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miércoles, 30 de noviembre de 2011

¡Una pita!


Claro que lo harán mejor tus dedos, tu garganta, y hasta tu mente encontrarán la manera de perfeccionar mi humilde ocurrencia. Subirás al escenario, te fotografiarás con los grandes, serás reconocido. Yo mismo estaré en primera fila para aplaudirte porque he visto tu esfuerzo. Lo único que no puedo dejar pasar es que yo fui el autor de esa pieza, que ahora, sorprendentemente, tratas de robar.

¡¿Quéjeso?!


Lo normal, ¿Qué vaina ejesa? Han pasado tantas y tan raras cosas que se me pierde el concepto. Sinuosidades, quiebres, vacíos y sobresaltos es lo que aparece cuando veo hacia atrás. No hay patrones, no hay hipótesis ni conclusiones. No puedo descifrar las lineas torcidas de Dios en toda esa madeja. Ya no soy el poquito de cosas fáciles de catalogar que solía ser, incluso para tu ojo experimentado. La incertidumbre parece ser la bestia a la hay que ordeñar para beber de sus entrañas. Entonces, ¿un sorbito?

martes, 29 de noviembre de 2011

Embobecido


Mientras explicabas la influencia del bióxido de carbono en el efecto invernadero del planeta, sólo podía ver tus manos volar e imaginar una caricia. Mientras disertabas acerca de la gravedad, de las mareas, me extasiaba con la pasión con la que el tema te arranca ese brillo de tus ojos. Mientras analizabas las doctrinas políticas y cómo afecta los estilos de vida de los seres humanos, me enamoré de tu sonrisa. Sólo podía ver los efectos que estar allí, parada, gestualizando, riendo, avergonzándote, tenía en ti. No podía ni quería quitar mi vista de esa figura iluminada, que se movía frente a la audiencia, de un lado a otro. En pocos minutos llegué a adorar esa fábrica de argumentos, adornados con esa voz angelical. Inexorablemente, fui succionado por aquella preciosa aparición que me fue regalada por la ciencia.
Discúlpame, por favor, que después de dos horas de explicaciones, de brillantes conclusiones, al ser interrogado, sólo pude decir, entre temblores y claros de garganta: “¿Perdón? la pregunta fue lo único que no entendí”

Yéndote...


Te estás yendo. Muy lentamente, pero sin pausa. Se cerró el ciclo; se vivió lo que correspondía. Por eso te vas. Quedó la satisfacción, quedó el dolor curado. Quedó el sabor y el buen recuerdo de las sonrisas espontáneas, auténticas, incondicionales. Con sólo una mirada mía, te devolverías. Con una interpretación caprichosa de una señal tu camino, detendrías tu marcha y regresarías a mis besos, pero nada de eso ocurre. Ese toque imperceptible no se presenta... y sigues alejándote. Es como poseer casi todas las piedras de un río y necesitar sólo una más para que el escenario gire a nuestro favor. Es como tocar la gloria sin poder asirla. Es como sentirse perdidos estando muy cerca. Te alejas sabiendo que no quieres, sintiendo que traicionas algo que no puedes explicar, que no puedo explicarte. ¿Por qué no nos complaces mirando hacia atrás? ¿Por qué no buscas una entre tus excusas de siempre en este momento trascendental? Tal vez yo tampoco podría contestar en tu lugar. Tal vez la necedad y el miedo no saben cuándo desaparecer.

lunes, 28 de noviembre de 2011

El erotismo de tu rostro


El erotismo de tu rostro. Tus labios entreabiertos, a lo lejos, sin poder verte entre las sombras. Tus ojos, disparando hechizos muy lentamente, barren el lugar y se posan atrevidamente sobre los míos. Invitaciones a la cercanía de gestos magistrales, aparentemente comedidos, a propósito. Contigo, algunas hebras de tu cabello se acercan atrapadas por gotas en tu frente, pero las arrastras hacia atrás, como conminando mi mano a que asista la necesidad. Entre música de caricias, clavas tus ojos en mi boca, y tratando de arrancar un halago que nunca llega, el desespero llega a tus mejillas, tiñéndolas de rosado. Muy cerca, casi poseída, miras mis dedos, exigiendo, dictando pauta, latigueándome con tus labios mordidos, tan silenciosos. De pronto me sientes, y tu ceño de terciopelo se encrespa para amoldarse hasta llegar a la neutralidad del rictus. Tus ojos se cierran y un gemido escapa de su presidio. Eres mía. Tus labios empañan mi frente; tus suspiros no dejan de imponer su ritmo a mi andar. Después unos instantes, después del torbellino inacabable de nuestras humedades, luego de sentir que tus ojos no pueden resistir la nueva realidad, te dejas llevar por tus párpados en rebeldía, por tus labios rojo intenso de sudores y salivas; por tus perlas ahora expuestas entre susurros, entre girones de palabras mordidas que me han tenido esta vez, por feliz destinatario.  

domingo, 27 de noviembre de 2011

TecnoFriki

Mírame con esa cara de sabiduría y háblame. Habla con esa seguridad que te caracteriza, para la que te preparaste. Mueve tus manos con habilidad prestidigitadora para no dejarme pensar mucho. Camina de un lado a otro, sin fijar tus ojos en mí, y así poder seguir diciendo tus toneladas de sandeces técnicas. Apúntame con tu dedo para matar cualquier intención, cualquier cuestionamiento a tu pillaje. Te daré un rato más para que vacíes tu arsenal. Permitiré que tus reservas se agoten y sólo queden tus jadeos intelectuales; y sólo entonces, al verte desarmado, vulnerable, recogeré mi cara de fastidio y me iré sin discutir.

Tu ausencia es...

Una hora de ausencia es una hora menos. Un instante de soledad es un instante perdido. Cada momento que pase sin estar juntos, es una sentencia a pena perpetua. No estabas, no estuve, no estuvimos, no vivimos ese preciso momento en el que ocurrió aquello que nos hubiese hecho reír, abrazar, compartir. El tiempo pasa y nada. La vida gira y sólo la vemos desde afuera. Cada minuto que pasa y no te veo, no existes para mí, ni yo para ti; es un minuto en la oscuridad, en la lejanía, en la ignorancia. No te veo, no puedo predecir nada. No hay magia de estar cerca. No se puede practicar ninguna picardía para que sonrías un poco o mucho, para que te sientas sonrojar, para que no quieras partir. Cada día sin ti es un día de puras pérdidas, de sólo pensar en lo que pudo pasar y no pasará, en lo que pudo ser y no fue, en lo que pudo nacer y murió.

No puedo parar de sonreír


No puedo parar de sonreír. Es algo extraño, pero muy bienvenido. Decidí acostarme en la hamaca, en el zaguán de la casa, mirando el cerro, viendo el atardecer, y tengo la sensación de que algo bueno ocurrió y no me di cuenta; es como si una buena estela de brisa fresca hubiese pasado de largo, pero muy cerca. No hago sino recordar las mejores ocasiones, lo más hilarante, lo más afectivo. Miro alrededor y no veo ningún letrero que me diga lo que pasa. No hay semáforos, no hay desaprobación, no hay obstáculos. El mecer de mi hamaca parece ser el vuelo seguro desde muy alto, desde donde nadie puede interrumpirme, donde nadie puede argüir verdades redentoras. Desde aquí, no sé hasta dónde, no sé hasta cuándo, pero ni siquiera queriendo, ni siquiera temiendo, podría dejar de sonreír.

Déjate ver


Hoy no te dejas ver. Andas detrás de las sábanas, detrás de los muros, detrás de las puertas. Hablas, y tu voz atraviesa los obstáculos con un acento de picardía y de miedo. No seas tímida. No voy a juzgar cualquier travesura que hayas cometido. Sal de ahí. Acércate. Siéntate a mi lado y mírame sin mucho pero. Ven. Sal de donde estés metida y déjame decirte lo que siento por ti. No importa que saltes de una rama a otra, de una habitación a otra; que corras de un lado a otro… será inútil. Cuando estés exhausta de tanto evadirme, llegaré con mi cara de sobrado y te diré lo que temes escuchar. Cuando ya tus piernas y tus párpados no den más, sabrás de las intenciones que te arropan y te mantendrán en un mejor cautiverio, uno, tal vez, en el que podamos correr los dos y escondernos juntos, mientras el tiempo transcurre y nos trae mejores noticias… otros opresores… quién sabe.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Por analogía


El dinero y el aire en analogía. El aire es necesario para vivir. El dinero es necesario para vivir. En analogía, si te tapan el huequito por donde entra el aire, te ahogarás y será muy difícil hacer más que desear la vida, un poco de aire fresco. En analogía, al parecer, si no tienes dinero, se te hará difícil hacer otra cosa que lamentar la frugalidad. Y llegó el hada madrina y movió la varita mágica de la fortuna para el ahogo, para ambos ahogos. Y se destrancó el hueco y entró el aire a borbotones. Analógicamente, la frescura y la salvación vienen a tu mente entrando por la nariz, revitalizando la mirada, resucitando la sonrisa secuestrada. Y fuimos libres. Pensamos que todo se habría resuelto, que nunca más ocurriría algo parecido. Pensamos mucho más y fuimos presa de los pensamientos, de los complejos, del pecado indiscutible. Y nos quedamos estancados una vez que encontramos la supuesta solución. Ya el aire nunca más fue el problema, y aún así, en analogía, nunca supimos dar un paso más allá del simple hecho de poder respirar. Nunca supimos liberarnos de esta incomprensible clase de sobrevivencia.

Creo en quien cree


Creo en quien cree, sin importar qué es. Creo en quien se atreve a entregar una parte de sí a un pensamiento. Peo de él o ella en qué crea. No puedo aplicar mis argumentos brillantemente obtenidos en años y echarlos en cara de nadie. Su derecho, mi derecho, el respetico por delante. Alguna vez me dio risa por lo insólito mientras me contabas tus preocupaciones. Alguna vez, antes de la crisis, me figuraba lo loco que estabas mientras sonreías luego de cada reflexión. Pero me daba menos risa cada vez, y con algo de ojos, oídos y corazón abiertos, me puse serio. Queda pendiente disculparme, pero no he avanzado tanto.  

...es un motivo


Tu motivo parecía válido, pero no era ese el motivo. Pasaste por delante de todos con esa bandera y la apoyé… pero esa no era la bandera. Todo cuadraba, todo encajaba, pero no era tu intención. Tu intención era otra, oculta para mí. Tu intención no tenía nada que ver con nadie, pero ibas adelante con tu campaña oculta de razones, de medias verdades, de risas vacías y tristezas de mentira. Ha pasado el tiempo y ahora no se asemejas a lo que fuiste antes. Pareces otro. Parece que te has enfriado y no reconoces afectos, no reconoces manos tendidas ni saludos cordiales. Todo se olvidó, y si no fuese así, todo está oculto debajo de esa estúpida sonrisa pública, que muestras hasta cuando estás en soledad. Declaro mi reclamo al que está debajo de todas esas telas novísimas, al que está debajo de esa costra de pasarla bien, al que está ahogado en una mentira asfixiante, que se gestó cuando solías ser mi amigo.

Y gira... y gira...


El borde de la montaña de define por las nubes de fondo. Un cielo azul, un día soleado, se define por la presencia o ausencia de las nubes. El frescor del campo, el descanso al pié de un árbol, se define por la fronda de éste. Hay elementos que desaparecen y dejan ver otros; hay elementos que aparecen y opacan, para bien o para mal, al que yacía detrás, descubierto, responsable de nuestro tiempo anterior. Todo se mueve; más bien, todo gira. Las cosas pasan a nuestro lado, las vemos, las anhelamos, y muchas veces las dejamos pasar. Mucho tiempo después, podría ser que pase de nuevo el encuentro, pero tal vez no es lo que vimos la primera vez…tal vez no somos los mismos de esa primera vez. Y todo sigue girando sin parar. Nos embarcamos en decisiones y comenzamos a girar sobre alguna alfombra voladora que nos pertenece, pero, tal vez, no para siempre. Tenemos poco tiempo para este viaje. Seguramente debemos abandonar este transporte y tomar otro que nos sirva mejor en ese momento. Tal vez nos aferremos a la posesión del momento y comencemos a causar calamidades propias, ajenas; tal vez comencemos a ver cómo nuestro egoísmo corroe las oportunidades propias y de otros. Tal vez la ceguera no nos deja saber si giramos en algún sentido, quizás, tan solo saber si estamos girando o parados al margen, botando el tiempo, frustrando lo que una vez fue un carrusel querido, donde sólo se podía subir.

¡Párate de ahí!


Llega el momento en que parece que todo se acelera. Ahora, que pensabas que todo se tranquilizaría, al fin, todos comienzan a recoger y a caminar. Es necesario. Es obligatorio. Preguntas el porqué y todos lo saben obvio, pero tú no tienes la respuesta. Parece que el ritmo en el que venías no cuadraba con el fin, con el objetivo. Vas a tener, desgraciadamente, que bajar un poco la calidad de tu manufactura de vida y apurar el paso. No hay tiempo. Todos lo dicen. Es verdad. Ya no adornes, ya no preguntes “qué tal si”…simplemente, hazlo y ya. Las consideraciones, los arrepentimientos y demás condimentos del momento deberán quedar fuera de la receta en adelante. Así es la cosa. Así será la cosa. Tal vez no era tu camino. Tal vez no era tu modo. Tal vez no ves salida… tal vez si la hay; tal vez puedes abrir tu corazón en lugar de tus ojos y darte cuenta de que estabas perdido muy cerca de tu vía… tal vez… 

jueves, 24 de noviembre de 2011

Burofobia senil


Ya había venido tres veces anteriores a ésta al banco. Seguía a ese monumento de mujer que siempre coincidía conmigo, y que en medio de la tensión del papeleo, siempre se dejaba conversar en la cola de clientes en desahucio. Muchas veces, durante la espera, la imaginaba paseando conmigo, acariciándome los cachetes, lejos de todo. En la sala de espera, hice mi cola, sostuve mi carpeta, y cuando terminaban las horas de espera, entraba en la oficina del bichito este que dizque atendía a la gente. Entre cliente y cliente atendido, se deba un chance para chatear por su blueberry; entraba en féizbuc, contestaba algún comentario, y sólo después de darse cuenta de que estaba en una oficina, llamaba al próximo. Entraba yo por cuarta vez al patíbulo con sillas, sudando la frente, extendiendo la carpeta entre estertores mudos la dejaba enfrente del funcionario y me sentaba a esperar el veredicto. En cada una de las visitas anteriores ya había ojeado los recaudos presentados, con el guiño en la vista, como si buscase alguna falla en el documento, como si detectase alguna irregularidad en el sello o en la firma del funcionario anterior. En medio del drama, alcanzaba a ver a mi ninfa en la oficina de al lado. El oficinista pasaba las hojas, mirándolas por detrás (¡como si debieran estar escritas por ahí también!), entre lectura y lectura se le escapaban “ajáaa...”, como cuando uno encuentra algo que no cuadra. En momentos se detenía, sonreía y levantaba la vista por el borde superior de la hoja amarilla, arrugada, lista para ser rechazada de nuevo. A veces levantaba la vista y me hacía muecas, no sé si relacionadas con mi diligencia o con alguna cosa personal que recordó. Colocando el cerro de papeles dentro de la carpeta de una manera torpe, me la arrimó a mi lado de la mesa y me dijo, por encima de sus anteojos:
-Me parece que está bien. Sip, está bien, pero...
Antes de darme cuenta del patadón por venir, miraba a mi princesa firmando el talón de su nueva chequera. Volviendo la vista al sitio y retomando la cosa, le contesté:
-Pero qué, señor? ¿hasta cuándo el retraso de mi trámite? ¿por qué se burla de mí?-Es que...
En ese momento, ante la cara burlona del tipito ese, me levanté de la silla y apoyándome las manos en la mesa, le grité:
-¡ Di, pues ! ¡dime que me rechazas de nuevo!
-Me temo que sí...
-¡Coño, de nuevo, pana. Esto no tiene nombre!
-Sólo le aconsejaré, señor, igual que las veces anteriores, que vaya al banco correcto, al de al lado, y seguro le atenderán mejor.
-¿Ah? ¿Qué? Co.....

martes, 22 de noviembre de 2011

Sabroso y con culpa


Siento que floto. Me siento en medio de un escape. No sé de qué corro, pero tengo seguridad de mi fuga por lo culpablemente bien que me siento. Sólo se escucha el ondear del agua tranquila. Sólo se siente el paso de la brisa que saluda y sigue. Sólo se puede ver que todo está en armonía. Seguramente, le hice daño a alguien. Seguramente dejé plantado a alguien… seguramente. Cada vez que me siento así, es porque fracturé algo que no debía. Si siento esta culpa, ha de ser porque soy culpable. De cuando en cuando me consigo en un sitio adecuado, me sorprendo sonriendo, y apostaría lo que fuese a que hay alguien molesto, agredido, abandonado. No preguntaré, porque temo fastidiarme con la respuesta. Lo más probable es que no mejore la situación. Quedaré, preferiblemente, en mi ya usual estado intermitente de bienestar desconsiderado con los demás.

Poder prestao...


Siento poder. Siento que puedo hacer cosas que ayer no podía. Sentir que me elevo con mi propio impulso es una sensación casi inédita en mis días; es como si fuese imposible llegar a este punto sin haber hecho trampa, sin haber pedido el favor, sin haber usurpado a alguien. No sé si sentir la maravilla de la posibilidad no calculada, si sentir este bienestar de llegar a un sitio no previsto es una deuda que deba asumir como logro. Este vértigo que siento con cada movimiento es indescriptible, es bendito, es bienvenido, pero no sé si deba devolver el paquete por no pertenecer a mí, por no ser el destinatario adecuado, por no ser el que lo soñó.

Nada complicado


Quiero saberlo todo. Quiero vivir lo que pueda vivir, sin morir, para redondear la tan anhelada sabiduría. Quiero eliminar el juicio y el prejuicio de mi camino. No quiero mortificaciones creadas por expectativas falsas. Quiero sólo tener una lista de cosas por hacer y sentirme bien por el logro, por lo que fue, por el nuevo aprendizaje. No quiero hacer cosas porque “debo” o dejarlas de hacer por miedo. No quiero estorbos en mi cabeza que bajen a mis ojos y enturbien la realidad simple, entendible. Quiero días sencillos, aunque no predecibles. Quiero horas en las que dos y dos resulten en sonrisa. Quiero que la mayor de mis desgracias sea un “no me digas” al necio de turno. No quiero fantasmas del pasado tocando puertas, ni fantasmas del futuro abriéndolas. Aquí y ahora serán tejidos en hilos de colores cálidos, y como gente inteligente de otras culturas, el tiempo no existirá. Ayeres y mañanas morirán ahora mismo, desechando lo que fue y lo que pueda ser, dejando lo inamovible y lo etéreo en la cesta respectiva, para que salgan en periódicos y películas de ficción. En fin, nada.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Eso no es respeto


El respeto no es miedo. El respeto no es admiración. El respeto no es, claro, lejanía. El respeto no es un deber del supuesto otorgante, si no un derecho del supuesto destinatario. El respeto no es un premio a quien más lindo se comportó, o una loa a nuestro artista favorito. El respeto no se propina, no se regala ni se reclama como la el retorno de inversión. El requisito para ser respetado es nacer. No hay que hacer maromas para que lo respeten a uno, ni ser un ángel caído del cielo para que le hagan ese favor. El delincuente ha de ser respetado y castigado de acuerdo a su falta, y no serán los apasionados afectados o mirones u opinadores de oficio los que deban dictar la sentencia. Así que deja la brincadera y la jaladera, mi pana, que aunque se te catalogue de ser una basura, yo igual te respeto: Por favor, hazlo tú.

La viejita del tren

Se vació un puesto en el ya desahogado vagón. Lo estaba esperando desde hacía veinte minutos, y ahí estaba. Sin embargo, al otro lado del vagón, una viejita se emocionó tanto como yo  y arrancó, en la medida de sus posibilidades, a caminar para acá. Miré el puesto y levanté la vista; sonreí a la viejecita, pero sin dejar de acercarme al lugar disponible con actitud amenazante. Aquel ser que se había desgastado a los largo de la existencia y ahora merecía más la atención del entorno, dejó de sonreír cuando me vio que monté la rodilla en el asiento, como marcando el terreno como propio. De pronto hubo una tensión creciente entre la señora que venía engarzando los aros del techo, cual señor de los primates, al tiempo que yo pasaba la mano lentamente por el plástico a modo de acomodo de mi sitio y sin dejar de verla. Cuando faltaban sólo unos dos metros para que la doñita desesperada y con cara de “no creo que lo vayas a hacer”, me dejé deslizar por el espaldar hasta caer en medio de aquél preciado bien. Con un frenazo que no pude prever, la viejecita llegó a mi lado, casi a la altura de mi cara y me clavó la vista de derrota en mi frente. Yo, tan ocurrente como siempre, me reí y le dije: “mentira, abuela, siéntese aquí”. Al dejarle el puesto libre, se volvió hacia mí y exclamó, después del carterazo lleno de frascos de pastillas: “¡Gracias...!, ¡Y esto es pa que respetes, patiquincito!”.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Lotería perversa

Oh, terrible publicidad engañosa, que me oculta la mayoría de las verdades, que dejas a tanto talento por fuera. He visto en las calles verdaderos prodigios; he visto en los galpones un derroche no registrado de maestría en la ejecución; he visto en la acera, incluso, una luz que encendió la noche de notas y pasión. En lento y reflexivo camino a casa, encendiendo el televisor vi cómo intentaban reducir a ese cuadrito “a los mejores del mundo”, el mundo que se inventaron y nos fue embutido en la cabeza y el corazón como la totalidad. Entre premios y reconocimientos a nivel mundial, se movían los que en algún momento andaban en las tinieblas y que no por ser los mejores llegaron al cuadrito ese, al amor automático de la audiencia, al arquetipo a seguir. Alguien tomó un poco de arena en sus pequeñas manos y declaró, ante nuestros ojos dóciles y brazos abiertos, tener la propiedad de toda la playa. No se trata de merecer. No se trata de luchar y conseguir un sueño, como dicen los que si llegaron. Se trata de una lotería perversa, en la que la cúspide, en lugar de ser un pico, habría de ser una meseta y albergar a quienes tienen el don indiscutible, sin estereotipos, sin amiguitos, sin insulto… por el bien de alguna justicia.

Fiesta virtual


Convocaré a mi fiesta virtual. Dije virtual. Mis sesenta amigos están cordialmente invitados para el sábado a eso de las ocho de la noche. Ya les transferí a sus cuentas para que compren sus pasapalos y bebidas preferidas, y así no se quejan de mis preferencias particulares. Podrán colocar la música que mejor les parezca e invitar a cuantos más les agrade –total, es su casa-. El chat se abrirá después de enviar los 60 mensajes de inicio, que será abrir la puerta a la celebración. Es importante que no se malentienda; no quiero que se aparezcan por mi casa ni que traigan pan de jamón o vino. Lamentablemente, no los podré recibir, porque, entre otras cosas, estaré en ropa interior y babuchas. Pondremos nuestras mejores fotos de perfil, esas de cuando estábamos buenos, de cuando sonreíamos sin complejos. Podremos decir lo que queramos sin temor, sin mostrar la cara de vergüenza o desagrado con los demás invitados. Podremos bostezar sin temor de ser descorteces, ir al baño y decir que fue un momento de reflexión ausente. La velocidad o precisión de tecleo nos irá diciendo quiénes van saliendo a la ebriedad redentora, para comenzar con juicios y sentencias que no serían posibles en cuerpo presente. Al final de la reunión, cuando ese espacio etéreo de argumentos y copas en la mano derecha se comience a desvanecer, se colocarán los “me gustas” respectivos y los que lograron saberse insoportables entre sí retirarán el habla de la mejor manera, sin violencia, sólo con algunos puntos suspensivos. Y así será como no habrá fotos ni grabaciones que den fe de tal evento, oculto para los vecinos, para los familiares y amigos no tan amigos; sin llevar a nadie al Metro, a casa, en medio de la oscuridad amenazante.

Deja la vehemencia


Se es racista hasta que se simpatiza con alguien de esa raza. Se es moralista furibundo hasta que se simpatiza con la inmoralidad. Se es juez áspero hasta que la causa adecuada amerite lo contrario. Se es incorruptible hasta que alguien te ofrece el precio justo. Se es Montesco a muerte hasta que se socializa con una Capuleta. Se es dormido convencido hasta que abres los ojos. La verdad es verdad hasta que deja de serlo, y los años nos regalan la oportunidad de no ser imbéciles por mucho rato… deja la vehemencia.

Se escapó la pereza (idea original: Maira Turmero)

Se escapó la pereza. Desapareció el animal mientras yo miraba a otro lado… no sé cuál. Con sus pasos a cuentagotas se dirigió al umbral de la puerta y avanzó y se perdió para siempre. No estuve donde debí, no caminé por donde se presumía normal, no revisé lo que tenía para saber qué había. En mi pesado sopor no pude notar el rápido movimiento de fuga perpetrado en mi contra. Pero coño, no tengo idea de cuándo pasó, de cómo sucedió. La vida, como la pereza, pasa lento y sin miedo, cada día e imperceptible para mis locas ilusiones. La prestidigitación inexplicable, imperceptible del animal que avanza en nuestras narices y se pierde sin razón aparente, sin trayectoria descifrable, como una mala jugada auto-infligida para la que no hay segunda apuesta.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Cara de Doctol!


Cuando era joven caminaba por las calles sin captar la atención de nadie. Tampoco era un deseo, aunque si notaba lo inadvertido que pasaba. El tiempo fue avanzando y la buena vida se hizo presente, aunque conservando mi anonimato en la calle. Llegó un momento ideal en el que podía sentirme bien sin que me hiciera falta nada accesorio. Un tropiezo en el camino hizo que el mundo cambiase y la buena vida no era tan buena, teniendo que recurrir a recursos insospechados, afortunadamente existentes y disponibles para mí. En ese momento de circunstancia, comenzó a ocurrir algo que no tenía previsto. En la calle, en los pasillos, dondequiera que iba las personas comenzaban a saludarme sin siquiera conocerme. Poco a poco me iba dando cuenta lo notorio que era. No sólo era el saludo; las personas me buscaban conversación, como para acercarse y saber no sé qué de mí, o hasta para compartir un momento grato, pocas veces asequible. No eran raras las calificaciones cariñosas de “maestro”, “doctor”, “jefe”. Fue así como mi anonimato desapareció y mis posibilidades de relacionarme con otros en la ciudad, paradójicamente, iba en descenso. En este momento estoy así, dispensando sonrisas, expendiendo tertulias, proveyendo algo de lo que otros creen ver en mí. Tengo cara de jefe, de jefe simpático. Con todo lo difícil que se me hace en este momento instruirme a mí mismo a hacer algo, los demás creen que lo ejerzo a cabalidad sobre otros. Ahora, mientras la calva se expande, mientras las canas me pueblan, mi carácter de directivo va en ascenso mientras la realidad es mucho más humilde. Creo que me jodí. Creo que mientras más viejo sea, me iré perfilando como el ejemplo aparente para otros, como alguien a quien se debe saludar a como dé lugar, porque no se sabe si más adelante se necesite. Cuando algún día desaparezca, habrán misteriosas portadas de revistas con mis fotos; habrán comentarios entre los que se cruzaron adrede para conversarme; habrán obituarios comentados en la calle, señalados por quienes quedaron con la duda de quién carajo era aquel hombre encantador de párpados caídos y frente arrugada que les dijo bien de su capacidad, de su riqueza interior, de su posibilidad de surgimiento.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Celos, coño... ¡celos!

Siento celos. Claro que si. No quiero que te vean. No quiero que sepan de ti. No quiero que te miren de lejos, no importa cuánto tiempo pase: tú eres mía, tú eres ajena para el resto. Te pareceré fastidioso, te quejarás de lo mismo este largo trayecto, pero no me da la gana. Más altos, más vistosos, más intrigantes, pero ninguno es digno de pretenderte. Sólo yo puedo saber qué te agrada, qué te sostiene, qué te tiene conmigo…eso creo. Haré maromas, te distraeré, hablaré rapidito, antes de que te fijes en cualquiera de esos bandoleros que sólo quieren de ti lo más profundo, sin precio, sin costo, sin sueño, sin amanecer, sin merecerlo… aunque no mucho se trate de eso.

Claro, yo pago.

Como yo pago, tú escuchas lo que tenga que decir. Como yo pago, tú me apoyas. Como yo pago, te ríes de mis gracias. Como pago, tengo derecho a verme retribuido. Como te vas sin pagar un centavo, tienes el novísimo deber de estar aquí. ¿Qué pasó? Te veo bostezando ¿Qué pasó? Veo que comienzas a desprenderte de tus tareas recién adquiridas. Muy bien…así me gusta. Lleva la corriente, conversa, sonríe aparente, dame mi golpecito en el hombro y menciona eso que quiero escuchar. Mírame cuando te vea, contesta cuando te hable…no olvides que yo pago y tú sales ileso del gasto y el estrés. Ya sabes el guión: déjate llevar… por mí.

Si no es mucho perdir...


“Hay muchas cosas que yo quiero que tú seas”, dije. Tal vez fue tu mirada cargada de humildad y desconcierto que me horadó el pecho, mostrando lo expuesto que estoy. Qué moral tiene alguien con altas pretensiones y una vida destruida para exigir mejoras, para pedir más de los demás. Por favor, báñame con tu sencillez, acaríciame con tu mirada, arrópame con tu calor, que tengo frío. Desde esta cúpula cuasi transparente ahora, veo claro lo turbio que es mi cubierta, lo desvalido que es mi interior. Por eso, pido perdón por mi necedad, por mis ínfulas. Te extiendo este pliego de excusas por mi falsa moral, por mi requerimiento enrevesado. Por favor, sálvame y evita que estalle de tanto inflarme. Por favor, permanece a mi lado e invádeme de algo que valga la pena.

martes, 15 de noviembre de 2011

Todo se quemó


Todo se quemó. Parece no haber quedado nada. La negritud del paisaje parece ser el augurio a las esperanzas de quienes estaban al comienzo. Todo son filas de humo moribundo, escapando de formas que ya no son, de promontorios de nada, de amasijos de vida pasada. Girando la vista, parece que la muerte absoluta invadió toda posibilidad. Siento impotencia, siento rabia, siento que alguien no actuó a tiempo, o que, simplemente, viró la mirada lejos de la culpa, mientras toneladas de vida, gritaba de dolor. No sé qué pensar. No sé si dar crédito a mi paisaje claroscuro oscuro o, pensar de vez en cuando que, después de tiempos eternos renace la vida y la esperanza  en ella; como toda realidad visible, como toda verdad inexorable… aunque no logre vivir para verla.

Anda, pichirre: Sonríe


No dejes de sonreír mientras puedas. No dejes de disfrutar eso que sale de nadie sabe dónde y refleja lo que llaman felicidad. Trata de seguir empujando lo que motiva tu sonrisa hasta el límite. Las veces que no sonreímos no garantizan un cúmulo para más tarde; si no aprovechas de sonreír ahora, la causa, tal vez, no vuelva. Si sabes de algún pozo, alguna cueva, algún baúl que al abrir, encuentres una sonrisa, es bueno ir en pos de ella. Si la sonrisa dura poco, no importa, porque la estela es siempre placentera. Cuando termine, sabrás que es un intervalo necesario, sólo para saber que puedes sonreír por algo más; sólo para saber que hay sonrisa como lluvia en el camino, como para empaparse y quedar goteando un buen rato. Cuando pause, sabrás que es la señal para moverte, para dispersarla, para regalarla… no hay desperdicio, y seguramente, quien te quiere, te la devolverá. 

lunes, 14 de noviembre de 2011

No existe, no es...


Lo que no se expresa no existe. Lo que no se muestra, no es. Lo que no sale a la luz, no ha sido vivido nunca; es sólo un acto de fe. Torbellinos de emociones recorren los cuerpos sin una salida a la luz, a los ojos de nadie. Turbulencias de llanto quedan atrapadas, en el secreto tembloroso de sus protagonistas. Corrientes de frases liberadoras se pasean minusválidas por las mentes, dejando sólo un suspiro, una mirada hacia el suelo como prueba de su impotencia. Es un castigo autoinfligido, con una lejana esperanza como instrumento para seguir viviendo el cautiverio. Te quieros ajenos pasan por un lado, y suenan tan deliciosos como lejanos, como manjares prohibidos de nuestros temores. Te adoros embisten de cerca, pero con distinto destinatario. No se trata de merecer o no. No se trata de ser bueno o malo. No se trata de justicia. Parece ser un designio caprichoso de un malévolo gran poder, que se enquista en las vísceras, que nos retuerce de dolor cuando pensamos que algo más es posible. Es un verdugo con una capucha negra que sentencia presidio perpetuo, por conceptos incomprensibles… dizque por una o dos decisiones dubitativas del pasado. Es un verdugo que tiene nuestra cara, nuestro cuerpo, nuestra decisión… somos nosotros, sin más ganas de seguir siendo nosotros.

Quiero saber


Quiero que me contestes mis preguntas. No quedes en silencio. Quiero que respondas cada cosa que menciono con el corazón; yo entenderé. Quiero saber hasta donde he llegado dentro de ti. Quiero saber cuánto de mi hay en ti, cuánto he invadido con tu permiso. Quisiera saber si escribes mi nombre cuando estás lejos, si me aparezco en tus sueños, si sonríes al recordarme. Quiero saber si es grato pensar en mí, si tengo un espacio infinito o recortado, si debo mirarte buscando aprobación cuando vaya a hacer algo tuyo. Quiero saber si es sumisa o arrojada la manera que deseas de mí. Me interesa saber si quieres caminar agarrados de la mano, o prefieres cierta discreción y guardar todo para cuando estemos solos. Es mi incertidumbre si cuando hago la cama, cuando te regalo algo, si cuando te hablo me recibes como espero o sólo estás dejando pasar el tiempo, antes de dejarme ir en contra de mi voluntad. Quiero saber si serás tú la última imagen que vea antes de morir, o dejarás que alguien más esté en tu lugar. Quiero saber si me quieres, y si el miedo dejará que me sigas queriendo para siempre.

sábado, 12 de noviembre de 2011

En primera persona, mi pana


Tú eres importante. Ustedes han sido importantes. Él, sin duda alguna, en compañía de ella, es infatigablemente importante. A ver, nosotros, como grupo consolidado, comprometido, somos importantes. Sin titubeo, siento que vosotros sois tan importante hoy como lo fuisteis ayer. Y sin ellos, sin la participación de cada uno de ellos, no hubiésemos llegado hasta donde llegamos.
¿No les parece que ya es tiempo de conjugar esto en primera persona, en una persona decente, en una persona creativa, solidaria?

Si Ud. lo dice, debe ser verdá


Caracas, 12 Nov 2011 -  Este sábado 12 de noviembre, en el centro de la ciudad, (extraoficialmente) se registró un evento que dejó estupefactos a propios extraños. Según los transeúntes entrevistados, todo comenzó en la esquina de Sociedad, enfrente del Banco de Venezuela, donde el público no entendía por qué las autoridades mandaban a circular, a la gente por la calle y a los carros por las aceras. “¿Qué es esto?”, se preguntaba la gente, como lo contó la señora Mercedes Fernández. Fue obvio que, después de la escaramuza que causó la nueva instrucción, los vehículos quedaron paralizados en una tranca desde la esquina de Coliseo hasta San Francisco. Como se ve en la gráfica, de Leonardo Potes, por ser sábado de compras callejeras, se puede observar la tranca de personas esperando por un semáforo dañado en la esquina de Sociedad. Nos informan a esta hora, las 9 p.m., que la gente ha querido tomar por avenidas aledañas, pero por dondequiera que se metían, todo estaba embotellado. “No sé qué vamos a hacer si la cosa ahora va a ser así”, dijo un profesional, mientras todos se comían la luz roja y chocaban con las señoras que bajaban de El Tijerazo. Preguntamos al alcalde de la ciudad por teléfono qué opinaba y qué acciones tomaría en esta situación de urgencia, y nos manifestó no saber del asunto.
Por ahora, estamos esperando que el informante nos llame de nuevo y nos mande una fotico más amplia para apreciar el hecho en su magnitud real. Por cierto, y hablando del informante, la última vez que hablé con él, parecía estar muerto de la risa con otra persona. Por mi parte, yo cumplí con mi parte, transmitiendo la verdad de nuestra loca ciudad… ¡Seguiremos informando!

¿Vas a seguir, Abigaíl?


No me mires así, que me inquietas. No me sonrías, porque me desarmas. No me susurres, porque me dejas sin argumentos. Por más que trato de que entres en razón, que me entiendas, me sigues sonriendo de prohibidos modos pícaros. He cambiado la pose frente a ti a ver si ahora me intentas comprender, pero tu lunar no se aparta de mi vista. Es insoportable. Quiero conversar, quiero que participemos de algo mutuo, mientras sólo obtengo guiños, labios mordidos, caricias. No puedo mover mis manos al hablar porque me intentas besar las puntas de los dedos. No sé cuántas veces habré de intentar algo en lo que me presiento tiernamente vencido, de nuevo, con tu cabello en mi cara… a tu manera. Baja de mi regazo y mírame a los ojos… ¡No! ¡Así no! Fíjate, tengo que saber algo ahora, pero necesito que pongas de tu parte para… ya va… déjame hablar… ¿no ves que…? …¡qué vaina!

Sumergido


Escucho ruido, mucho ruido. Veo personas hablándome, pero no las entiendo, son muchas. Me empujan, me halan por un brazo, me sonríen, pero igual, no sé de qué se trata. Como cuando niño, fui a la playa y me sumergí atentamente en el agua tranquila. Ya no se escucha nada que no sean mis propios movimientos, mis burbujas, y hasta mi voz. Es un silencia extraño, comenzando por lo limitado; son solo segundos que estoy en ese estado de contemplación propia, de libre aletargamiento placentero. Algunos se refieren a mi actitud como de cobardía, pero no me importa, no quiero ser un valeroso atropellado por cosas que no entiendo; no quiero morir sin saber exactamente por qué. Ejerceré mi cobardía hasta que pueda hallar claridad, claridad para hacerme responsable de mis actos, de mis equivocaciones, de mis dudas… aunque, al final, tampoco les parezca responsabilidad. Buscaré el verdadero peso de las maletas que habré de arrastrar por mi causa. Trataré de leer, en medio de lo turbio, cada próximo paso a dar, para no perder tanto tiempo, para no equivocarme continuamente, para no desgastarme como lo vengo haciendo ahora.

Toqué a tu puerta


Toqué a tu puerta, y no hubo respuesta. Toqué cuando supe que estabas ahí, que tenía tiempo para escucharme. Toqué a tu puerta cuando tenía un patético cúmulo de cosas por liberar, pero tus oídos ensordecieron ante mi súplica, ante mi padecimiento. Dormí recostado a tu puerta, arropado con mis propios sollozos, arrullado con el silencio de estar afuera. Pasaban los días, pasaba la gente, pasaba el viento, y nada que la cerradura giraba para darme paso. Me doy cuenta de que el miedo y la incertidumbre ya han pasado antes que yo, pero siempre te mostré, incluso, la claridad de mis confusiones… por eso no comprendo el abandono de ese momento. Ahora mi puerta está sonando; se escuchan palabras susurradas, solicitudes de auxilio. Luego de un rato, puedo escuchar claramente que te deslizas por la madera sorda, cómplice…conozco ese sonido, esa terrible textura al caer sin consuelo. Ahora, cuando soy yo quien está dentro, en un sillón cómodo, cobijado, casi en estado somnífero, practico el sadismo de comparar ambas posiciones, practico la duda, y hasta el malestar de saberte afuera. Tal vez, no abra ahora. Tal vez no abra nunca. Lo que si sé es que me he dado la libertad incondicional de probar tu desesperanza hasta saber que soy tan culpable como tú.

viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Y tú? ¿vienes siendo...?


¿Qué eres tú? Desde que apareciste, todo comenzó a girar avanzar en mi vida. ¿Qué eres tú? Que desde que apareciste en mi camino, no sé si eres una bendición o un castigo a largo plazo. ¿Qué eres tú? Que estas siempre muy cerca de lo que siento. Ya hace mucho tiempo que estamos a nuestro lado y nada para, nada se detiene; los giros se detienen y toman fuerza; a veces parecen no detenerse nunca más, y a veces parecen que dejarán de moverse. Gritos, sonrisas, reclamos y silencios cortantes son nuestro signo. ¿Acaso somos una enfermedad incurable, que no mata pero exige nuevos y constantes respiros asfixiados? ¿Acaso somos una lección para la humanidad? ¿Acaso somos el buen y el mal ejemplo para todos? ¿Acaso somos la patología hecha personas, en la que fuerzas extrañas luchan por conseguir un balance que parece nunca llegar, que parece, de hecho, imposible?

¿Ya te lo habían prometido?... ¡qué vaina!


¿Alguna vez te prometieron quererte para toda la vida? ¿Alguna vez te diste cuenta de que no sería posible, a pesar de lo bien que todo lucía? ¿Pasó una y otra vez? Pues, aquí estoy yo, parado frente a ti, mirando esos lindos ojos que vieron pasar ilusiones hasta cerrarse abrazando una lágrima. Aquí estoy yo, tembloroso por repetir aquellas palabras que una vez te ilusionaron, pero que ahora sólo te despiertan sospechas. Aquí estoy yo, pues, dando vueltas, buscando cola qué morder, tratando de expresar algo que alguna vez era el preludio de tus infiernos. Hago un esfuerzo y salen rodeos, necedades, titubeos, pero no termino de concretar el punto. Me miras como preguntándote qué diré. Me miras como adivinando por arte de magia lo que exploto por decirte, y se comienzan a ver en tus ojos, de nuevo, las grietas, la desilusión, la decepción de saber que sólo quiero decir que te quiero para mí, de que te quiero hasta la muerte.

Lo haces y te vas...


“Lo haces y te vas”, escuché en algún sitio, “es la moda”. “Lo haces y te vas” parece ser la mejor manera de dejar retazos de intimidad esparcida en campos estériles. “Lo haces y te vas” se asemeja al recurso disponible al público, barato, de mal gusto aunque bonito. “Lo haces y te vas” es una manera de perder tamaño, aún sin entrar en mojigaterías todavía. “Lo haces y te vas” es encender una vela que brinda oscuridad, y a medida que caminas ves cada vez menos que antes; el punto de luz que queda al otro extremo ya fenece, sustrayendo la médula de amor que ya enflaquecida, decidió cerrar los ojos. Pero es esa médula sólo dormida la que recordará para siempre quiénes fuimos. Es esa médula la que nos hará pensar en la soledad, llorar en la oscuridad. Es ese vestigio el que le pondrá brillo al mate en el que nos empeñamos en pintar. Esa médula es la que permanecerá moribunda, vegetal, desde nuestra infausta serie de decisiones hasta acabar con nuestro cuerpo mismo, con el último suspiro de ruego mudo.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Soy sólo un reflejo

No era cierto, era un reflejo. Yo sabía que había algo extraño, y, tal vez, obvié el detalle premeditadamente, alevosamente. Caminando veo muchas cosas que parecen ser otras distintas. Conversando, parece que estoy en un juego de reflejos en el que no puedo ver lo que hay detrás de la palabra, de la expresión evidente. Durmiendo, vivo cosas que están muy lejos de ser lo que ahora soy y no sé si es lo que soy o lo que quiero ser. Muchas, demasiadas veces he creído entrar en un mundo distinto, esperado, y al moverme me doy cuenta de que sólo pateo un charco en el piso y todo desaparece sin haber existido. En la noche, sentado solo, trato de encontrarme y me espanta todo lo que consigo. No sé si son reflejos lo que recolecto en ese camino; hace tanto que me alimento de esos espejos, que ya no sé cuál es la entrada ni la salida. Sólo me queda cerrar los ojos, extender los brazos y con mis manos ir descubriendo el camino, las formas… mis formas.

¿Será, chico, que somos tan malos?

¿Somos tan malos? ¿Todos? No lo creo. A pesar de haber tanta traba para estar en paz, felices, los caminos en esta dirección han hecho lo suyo. Hace demasiado tiempo tenemos el suficiente armamento, la suficiente mala intención como para hacer desaparecido ya… pero aquí estamos. Tal vez debemos darle gracias a los comeflores, a los poetas, a los de Greenpeace. Innegable la existencia de lo malo, de lo destructivo, de lo ofensivo, pero habemos de regocijarnos en las pequeñas cosas buenas, que juntas hacen al mundo vivible. Tal vez es una pelea que poco a poco perderemos y quedaremos reducidos a sólo recuerdos en papel, a evidencias de algo grandioso que no se supo entender a sí mismo. Pero mientras tanto, un poema, una mirada, una mano tendida, un te quiero, serán el cañón que nos salve. Mientras tanto, dame la mano.

martes, 8 de noviembre de 2011

Gracias, transcurrir


Te miro desde mi lugar y no puedo sino sonreír. Veo como te mueves, las muecas que haces, tus miradas disimuladas hacia acá. Duraría horas mirándote, apreciando el regalo que significa tenerte cerca. De vez en cuando pasas a mi lado y me despeinas, te ríes, corres y desapareces por un rato… Pero sé que andas por ahí. No importan las grandes emociones, las grandes declaraciones con una rodilla en el piso, los espectaculares regalos que pueda haber… sé que estás ahí, y sólo saberlo me desinfla en la tranquilidad. Es una montaña de pequeñas cosas. Es la gracia cotidiana, el detalle oportuno, el guiño de ojo el combustible para durar más, para tenerte más, para disfrutar en tu compañía. En medio de alguna conversación, a lo largo de un rato de oficio casero te veo y no es igual a nada; parecen comenzar a salir auras por todos tus lados y el perfume que dejas… eso es otra cosa. Mi seguridad en que esto es especial a pesar de lo rutinario, me regala la paz de la que siempre hablé, la que siempre soñé. Gracias, transcurrir.

De 8 a 6...


No he visto el cielo. No sé si ha llovido hoy. Nadie ha podido contarme una historia. He paseado todo el día entre papeles, permisos, pantallas y definiciones. He sido envuelto por conceptos de operación, de reglas, de políticas, pero aunque hace un día apetecible hasta de ser visto, no ha ocurrido. Las alfombras y cielos rasos no se asemejan, ni por casualidad, al pasto y las nubes que hacen hoy. El timbre del teléfono y las solicitudes han sido el único alimento de mis oídos. Me he sorprendido, inconscientemente, cantando; y la desesperación subterránea se nota en el permiso de escucharme a mí mismo, con esta terrible voz. El tiempo pasa rápido, sonriente, burlón, y creo que cuando salga de aquí no habrá mucha claridad para admirar paisaje alguno, distinto de las luces del tránsito, del los postes cansados, de la luna que arropa. Todo va dirigido al descanso posterior al cansancio. Todo está dispuesto para que los diálogos afectivos sean recortados al mínimo, tratando de utilizar la comprensión de los demás como medio para estar tranquilos, para sentirnos cumplidores de un día más. Somos, poco a poco, cada vez más, con costumbre y argumento, distribuidores de abandono, comenzando la lista por nosotros mismos…

lunes, 7 de noviembre de 2011

Magia desinflada

Magia hecha cotidianidad. Magia con pérdida de magia hasta llegar a asumir que todo se viste de normalidad y nada parece ser mágico. Años enterrando lo querido, lo mágico, lo que brilla sin ser notado. Toda una vida sin mentir, pero diciendo medias verdades cada vez menos hasta no decir nada, y comienza el silencio de muerte que nos desacelera y nos cuenta la mayor de las mentiras: La vida no vale la pena. Y nos volvemos estúpidos, sonámbulos de nuestros  días, desechadores de tesoros. Y vamos por ahí, con nuestra cara de culo, con la indiferencia que hiere a los aún afortunados, quedándonos en el más sombrío aislamiento. Pero el fin de esta costosa ridiculez puede estar cerca. Puede ser que de ese paisaje magistralmente pintado de gris por momentos de ligereza, comiencen a moverse objetos, a perderse juguetes tirados que no distinguimos por tiempos indecibles. De repente, algo desapareció y ahora resulta que eso era la razón de nuestra vida. Ahora, súbitamente, mientras nuestras cosas olvidadas marchan todas hacia lo lejos, nos damos cuenta de que la vaina no era tan mala. Sentados  en una piedra muy dura comenzamos a recapacitar, y en cada sketch de nuestros  momentos hay, muy acertadamente, la posibilidad de que arruinamos todo lo que pudimos mientras caminábamos como ciegos, sordos y necios. Ya nada vuelve a ser lo que era con el viejo chasquido de los dedos. Ahora, justamente ahora, si puedo afirmar que estoy jodido.

Te traje comida

Te traje un poco de comida. No me mires con extrañeza, ya no me importa lo que pasó. Toma, ten algo de alimento para que puedas reponerte. Aprovecha el empujón, que, por lo general, cuando uno está tirado en el piso mucha gente no sabe cómo acercarse… y ni hablar de los que no quieren. ¿Está bueno? A mí me gusta mucho. Tienes unas heridas no curadas en la frente, ¿ya no te duelen? ¿Quieres que las cure? Te dije que no me miraras así, que todo está bien. ¿Sabes? A veces me hace falta que me converses un poco, al menos para saber que todo está bien. Si hubiese sabido de esto, seguro te hubiese atajado y hubiese sido menos dramático. ¿Te siente mejor? Toma, limpia tu boca y recuéstate un poco. A pesar de todo, te ha ido bien para lo que pudiese haber sido. Siempre te recuerdo, pero por temor a lo mismo de siempre, no te llamo. Ahora, viéndote así, creo que debemos hablar más seguido. Hey… ¿hey? Bueno, espero que despiertes tengas lo ojos más abiertos. Después te abrazo.

Entre un ejército de luces


Un ejército de luces, ruido que inunda el sitio. Risas, conversas ajenas y gritos, y entre todo el vendaval, tú… sola tú. Sentada al borde, oyes pero no escuchas; ves, pero no miras. Estás sola entre semejante concurrencia. Rondas de halagos, series pesarosas de invitaciones y manos tendidas; todas sin rostro. Pero sólo manejas el disimulo como instrumento de evasión, como arma sin carga para ignorar que no muy lejos hay alguien con la mirada clavada en tus ojos, en tus movimientos; que hay alguien que desde hace horas ya sabe cómo ríes, cómo reaccionas ante las sorpresas; que hay alguien que sabe cómo es que te sientes sola, sin la calidez perfecta donde depositar tu brillos, tu voz, tus deslices. Pasan los minutos y de vez en cuando se abren espacios entre tu soledad y mi maravillada noche. Sigue el reloj sentenciando menos tiempo de vida, y tú sigues derramando tus momentos entre presencias vacías, entre la rapiña que intenta enceguecerte y robarte lo que de lejos parece ser un tesoro. Tu mirada sigue perdida, sigue buscando un punto en la multitud donde posarse, y en un momento terrible para mi tranquilidad y mi paisaje, me pillaste. 

domingo, 6 de noviembre de 2011

Y quedo atrapado


Ahora cierro los ojos y sólo huelo el verde del pasto, el oscuro de la tierra recién mojada por una lluvia repentina. Sólo huelo la madera de los árboles, mientras me recuesto muy lentamente en uno, como si hubiese perdido la fuerza en mis piernas, como si la brisa hubiese extraído la energía necesaria para salir de este espacio agraciado. Trato de abrir los ojos, pero solo puedo lograr algo borroso enfrente de mí. En los instantes que se aproximan, mi piel comienza a mimetizarse con lo que me rodea, integrándome, inicialmente sin mi voluntad, a todo esto tan limpio, tan ello. Siento que los complejos, los apuros, la necesidad de correr sin rumbo se desvanecen y solo yazgo en paz, sin perturbación, sin sorpresas. Pronto comienza a llegar gente a admirar el paisaje, el nuevo espacio al que pertenezco. Caminan a mi derredor, se apoyan en mí, y en un acto de continuidad asombrosa, se adhieren a los que ya pasamos por eso, conformando un misterioso grupo de seres atrapados en el lugar correcto, sin querer escapar.

Te recuerdo


Recuerdo cuando estabas. Recuerdo irremediablemente, cuando estabas conmigo. Recuerdo que me pintabas sonrisas en mi cara. Recuerdo las alegrías que me brindabas, a pesar de mucho. Recuerdo y guardo con mucho amor tus miradas buscando miradas en mí. Recuerdo la tranquilidad que significaba saber que andabas cerca, detrás de una de esas paredes, en el jardín, en la sala. Recuerdo cuando nos sentábamos horas a conversar, a guiñar los ojos, a hacernos cosquillas y a burlarnos de nuestras payasadas. Recuerdo cuando debías ir de viaje, tus regresos y todo lo contenido en mi garganta que salía súbitamente al no controlarme, al verte de nuevo, al saberte mía de nuevo, al ver morir una ausencia que mataba. Recuerdo, incluso, cuando te fuiste y sólo dejaste estos recuerdos que suelo manosear para sobrevivir. Recuerdo que en ese momento no recordabas lo mejor de mí. Recuerdo la puerta cerrándose, y el sonido de tranca que selló mi vida como algo miserable. Por eso, no quisiera recordarte, pero lo hago inexorablemente, dejando la humedad de mis dedos en tus retratos, en mi cama, en mi existencia… ¿Y tú? ¿me recuerdas?

sábado, 5 de noviembre de 2011

Todo y nada

Te diriges al público en medio de tu mal llamada euforia, pero cuando se acercan uno por uno no te interesa. Te interesan los espectáculos multitudinarios, pero camino al escenario, te encuentras con estorbos en busca de un autógrafo que hay que quitar de en medio con los muchachos de hombros henchidos. En los actos de multitudes te dejas tocar, la palmadita, el beso, el peluche, pero si la cosa se sale de libreto, los muchachos de hombros henchidos entrarán de nuevo. Con el micrófono te pones filósofo y disertas acerca de las masas, de las audiencias, de ese pocote de gente que junta paga, grita y te corea, pero que atomizada es tremendo fastidio. Bueno, mi pana, espero que sigas disfrutando del monstruo que llevado a segmentos se reduce a insecto, hasta que tu elevación, de nuevo, dependa de sólo uno de ellos.