Soñé contigo. Soñé contigo,
y a pesar de que fui yo quien puso esas palabras en tus labios, me sorprendió. Soñé
contigo y te di el más acomodaticio de los discursos para que me lo dijeras y
me alegrara. En el excelente performance registrado en mi obra onírica, te
comportaste muy bien, brindándome el confort que siempre deseé. Lo único malo
es que yo era el escritor, director y tramoyero; tú sólo prestaste tu imagen
para redondear la escena perfecta. Hoy, que te veo, no sé explicarte lo
magnífica que estuviste, lo capaz que eres de decirme aquellas cosas tiernas y
morir por mí. No encuentro, al verte pasar, la manera de decirte que soy yo, el
de anoche, el que deseoso de que estuvieses más cerca de mí, te metió en su
cama… aunque de raro modo.
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