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jueves, 25 de abril de 2013

¿La Verdad? ¿Cuál verdad?


¿La Verdad? ¿Cuál verdad? Uno de los problemas con las personas que creen poseer la verdad exclusiva, es que no conversan, no discuten, no escuchan. Ellos te orientan, te ayudan, y en el peor de los casos, te ignoran… pero no oyen. Quien tiene la verdad en su bolsillo ya alcanzó su objetivo y no necesita nuevos puntos de vista. Quienes se abrogan la verdad no necesitan a ningún lado porque ya llegaron. ¿Cómo hablar con alguien que está convencido de que estás equivocado o que eres su enemigo? Y ahí, desde ahí, riegan al resto de los seres, cual jardinero, con lo que ellos creen es su mayor aporte: Su verdad. Sí, chamo… está bien: tienes razón.

miércoles, 17 de abril de 2013

¿A qué sabes?

¿A qué sabes? ¿Eres dulce, amargo, ácido? Bastante aburrido después de un rato. El verdadero sabor es el sorpresivo. Una probadita a lo agridulce es, más bien, efervescente, astringente; espeso al final. Un tanteo con el picante, que golpea, que revuelca y deja una sonrisa jadeante en los ojos rojos. Así te quiero saborear, con expectativa por delante, con un poco de respeto que parece miedo infantil. De esta manera me gustaría colocarte en el mantel y tomarte con los dedos pelados, desnudos, atrevidos, y claro que temblorosos. Así, pues, eres un aroma indescifrable hasta ahora; eres el objeto divino de degustación que se me antojó cuando pasé por tu vitrina descubierta, y que no importa qué tan costoso me salga catar tus delicias, una, otra y otra vez más sin el temor de aburrirme.

miércoles, 3 de abril de 2013

Parado en el borde


En el límite se comienza a saber de las verdades, se comienza a sentir el sabor de lo inminente. Al borde, parado en la línea prohibida y mirando hacia ambos lados, es cuando se tiene el poder de saber, de sentir algo más que el miedo de siempre, que el prejuicio de siempre. En el umbral es donde sí se actúa con conocimiento de causa, con la balanza hasta ahora escondida, prohibida, ahora a la mano. Ir y venir regala la certeza, pero a precios muy impagables por el séquito. En el límite estás solo y resultas peligroso para la audiencia... Pero al fin eres tú: el mendigo que al fin se sienta en el trono.

lunes, 1 de abril de 2013

Te compro un beso


Te compro un beso. Aquí tengo unas monedas que te resultarán irresistibles. Te compro algo de tu tiempo, de tu interés fingido. Unos billetes serán suficientes para obtener de ti lo que por vía de la espontaneidad no pude lograr. Aunque necesito que me hagas una descuento por volumen, te aseguro la demanda de tus productos con la frecuencia que nos conviene a ambos. Mañana traeré efectivo para unos abrazos y unas caricias, mientras aceptas tarjetas de crédito -que de paso, no sé por qué te resistes a ese método de pago-. Pero tranquila, entre los cheques y mis ahorritos en el cochinito, creo que tendré tanto de ti como estimo necesario, mientras aparece alguien que sea capaz de ofrecer lo mismo con carácter de gratuidad sonriente, sólo a cambio de mis tan vituperadas atenciones.

Te lo agradezco


Te agradezco la delicadeza. Te agradezco todas las veces que me manipulaste, en lugar de imponerte agresivamente. Te agradezco toser disimuladamente en lugar de regañarme; acariciar, en lugar de empujar. Te agradezco tan tibio cautiverio, tan encantador presidio.