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martes, 31 de julio de 2012

A mi Abuela


Dulce letargo viste. Impactante paréntesis sin cerradura a la vista. Desconexión evidente muestras. Al escuchar de ello, mis ojos entristecieron, pero al verte, al escucharte, sentí un toque en mi hombro que me dio tranquilidad. Hoy no había quejas; hoy no había dolor. Lo que decías con tanta elocuencia parecía mentira, un invento, pero, ¿para quién? Parece no importar. Parece no tener ninguna relevancia. En medio de una sorpresa que no sabía calificar, en medio de una tristeza fugaz, no pude descifrar el mensaje. Pero no parece importar eso de descifrar, risible herramienta a veces… no parece importar hoy. En este extraño día parece borrarse la verdad dolorosa, esa que molesta, que punza y parece aparecer otro estado de tu materia, en el que lo sabes todo y lo aparentas todo. Yo sé, yo espero, yo ruego, que algún tipo de sabiduría haya hecho presencia y haya prolongado tu aguante, tu paciencia, y en el peor de los casos disfraza tu desesperación en una mentira aparente, ingenua, en un cuento tan perfectamente creado que hasta me dan ganas de creerte. No sé si es una salida o una entrada a algo mejor o peor para ti, de la que, desde lejos, parece una de tus cosas de siempre, genial, irreverente, despreocupada, espontánea, que desde hace muchos años, adoro de ti, admiro de ti. Bendición.

No habrá historia

No habrá historia, no habrá origen. No habrá raíz ni punto de partida. Lo nuestro tendrá el más estricto carácter presente, bien trabado en lo actual. Desde que nos encontremos no formularemos las usuales preguntas en modo coctel acerca de tus gustos, tu pasado; incluso de tus expectativas de futuro. No sabremos de donde vinimos –no importará-. Sólo sabremos lo que nuestros sentidos nos muestren, lo que nuestro corazón vaya acogiendo a cada paso, a cada tropiezo. La historia será la nuestra, la de cada hoy. Será una hilera de pólvora quemada a cada segundo. Arderemos entre las sorpresas, en medio de nuestros trucos románticos, ante el manejo de las vicisitudes. El prejuicio será incinerado a medida que descubrimos lo nuevo, lo colorido, lo inexorable. Los fantasmas que sobrevivan se habrán derretido con cada beso, con cada abrazo libremente sentido, gozado, con cada lastre dejado caer. Viviremos entre explosiones de novedad. Los estragos edificarán caminos sin proyección hacia mañana; los simpáticos escombros se asemejarán más a un paraíso que a un campo de batalla. No habrá reconsideración. No habrá vuelta atrás. Ya te lo dije: Si quieres, vienes a mi nueva y definitiva aventura, con todas las fuerzas disponibles hasta ahora ociosas. Al menos para mí, ya es hora.

domingo, 29 de julio de 2012

¿Y qué, si me da la gana?


¿Y qué, si quiero echarle refresco al de 18 años? ¿Y qué, si quiero bajarme a mitad del viaje a admirar lo que hay porái? ¿Y qué, si te doy un beso cuando debería darte una razón? ¿Y qué, si te regalo el chocolate sin ser tu cumpleaños? ¿Y qué, pues, si digo lo que no convenía, lo que esperabas que fuese más conveniente? ¿Y qué, si en medio de la discusión fútil te tomé de la mano y la besé? ¿Y qué, coño, si en medio de las palabras que venían al caso quise hacerte el amor? ¿Qué pasa si cuando menos esperas algo se aparece y te rocía con un manto tranquilidad, de sosiego, de sabrosura? No me da la gana ser normal, de la receta conocida, del parlamento prescrito por los exprtos. Me temo que es problema tuyo, saber qué haces con ese golpe de timón, con ese desarme inesperado, con ese semáforo en verde al borde de mi pecho. Échale bolas, querida; ven y dime qué podrías hacer cuando nadie te amenaza, cuando nadie te cobra, cuando nadie te busca peos. Por mi parte estoy flotando tranquilamente, honestamente, sin secretos, sin temer una pregunta capciosa. Te espero en la bajadita, pero te espero con el puchero de un beso que borre este episodio tan imbécil en el que solemos caer.

sábado, 28 de julio de 2012

Pasé al lado de la negra


Pasé al lado de la negra más linda de la fiesta sin darme cuenta. Pero algo me hizo voltear a ver y esos ojos marrones claros me abofetearon de lejos. Agarré de nuevo mi trago de ron, pero esta vez tembloroso. Bebí un sorbo pasado con la intención de parecer hombrecito delante de aquella hembra, pero sólo logré derramar el elixir en mi camisa sudada. Las congas y los bongós sonaban en un ritmo lento, sin melodía alguna, mientras la diosa que me miraba hacía un ratico comenzó a sonreír. Me miraba, no sé si con curiosidad o morbosa intención intimidatoria, pero seguro estaba yo de que no era por gusto. Otro trago la ocultaría detrás de mi vaso por pocos segundos, pero aún después de bajar el vidrio, ella permanecería muy cerca, esta vez con un movimiento de su cintura asesina, de su torso serpentino, encantador, hipnotizante… y venía caminando para acá.

Creo en la justicia, a menos que...

Creo que la justicia, claro. Creo que la igualdad es algo por lo que hay que ir. Creo en el castigo ejemplar como medio para la corrección de los males. Creo en todo eso… hasta que veo inmiscuidos a mis seres queridos. En ese caso, argüiré desesperadamente que todos cometemos errores, que somos humanos y que necesitamos otra oportunidad. En esa circunstancia particular, defenderé con el amor el bienestar a ultranza que espero para esa persona tan especial. Entonces mandaré a la basura tanta sentencia justiciera del pasado, tanta rectitud de pose, de podio, de papel. Entonces seré cómplice militante de la causa del cariño mezquino y porque sí. Seré el otro delincuente suelto, tapándole las fechorías a mi sangre, desviando a la autoridad a parajes equivocados. No habrá remedio para tal cambio de creencia, y al fin en mi presidio, en aquella mesa acusadora, bajo la hoguera incinerante del paredón, mi última frase sólo logrará fastidiarlos: “¿Por qué no?”

miércoles, 25 de julio de 2012

¿Cómo se ven desde aquí?


Las tendencias y preferencias culturales de los individuos suponen un modo de comportamiento. Nada nuevo, pero, ¿Cómo se ve comportarse a un comunista en la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un anarquista en la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un capitalista en la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un cristiano en la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un ateo en la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un excelente profesional, a una persona humilde, a la gente honesta en la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un tránsfuga en la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se nota que una persona es solidaria en la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un delincuente en la calle? ¿Tiene oficio? ¿Tiene hogar?
La verdad es que me senté en la calle por un ratico y no pude identificar a ninguno.

lunes, 23 de julio de 2012

Juguemos al sarcasmo

Juguemos al sarcasmo. Juguemos a la ironía que corroe, que pellizca, que provoca. Anda, contéstame esta frase con regodeo, con el meneo de tus dedos punzantes. No me digas lo que sientes: dime lo que me abofeteará para fijarme. Sonreiré con la sal en el cañón y lanzaré la semilla de tu nueva acidez, de tu bien merecida movida de mata. No podrás quedarte detrás y saldrás al ruedo con una historia embarazosa que me revuelva las vísceras y me quite la risita que tanto te arrecha. Y así estaremos, caminando frente a frente, en círculos, escupiendo venenito en pocas dosis a los ojos bien abiertos. Y vendrán e irán lepes, punzadas y uno que otro golpe muy bajo. El picante se convertirá en el elixir para repeler con hipocresía la cercanía que tanto anhelamos. El agridulce de las palabras se va convirtiendo en brebaje espeso que nos vaya deteniendo en miradas, en labios entreabiertos, en manos que se buscan. Si no salta ninguna liebre inoportuna, ninguna estupidez, el silencio se adueñará de todo con pasmosa velocidad, y toda esta tontería terminará en un beso, en un abrazo, en el derroche explosivo de la pasión que encendimos a fuerza de piedritas en el camino.

domingo, 22 de julio de 2012

Voy a inventar un premio

Voy a inventar un nuevo premio a la calidad. Y lo voy a inventar para dárselo a aquellos que andan en la penumbra. Voy a crear este galardón para ampliar el grupito de siempre, el de los amigotes que se adueñaron del podio a fuerza de costumbre y el cariño incontenible de la audiencia. Seleccionaré un escalón alto en la calle para mostrar a mis muchachos, ésos, que si tuvieran que competir, lo hicieran tan bien como nuestras figuras de siempre. Claro que sí. Voy a sorprender a los que sólo apuestan a ganador, a quienes se resisten al cambio -aunque éste sea para mejor-. No me importa. Yo sé que encontraré la detracción de muchos conocidos y por conocer, pero tengo que dar a conocer a la mayoría de quienes conforman la realidad cotidiana, de la calle, del cafecito; no tanto de limosinas y mansión, sino de conversa y maravilla presentes. Lo siento, aterciopelado, pero debo ampliar la puerta y dividir las ganancias (carita feliz).

sábado, 21 de julio de 2012

Se te saldrá el demonio

Se te saldrá el demonio por la piel. Tu cuerpo comenzará a serpentear al ritmo de esa música  endiablada y con cadencia lenta y sensual. Tus ojos me mirarán por encima de las cejas mientras acaricias tu escote con la punta de tus dedos. Cerrarás los ojos el instante suficiente para hacerme tragar en apuros. Y ahí estaré yo, tan santurrón, tan bien criadito, mirando con cada vez menos espanto y con más ganas… pero con el deber de resistir. Tus sudores estratégicamente localizados, como estampillas impúdicas, harán mover mis manos como niño mojigato ante el juguete atrevido. Y seguirá esa música diabólica sonando, desgarrándome de un solo jalón la educación tan luchada, mis piropos en flor, las estrictas lecciones de mi madre. Sin reparo a mi decencia, tus hombros seguirán girando, tu cintura colgando de tu pecho descubierto, tus cabellos adheridos sin remedio a tu frente, mejillas y labios. Y coño: ocurrió. Cedí. No pude evitar acercarme, temblando y lo que quieras, pero ahí iba yo, como un hombre ya crecidito, acompasándome a ese ritmo satánico, suave, corruptor, dispuesto a cualquier cosa que tu pecaminosa cercanía dispusiera.

No soportarías la intimidad

No soportarías la intimidad conmigo. Es sólo tu buena disposición a hacer lo que te dicta tu corazón, pero no creo que aguantes mucho a mi lado. Luego del restaurante, de la discoteca, del humor y el rumor de las multitudes, de los paseos, de la colectividad, despertarás a mi lado. Luego de tanto huir y emocionarte con el futuro; después de juguetear con fascinación de estar cerca, te encontrarás en el silencio inicial de nuestra juntura. Será en ese momento cuando sepas cómo es compartir horas, días sin tener que huir, adónde huir. Estarás entonces cuando nuestros pinceles se junten y veremos sin pintan lo mismo, si tanto aspaviento fue para algo, o si por el contrario nos daremos cuenta de que era sólo entusiasmo pasajero, desesperación por compañía o modos cliché. Veremos, pues, querida mía, si la aventura continúa, si se afianza el sueño logrado o se desbarranca irremediablemente por el precipicio de lo repentino, en el abismo de la precocidad atropellada del éxito común. 

Cantabas mi canción

Acababa de entrar en el vagón del metro, ahora en movimiento. Mis audífonos se animaron a tocar una de mis canciones favoritas, de esas románticas de siempre, de esas que siempre traen algo entre manos. En la estación siguiente, la gente que venía de pié abandonó el tren, dejándome verte. Algunos metros odiosos me separaban de ti, me separaban de lo que desde aquí parecía ser un portento de mujer, una muñeca viviente. Mirabas por el ventanal, como aturdiéndote con la velocidad. De inmediato viraste y clavaste tus ojos en los míos, y en medio del estruendo que eso causó, comenzaste a mover los labios: cantabas mi canción. Bastaron dos versos para saber que algo inquietante ocurría, y de ahí en adelante no pude cerrar la boca. Tus labios navegaban por la letra de aquella preciosa canción. Un travieso histrión se apoderó de tus gestos y me recitó aquella preciosa pieza. Según avanzaba, según aquellas palabras, sonreías, fruncías el ceño, fingías indiferencia. En la estrofa del abandono miraste al piso y en la del encuentro, de nuevo a mi rostro. Después de bambolearme de aquí para allá y viceversa; después de engancharme en aquella extraña e irrepetible escena, los tres te quieros in crescendo del cierre eran gesticulados con la vehemencia de los amantes, con el miedo a perderme, con éxtasis de la entrega. En este momento, con el timbre del próximo paradero, te saliste y te perdiste entre la gente en el andén; en un santiamén mi carrera a la puerta por cerrarse no bastó para saber si estabas cerca, si desaparecía en la cotidianidad, si exististe en realidad.

Desde mi ventana

Ya no importa tanto lo que ocurrió antes, mucho antes. Ya las cosas se ven de otra manera, muy distintas a la culpa, a la violencia silenciosa, al sobresalto constante. Es una hermosa y necesaria retrospectiva que nos hace redondear un aprendizaje tremendo. Ya no estamos al calor de una discusión estéril, hiriente, destructiva. Ya no estamos preparándonos para armar el próximo berrinche. Eso pasó, y desde la distancia, desde el cariño, se sella el álbum que veremos con cierta sonrisa y quedo lamento. Ya no estamos, por cierto, levantando los mismos castillos, tejiendo los mismos vuelos, cerrando los ojos en pos de los mismos llegaderos. Ahora estamos sentados más tranquilos, pero con mejor vista del camino, con una perspectiva sonriente de cómo darle la vuelta a los obstáculos que tan tontamente nos paralizaron; de cómo llegar en menos pasos a la meta planteada; a llegar, casi ilesos -por fin-, al inicio del sueño de la vida madura.

Nunca se está preparado


Nunca se está preparado para el éxito… o para la pérdida. Así se espere, así se tema, así se proyecte. Nunca se tendrá en el entendimiento, en la alforja, la verdadera magnitud del asunto hasta que éste toca la puerta, momento en el que claro, hay que abrir. No importa lo inteligente, lo formulado, lo elaborado del discurso. No importa cuántas veces haya ocurrido: el experimento anterior nunca fue tan contundente como este. El amago dice tener la solución. La ilusión o el temor, la alegría o la tristeza harán coro mientras se sube una vez más al podio o mientras la rodilla toca de nuevo la tierra embarrada que no olvida. Nunca se domina lo que sobreviene. Nunca se podrá decir, con la certeza pretendida, que nuestras redes eran lo suficientemente amplias como para abarcar tan pretenciosa jornada.

viernes, 20 de julio de 2012

Contra el monstruo


Peleé contra el monstruo. Argumenté brillante y furiosamente. Puse las cartas en la mesa y las leí con todo el postín de la oportunidad. Creo que tengo la razón. Ahora, después de unos días de pugilato, el monstruo está dormido; y aunque no parece, sigue siendo tan peligroso como siempre se exhibió. Entre sus sollozos se asoma la amenaza. De vez en cuando abre los ojos y lanza su zarpazo, pero ahora estoy prevenido, refugiado en mi honestidad. Sin embargo, debo ir haciendo mis maletas, porque me enteré de que el monstruo contra el que peleo tan airadamente, con este rictus de triunfo, es dueño de casa.

jueves, 19 de julio de 2012

Optimismo infundado


Soy advertido por los míos de un optimismo infundado, de extrema ligereza, sumamente peligroso. Me levanto con una extraña sonrisa, con el entusiasmo de un presumible sueño visionario. Y así salgo a la calle, con la esperanza de que pronto llegará el desamarre de los nudos del momento, del desenlace de las tortuosidades ocasionales del camino. Repelo con total éxito las aves que auguran malestar, fracaso; que profesan lástima y desencanto. Aunque les agradezco su compasión, les deslumbro con mis ojos llenos de ideas, con mis manos que dibujan proyectos impensables en el aire. Aunque a veces me siento en el murito a tratar de abrir los ojos a la realidad, nada de lo que me explique surte el efecto temido y sigo con mi sonrisa, la que no me abandona desde la mañana. La verdad es que esta locura no cura, no libera de algunas cadenas frágiles en mis tobillos... pero es que justamente ahora no quiero caminar. Mientras, tengo en mente un buen itinerario que me arrancará de un jalón esos pretendidos impedimentos a mis próximos pasos, a mi meta.

Himno en Oferta


El polvo de nuestras tierras
se levanta al golpe de las botas del soldado
que defenderá la patria
El cielo azul atestiguará el derrame
de tu sabia liberadora de dignidades
para luego regresar a tus venas
como trabajo enaltecedor
como justicia infinita
como realidad virtuosa
pues empuña ahora
la pluma creadora de pensamientos
dispara tu creatividad solidaria
y teje el nuevo blindaje
de nuestro futuro invencible.

domingo, 15 de julio de 2012

Quítate de enfrente


Perder el control. La ira amenaza con salir a un muy pernicioso paseo. No sé si pueda o ceda. Gotas de sudor se deslizan por mi frente y caen en mis pestañas, mientras el temblor en mis manos cerradas espera a que mis ojos ciegos se decidan a mirar lo que realmente existe. Un gemido se escapa, mostrando que todavía hay mucho qué decir, mucho qué gritar en las caras. El silencio casi absoluto todavía vence al deslave de frases inoportunas, de expresiones dignas de posterior y seguro arrepentimiento. No puedo hacerlo, no debo. Mi respiración se calma, mientras le furia se sienta a esperar… sin moverse, sin retirarse. Tengo mis sospechas, creo saber que no basta todavía, que no puedo confiar en esta terrible tranquilidad, que es la cárcel abierta de un animal dañino, herido, que está dispuesto a tirar en el suelo cualquier consideración bien trabajada en años, cualquier pizca de sentido común… mejor te me quitas de enfrente.

Será mejor que contestes


Haré preguntas que le haría a un amigo y trataría de contestarlas yo mismo. Imaginaré que al mirar al espejo estoy mirando a otro y me dispondré a criticarlo. Compararé lo que hago con lo que aconsejaría hacer y sacaré, seguramente, un buen escenario en el que comiencen mis luchas internas. Buscaré el interruptor donde se apagan las hipocresías y el miedo, y miraré atentamente, con suspicacia incansable. Entablaré una fuerte discusión conmigo mismo, y estableceré, definitivamente, mi unión, mi coherencia... o mi ruptura definitiva entre dos carajos que no se hablan.

¿Y desde aquí? tampoco...


No es fácil. Tiene sentido, pero no es fácil ¿O lo es? Cuéntame de los muros que levantamos por dentro, dejando ver sólo lo que nuestra supuesta conveniencia dicta. Repíteme el cuentito de lo que me conviene para examinarlo hasta la saciedad, hasta que me anestesie y pueda verlo como algo ajeno, abiertamente criticable. La verdad se me mueve con cada paso que doy hacia delante, atrás a un lado; incluso, cambia si me quedo detenido, aparentemente paralizado. Torciones de brazo para saber si no digo algo que sé y que podría aprovechar. Asfixias ocasionales para examinar cuánto aire necesito realmente. Me parece que estoy aprendiendo a respirar con menos aire. Casi puedo afirmar que puedo vivir con mucho menos cosas blandas de las que calculé al principio. Sin embargo, a medida que descubro, descubro que me aislo, que mis “lo bueno” y “lo malo” son otra cosa, que están fuera de lugar cada vez, que no hay contexto para ellos. Exceso de palabras, esguinces gramaticales torturan al oído primitivo que tengo ahora. Argumentos sin argumento mortifican a quien siente, a quien sólo desea sentir bien. Caminaré por caminos no diseñados para pasear; veré paisajes olvidados por el comercio de almas; beberé de aguas con cuya contaminación comulgue. No es como dejarse llevar. Realmente, es como llevar una cabalgadura fiel, aunque fuerte y caprichosa. Difícil el viaje, pero parece que el destino se parece más a mí que el camino. Ya veremos…

Me la debes


Me la debes. Me debes tremendo favor. Yo no he tenido que recordártelo… tú has sido quien más énfasis has hecho en esa deuda. Pues la carreta comenzó a correr con ese impulso, con esa pendiente a mi favor, y no lo desaproveché. Como me debías, no podías gritar y desaforarte. Como actué tan bien, debiste callar cuando necesitabas disparar tus cañones sin miramientos. No me pudiste cazar y montar tu bota en mi espalda. Como no podías ni ladrar ni morder debiste escuchar, y eventualmente comprender. Mis errores y desatinos fueron cubiertos por esta capa protectora, y aunque la bestia nunca me dominó y ni te herí, sentí esta truculenta ventaja en el juego en el que ambos debíamos ganar. Ahora no sé si replantear esta jugarreta torcida que ha dado tan buenos frutos, y que de otra manera no hubiésemos podido llegar al jardín que ahora habitamos. Lo que sí sé es que cada vez me decido menos a deshacerme de esta pata de conejo, de este amuleto en forma de extorsión que comando silenciosamente, con la suficiente inocencia como para ser culpable.

sábado, 14 de julio de 2012

Mejor de lejos


Eres un lujo que pasa por enfrente. Eres terciopelo de gente. Eres la duda que conservaré para siempre. La lejanía te otorga perfección y me regala un peluche que no estará en mi almohada, sino que observará, con su sonrisa inamovible, desde su lugar en el fresco balcón. Cercanía ocasional, siempre fugaz. Un abrazo de amistad de lo más sincero, pero no siempre honesto electrocuta mi confianza cobarde. Tienes estilo, tienes pertinencia, tienes la sabiduría del silencio como arma secreta que se dispara sola. Pero te quiero a esta distancia, a salvo ambos del roce que con necedad suele acabar con las magias que regala la vida. Por tanto, te brindaré mi admiración muda para no empalagar lo que ya resulta dulce. Por tanto, desearé lo mejor desde esta esquina, muy a salvo, prudentemente a distancia de tu piel, de tu aliento, de todo eso que guardas y que no quiero desperdiciar porque sí.

Medicamento rápido

Quiero una pastilla de crisis, de accidente, de sacudida. Quiero digerir más rápido lo que tengo pendiente; pero no tengo tiempo qué perder. Quiero comprender de un modo tecnológico, moderno, de repente. Quiero sentir, de un día para otro, el despojo de estar al borde, a milímetros del barranco. Quiero someterme a una terapia de choque, en la que la electricidad incinere el polvo y la paja de mis pendientes, de mi pasado, de mi futuro. Quisiera sentir que todo lo que había en mi mesa cayó al suelo y sólo quedó lo más valioso, lo verdaderamente vital para seguir adelante. Tal vez sea como la mochila ligera de Borges. Quiero que la tontería se deslice por entre mis mejores cosas y las deje al descubierto. Quiero que la erosión necesaria venga y abra las grietas por las que pueda ver mejor el fondo. Quiero también que las gríngolas caigan de mi cara y la claridad me despierte, me haga caminar hacia el sitio desconocido que seguramente sería mi nuevo rumbo. 

Dame ausencia

Dame ausencia. Dame lejanía. Dame distancia irrecorrible. Dame imposibilidad. Deja de extender la mano, porque tendré que tomarla, acariciarla, besarla. Dame recuerdos, experiencias pasadas. Regálame una despedida ritual. Conviértete en verbo conjugado en pasado, en mirada perdida, en pasaje secreto. Deja tu estela para que el mar la borre con el vaivén a que tenga a bien. Comienza de una vez a habitar mis sueños y a hacer mi voluntad en ese ámbito burlón. Atrévete a dejar mis brazos, mis labios; a soltar mi mano y voltear la mirada hacia tu destino frío, concurridamente solitario[1]. Tal vez todo sea una payasada... estas palabras, la sensación, el dolor, pero bueno, debo comenzar a ocupar mi mente, mi corazón, aunque sea de basura.


[1] Uds saben, como dice Benedetti.

¡Gané!


Tal vez sea una ilusión óptica, una patraña de la vida o una mentira blanca del firmamento, pero gané. Las dudas saltan por mi lado, pero no me importan ahora. Gané y eso es lo que importa. Solo, en equipo, como sea, pero me siento triunfador, invencible. Imagino que no me vendrás en este momento a alertarme, a prevenirme de los peligros de confiarse; no te voy a escuchar porque estoy de júbilo… porque gané. No me importa mañana, ni pasado, y ni el próximo día. Nada quitará del calendario lo que pasó hoy. Vendrán batallas más duras, más serias, más exigentes, y por encima de la certeza de ello, la verdad, no me importa hoy. Es un logro, un paso adelante, un acercamiento a la felicidad, a la tranquilidad. Es tiempo de la reflexión alegre, de sonrisas; es tiempo de brindis, de carcajadas, de seguridad a ultranza…
¿Te vas a quedar ahí con tu cara de miedo incipiente? ¡Abrázame, coño, y disfruta de mi fiesta!

Sigue en esa vaina...


Dame por sentado. Destrúyelo todo. Cuenta conmigo ciegamente y comienza a roer el hilo que nos sostiene. Dame por sentado. Acostúmbrate a recibir mi mano al extender la tuya, sin importar tus pecados, tus desplantes. Juega a proyectar la vida sin fundamento alguno, sin siquiera argumento de dudosa validez. Tira puentes sobre ríos cuya envergadura desconoces; vuela a través de turbulencias que provocaste sin saber, sin querer saber. Atrévete a hacer una cita con un futuro incierto, con un fantasma en plena fabricación. Sigue comprando manufactura de garantías fraudulentas, adquiriendo malos bienes. Sigue sosteniendo esta vasija con agujero, de la cual cae lentamente lo que pretendes conservar para siempre. Sigue jugando números ilegibles de loterías extranjeras… sigue pelando bolas.

viernes, 13 de julio de 2012

Fue sin culpa... ahora sí


Al final del cuento, todo se reduce a causas temporales, a pujanzas fugaces. Daños y llantos que gobernaron una época y que parecían eternos, que aparentaban ser la señal de los nuevos tiempos, pasaron a ser pasado. Cielos encapotados y chubascos de lo más desconsiderados, truncadores, fabricantes de pérdidas, yacen también bajo tierra. La culpa es una necedad ahora. La queja dejó de ser utensilio de uso cotidiano. El porque tú y el porque yo se fueron pomposamente a pasear para siempre. Ya no vale la pena reclamar, porque ya no lo siento mío. Ya no es menester sacar cuentas odiosas, saldos en rojo o facturas que rayan en lo ridículo. Se ha levantado cierta y convenientemente una cortina de bienestar que me protege en adelante de tanta superficialidad, de tanta capacidad de lastimar, de ser lastimado; de culpar y sentirme culpable. Me he dado permiso de sentarme en la mecedora ya sin sobresaltos, sin pensamientos urgentes, sin tareas inconclusas. Estoy bien.

jueves, 12 de julio de 2012

Eres nada


Eres nada. Eres vacío, eres brisa que no anda. Eres espacio que no se ocupa. Eres palabras sin decir. Eres pasado sin vivir. Eres futuro sin planear, presente sin constancia. Eres música sin interpretar, frase sin escribir. Eres suspiro en silencio. Eres sordo sollozo, lamento que no irrumpe. Eres deuda al conocimiento. Eres disfraz que te presté para la función. Eres desgobierno de emociones, frialdad fingida, decisión ausente. Eres divagación de temas inexistentes. Eres abrazo solitario en la neblina, oferta en la abundancia. Eres transparente, y tu vacío deja ver a través de ti, sin valor agregado, sin suma, sin ganancia. Eres presencia impresentable, riqueza que no se derrocha, tristeza que no se llora.

Si no tú, alguien más

Si no eres tú, es alguien más. No te creas quien salvó mi mundo. No creas que tu ausencia es irremediable. No pienses más que sin ti me quedaría varado, estancado, porque la vida nunca es tan canalla. No te ilusiones con ser con quien sueño, con quien anhelo estar cada día, irremediablemente, lapidariamente. Quítate de la cabeza las imprendicibilidades infundadas, falsas, inexistentes a mediano plazo. Dame crédito en lo que te digo; no durarás demasiado como fantasma al acecho, como espectro enterrado en mi pecho. La vida evoluciona, los días tejen nuevos inventos; cada minuto es un pescador de sucesos, de casualidades, y si dudas de las posibilidad de una casualidad, aquí me tienes, nacido de una mirada, de un dejo de ansiedad, de un paseo por donde, aparentemente, no debía ir. Como en el dominó, se pierde y se gana y luego se baraja la mano… y se comienza de nuevo, con más o menos puntos, pero se comienza. Ya basta de regocijarte en las posibilidades de mi dolor, en la certeza de mi sufrimiento sin tu sombra acobijándome. No hay manera de quedarse atorado en el mismo hueco para siempre; no soy ese tipo de sinvergüenza, aunque reconozco que si lo soy de algún otro tipo. Entonces, su merced, me despido con algo de sonrisa, con mucho de esperanza, y con la certeza de que lo que viene será bienvenido por ser necesario, por ser otro punto de crecimiento. Au revoir.

¿La felicidad? ...tremenda esclavitud

Tremenda la esclavitud que brinda perseguir la felicidad. El raciocinio se convierte en amigo falso, en consejo inoportuno, y los sentimientos, las sensaciones se convierten en una carga oculta, sin posibilidades de ser avistada, de crecer, de desarrollarse. Terribles las voces agoreras que cada noche nos susurran al oído, nos predicen la soledad previa, el tormento previo… ¿previo? ¿a qué? A la felicidad, claro. Se aparece entonces un horizonte que sólo sirve para caminar en vano, para perder tiempo valioso. Cada día sin vivir se convierte, lastimosamente, en un día perdido para siempre. Y como perros buscando alcanzar su cola, damos vueltas, vueltas y más vueltas, sólo para quedar en el mismo sitio, debilitados, mareados, resbalándonos en el lamento. Saber se convierte en el arma predilecta en nuestra misma contra, y mientras más sabemos, más lejos se coloca el horizonte, más amplio, más definible… pero inexorablemente, más lejos.

lunes, 9 de julio de 2012

Viviré en el dolor

Viviré con ese dolor. Sin disparadores, sin explosiones que diseminen su desolación a la superficie, su destrucción alrededor. La pelea está perdida, por lo que conviviré con el verdugo. Los derrumbes serán controlados, en soledad. El sollozo no verá el sol. La gente se preguntará qué es ese ruido en el sótano, pero seguirán su camino como si nada; nunca se enterarán del cuento completo, de la historia que aún hoy no deja de ser tortuosa, espinada. Mientras tanto, por el momento, una mirada al espejo, una sonrisa fingida y la falsa empresa de pasarla bien.

domingo, 8 de julio de 2012

Qué necio, pana


No tiene sentido nada. Todo está abierto. Nada nos detiene para apreciar o actuar. Por consiguiente, queda de mi parte la responsabilidad de avanzar, de establecer mi bienestar de gozar a plenitud. Pero qué va, no estamos para eso. Levantaré una pared entre ese espacio mágico y yo, y luego de un tiempo, reclamaré por mi encierro. Con mucho esfuerzo, más de lo que planeaba al inicio, abriré una ventana inmensa para mirar cómodamente, desde lejos, lo que dejé escapar sin mucha queja. Pero no será suficiente, y poco a poco me daré cuenta de que todavía puedo sacar medio cuerpo y tocar aquella libertad con la que he comenzado a soñar con desesperación. Colocaré algunos barrotes para asegurarme de no tener mi destino de nuevo sobre mis hombros. Y entonces llegará el momento del romanticismo trágico y comenzará la lucha por la liberación desde mi cautiverio autoconfeccionado, escupiendo culpas al prójimo, vociferando que daría mi vida por la libertad plena. Qué ganas de joder, ¿no?

¿Cambiar o permanecer?


¿Qué debe cambiar y qué quedar siempre igual? ¿Qué debe modificar su forma por necesidad, por fastidio, porque debe evolucionar o porque sí? Por otro lado, ¿qué debe permanecer igual por sagrada tradición, por flojera, porque ya evolucionó o por conveniencia? Probaré cambiar las cosas porque no soporto más, porque tal vez lo otro sea mejor, sólo porque es distinto y la moda y la inconstancia dictan que variar es bueno, es rico, es necesario. También probaré, por supuesto, conservar todo como está. Esas cosas tan divinas, tan placenteras, tan bien hechas, se quedarán como están; no tienen coyuntura, lado flaco, nada qué arreglar. Y tampoco cambiarán porque eso cuesta mucho, por falta de conciencia, porque nadie me ayuda, porque no estoy bien convencido… porque sí. Total, que después de tanta prueba sin control, quedé muy enredado. Por lo pronto, el tostón con ajo y el guarapo de papelón con limón me los dejas igualitos, que están muy buenos: no inventes, no me los evoluciones ahora, no me los declares non gratæ aún.

sábado, 7 de julio de 2012

Ah vaina: ¡Es en serio!


Y fue así como las corporaciones farmacéuticas y las cadenas de comida rápida a nivel mundial se pusieron de acuerdo e hicieron el esfuerzo que estábamos esperando. Ellos se avocaron a la salud colectiva. Las comidas rápidas invertirían una millonada para reformular sus platos y bebidas con el fin de lograr comidas saludables que contribuyeran positivamente al desarrollo físico de sus clientes. Las farmacéuticas, por su parte, orientarían sus fórmulas para curar lo más rápidamente posible a los pacientes y coordinar luego con las comidas rápidas la estabilización de la salud pública, tradicionalmente afectada por sus productos. Ambas iniciativas validarían la antigua conseja de que la mejor medicina es la comida. Debido a la nueva empresa de esas organizaciones, volcadas al bien común por decisión propia, y aún a costa de sus ganancias tradicionales, hubo una revolución en el bienestar de todos los ciudadanos afectados hasta ahora, con la consecuente mejora en la percepción de la colectividad de la imagen de estas grandes corporaciones. Es decir, estos grupos económicos dejaron de preocuparse por sus propias y exorbitantes ganancias, para aportar bienestar al ser humano al que le debían sus altos puestos en la sociedad.

¿Tú crees en esa vaina?


Coño, chamo, ¿cómo vas a creer en esa vaina? Tú si eres pendejo y fastidioso. Yo que creía que eras más inteligente, pero por lo que veo también te falta un tornillo. De verdad que no lo puedo creer… ¿Desde cuándo andas en eso? Hace tiempo, ¿no? Pero dime, ¿por qué crees en eso? Mmm entiendo. Tienes derecho a creer lo que tú quieras, pana, pero coño… ¿Cómo? Que ¿en qué creo yo? Mira en lo que yo creo, ¿no te parece qué así son las cosas? ¿No? Dime tu argumento… Ya veo. La verdad es que viéndolo desde ese punto de vista no es tan descabellada la vaina, de verdad que no. Pero fíjate, de estos cinco argumentos sólo puedes rebatirme uno, ¿no?… bueno, cuatro, está bien. Yo creo en lo que te dije porque así crecí y he podido cotejar muchas de esas cosas con lo que ocurre cada día –no sé tú-. ¿En serio? Ah, caramba. Siendo así… ¿Y dónde pudiste ver eso? ¿Dónde? Interesante ¿Y eso queda lejos? No, yo no quiero ir; recuerda que yo no pienso como tú, pero dime dónde queda sólo para saber; tú sabes, siempre hay gente a la que eso le podría orientar y ayudar a ser feliz… pero a mí no, claro.

Llegó el terremoto

El terremoto llegó y acabó con todo. Esa fue la impresión. El movimiento sacudió todo lo que se presumía bien puesto y lo tiró al suelo. El mundo parecía acabado, y el dolor se hizo cargo de todo. Pedazos rotos. Retazos inéditos regados por todo el lugar. La desolación reinó por unos instantes que parecieron sin fin. Pero eso fue hace mucho. No acaban los terremotos al día de hoy, pero están previstos. Por muy sorpresivos que puedan parecer, sus cartas bajo la manga y sus atajos son avistables desde este punto. No dejan de romperse algunas esquinas para redondear lo escabroso, y los retazos salen en su último desfile con sus sentencias de muerte en la mano, como si previeran su desaparición. Los movimientos son más continuos, encierran cada vez menos dolor y quizás llegan a brindar algún disfrute. Ahora todo es más refrescante, más conversable. Ya no hay tabúes. El libro abierto puede ser leído por los transeúntes y hasta resultar aburrido. Ya el bosque se abre a la vista y se ve el camino torpe que me empeñé en enderezar en mi ceguera. La frustración entra en la comprensión. La desesperanza de otrora está enmarcada y colgada cerca, por si acaso se quisiera olvidar la lección. Ahora los sismos son invocados chasqueando los dedos en un gesto irreverente con el pasado. Ahora, aunque no soy invencible, me siento invencible.

Pequeña convicción


Me hablarás con convicción de tu nueva reflexión. Vendrás con cierta urgencia a manifestarme tu nueva comprensión de las cosas. Me harás sentarme cómodo porque la conversa da para un rato, y te quieres asegurar de que entienda bien lo que me cuentas. Con los dedos en la sien y con los ojos sonreídos, te escucho y voy dibujando mentalmente, en mi viejo mapa, ese paisaje que recuerdo claramente. Tu entusiasmo despierta el mío. Tus miradas al techo, a la ventana, como buscando cómo decirlo. No hay novedad para mí en lo que dices; sin embargo, escuchártelo a ti es tremenda novedad, es tremenda satisfacción. Comprendo bien lo que dices; he aprendido algo más… abrázame.

Fue repentino el cataclismo


Fue repentino el cataclismo. Se desató el sentimiento y las lágrimas en amasijo con la sonrisa exhalada, disparada por ese gatillo inesperado que irrumpió en mi tranquilidad tan elaborada. No me dio la gana de calmarme. No me importó el público, boquiabierta audiencia que veía a un raro animal llorando de amor redescubierto. No hubo palabras, aunque quería gritar. Sólo sollozos desesperados y unos ojos que no paraban de pedir y pedir era lo que pude proferir. Como un mudo con ganas de dar un explosivo discurso anduve vagando por el callejón, ya recuperándome de aquella escena ajena que me dio de comer por unos instantes, que me confirmó como ser vivo, luego de tanto silencio, de tanta oscuridad disimulada con lucecitas de mentira, con reflexiones prefabricadas: Estoy vivo… te buscaré.