Huirás de mí. Permanecerás cerca,
aunque invisible. A mi ojos, serán ausencia, desencuentro,
incomodidad en el manejo. En soledad, abrirás mi carta arrugada de
la escenita anterior. En privado, hablarás conmigo con pasión, con
ruegos, con reclamos de lejanía. Saldrás con tu cara bien lavada y
tu carterón de noticia. Saldrás distraída, con sonrisas vanas y
embusteras. Hablarás con tus amigotes, mientras tu mirada,
aparentemente perdida, esquiva los estorbos y se clavan en mi rostro
desprevenido. Te encontrarás con tu verdadera verdad de vez en
cuando. Tendrás uno que otro encuentro con lo que quisieras hacer
con locura, decir con vehemencia de piel hirviente. Te sorprenderé,
cuando en la espera del transporte, juntos y no revueltos esperemos y
cace tu mirada ávida reflejada en el cristal, como recurso recién
descubierto para estar sin estar, para ser sin poder ser; para
dejarte llevar en tu mente, mientras miras mis ojos transparentes,
ausentes, ajenos.
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