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lunes, 11 de diciembre de 2017

Creencia acomodaticia

La creencia deberá pasar por el tamiz de mis prejuicios. Mis experiencias atropelladas darán lugar y forma a mis pensamientos. Todo lo disfuncional de mi crianza se volcará en el molde de estos ídolos que diseñé y a los que seguiré en adelante. Se me antoja que Dios será un dios con mano dura, que no perdonará ni un solo resbalón —como debe ser—, que castigará a todos los que se metieron conmigo y me hicieron la vida de cuadritos; pero que otorgará perdón y justificación a los errores que con tanta ingenuidad he cometido durante mi existencia atormentada. Los libros sagrados girarán en torno a mis pareceres, a mi conveniencia y hasta a mis placeres —ya saben, por todo lo que sufrí y que ahora logré solo con mi esfuerzo—. Tú, como el discípulo perfecto, te ajustarás a mis dictados y juntos, tú, yo y todos los que se acerquen, construiremos el nuevo ser humano, perfecto, obediente, fiel… ¡Y que Dios nos agarre confesados!

miércoles, 29 de noviembre de 2017

No, no acepto.



Se me impone una urgente necesidad de aceptación de las cosas. Todo gira en mis flancos y lucho con y contra cada cosa que se me presenta a diario, sin excepción. El semáforo, la hora, el abusador, el clima, el ascensor, la política, el delincuente, la economía. Y así voy, resistiéndome cada vez, con la energía que me otorgan mi buena crianza, mis ideales, mis estudios, mi buen gusto, mi experiencia en las cosas de la vida. Y así voy, sin propósito definido, metiéndole el pecho a cada obstáculo que me depara este mundo cruel, despiadado que, sobre todo, la agarró conmigo. Si alguien me pregunta cómo se hace eso de la aceptación, le diré con la mayor honestidad que no sé, que no tengo buena idea de ello. Pero lo que sí sé es que este ritmo de existencia es harto agotador, decepcionante, angustiante; y si la enfermedad crónica es el resultado de pasar los días en este suplicio, seguro no es el camino correcto, no es ahí adonde tengo que invertir mis esfuerzos, mis horas. “Aceptar” suena a no luchar más, a no resistir más, por más “tú a mí no me jodes” que tengas guardados para repartir en la casa, en la calle, en el trabajo. “Aceptar” suena a estar conforme, por muy adversa que resulte la contienda del momento. “Aceptar” se parece más a “Ser” y a “Vivir”, a dejar rodar la existencia haciéndola más liviana. “Aceptar” suena como la causa y el efecto de aprender y usar las herramientas recién adquiridas, a deslizarse, a caer, a fin de cuentas, en algún equilibrio, en alguna paz de esas que dicen algunos… algunos que siempre nos han parecido desquiciados y que se la pasan sonriendo sin razón. ¿Qué no voy a lograr las cosas que tenías planeadas? Bueno… tú verás si celebras tus tremendos logros en la sala de un hospital.

martes, 21 de noviembre de 2017

¿Malos cauchos?

Desde hace poco tiempo he estado pensando que el ser humano debe demostrar ante sus iguales que vive de la manera en la que les afirma vehementemente que cree. Así pues, nos damos cuenta de inmediato que es muy fácil encontrar personas que anuncian una filosofía de vida, mientras en la práctica no se encuentran muestras creíbles de esa filosofía. Por supuesto, ninguno de nosotros escapa a este comportamiento fraudulento en algún momento. El cristiano le desea la muerte a un prójimo; el socialista sueña con una camioneta lujosa; el capitalista exige la ayuda del Estado. Tenemos la cabeza por un lado, y los pies, que son quienes nos llevan por la realidad publicitada, por otro lado.
Esta reflexión me trajo a la mente un programa en TV que hablaba de la fabricación de un carro de Fórmula 1. En este programa convocaron a distintos técnicos especialistas en las diferentes disciplinas que participaron en la construcción de este portento de máquina. Cada uno de ellos destacó la importancia de su parcela en el resultado final. Cada uno identificó los elementos que hacían que este producto obtuviese tan alto nivel de calidad.
Pasaron cada uno de ellos a la conversa hasta que llegó el tipo de los cauchos. El hombre dijo (palabras más, palabras menos) que todo lo dicho en el programa hasta el momento, todo ese bagaje tecnológico logrado durante años de experiencia y avances tecnológicos no podría desplegar todas sus capacidades si no contaba con cauchos de excepcional calidad. Es decir, que el logro técnico era una cadena de acontecimientos que darían resultado solo cuando el carro estuviese unido al suelo por medio de los cauchos.
Parece simple, obvia, pero esta afirmación nos deja ver que “del plato a la boca se cae la sopa”, y si el punto en el que el proyecto se hace realidad no se actúa en correspondencia con el compromiso, todo se viene abajo y queda como una gran mentira, como una simple hipocresía bien trabajada. Se podría aplicar esta imagen de consecuencia a lo dicho sobre la filosofía de vida: muchos de nosotros elaboramos discursos, estudiamos maneras, nos abalanzamos sobre el otro con toda una manufactura mental —brillante, por cierto—, con argumentos que rayan en lo mesiánico hasta lograr quedar muy bien ante la audiencia de cada momento. Sin embargo, al salir del recinto, del auditorio donde dejamos tremendo discurso, regresamos a nuestra vida llena de vicios, de mentiras e indiferencias. A pesar de nuestra excelente buena fama, no somos más que un repositorio de enredos por trabajar, de honestidades por demostrar, de responsabilidades por ejercer.

Hay que reconocer que tenemos malos cauchos. Cuando pusimos los pies en el suelo nos dimos cuenta de que todo el sistema previo no funcionaba como creíamos que funcionaría, sobre todo para nosotros mismos: hay que completar el trabajo.

viernes, 17 de noviembre de 2017

La talanquera

De repente me detengo, miro alrededor y descubro que estoy perdido. Perdido en el camino que creí conocer a mi antojo. Perdido entre costumbres y argumentos que con tanta pasión y cacareada conciencia me esforcé en defender. Perdidísimo de un sopetón en lo que solían ser mis dominios. Extrañado, abro la maleza de un lado de mi camino y puedo ver otros caminos, otras vías que aunque les había echado un vistazo, siempre las descarté de una vez. Otros caminos que por efecto de alguna brujería malintencionada de alguien más me dejan ver sus sentidos, sus maneras de ser, sus reglas simples de funcionamiento. Aunque ha pasado ya cierto tiempo y aún sigo caminando por mi camino, he puesto atención a los caminos paralelos, que lejos de ser la equivocación que catalogué al inicio, ahora las considero formas de existencia válidas, respetables y hasta emulables. Por ahora, siguen siendo objetos excepcionales de estudio, pero que en medio de la observación atenta, de la reflexión profunda, se van convirtiendo en modelos que coquetean con mis sentires, con mis preferencias y quién sabe si, más adelante, con mis decisiones. Por ahora seguiré por este, mi camino de siempre, existiendo en esta lógica imbécil que justifica el hambre, la muerte y la guerra, pero continuaré dando mis vueltas por esos otros terrenos de investigación, de aprendizaje, de placer inesperado, jurungando mi suerte con disimulo para saber si en alguno de esos paseítos, tal vez me quede por allá y nunca más vuelva a lo que una vez fue mi única y altisonante verdad.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Solo soy el pescador

Aprecio con alegría y agradecimiento lo que recogí de la fuente. Soy solo el pescador que sabe dónde lanzar el anzuelo, el que tiene el privilegio saber dirigir el esfuerzo. Soy el medio, no la fuente. La fuente radica más allá de mi entendimiento; de hecho, no la quiero entender. Soy quien camina y disfruta de los elementos que me fueron obsequiados por un tiempo, y que sin embargo no desea escudriñar para catalogar, fastidiosa e infructuosamente, lo que llega a sus manos con espontaneidad. Me rehúso a preguntarme, a excavar, a establecer con academia, de dónde es que proviene todo aquello que acompaña mi existir y provee liviandad, sosiego. Por ahora, seguiré flotando en lo que es, no en lo que debe ser. Después, si tanto te interesa, le buscamos un nombre.

Fuente petulante

Soy la fuente, soy el origen. Mis obras existen solo como una consecuencia de mi inspiración. Si la destrucción física arrasa con mi manufactura, con mi creación, solo importará a quienes ven desde afuera, a quienes tratan de atrapar un rayo del sol y guardarlo para ellos como un objeto único, finito, inigualable. En caso de catástrofe, solo bastará un momento más para mostrar el nuevo producto, así como lo hace la planta nueva luego de la extinción aparente de todo el bosque. No habrá prohibición, no habrá obstáculo para detenerme; eso luce absurdo, dado que lo que florece está resguardado, a salvo, y, paradójicamente, se activa con hermosa urgencia con cada atentado que logra asomarse. Soy la fuente única, recuerda.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Sistema chatarra

Fíjense que en los sistemas humanos (políticos, raciales, económicos, sociales, etc.) que algún entendido brillante del pasado inventó, por una o por otra razón inevitable, falla y deja al ser humano en la vulnerabilidad ante sus propios vicios ─frecuentemente, al mismo ser humano que prometió proteger─. Entonces, como no sorprende a nadie, si la falla está en el componente fundamental, en piezas sujetas a fallas graves, imagínense qué resultará del desempeño general de ese sistema maltrecho, creado por las ideas de un grupo selecto, y defendido, casi a ciegas, a veces hasta la muerte o el hastío, por el resto.

martes, 24 de octubre de 2017

Fabricantes de desgracias

Si los responsables principales de los desmanes perpetrados hacia la gente y sus vidas supiesen la verdadera magnitud de lo que impulsan, el dolor previo por lo que podrían causar les impediría comenzar su empresa. Si supieran ellos el daño que están a punto de desencadenar hasta en gente de sus afectos, seguro se abstendrían. Pero no lo saben; no les importa porque no lo saben, porque no lo han concebido en sus mentes y ni en sus corazones; porque no les dolerá ni en la piel ni en el alma. Y es por medio de esta inconciencia tan portable, tan asequible, tan ofertada en el mercado, que muchos desatan demonios a los que les venden muy baratas sus almas y a los que huirán más adelante, hasta llegar al fin de sus días. Imagino que estás pensando en más de uno de los que salen por los medios, en lugar de ti.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Verdad payasa

Seguramente la vida es más que lo que hemos experimentado hasta ahora. Segurísimo que nos hemos perdido en las distracciones baratas y no tan baratas que supuran los medios, el sistema frío y perverso que trata de separarnos de nosotros mismos, de los nuestros, de nuestras raíces. Pero abrir los ojos y comenzar a sentir lo que en realidad somos, dejar de distraernos con lo que pudiera ser y concentrarnos en lo que es, no parece nada fácil. Y menos fácil será si quienes tienen alguna supuesta pista del camino correcto se nos acercan y nos entregan un mensaje afectado, enrarecido, comeflor, de caricaturas. Es impresionante lo estúpido que puede llegar a sonar la verdad en los labios o en letra de quienes fingen haber llegado a la cima del bienestar y ahora se dedican a embutirlo en nosotros con los métodos más inadecuados y clicheteros que tuvieron a bien elegir. Yo estoy convencido de que hay algo más, de que algo que estamos obviando, de que algo silencioso que nos espera sentados y que hay caminos insospechados para llegar a eso que me hará sentir pleno más allá de este ruido ensordecedor del ego; pero estoy seguro de que chocando con estos mequetrefes que sugieren haber llegado al palacio de lo bueno cruzando el puente de paletas de helados, mira, el camino se irá alejando más y más, con cada intento. Y lo peor del asunto es que temo caer de nuevo aquí donde estoy ahorita, en la misma marisma oscura, buscando algo de distracción frívola y superficial en la que debo pasar el resto de mis días, pero ahora con menos fuerzas que antes para mirar hacia los lados. Gracias, mequetrefe insalubre, por tus presuntos favores.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Expertos en lo inútil

Somos expertos buscando y hasta encontrando soluciones a los meros síntomas, no a las causas reales. Enfocamos con entusiasmo nuestra miopía a la cresta del incendio y no al escape de combustible. Establecemos la presunta causa, lo más evidente ante nuestra ceguera y no lo que se esconde, lo que produce, refuerza y perpetúa el efecto que nos aqueja, que queremos eliminar. Confeccionamos el instrumento, las herramientas y hasta la filosofía perfectos. Establecemos la infraestructura, promocionamos por los medios, construimos edificios, abrimos plantas y damos empleo. Obtenemos entonces la opinión pública a nuestro favor, toda esa gente que está harta del problema. Nos arrojamos, incluso, a ofrecer nuestras vidas “por la causa”. Entonces, al final de un nuevo comienzo, nos alegramos y publicamos orgullosos, triunfalistas, esos informes pomposos y esperanzados que afirman que la solución universal a la fiebre es buscar hielo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Ni tarde ni seguro

Parimos la muestra de sentimiento de una de las maneras más inadecuadas. Debió llegar la enfermedad a decirnos que nada era seguro, que el paisaje y las horas para verlo eran prestadas; que todo era jodiendo. Ahora, a amarrarse el cinturón y a buscar rapidito en los bolsillos del sentimiento y la querencia lo que siempre nos costó sacar a relucir sin complejos. Ahora a registrar con detenimiento los escondrijos oscuros en los que se escondía temerosa la mano tendida, la palabra afectiva, la expresión definitiva del amor. Aquí estamos, todos sentados alrededor de quien padece una afección en su cuerpo, pero que nos ha regalado a cada uno un trozo grandote de alma y todavía le ha quedado para su consumo personal. Aquí estamos todos: el que siempre estuvo, el que vivía lejos, el que vivía al lado y el que creía que vivía; compartiendo recuerdos de cuando nadie expresaba el miedo, incertidumbre; de cuando se daba por garantizada la felicidad eterna. Todos dejamos las máscaras afuera y entramos a la sala de la casa con nuevos ánimos, queriendo lograr esas pequeñas victorias diarias, esas que ahora son profundamente nuestras. Súbitamente, como creímos hace poco que no había mucho qué esperar, nos dedicamos a esperar exactamente lo que debíamos esperar, incluso, a hacer exactamente lo que se esperaba que hiciéramos. Se acabaron de repente, para esta etapa del grupo, las mentiras, los excesos, las pretensiones, los dobles sentidos. No puedo evitar sentir que, en medio de esta situación catalogada como terrible, ha surgido la autenticidad y la manifestación honesta, sincera, de lo mejor que llevamos por dentro y que seguramente esa persona que ahora atendemos nos dejó como regalo. No puedo esquivar la idea de que esto que ahora nos queja, es, justamente, un milagro.

domingo, 20 de agosto de 2017

Tan sereno que inquietas

Eres tan sereno, que inquietas. Tu tranquilidad choca demasiado con mis apuros, con mis ansiedades. Pareces estar, mientras tu cuerpo camina entre nosotros y en medio del lío de siempre, en un sitio mejor. Antes daba por descontado que estabas loco, que te faltaba un tornillo, pero tu mirada portadora de un brillo extraño a todo, harto especial, me encendió la curiosidad. Nada parece perturbarte demasiado. Sí se te nota alguna inquietud esporádica, pero me fijado que después de algún instante vuelves como imantado a lo que parece ser un equilibrio, tu aparente estado normal. Tus breves palabras siempre son reconfortantes. Tus ritmos al caminar, comer e incluso al contemplar el paisaje deja ver que andas en otra fiesta. Haces las mismas cosas que nosotros hacemos, pero de un modo distinto. En lo cotidiano te ocurren casi las mismas cosas que nos ocurren a nosotros, pero debo confesar que solo nosotros nos sumergimos y enjabonamos en la queja y la recreación frecuente del momento pasado; que solo nosotros caminamos con gríngolas autoinfligidas, sin darnos cuenta del resto del panorama y hasta caminando en círculos.  Ha pasado tiempo desde que te conocí, y muy poco a poco me he dado cuenta de quien está loco y sin un tornillo soy yo. Tengo miedo de conocerte mejor. No me atrevo a entablar una conversa extensa contigo. Temo, al final del cuento que es mi vida, enterarme de que todo lo que he construido hasta el día de hoy esté montado sobre una ilusión mentirosa a punto de derrumbarse… de que toda mi existencia se haya sostenido por una falacia no solicitada que comienza a crujir por el peso de la inconsciencia. Mejor nos vemos luego.

viernes, 18 de agosto de 2017

Somo solo unos pocos...

Somos unos pocos enseñándole a millones de personas lo que queremos que perciban de la vida para que “sepan” qué es la vida y cómo vivirla. Pronto llegarán otros pocos a decirle a esos millones cómo es que nosotros y quienes nos creyeron estábamos equivocados. Siempre somos pocos los que dictamos. Siempre son, a la otra orilla, millones.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Estaré contigo

Estaré contigo, pero no en este cuerpo. Seguiré a tu lado, pero no en la forma acostumbrada. Tendrás que aprender a percibirme de una novísima manera no tan evidente, no tan demostrativa, en horarios más íntimos y acordes a tus necesidades… si las tuvieses. Podrás hablarme, pero las respuestas que obtendrás dependerán de tus nuevas antenas, esas capaces de captar sin traducir lo que somos lejos del ruido, de esa distracción mundana que causa todas esas penas ficticias y hasta ridículas. Estaré. Siempre he estado. Ahora, en esta transición, siento que no hay pérdida, que todo es parte del proceso que siempre tratamos de evadir con recetas de luces y espectáculo, y que ese costoso desvío es lo que produce el sobresalto que ahora puedo apreciar como carente de sentido. Pero si no es ahora, igual será. Te aseguro que mantendremos esa comunicación que siempre tuvimos, pero más provechosa, sin la obstrucción de los sujetos, los verbos y los predicados que enredan todo; sin el prejuicio de quien se esfuerza porque todo sea como sus caprichos se lo dictan al oído. Estaré contigo. Estarás conmigo.

Ya salí deso...

Ya recorrí ese camino que tanto temía recorrer, pero mírame ahora con esta cara de contentura. No se compara de ningún modo con los temblores del comienzo, de solo pensar que tenía que hacerlo, de que no tenía otra opción… que se me habían acabado las excusas y el último derrumbe me arrimó ahí mismito, al barranco. El sueño era como un gato que se quedaba un rato a mi lado, pero que avanzada la noche se levantaba y se iba hasta quién sabe cuándo. Pero nada, chico, aquí yazgo en el sofá, con la tranquilidad que da la falta de resortes encontrados unos con otros. Nada de esta claridad mental y de espíritu luce remotamente como el constante sobresalto en el que me debatía, teniendo la solución a la mano, pero encerrada en mi cuerpo paralizado, sudoroso, al escuchar la campana que tañía durísimo “otra vez lo mismo”. Quién sabe cuántas veces tenga que pasar por la misma tortura; seguir una y otra vez dejándome atemorizar por las jugarretas de mi mente, en lugar de dejar fluir lo que tengo en las manos y resolver de una vez lo que nunca fue un problema. 

Viejo poeta

Viejo poeta. Ya muy viejo poeta. Ya pasado de edad para tener edad para ser abatido, para recibir la crítica de que es un loco descarriado. Ya no se puede, es tarde para eso. Ya el viejo pasó del gusto superficial y luego intenso de los garabatos iniciales a estar sumergido, a ser poesía él mismo, para caminar, dormir y despertar todavía en idiomas poéticos, en versos, entre sus queridas plumas viejas. Hace años que el hombre dejó de saber cuándo es que paga una factura, hace una cola o sube un ascensor tararear mentalmente una composición incipiente en lenguaje criollo, que se dispone a nacer, que se le escapa. En fin, y para hacer el cuento corto, se fue José Antonio Castro, un tipo que no conocí sino por el enlace que me pasó la Maraca: https://youtu.be/xwUaHhWLmbk

sábado, 29 de julio de 2017

¿Solo con el ejemplo? Estás pelao...

Me dices que hay que predicar con el ejemplo, pero… ¿será suficiente? Entiendo el poder de la muestra, de sentarme enfrente de tu demostración. No me queda dudas de que, incluso, es lo que mejor puedes hacer ahora para enseñarme. Pero es que, chico, aun así no te entiendo. Con todo tu vigor, con todo el arsenal de recursos con los que cuentas y que quieres brindarme, no puedo emularte. Eres como quien se asoma por una ventana, mira el paisaje, y trata de explicarme lo hermoso que es todo afuera. En ese caso específico, yo solo podría aprender a hablar como tú de las cosas que solo tú ves, a guiñar los ojos cuando el sol da en tu cara y a sonreír de vez en cuando, cuando te maravillas por las cosas que solo tú ves. Pero sería una payasada, una farsa. Sería solo una caricatura de lo que tú haces. Resultaría en una infructuosa empresa de malinterpretación, porque es que, mi pana, yo no siento lo que tú sientes, veo lo que tú ves o entiendo lo que tú entiendes. Tus esfuerzos y los míos no funcionarán para lo que has pretendido que funcionen porque yo no sé qué te motiva, de dónde sacas tus cosas o bajo qué estímulos produces tus maravillas intransferibles.

miércoles, 12 de julio de 2017

Murió la humanidad

Observa a la humanidad. Obsérvala muy bien. Haz un ejercicio de abstracción. Compara el curso de la vida de la humanidad con la vida de un solo ser humano. Observa su origen, su cacareado crecimiento, sus heridas no curadas, sus avances tecnológicos, sus ciclos no completados. Mira cómo sus contradicciones, su mejor y peor cara, se muestran alternativamente una y otra vez, creando la incertidumbre como modo de sobrevida. Ve toda la energía que dedica a destruir en supuesto favor de sus intereses. Fíjate que provoca catástrofes y no toma responsabilidad. Invade territorios que no le pertenecen y extermina lo que allí encontró, hasta devastarlo todo a su alrededor… claro, en nombre de su libertad y seguridad. Dime, ¿ya lo hiciste, ya lo imaginaste? Ahora dime, si te dijera que al final de la historia la humanidad, encarnada en un solo ser así de inestable e irresponsable, esta desaparece para siempre… ¿no te parecería lógico y hasta justo?

martes, 11 de julio de 2017

Aquí chico, sin propósito

Me quedé sin propósito. Pensándolo bien, creo que nunca lo tuve. Caminar sin propósito, se me antoja, es caminar sin rumbo; y cuando uno camina sin rumbo, parece a veces que uno llega al destino, aunque sea con mapa prestado. Pero uno se da cuenta más temprano que tarde que ese no es el destino de uno, que tal vez es el destino de otros que también andan por ahí, sin propósito, tal vez sin saberlo, tal vez parados ya en el lugar correcto. Y así sigue uno, vagando de un lugar a otro, de una brega a otra, de una ilusión a otra, quemando los minutos de vida que nos fueron regalados, sin acercarse al sueño propio, a ese que quizás se escondió tanto entre la maleza de la necesidad, de lo cotidiano, de lo urgente, que creímos perdimos para siempre. Ya sentado aquí, en esta piedra al margen del camino ajeno, cuando siento fuerzas internas, invisibles, mudas, pero que golpean de adentro para afuera, como susurrando un sentido, una dirección. Creo que estas fuerzas raras, sospechosas, fueron las que siempre acallé con la torpeza infantil de antaño, pero que ahora, con humildad y mucho oído estoy dispuesto a recibir para ver qué me cuentan. Espero entonces que no sea así como muy tarde para tener el propósito ese, del que pocos me han conversado antes.

lunes, 10 de julio de 2017

Porque me de la gana

Porque me da la gana. Esa es mi respuesta ante tanta preguntadera necia. Porque quiero, les diré cada vez. Porque siento que debe ser así, contestaré en cada oportunidad. Entiendo tu inquietud, tu preocupación por mis cosas; el cariño que dedicas a fijarte en mí. Es solo que creo que llegó el momento de accionar luego de tanto hablar. Es que me resulta oportuno este instante para incluso equivocarme y pasar al próximo paso, en el que todo será mejor, en el que todo será más fácil, en el que el misterio original se desvanecerá y dejará apreciar los recursos con los que cuento ahora. Pero eso lo sabré luego, no por ahora; eso lo sabré cuando haya recorrido cierto camino adelante, cuando el aprendizaje me regale mis llagas bien ganadas… mientras, chico, es porque me da la gana.

viernes, 30 de junio de 2017

Rebelión pendiente

Aquí vivíamos. Nos sentíamos bien. Todos mostrábamos un patrón de conducta uniforme, más que conforme. Estábamos contentos con lo poco que nos dieron a leer y practicar para ser felices. Un pasito pacá, un pasito pallá. Y así íbamos al compás de quienes nos hablaba desde el escalón. Pero uno nunca puede estar tranquilo. Siempre sale alguien que quiere perturbar el orden, ese orden aprendido y seguido a pie juntillas. Al parecer había uno de nosotros que comenzó a hacerle caso a esas sensaciones vulgares, a respetar otras cosas, a dibujar formas, caminos distintos al resto… y se armó el lío. El pobre loco sufrió primero la burla, luego la cayapa de argumento en contra y, finalmente, la retaliación de los del escalón. Afortunadamente, parece que lo lograron acallar y sus locuras ya no tienen efecto en el resto, que por un momento se fijaron en él para luego volver a su carril. Mira, creo que podemos estar tranquilos, aunque porái escuché que un grupo de curiosos se habían subido a la misma ventana a mirar la extraña luz que él miraba… germinando.

Germina el amor

Germina el amor. Entre la basura, entre lo que creíamos estéril, germina el amor. Resulta que había una semilla, oculta a los ojos entretenidos, que un buen día echó a caminar, a florecer. Sin voluntad; solo se dejó llevar. No se resistió más a su naturaleza. Fue lo que siempre había sido, pero esta vez sin ataduras, sin apegos. Absurda paradoja deshizo cuando, al dejar sin temor la contradicción que le alienaba, dejó atrás la penuria y el sufrimiento. Ya no tropieza con sus propios pies... solo existe, solo es.

Hónrame, anda...

Hónrame por lo poquito digno que tuve. Anda, toma con pinzas esas pequeñas, superficiales y simpáticas cosas en las que me involucré y magnifícalas para que todos las puedan ver; para que puedan apreciar lo chévere que soy, lo prohombre que soy, lo ilustre que soy. Tapa con la cobija de la mudez el resto de mí… es decir, lo que soy en verdad. Zanja la opinión de mi audiencia hacia lo brillante, lo creativo, lo colaborador que soy a veces. No dejes un resquicio de duda acerca de lo agradable y conveniente que soy para esta comunidad de ciegos aletargados que no ven más allá de mi acto de prestidigitación. Cierra para siempre la puerta que lleva a mis basurales, a mis miserias indecibles. Veo que entendiste. Entonces, chico, encárgate pues de los eventos que cayeron para hoy: el de la inauguración, el otro del bautizo y el de la noche, la condecoración; pero eso sí: sonríe… mira que te están tomando desde el árbol.

jueves, 29 de junio de 2017

Pero todavía no

Quemaré mis recuerdos de ti. Bajaré por el acantilado y dejaré que la marea se lleve todo lo que fuiste para mí. Abriré las ventanas y dejaré salir tus aromas de sonrisa, de pelea, de pasión, de mirada perdida. La brisa de mis mañanas se tomará tus piropos y la dispersará por ahí, por fuera. Tomaré conciencia para sobrevivir y haré el esfuerzo correspondiente, responsable, de honrar tus días a mi lado. Finalmente, abriré mis labios, y con palabras entrecortadas, pronunciaré la amarga y necesaria despedida; pero ahora no será... Abrázame.

domingo, 18 de junio de 2017

Felicitaciones a los que no corrieron

Felicitaciones a los que no corrieron. Felicitaciones a quienes se quedaron cerquita después de la noticia. Felicitaciones a los que reconocieron su cuota de responsabilidad ante el asuntito. Felicitaciones a quienes lo planificaron y a quienes nos sorprendió. Felicitaciones a quienes, por encima de la distancia, las dificultades y hasta el plano en el que andan, permanecen presentes. Felicitaciones a quienes lo hicieron como pudieron, como quisieron. Y si existiese una mención especial en el rubro, felicitaciones a los que, en medio del amor que sentían, asumieron el rol de padres y lo echaron palante.


Felicitaciones, a esos tipos.

martes, 13 de junio de 2017

El Cerro no está

Se tapó el cerro. No se ve. Se cubrió con neblina y lluvia, pero ahí está. Cualquiera que venga y mire dirá que no hay nada ahí, que es solo vacío; pero yo lo he visto, es más: lo he subido, y desde arriba, mirado el sitio desde donde estoy hablando ahora de él. Nadie que no conozca a esa maravilla daría una moneda en una apuesta “ganada” a que no está allí, a que no existe. Es entonces, después de tanto estar pensando tonterías mañaneras, cuando percibiendo mi camino diario, me pregunto: ¿cuál es mi cerro cotidiano, ese que no puedo ver aunque esté, aunque determine mis pensamientos, mis acciones, mis creencias? ¿Cuál es mi neblina, esa que no me deja ver lo que está, lo que llamaríamos “realidad”? ¿Dónde está mi lluvia, la que es solo temporal y cómplice de otros factores al esconderme un trozo del panorama? Mire usted, ahora no lo sé, pero tengo buena idea de ello…

lunes, 12 de junio de 2017

ALGO ESTÁ MAL

Algo malo debe estar pasando, cuando vemos que preferimos lo que nos afecta negativamente, en lugar de lo que nos favorece. Algo patológico debe estarse gestando en nosotros para preferir lo que nos va a golpear en la cara en algún momento, y no lo que nos ayude a construir francamente desde nuestro interior. Tal vez sean estos cristales de lentes que por sucios, manchados o rotos no nos dejan ver bien lo que nos rodea, fabricándonos una realidad retorcida a la que no podemos resistirnos sin gozar de buena visión de lo que tenemos enfrente. Quizás no sean los lentes, sino nuestra interpretación de LO QUE ES. Podría ser que percibimos la bondad, la solidaridad o la compasión con suspicacia en lugar de con agradecimiento. Puede ser que no logramos descifrar los mejores mensajes, los que nos llevan de la mano para crecer, para obtener el equilibrio que trae paz, y los rechazamos a priori, corriendo luego a los brazos del bullicio y el gozo afectado, superficial, como para quedarnos a vivir para siempre en ese sitio que arde solo a ratos, a costa de nuestro tiempo y oportunidades de vida… tan combustibles ellos. Algo debe estar mal si nos sentimos solos, aún si provenimos de un entorno repleto de personas con el derecho y hasta el deber de amarnos, de sembrar en nosotros la semilla constructiva, reflexiva y crítica –cómo no–, pero al final amorosa. ¿De dónde cipote salió este colador de agujeros tan grandes que deja entrar en nuestros espacios sagrados lo más vulgar que desfila por una pantalla, lo más grueso de un discurso burdo y ridículo que receta progreso a ultranza? ¿Cómo es que somos el repetidor sin filtro de mapas ajenos, de intereses extraños que nos usan como difusores así de efectivos? Arrancados de raíces, parece. Ya no somos más nosotros. Somos algo más, una pésima copia incapaz de reproducir maneras propias, cultivadas en el patio de la casa, que brillen con los colores particulares de estos lares. Lo que más me arrecha de todo esto es que seguramente hay ojos que miran desde la barrera, frotándose las manos con nuestros temas irresolutos, golpeándonos entre nosotros con pasión de adolescente, con nuestra ceguera casi selectiva para, al final, caer exhaustos y darnos cuenta de para quiénes trabajamos.

martes, 23 de mayo de 2017

El odio está ganando.

El odio está ganando, diríamos ahorita. Particularmente, no creo que haya gente buena o mala, aunque sean activos contenedores de odio y perpetren sus acciones en contra de los demás con aparente gozo interminable. No hay seres malos que (igualito que como ocurre con la gente “buena”) hayan recogido durante años los mensajes que los forman tal como se muestran en estos días. Estoy de acuerdo, asimismo, que si no fuese por el avasallante poder de la bondad a lo largo de los siglos (a pesar de no tener el poder clásicamente entendido), ha sido amor el amortiguador y muro final que ha mantenido al ser humano lejos de la inconciencia, la autodestrucción y la extinción definitivas.
Pero sí hay estruendosas y confusas batallas entre el amor y el odio, en la que se intercambian banderas con corazoncitos y armas ensangrentadas entre las manos de un mismo cuerpo, entre dos lados de una misma creencia que se manifiesta con falsa vehemencia. Hay batallas en las que se expresa con desesperación "Ya esto se lo llevó quien lo trajo", mientras que en momentos más sosegados y de logros extraordinarios se puede sentir la bendición del amor sobre uno mismo, sobre los nuestros, sobre todos, articulados, no sé, ¿será por obra y gracia de un milagro?
Y así van, así vienen, así siguen. Las batallas entre los buenos y los malos, identificados con rótulos perfectamente manufacturados en serie por fábricas tan invisibles como efectivas, tan espejismo como dolor, tan corona y tan espina. Entonces, observando la cosa como va, no puedo imaginar a quienes planean, a quienes se benefician, para quienes el sufrimiento y el dolor son solo una herramienta o, en el peor de los casos, algo invisible, indetectable.

Pero me da la gana de ser optimista ahorita, en medio del tumulto, de la escaramuza, y camino mirando atento por qué rendija se comenzará a ver el próximo paso gigante del amor, ese que tendrá un período, un nuevo período de triunfo y estabilidad, terreno fértil para nuevas ideas, para buenas ideas, para construir sin la traición de la memoria, esa que cada vez se duerme a conveniencia de no sé quién y nos hace perdernos de nuevo y caer en el engaño de no poder ser críticos ni constructivo ante ninguna maquinaria caprichosa que hasta vidas y dignidades enteras se lleva por delante.

viernes, 19 de mayo de 2017

¿Condicionado yo? ¡Perro!

Y entonces Pavlov tocó la campana antes de darle comida al perro, por lo que el perro, en lo sucesivo, con solo escuchar la campanita, salivaba invariablemente y esperaba su comida a continuación. Alguien se enteró de los resultados y lo aplicó a un universo mucho mayor de seres. Y yo me pregunto: ahora, ¿Quiénes hacen sonar ahora la campana el vecindario? ¿Quiénes hacen ahora el papel del perro? ¿Qué sonido tiene últimamente la campanita? ¿Cómo lucimos cuando salivamos? ¿Cómo nos vemos cuando al fin nos dan el hueso esperado con tanta ansiedad?

lunes, 15 de mayo de 2017

Políticos extraterrestres

En una nave espacial llegaron los políticos, ese tipo de gente particularmente corrupta, desconsiderada y amantes del poder, que alternativamente hunde en problemas al resto de la población. Pero según me informan ahora mismo, están llegando otros platillos voladores con ladrones, violadores, codiciosos, indiferentes y cualquier otro tipo de malamañosos cuyo propósito consisten en destruir nuestra sociedad y hacer que todo vaya tan mal que nos acercaríamos muy pronto a la autodestrucción. Pues sí… han llegado. De hecho, si usted le pregunta a cualquier persona en la calle, en la iglesia, en el congreso, en la escuela, y en estos días especialmente, en la misma casa, los males de nuestro planeta, de nuestros países, de nuestros hogares, se deben a algún tipo de ser que viene de cualquier otro sitio, menos de aquí mismo. Existe el convencimiento de que un platillo de esos dejó caer sobre los techos de la ciudad algunos seres con forma de persona que son los culpables de los males que padecemos ahora. Así es, pues, que la madre del político que roba, pervierte y abusa debe ser de un sitio lejano en el universo, no una vecina nuestra, una conocida nuestra, ¡y menos!, una integrante de nuestra familia. Asimismo, el ladrón, el violador y el abusador provienen, seguramente, de por ahí del cinturón de asteroides, no de una “buena familia”, no de la casa de al lado, ¡y menos!, del cuarto de nuestros hijos, criados entre el capricho y la indiferencia. Por supuesto y segurito, los otros culpables, los de las otras razas, las otras nacionalidades, religiones y preferencias sexuales llegaron en un platillo más sofisticado, con intenciones más específicas, que consisten, al igual que los bichos anteriores, en confirmar que todos somos una bola de buenas gentes cuyos problemas tienen un origen distinto de nosotros mismos.

miércoles, 12 de abril de 2017

Preparándome para el arrepentimiento final

Me prepararé para el arrepentimiento final. Con algo de fortuna, tendré algunos años para sentar las bases para la mayor prueba del fraude que fue mi vida. He ido sembrando vientos por mucho tiempo, con cada uno que se me atraviesa, con mucho tesón, con insomnios incluidos. Pues mis tempestades finales, como dicen las estadísticas, serán vertidas sobre parte de quienes me soportaron una vez, mayoría de gente que me amaba: ahí les va el cierre. Cuando obtenga el diagnóstico, en mis fases de negación, furia y etcétera, estos ingenuos cercanos seguirán pagando muy caro estar a mi lado. En mis caídas, mis reclusiones y mi estadía final en el lecho, se abrirá el telón para comenzar, in crescendo, la lloradera, la jaladera de manos y el ruego porque no me dejen solo. Luego vendrá la meseta fastidiosa de recordarles pasajes de la vida en común que, con mucho tino, yo les jodí. Ante la muerte anunciada, sus buenos corazones desintegrarán sus rencores sutiles para despedirme. Pero ahí no termina el cuento; una vez ausente en cuerpo, se me tratará de recordar con amor, mientras tras bambalinas el odio latente entristecerá el momento para “no hablar más del tema”. Es pronto para el final mencionado, pero en lugar de enderezar el camino ahora y brindarle a ese manojo de amados de siempre un buen transcurso de vida juntos, no sé… seguiré jodiendo hasta el final, total: parece que el arrepentimiento arregla todo.

domingo, 5 de marzo de 2017

Se disparó el bicho...

La crisis solo multiplica lo que hay dentro, escuché. Como sabemos, si se multiplica por cero, dará cero. Si no hay nada dentro, al empujar la crisis, no resultará ninguna tara, retorcijón o crimen a la superficie evidente. El pobre es delincuente por su necesidad desmedida, ¿cierto?... ¿Y qué tal si hay un pobre diablo que resulta honesto, consecuente, auténtico? ¿Qué tal si existe lo contrapuesto? El germen reside dentro, al parecer. El factor multiplicable durante la crisis, según cuentan, no depende de la cuenta corriente. Según dicen, el bicho inoculado durante la historia compleja es susceptible de crecer por el efecto multiplicador de cualquier variable del ambiente. Aparentemente, no es solo una anécdota, un cuentico. Según dicen, es un sedimento que convive y que está dispuesto a asomarse para tomar el control cuando sea oportuno y expresarse ensordecedoramente al ser llamado a la acción. Entonces, ¿cómo quedamos con la moral aquella, con el cuentico aprendido, con los principios inyectados a carajazos, con lo que aprendimos y estamos dispuestos a defender?

Mejor nos olvidamos del tema…