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domingo, 11 de diciembre de 2011

Magia, pana...


Todo puede ser tan implícito, que parece ser magia. Las cosas ocurren sin decir, sin aparecerse, sin escogerlas… sólo queriendo. Un pensamiento, una evocación basta para ocasionar estampidas, huracanes, avalanchas. Una mirada de reojo dice más que una explicación brillante. Un roce a destiempo puede causar nuevas e inexplicables locuras. Una sonrisa sin ver succiona la atención en modo enfermizo, desata preguntas y exigencias absurdas de vuelta. La ansiedad es el vehículo, la ansiedad es conjuro del asunto. Son los sentidos del uno y las sensaciones del otro. Son los ruegos del uno y la complacencia del otro. Es el cerrar los ojos de uno, y la caricia del otro. Dicen que la magia no existe, pero podría atribuirse a la miopía de quienes pretenden ser invulnerables, de quienes prefieren vivir escondidos.

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