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martes, 29 de octubre de 2019

Impostor a la medida

Uno cuando estoy contigo, otro cuando estoy solo, otro más cuando estoy con ellas, uno más cuando estoy con ellos. Soy tantos según la ocasión que ya no recuerdo cuál soy, quién soy, cómo soy en realidad. Esta dualidad multiplicada adquirida a medida que pasan los años me resulta una capacidad venida a menos, una mimetización sin propósito, un disfraz raído. Como suele pasar con muchas mentiras a la vez, son tan difíciles de sostener que se caen en el lugar equivocado, en el momento menos adecuado. La confusión me tiene loco. Mezclo las ocasiones y comienzan a salir retazos del monstruo aquí y allá, ya sin control, como si un poder ajeno a mí se olvidó de mi plan de ajuste y me puso de marioneta definitiva, como el producto perfecto de la falsedad y ahora, colgado en la oscuridad, no sé cuál de mis historias creerme.

Ver todo en blanco y negro

Ver solo
en blanco y negro. Hasta suena a discapacidad. Hasta huele a moralidad rancia. Definitivamente sospechoso. La incapacidad para notar los matices en todo lo que ocurre, para darse cuenta de que las cosas no deben ser o totalmente buenas o totalmente malas, solo dan lugar a una compulsión, a un nervio extraño, a una patología; en el menor de los casos, a una conducta que levanta ojeriza. Suena a la miopía que produce una desilusión pasada pero no superada. Tiene eso pinta de cualquier cosa, menos de comportamiento ajustado a cierta realidad que, aunque desborde toda la dificultad antes desconocida, no deja de merecer una mirada calmada, sobria, en silencio. Así que… que te aproveche tu voluntario y apasionado daltonismo de grises.

lunes, 28 de octubre de 2019

Creí que era el único

Creí que era el único. El único que se ponía triste a veces y lo escondía; el único al que la preocupación le pegaba en la panza y lo mandaba para el baño; el único que sentía que siempre faltaba algo y no sabía qué; el único que no le veía sentido a la mayoría de las cosas y sin embargo las seguía haciendo por años; el único que se recriminaba en secreto; el único que tapaba sus miedos con maltratos a los demás; el único que buscaba un culpable allá afuera; el único que buscaba la perfección sin saber qué era eso; el único que siente que nadie le para bolas y que nada vale la pena… pero aparte de no ser el único, me asomo por la ventana en cualquier momento y puedo ver el tremendo ejército de la desilusión.

domingo, 27 de octubre de 2019

No te cuelgues

Siempre estaré para ti. No albergues la menor de las dudas. Es un placer devolver parte de lo que me has dado, de lo que soy. La gratitud es un ejercicio que me agrada. Pero por favor, no te cuelgues. No dejes caer todo tu peso sobre mis hombros porque entorpeces mi paso y nos podemos caer; déjame conservar ese paso que me ayuda a tener el impulso necesario para ayudarte mientras construyo mi camino. Te pido, con la mejor de las voluntades, que me ayudes a ayudarte, que no agotes la energía que nos ayuda y nos mantiene unidos, porque entre mi frustración y tu desilusión el futuro se empaña de contrariedad y dolor. Te mando un abrazo.

Ser padres ahora


Ser padre ahora. Perder el primer round obligado contra las pantallas y sus mensajes destructivos. Ser agarrado fuera de base por las influencias sociales que tienen un pie dentro de tu casa. Lidiar contra el peso de tu propia crianza y tratar de embutirle las maneras de hace unos treinta años. Bajar las defensas y la dignidad ante el temor del abandono futuro de parte tu única razón para vivir. Creer en el tiempo infinito para hacer “entrar en el carril” a la criatura ya grande, en medio de intentos ingenuos, lentos, insustanciales. Fomentar, sin saber, la tiranía de quien no vio en ti sino un proveedor sin compromisos a cambio. Mostrar ilusamente la moral de las banderas apasionadas del bien y el mal sin los matices ni las consideraciones del caso. Sembrar con ojos ciegos el trauma futuro y el perdón que tardará en llegar. Vaya empresa.

Déjame sentir el futuro

Déjame ver el futuro. Déjame mirar hacia adelante con la claridad y el color que siempre soñé. Déjame gozar del sol del amanecer de ahora en adelante; sentir el calor en la piel y sentirme parte de algo mayor, de algo a lo que pertenezco desde antes, desde siempre… algo a lo que no soy ajeno, pero que hasta ahora ha estado vedado para mí. Déjame caminar sin estudiar el rumbo, sin calcular el destino, sin atascarme en los riesgos. Déjame probar qué se siente saberme capaz después de haber probado la derrota por un rato. Déjame andar solo, libre, expuesto; responder al cada desafío con el extraordinario instinto que tengo como aliado. Puedo, ahora mismo, recoger lo que necesito para el viaje, y con tu bendición, comenzar a escribir mi propio relato, mi propia aventura. No te opongas y anda: échame la bendición.

viernes, 25 de octubre de 2019

Ángeles aislados

Ángeles aislados. Cada uno separado del otro, lejos del otro, librando solos su propia lucha; intentando, incesantemente, cumplir su misión. Se dan cuenta, preguntan, corren, cumplen. En medio del cansancio que parecen no acusar, un día tras otro, aportan mucho más que un grano de arena por el bienestar del otro, de su prójimo. Desde afuera, la misión parece ingrata. Sin embargo, estos ángeles parecen cargar combustible de alguna fuente para muchos desconocida. Esta gente de verdad le echa pichón a eso de ayudar, de no dejar solo a nadie, de no permitir que la inercia y la indiferencia se salgan con la suya. Entre bambalinas los veo cansados, extenuados, casi por darse por vencidos; sin embargo, por razones del impulso superior, la tarea se ejecuta y se termina, cada vez, con grato resultado. Hay que hacer que nazcan y se acerquen entre sí estos querubes para que su fuerza conjunta irradie más y mejor energía, disposición, decisión, al entorno que normalmente pide su colaboración con esto y con aquello. Hay que hacer que esa unión entre ellos y los otros de más allá se convierta en una fuerza invencible de ayuda para los demás; pero también para ellos, quienes son los que se levantan todos los días con un pendiente inmenso y que parece, desde afuera, que sin ayuda y sin cohesión con el resto de sus compañeros, no podrán coronar el objetivo final de la salvación.

Me movieron

Fui movido. Una fuerza superior a mis percepciones acostumbradas me dio vueltas y caí distinto. Ya no se ven las cosas como antes. La perspectiva es nueva, confusa, a veces engañosa. He tenido que tomar medidas para poder avanzar, para seguir adelante desde este punto de vista. Ahora debo reconsiderar lo que escucho, lo que veo. Debo virar la cabeza para ver, desde esta posición, todo desde el comienzo. Antes de emocionarme o afligirme como en el pasado, me estoy dando un poco más de tiempo para saber de qué se trata el asunto realmente. Antes de salir corriendo y armar trifulca, apaciguo los caballos salvajes y luego veo si vale la pena, o cuál sería el camino menos desgastante o lamentable a seguir. No puedo decir que rechazo esta nueva mirada de la vida. Ya me he llegado a sentir enratonao por las maneras anteriores de actuar. Al final me parece que esta nueva mirada, fresca, más veraz y con la que no terminaré en la cárcel, el hospital o el manicomio, es la que me acompañará por el resto del camino.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Mi cuerpo colapsó

A fin de cuentas, mi cuerpo se desplomó. No pudo más. Mi cubierta física, palpable, visible, estética, colapsó. Esa máquina tan perfectamente diseñada para interactuar con un entorno en equilibrio, sucumbió ante mis maltratos bienintencionados. Yo lo que quería era estar tranquilo, pero debí incorporarme a la locura colectiva, desequilibrada, a ese flujo interminable, incansable, de necesidades propias y creadas que hace que la mente calculadora se ocupe de todo cuanto sea posible abarcar. Esta osamenta cubierta de músculos, conductos, órganos y mecanismos exactos, comenzó a traquear, a sonar feo, a marearse, a doler, y fue así como eventualmente cayó al suelo sin sentido. “¡Enfermedad!”, propinaban los estudiosos y sus caletres inamovibles. Sin duda, respondí con obediencia y diligencia, siguiendo sus consejos generales y metiendo en mi organismo agotado un arsenal de productos que me ordenaron consumir. “¿Hasta cuándo debo tomarlos, Doctor?”, pregunté en medio de la conmoción. “Para toda la vida”, contestaron sin ninguna vacilación. Con varios tratamientos que no me tratan en absoluto, me levanté como buen ciudadano productivo y anduve por las tensiones de las calles un rato más, entre mi mismo maltrato de antes y la nueva manera farmacéutica de vivir. Pocos años más tarde, ante la imparable succión que perpetran mi entorno soñado y la ciencia médica, el cuerpo, apaleado y mortificado, no pudo más. Aquí estoy ahora, en medio de la contrición, haciendo listas inútiles de los abusos que me causé y me hice causar durante tanto tiempo y mirando en el espejo lo que quedó: el escombro en el que convertí el tremendo equipo que se me otorgó y que lancé por el barranco... parece un mal chiste, ¿no?

martes, 22 de octubre de 2019

Desconfiar de lo bueno

Desconfiar de lo bueno. Mantener la duda ante lo que se acerca, aunque sea para favorecernos. Lanzar golpes a lo loco para evitar el daño. En el pasado fuimos engañados. Ayer se nos propinó todo el sufrimiento. Cada cachetada recibida en medio de una alegría, de una ilusión, nos convirtió en este fortín de guerra, en este monolito de supuesta madurez e invencibilidad que construimos para ya más nunca ser embaucados, emboscados, burlados. Pero pasa el tiempo y ya nadie se cree el poder que predicamos para alabarnos a nosotros mismos cuando extendemos la cola falsa de pavo real, cuando gruñimos cada vez que alguien parecido al pasado se acerca “quién sabe con qué intención”. Somos los nervios que nunca descansan ante la invasión del entorno. A pesar de las medallas y los nombramientos, somos un manojo condecorado de temblores, prejuicios y temores que no nos abandonan; y si nos abandonan por un ratico de descuido en el que nos permitimos ser humanos vulnerables y felices, al darnos cuenta de la idiotez del vigilante, del desliz imperdonable, hacemos que despertamos y volvemos de nuevo a erigir el muro, a cerrar la reja, a asegurar la prisión en la que nos metimos para protegernos… para siempre.

sábado, 19 de octubre de 2019

Dejar el peso muerto

Quitar lo insustancial. Barrer con la impertinencia. Acabar con el peso muerto. Limpiar, purificar, agilizar, alivianar… adecentar. Sincerar necesidades, mirar de cerca ese objeto que está llevando polvo y no deja disfrutar de lo que quedó afuera por falta de espacio. Analizar esa situación repetitiva e inútil que tiene un puesto de honor en tus días. Deshacerte de lo que no suma, y que por el contrario ejerce un peso muerto en tus hombros, te resta energías y al final mata las ganas de seguir. Volver del hipnotismo que causa la rutina inconsciente; abrir los ojos ante lo absurdo de este basurero que cuido a veces con tanto celo. Acallar el ruido que se hizo mantra esclavizador y quedar en el más absoluto silencio, recordar la sonrisa, disfrutar del más amplio espacio para respirar y comenzar a saber qué es realmente lo que necesito. ¿Quién quita? Tal vez hasta sepa que sí había un propósito superior en toda esta maraña en la que convertí vivir.

Se abrió una puerta nueva

Se abrió una puerta nueva. Se abrió entre señales cada vez más fuertes y repetitivas de que se podía abrir. Pero las susodichas señales no fueron atendidas por el más interesado, y como suele pasar con la altanería disimulada y el desdeño de lo que se asoma para advertir, comienza a temblar. Sin embargo, la historia no es tan corta, tan simple, tan yo te lo dije. El torrente de la vida “civilizada” te llama desde pequeño a sus filas y te lleva a alinearte incondicionalmente. Sin embargo, uno manifiesta sus objeciones, sus desacuerdos; pero al final del martilleo en contra, el viejo sistema de pensamiento y acciones te llevan a ponerte de rodillas de alguna manera, aunque esta sea invisible; aunque no puedas verte en tal posición de derrota, terminas caminando de rodillas, y como todo el que camina de rodillas, cualquier recorrido duele más, cansa más. Incluso los recorridos que se hacen por amor, con amor, lesionan más. Y es como un día te despiertas después de tanto obviar los mensajes de aquí y de allá, sin haber dormido mucho, con el cuerpo chillando y en apariencia despistado ante lo que ocurre. Aunque no se es culpable hasta que se muestre lo contrario, mira que las pruebas sobran… solo levanta la alfombra y tendrás un expediente completo de atentados a la salud propia y a la de los que te rodearon. No está fácil. No está nada fácil. Ves el panorama de demencia y temes que algo de esa enfermedad se te haya quedado pegada en el talón. Después de regar la patología  cada día, sin falta y a pesar de las quejas, resultaría terrible que seas parte inseparable de la histeria colectiva que percibes alrededor y que, como con las mafias y bandas, sabes tanto que no puedes salirte para vivir lo que vendría siendo tu propia vida. Da ganas de intentar, con algo de tacto y sin arrancar la piel, diseccionar la gran torta que hemos puesto y separar lo favorable de lo pernicioso para quedarme solo con lo bueno. Pero esa opción aparece también algo ilusa, como jalada por los pelos, sabiendo que el entorno no te entenderá, que quien te estima no te entenderá, que quien te ama no te entenderá. Se ha abierto entonces la puerta que da a la honestidad y a la intolerancia a lo intolerante, y por ahora no puedo o quiero cerrarla. Por otro lado, ahora mismo y ante la imposibilidad de regresar a lo mismo de siempre, ante la certeza de perder mucho de lo que he amado, no queda más que comenzar la disección.

Las cosas son como son (o Coherencia fundamental)

Las cosas son como son. No pueden ser distintas si no se cambia el antecedente. Todo es lógico, todo encaja. Aceptarlo cuesta mucho, pero no hay otra manera de vivir con coherencia. El juego se decide por lo que se hizo durante todo el transcurso, no por lo que se logró apuradito al final. Un jonrón en la última entrada no siempre resuelve todo el entuerto con el que se vivió hasta ahora. Es romántico, es épico, es espectacular, pero es muy tonto. Los pequeños descuidos se convierten en calamidades más adelante. Las indiferencias  adolescentes se convierten en aprendizajes invencibles en el futuro. Afortunadamente, las conductas y estímulos amorosos también construyen fortificaciones que más tarde nos resguardarán del peligro, de la duda, de lo desconocido. Hacernos los locos, dejar pasar las oportunidades de hacer algo, bajar la mirada ante lo que parece inminente sin serlo son cultivos tempranos de una cosecha que reclamará sus terrenos, que llegará como el banquero a sacarte de tu casa, como el malandro a despojarte de lo tuyo, aunque claro: con un papel firmado por ti hace algunos años, cuando creías que no todo tenía consecuencias.

martes, 15 de octubre de 2019

Al fin ocurrió

Al fin ocurrió. Se alinearon los reveses y caí de culo. La mente se enredó tanto tratando de mirar, analizar y buscarle el lado bueno a cada cosa que tenía enfrente —real o imaginaria— y finalmente colapsó. Se perdió el frágil equilibrio. Se alcanzó el punto crítico. Se rebasó el límite y el cuerpo pasó a ser el nuevo destinatario de la calamidad. ¿Querías evidencia? Pues ahí la tienes. Decir siempre “sí”, abandonarse al torrente ajeno de peticiones, caerle bien a todos tuvo su consecuencia. ¿Qué querías hacer el bien? Puede ser. ¿Qué necesitabas concluir la tarea? Puede ser. Todo eso está bien, pero está claro que las consecuencias ya se hicieron visibles: que la sangre llegó al río. Ahora, ¿qué vas a hacer? ¿Te vas a hacer el loco de nuevo, mientras la normalidad te atrapa y continúas en tu camino demente de ignorar lo que debería ser tu propio interés? Podría ser. Pero puede ser también que tu tozudez ya haya agotado todos los recursos físicos y mentales, y tu espíritu desenchufado, encerrado y amordazado en el sótano ahora no te puede ayudar. Mírame mientras te hablo. Deja de hacer cosas en serie para no prestar atención. Deja de actuar como el loco “con fundamento” que nunca fuiste. Deja esa mirada de vidrio que no mira el barranco que ya toca a tu puerta, sostenido por tu propia irresponsabilidad. Quédate tranquilo.

viernes, 11 de octubre de 2019

Cada quien ama como puede

 “Cada quien ama como puede”, escuché por ahí. Y me parece cierto. Creo que nacemos con una tendencia natural a hacer el bien, pero luego la vamos tapando con un basural que dificulta su expresión libre, su gestión sin miedo. El temor infundado que vamos adquiriendo va menoscabando la confianza en la vida de que todo, de alguna manera, se resolverá en el camino y no hay que cargar con cañones de la precaución y su violencia para esperar durante toda la vida el enemigo que inventaron por nosotros, “por nuestro bien”. La obediencia a ultranza es otro de esos fantasmas que se nos troquela en la cabeza y cuando viejos seguimos obedeciendo sin resistirnos, ahora sin saber siquiera a qué cosas obedecemos o a qué cosas tememos; somos esclavos funcionales que no conocimos la libertad, la noción de responsabilidad que esta otorga. El camino silenciosamente inducido está repleto de obstáculos a sortear; ¿y cómo no lo va a estar, si no es nuestro camino natural? Levantamos una infinidad de falacias a combatir, vencer y luego nos llenamos de orgullo por tal hazaña; pero son todas patrañas, guiones invisibles que seguimos con una energía prefabricada muy loca. Es como ir por un camino plano y despejado, y por un “consejo sabio”, por “sentido común” y nuestra percepción antinatural de las cosas, salirnos a la maleza y la sinuosidad innecesarias para realizarnos y engrandecernos con el resultado de esa jornada demente. Con este panorama enrevesado, con estos extravíos y despropósitos, y en medio de nuestra humanidad, por supuesto que cada quien ama como puede.

Ciencia: la nueva religión

Oh, Ciencia, la nueva religión. Con propios altares, con propios santos, con propios pecados. Lo que dictas es ley, aunque sea hasta ahora teoría. A quien no le gustó o no le vio sentido, se le apartará y adjetivará como ignorante, como inconsciente. Eres muy implacable para lo cambiante que eres. Te renuevas y muestras un discurso distinto, desfilando luego con esa petulancia, entre tus tablas y fórmulas, entre tus medidas y estetoscopios, entre tus Nobeles y tus podios. Con esa cantidad de feligreses feroces conmigo y entre ellos, planteando nuevas verdades que tumben a las viejas, a las anteriores, a las desgastadas para ostentar el nuevo galardón. Desde este rincón te veo. A veces se me pasa el tiempo rápido y otras veces lento; me pregunto por qué pasa, porque la ciencia ya me lo aclaró, pero yo, tan ignorante y obstinado, sigo ensayando otras vivencias, otros bienestares ajenos a tu escrutinio; viviendo otros tiempos sin minuteros, despertando en días que no encuentro cómo calificar. Eres tan aplastante verdad, pero es que a veces no te creo, no te sigo, me pierdo en el sonriente dormitar producido por un vacío misterioso, por una conciencia extranjera a ti , por un control total que luce recuperado que sospecho, muy acuciosamente, que me quitaste cuando estaba pequeño, cuando otros dictaban el rumbo. Por cierto, Ciencia, ¿un tilito de manzanilla?

martes, 8 de octubre de 2019

La válvula

Día con día, va subiendo la presión. El devenir de las horas no pinta nada fácil. La semana se va llenando de plomos en el ala hasta dejarnos agotados en el suelo. Es entonces cuando es hora de buscar, tal vez con la mano, a ciegas, la válvula que nos liberará del aprieto en el que nos metimos. Comienzan las excusas, desfilan las opciones de desfogue. Unos bailan, otros se embriagan, muchos salen corriendo a practicar su “hobby” de turno. Y de verdad se siente bien. Se siente como que estamos viviendo la vida como es debido, a fin de mes, con la quincena, de vacaciones. Pero mirando de lejos, solo parece un rebote monótono entre la tensión debida, normal y hasta soñada de ser adultos, y la dosis de locura necesaria para seguir ese trote. Como todo golpeteo, mientras más presión, más locura en respuesta. Por muy de moda que este zigzag haya estado en las últimas décadas, y por lo que se exhibe en las salas de hospital o en las gavetas de las medicinas, no hay nada que celebrar. Esta rutina no parece producir nada que merezca un premio. Nada cambia. Ya viene el lunes fastidioso… ya viene el viernes de gozadera, de liberación. Nada parece poderse visualizar más allá del estallido de la próxima válvula, del próximo escape, porque lo cierto es que la vida se tornó tan insoportable que necesita un alivio salvador obligatorio cada ciertos días.

Matrimonio conmigo

Decidí terminar el bochinche que tenía desde hace rato. Decidí acabar con ese amancebamiento de pasión y desdén que traía a cuestas. Decidí casarme conmigo. Sé que suena raro, pero creo que es lo que debo hacer. Debo prepararme en serio para el compromiso… no es cualquier cosa. Creo que el concubinato debe terminar lo más pronto posible y convertirse, al fin, en un proyecto adulto. Para que el asunto tenga mayor rigor, meditaré y escribiré los votos para conmigo y los recitaré el día de la ceremonia. Ustedes me disculparán, pero esto se efectuará en tales condiciones de intimidad, que ni siquiera la familia o los amigos estarán invitados.  Lamentablemente para los aficionados a los bailes y los tequeños, el acto no tendrá ese carácter mundano de siempre. Llegó el momento de sincerarme y decir, de una vez por todas, cuáles son mis verdaderas intenciones en esta relación conmigo. Se acabó el zigzagueo entre el aburrimiento y la embriaguez que esconde mi fracaso parcial por no encontrar mi camino. Así que, bañadito y entalcadito, haré la promesa solemne de amarme y respetarme a mí mismo, así como obrar en favor de mis más constructivos intereses, porque miren la cosa es hasta que la muerte me separe.

lunes, 7 de octubre de 2019

Lo que te digo es verdad

Lo que te digo es verdad. Si no me crees, ese vendría siendo tu problema. Lo que digo, te repito, es la verdad. Si no lo crees, es tu decisión soberana, pero no me arrastres en medio de tu incredulidad. Imagina por un momento que lo que digo sí es verdad y que estás haciendo el papelón de tu vida. Imagina que solo te narro lo que ocurrió y que con tu insistencia solo estás fabricando más estupideces. No tengo pruebas, no tengo testigos y a veces no tengo palabras, pero nada de eso me convierte en mentiroso, en quien pensó engañarte para pasar agachado en esta situación. Si te han engañado, es tu experiencia. Si se han burlado de ti, ese no fui yo. No tengo cómo castigarte, cómo vengarme de este abuso que ejerces con la mayor de las altanerías; de hecho, no quiero hacerlo. Desde aquí pareces ser una pobre víctima con historias de engaños e inseguridades que te han traído hasta aquí, ahora mismo, a joderme el rato.

domingo, 6 de octubre de 2019

La llave olvidada

Pasaron los años y la llamada civilización explotó en ciencia y tecnología, en tradiciones, costumbres y reglas impuestas, a su modo, a su tiempo, por quienes estuvieron al mando. En este punto parece que todo está dicho, que todo fue inventado, que no hay mucho más qué explorar en favor del bienestar del ser humano. Las cosas no van a cambiar. Las cosas ya tienen su camino hecho. Al parecer, no hay mucho más que buscar allá afuera y hay que acoger, para bien o para mal, lo que hay. “Las cosas son como son”, retumba en nuestra cabeza enloquecida en medio del conformismo, de la aceptación forzada, del ruido incesante que reza que hay que triunfar para ser alguien. Y de pronto, cruje el muro, se abre la grieta y se asoma una esperanza para quienes más la necesitan, para aquellos quienes sacrificaron sus vidas para que otros la gozaran. Súbitamente, se muestra una afirmación, una sentencia a favor que pone en tus manos la llave de la puerta a la libertad, a la paz, al respeto mutuo. Pero es tan increíble el hallazgo, que miras la llave, miras al benefactor, y con una sonrisa temblorosa colocas la llave a un lado, con la promesa desganada de usarla para lograr el objetivo soñado… pero todavía no.

sábado, 5 de octubre de 2019

Mi última licencia

Renové la licencia de manejar. Envejeció como yo y ahora tengo el modelito nuevo, el rojito. Vi “2029” en el vencimiento, y tan rápidamente como a disgusto, me pregunté si estaría vivo para ese año. La verdad no tiendo mucho a pensar cuántos años me quedan por vivir todavía, pero es inevitable ver ese “2029” y no especular en ese respecto. Tal vez esta sea mi última licencia de manejar, tal vez no. En caso de que no sea así, ¿cuántas licencias me quedarán por delante?

viernes, 4 de octubre de 2019

No quiero sorprenderme más

Ya basta. No quiero sorprenderme más con nada de lo que pase. No quiero quedar ante mí mismo o de los demás como el ingenuo de la partida. No quiero ver algo inusual y escandalizarme, o incluso celebrarlo si fuese bueno. No quiero que se me agüe el guarapo por eventos trágicos, saltar de la silla porque alguien se portó bien o enfurecerme porque alguien cometió el crimen. No quiero la repetidera ridícula de emociones locas que solo demuestra lo que ignoro o quiero ignorar del ser humano. No quiero pasar por alto las causas que hacen que lo que ocurra sea perfectamente lógico. No quiero fingir que no lo sabía o lo sospechaba, que no lo creía posible, que era algo de otro mundo. No quiero ser el pendejo que se desilusiona cuando un político roba o miente, cuando alguien devuelve dinero ajeno o cuando se robaron algo de la casa de al lado. Tengo el deber de saber, de estar al tanto, de prever cualquier cosa —por muy inusual que me parezca— solo porque es posible y depende de la oportunidad para que se vuelva realidad, un hecho, un “accidente”. Así que… déjate de eso, deja el escandalo, deja el drama.

jueves, 3 de octubre de 2019

No fuimos tan diferentes

No fuimos tan diferentes. De hecho, en algún momento de nuestra vida tuvimos tanto en común que creímos que caminaríamos para siempre juntos. Es como los eclipses, cuando la luna tapa al sol perfectamente, pero solo por rato sorprendente, tan maravilloso que uno quiere que se quede así. Pero como toda rareza, después de un rato se convertiría en algo normal… y ya sabemos cómo somos necios con las normalidades. Hubo sincronía, hubo comunión, hubo perfección; como no la hubo antes, como no la hubo después. Y así todo lo demás, porque todo está de paso, hasta lo que aparenta quedarse va dejando su estela disimulada. Incluso lo que conserva la misma cara y el mismo cuerpo cambia y se muestra distinto: cambia la profundidad de la mirada; más aún cambian los momentos, las oportunidades que fueron precisas para nuestros fines de otros tiempos, ahora parecen locuras irrepetibles. Pero ya pasó, ya no es. Ahora es otra cosa, son otros momentos, otras oportunidades maravillosas del día de hoy los que estás dejando pasar entre tus nostalgias, paradójicamente, como no dejaste pasar aquellas de ayer que, según tú, fueron toda una chifladez.

miércoles, 2 de octubre de 2019

El amor en tiempos de guerra

¿Qué hago con el amor en tiempos de guerra? ¿Qué tarea le doy al amor, si al expresarse solo recibe patadas? ¿Cómo canalizo toda esa fuerza en un mundo en que la ausencia del amor ya traspasó sus límites y se convirtió en una fábrica imparable de maldad e indiferencia? ¿Cómo hago para que pare el sobresalto, el polvo y el ruido entre los seres humanos para que se logren ver de nuevo a los ojos? ¿Cómo detener a la máquina violenta con las más delicadas sutilezas? ¿Cómo deberá ser esa tregua tan extraordinaria que permita el diálogo, la empatía y la comprensión de las razones del otro? Desde aquí, parece que el amor va perdiendo terreno cada día y los que tenemos la tarea de abogar por él somos tan negligentes que el desbarranco luce inevitable. Dime tú…