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domingo, 26 de junio de 2022

Cambió el eje de mi vida

Cambió el eje de mi vida. No sé cuándo ocurrió, pero todo lo que soy gira distinto; mis pensamientos, mis emociones y, como consecuencia, mis actos y preocupaciones, tienen un nuevo centro. En medio de un proceso confuso y harto doloroso, desnudando mis creencias, desmontando mis antiguas verdades una a una, lo que quedó después del incendio fue un paisaje muy distinto al que venía apreciando desde mucho antes. Después de observar las ruinas de un pasado que dejó de funcionar y me llevó a un callejón de tormentos irresolubles, se aclaró el escenario y ahora puedo ver que caminos ajenos a mis viejos paradigmas aparecen y, entre el temor y la indisposición residuales, todo aparenta ser fresco, extrañamente nuevo y con diferentes opciones para retomar una existencia distinta a al sobresalto y a la inmediatez compulsivos. No llego todavía al final de esta transición novedosa —y quién sabe cuánto tomará—, pero puedo ver algunos síntomas leves de mejoría a los que apuesto sean, a la vez, el principio, la puerta de salida y la aproximación al otoño sin los miedos de siempre.

sábado, 11 de junio de 2022

El mapa perdido

Cuando estamos perdidos, cuando nos salimos del camino porque perdimos el mapa original del terreno, muchos tendemos a olvidar que perdimos el rumbo y comenzamos, fantasiosamente, a inventar nuevos caminos que nos llevarían, según nuestra ilusión, a encontrar el destino necesario. Podemos escribir libros, dar charlas y hacernos famosos por inventar mapas “coherentes” y creíbles de cómo llegar al sitio, pero verdaderamente ni siquiera nosotros podríamos llegar allí. Todo esto pretende ser una analogía de cuando perdemos el comportamiento amoroso –si es que alguna vez lo tuvimos–; pero no el amor dramático o adolorido, sino el amor verdadero, ese que no tiene limitaciones en sus consideraciones. Quiero decir que, una vez perdido el camino amoroso, no hay mucho más que se pueda hacer para llegar al destino necesario, incluso entre el entretenimiento, la diversión y la pasión ocasionales, que son atajos que se desgastan muy fácilmente con la rapidez y frecuencia que ya conocemos.

jueves, 9 de junio de 2022

Voluntad saboteada

Quiero, quiero y quiero, y solo veo la solución en el objeto deseado. Cuando tengo cómo obtenerlo, mi libertad de decisión me otorga la satisfacción. Pero resulta que ese “querer” no era producto de mi voluntad, sino de mis emociones. Resulta que esa supuesta libertad me venía dada por otra gente que me detonó esas emociones y no por mis verdaderas necesidades. Llevo tiempo cacareando mi nueva libertad, pero estoy notando ciertas goteras en el parapeto. Por un lado, lo que llamamos razón, ese conocimiento de mi bienestar, me dice que no debo querer esas cosas específicas porque me hacen daño. Por otro lado, mis pasiones emocionadas me indican que sí, que es exactamente eso lo que quiero, el de la marca tal, el del tamaño tal. Como un interno siquiátrico, me debato entre estas dos posiciones encontradas, sabiendo que ganará la pasión, la emoción, la novedad, el olor a plástico y cartón nuevos. Afortunadamente, parece que apareció en escena un nuevo actor, que es la conciencia y que está por encima de los mencionados y me hará demostrar, con un solo movimiento, que puedo seguir el designio de la razón en mi propio beneficio, en lugar de sucumbir de nuevo ante la seducción de la cosa sin calor ni propósito. Así lo pude hacer, a pesar de la flojera, la tristeza y la rabia, de tal manera que ahora sé que soy capaz de sentir la libertad que da la conciencia por medio de mi propia voluntad. Ahora ya sé qué quiero querer.