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viernes, 30 de junio de 2017

Rebelión pendiente

Aquí vivíamos. Nos sentíamos bien. Todos mostrábamos un patrón de conducta uniforme, más que conforme. Estábamos contentos con lo poco que nos dieron a leer y practicar para ser felices. Un pasito pacá, un pasito pallá. Y así íbamos al compás de quienes nos hablaba desde el escalón. Pero uno nunca puede estar tranquilo. Siempre sale alguien que quiere perturbar el orden, ese orden aprendido y seguido a pie juntillas. Al parecer había uno de nosotros que comenzó a hacerle caso a esas sensaciones vulgares, a respetar otras cosas, a dibujar formas, caminos distintos al resto… y se armó el lío. El pobre loco sufrió primero la burla, luego la cayapa de argumento en contra y, finalmente, la retaliación de los del escalón. Afortunadamente, parece que lo lograron acallar y sus locuras ya no tienen efecto en el resto, que por un momento se fijaron en él para luego volver a su carril. Mira, creo que podemos estar tranquilos, aunque porái escuché que un grupo de curiosos se habían subido a la misma ventana a mirar la extraña luz que él miraba… germinando.

Germina el amor

Germina el amor. Entre la basura, entre lo que creíamos estéril, germina el amor. Resulta que había una semilla, oculta a los ojos entretenidos, que un buen día echó a caminar, a florecer. Sin voluntad; solo se dejó llevar. No se resistió más a su naturaleza. Fue lo que siempre había sido, pero esta vez sin ataduras, sin apegos. Absurda paradoja deshizo cuando, al dejar sin temor la contradicción que le alienaba, dejó atrás la penuria y el sufrimiento. Ya no tropieza con sus propios pies... solo existe, solo es.

Hónrame, anda...

Hónrame por lo poquito digno que tuve. Anda, toma con pinzas esas pequeñas, superficiales y simpáticas cosas en las que me involucré y magnifícalas para que todos las puedan ver; para que puedan apreciar lo chévere que soy, lo prohombre que soy, lo ilustre que soy. Tapa con la cobija de la mudez el resto de mí… es decir, lo que soy en verdad. Zanja la opinión de mi audiencia hacia lo brillante, lo creativo, lo colaborador que soy a veces. No dejes un resquicio de duda acerca de lo agradable y conveniente que soy para esta comunidad de ciegos aletargados que no ven más allá de mi acto de prestidigitación. Cierra para siempre la puerta que lleva a mis basurales, a mis miserias indecibles. Veo que entendiste. Entonces, chico, encárgate pues de los eventos que cayeron para hoy: el de la inauguración, el otro del bautizo y el de la noche, la condecoración; pero eso sí: sonríe… mira que te están tomando desde el árbol.

jueves, 29 de junio de 2017

Pero todavía no

Quemaré mis recuerdos de ti. Bajaré por el acantilado y dejaré que la marea se lleve todo lo que fuiste para mí. Abriré las ventanas y dejaré salir tus aromas de sonrisa, de pelea, de pasión, de mirada perdida. La brisa de mis mañanas se tomará tus piropos y la dispersará por ahí, por fuera. Tomaré conciencia para sobrevivir y haré el esfuerzo correspondiente, responsable, de honrar tus días a mi lado. Finalmente, abriré mis labios, y con palabras entrecortadas, pronunciaré la amarga y necesaria despedida; pero ahora no será... Abrázame.

domingo, 18 de junio de 2017

Felicitaciones a los que no corrieron

Felicitaciones a los que no corrieron. Felicitaciones a quienes se quedaron cerquita después de la noticia. Felicitaciones a los que reconocieron su cuota de responsabilidad ante el asuntito. Felicitaciones a quienes lo planificaron y a quienes nos sorprendió. Felicitaciones a quienes, por encima de la distancia, las dificultades y hasta el plano en el que andan, permanecen presentes. Felicitaciones a quienes lo hicieron como pudieron, como quisieron. Y si existiese una mención especial en el rubro, felicitaciones a los que, en medio del amor que sentían, asumieron el rol de padres y lo echaron palante.


Felicitaciones, a esos tipos.

martes, 13 de junio de 2017

El Cerro no está

Se tapó el cerro. No se ve. Se cubrió con neblina y lluvia, pero ahí está. Cualquiera que venga y mire dirá que no hay nada ahí, que es solo vacío; pero yo lo he visto, es más: lo he subido, y desde arriba, mirado el sitio desde donde estoy hablando ahora de él. Nadie que no conozca a esa maravilla daría una moneda en una apuesta “ganada” a que no está allí, a que no existe. Es entonces, después de tanto estar pensando tonterías mañaneras, cuando percibiendo mi camino diario, me pregunto: ¿cuál es mi cerro cotidiano, ese que no puedo ver aunque esté, aunque determine mis pensamientos, mis acciones, mis creencias? ¿Cuál es mi neblina, esa que no me deja ver lo que está, lo que llamaríamos “realidad”? ¿Dónde está mi lluvia, la que es solo temporal y cómplice de otros factores al esconderme un trozo del panorama? Mire usted, ahora no lo sé, pero tengo buena idea de ello…

lunes, 12 de junio de 2017

ALGO ESTÁ MAL

Algo malo debe estar pasando, cuando vemos que preferimos lo que nos afecta negativamente, en lugar de lo que nos favorece. Algo patológico debe estarse gestando en nosotros para preferir lo que nos va a golpear en la cara en algún momento, y no lo que nos ayude a construir francamente desde nuestro interior. Tal vez sean estos cristales de lentes que por sucios, manchados o rotos no nos dejan ver bien lo que nos rodea, fabricándonos una realidad retorcida a la que no podemos resistirnos sin gozar de buena visión de lo que tenemos enfrente. Quizás no sean los lentes, sino nuestra interpretación de LO QUE ES. Podría ser que percibimos la bondad, la solidaridad o la compasión con suspicacia en lugar de con agradecimiento. Puede ser que no logramos descifrar los mejores mensajes, los que nos llevan de la mano para crecer, para obtener el equilibrio que trae paz, y los rechazamos a priori, corriendo luego a los brazos del bullicio y el gozo afectado, superficial, como para quedarnos a vivir para siempre en ese sitio que arde solo a ratos, a costa de nuestro tiempo y oportunidades de vida… tan combustibles ellos. Algo debe estar mal si nos sentimos solos, aún si provenimos de un entorno repleto de personas con el derecho y hasta el deber de amarnos, de sembrar en nosotros la semilla constructiva, reflexiva y crítica –cómo no–, pero al final amorosa. ¿De dónde cipote salió este colador de agujeros tan grandes que deja entrar en nuestros espacios sagrados lo más vulgar que desfila por una pantalla, lo más grueso de un discurso burdo y ridículo que receta progreso a ultranza? ¿Cómo es que somos el repetidor sin filtro de mapas ajenos, de intereses extraños que nos usan como difusores así de efectivos? Arrancados de raíces, parece. Ya no somos más nosotros. Somos algo más, una pésima copia incapaz de reproducir maneras propias, cultivadas en el patio de la casa, que brillen con los colores particulares de estos lares. Lo que más me arrecha de todo esto es que seguramente hay ojos que miran desde la barrera, frotándose las manos con nuestros temas irresolutos, golpeándonos entre nosotros con pasión de adolescente, con nuestra ceguera casi selectiva para, al final, caer exhaustos y darnos cuenta de para quiénes trabajamos.