora. A la distancia, solo vemos la vieja piel que acabamos de mudar y de la que parece que nos deshicimos con el dolor respectivo. Deriva todo en una especie de pase de página, de apertura, de bienvenida sin drama, sin esa miopía —tan cómoda ella—, sin la justificación de quien se recuesta en los hombros de su misma historia para poner siempre la torta. Hoy siento que, a pesar de haber dejado trozos de mí en el camino, he podido crecer.

jueves, 10 de mayo de 2018

Las emociones se apoderan de mí


Las emociones se apoderaron de mí. Soy un amasijo desordenado de pensamientos agudos y repetitivos que hacen ruido mientras trato infructuosamente de tranquilizarme y avanzar. Camino para allá y para acá y no logro apagar las voces, ideas o figuras extrañas que desfilan frenéticas en mi cabeza. He sido colonizado poco antes de lograr el objetivo: la paz, el equilibrio. Repaso la receta otrora efectiva para bajar la presión, pero no cede; la verdad es que parece conservar toda su fuerza fastidiosa y sigue goteando sobre mí su sustancia pesada, viscosa, indeleble por ahora. La imagino con cierta sonrisa de sadismo, con el puntaje a su favor. Trato de estar por encima de la situación, pero un techo duro, infranqueable, invisible, evita muy fácilmente que salga de esta mortificación. Dicen por ahí que saber de la enfermedad es el comienzo de la curación, pero al menos por ahora, para mí, eso no es verdad. No puedo despertar…


sábado, 5 de mayo de 2018

Tan sereno que arrechas

Eres tan sereno, tan tranquilo, que me inquietas. Las cosas pasan y tú así, tan quieto, tan de lentos parpadeos y sonrisa desdeñosa. El mundo se está incendiando y miras todo como con una lupa gigantesca y analítica que te hace llegar rápidamente a tus conclusiones desenfadadas de mierda. Uno anda alerta, corriendo con las noticias, brincando con los anuncios, mientras tú y tu cacareada percepción tan solo echan un vistazo y manoteas con desdén al emisor de la calamidad, te das la vuelta y sigues leyendo esas vainas raras que tanto te entretienen. Ya no sé qué hacer. Creía que eras mi amigo, alguien que se interesaba por mí, por mis problemas; pero cada vez que te vengo a contar de mi nueva inquietud, me pones muy amablemente la mano en el hombro y me cacheteas con una frase de esas sacadas de alguno de los pasquines de esos que te la pasas leyendo… ¡qué arrechera, vale! Ojalá se te pudran todas esas frases cuasi-célebres que inventas cuando estoy cerca y te estallen en la cara los problemas de la realidad real… no de esa entelequia a la que llamas existencia.

No sabía de eso, "Villam"

Tu talento brinca por encima de tu ingenuidad y se deja ver, se deja apreciar. Tu ingenuidad es manifiesta, y aunque se podría alguien afirmar que entorpece el arte terminado, la verdad es que más bien le aporta color, le da la forma que no podría lograr la academia. Sale de las tripas, de un berrinche, de no me importa qué. Se manifiesta inundando el sentir por medio de la vista y avanza como el agua en una pendiente estropeada: simple y pura, natural y sin pretensiones ocultas, sin subterfugios elaborados… solo es, solo se manifiesta como se le antoja, como sale de la fuente y se muestra. Ese ha de ser tu sello, tu firma, la manera de expresar lo inmanifiesto que vive en ti… lo que te mantiene así de vivo.
Breve homenaje a mi amigo Manuel Villamar, artista.