Todo puede ser tan
implícito, que parece ser magia. Las cosas ocurren sin decir, sin aparecerse,
sin escogerlas… sólo queriendo. Un pensamiento, una evocación basta para
ocasionar estampidas, huracanes, avalanchas. Una mirada de reojo dice más que
una explicación brillante. Un roce a destiempo puede causar nuevas e
inexplicables locuras. Una sonrisa sin ver succiona la atención en modo
enfermizo, desata preguntas y exigencias absurdas de vuelta. La ansiedad es
el vehículo, la ansiedad es conjuro del asunto. Son los sentidos del uno y las
sensaciones del otro. Son los ruegos del uno y la complacencia del otro. Es el
cerrar los ojos de uno, y la caricia del otro. Dicen que la magia no existe,
pero podría atribuirse a la miopía de quienes pretenden ser invulnerables, de
quienes prefieren vivir escondidos.
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