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domingo, 9 de febrero de 2014

Amnesia con ganas

Entonces la tragedia y el espanto ya no surtieron efecto. Entonces la muerte, el asesinato y la humillación no pasaron de ser sino memoria muerta, historia indolora. El tiempo cumplió una vez más con su papel, ese, de curar lo peor. Pero entonces mató también la lección, eliminó la posibilidad de la memoria salvadora, de la experiencia necesaria. En consecuencia, estamos de nuevo en esta payasada, en medio de páginas morado suave tirando a rosa, en medio de convincentes discursitos justificativos fantoches de lo que ha pasado y seguirá pasando… porque así somos… porque así es más fácil ser.

sábado, 8 de febrero de 2014

Absurdo

¿Cómo argumentar en forma brillante acerca de un enfrentamiento absurdo? ¿Cómo sacar provecho de algo que es tan tonto como destructivo? Poco se podrá decir de la estupidez, de la necedad de muchos que se esfuerzan por crear una diferencia irritante, mortal en ocasiones. ¿Qué es del respeto en este tema? Decir algo hermoso para enderezar el entuerto es como obtener flores de un tarro vacío, como hacer una figura con tierra seca, como regar un terreno sin semillas: absurdo, imposible, sin sentido. Estas líneas son, tal vez, un acto de impotencia ante la necedad; es, seguramente, un lamento ante lo que vergonzosamente existe en nuestros propios corazones.

Dulce vapuleo

Agridulce bapuleo que fue perdiendo el dulce con los días. Espectacular experimento del alma en el que el vuelto resultó mayor que el pago. Confusa lección no aprendida que deja terrible pesar. Estoy vivo es sólo un decir que raya en la ridiculez: ¿No es lo único que se necesita para morir? Entre recuerdos, fantasmas y heridas disfrazadas de argumento, camino con las manos en los bolsillos, sin una piedra qué patear, sin culpable identificable. Qué vaina cuando no hay más culpable que el tipo del espejo, que sus maniobras inútiles de resucitación de un moribundo encontrado en las vías del tren. No se sabe cuándo parar. El sabotaje no para y todo sigue rodando con unas cuantas ruedas menos, con unos cuantos suspiros fenecidos. El corazón late ya en otra nota, con un ritmo enrarecido por la neblina. Ya caminado, el corto camino no deja ver su origen y no sé por qué llegué aquí, por qué lo decidí. Una lozana flor se aleja de mis manos, irremediablemente, para perderse entre las espinas que salen del borde del camino y la arropan. Todo se me pierde en dos dimensiones, sin aroma, sin piel, sin existencia. No hago más que esperar una supuesta señal; miro hacia arriba para ver si el director de la orquesta ajena decreta el final de crescendo y se acaba todo, y comienza el resto de la nada, teñido de un nuevo gris a examinar, a identificar, a temer.

Ah vaina seria (o Sí, Luís)

Y fue así como las corporaciones farmacéuticas y las cadenas de comida rápida a nivel mundial se pusieron de acuerdo e hicieron el esfuerzo que estábamos esperando. Ellos se avocaron a la salud colectiva. Las comidas rápidas invertirían una millonada para reformular sus platos y bebidas con el fin de lograr comidas saludables que contribuyeran positivamente al desarrollo físico de sus clientes. Las farmacéuticas, por su parte, orientarían sus fórmulas para curar lo más rápidamente posible a los pacientes y coordinar luego con las comidas rápidas la estabilización de la salud pública, tradicionalmente afectada por sus productos. Ambas iniciativas validarían la antigua conseja de que la mejor medicina es la comida. Debido a la nueva empresa de esas organizaciones, volcadas al bien común por decisión propia, y aún a costa de sus ganancias tradicionales, hubo una revolución en el bienestar de todos los ciudadanos afectados hasta ahora, con la consecuente mejora en la percepción de la colectividad de la imagen de estas grandes corporaciones. Es decir, estos grupos económicos dejaron de preocuparse por sus propias y exorbitantes ganancias, para aportar bienestar al ser humano al que le debían sus altos puestos en la sociedad.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Alguien tropezó

Alguien tropezó y cayó. Alguien desvió su camino de repente y la caída lo llevó a poder mirarme a un lado del camino. Ahora está cerca, recibiendo mis atenciones y brindándome las suyas. Hacen muchos días de la caída que nos regaló su presencia, pero la maravilla merece admiración diaria, perenne. Todo cambio a colores claro, colores pasteles. Todo parece mucho mejor…y lo es. Su estrepitoso precipicio me obsequió bienestar. Su gazapo regó mi jardín, y ahora que comienza a mirar hacia los lados, como buscando su camino, el miedo hace su aparición de nuevo. No estoy en su camino, no soy más el protagonista de sus atenciones. Desde este momento, me voy degradando en grises, me voy convirtiendo en pasado. Después de soltar su mano, me doy por enterado de que mi futuro sigue siendo mi pasado y que el presente ya no existe. Guardaré las toallas, los pañuelos, los cobertores en la repisa de la esperanza ahora desvanecida y me sentaré de nuevo a esperar, al borde del camino, para ver si con mis lágrimas se hace un charco y alguien más cae.

Al fin puedo

Al fin bajó el ruido. Al fin bajó el vértigo. Al fin la respiración agradece el momento. Las mortificaciones difirieron su efecto residual y se despidieron con un apacible “hasta mañana”. El paisaje ya no da vueltas. Ya los flancos no son parajes fugaces, burlones. Ya todo se puede distinguir al detalle, si se quisiese, aunque hay menos luz. Ya puedo suspirar por cualquiera de mis pensamientos perdidos. Ya puedo ser menos cauteloso, menos consciente de “los peligros” que acechan. Ya puedo usar el espaldar con gusto, sin temor a caer en un letargo en medio de una urgencia. Ya puedo, ya puedo enfrentarme al terrible enigma de sonreír y no saber por que. Ya puedo, según veo, ser el desastre que solía ser

domingo, 2 de febrero de 2014

Vivió con ganas

Vivió con ganas, pero no las sació. Se preguntaba de dónde provenía el deseo, el apego. Mientras, seguía caminando, resistiendo la tentación, el desvarío, la ebriedad. Era una roca blanda por dentro, y a la vez que miraba pasar lo exquisito, lo brillante, lo desaforado, su dura corteza no le concedía un resbalón, una mala experiencia potencial que le brindara base decente de reflexión. Y así dejé de verla, con la ebullición por dentro, con la vibración de un monolito ávido, con las ganas de vivir algo que valiera la pena.

Conviviré con el dolor

Viviré con ese dolor. Sin disparadores, sin explosiones que diseminen su desolación a la superficie, su destrucción alrededor. La pelea está perdida, por lo que conviviré con el verdugo. Los derrumbes serán controlados, en soledad. El sollozo no verá el sol. La gente se preguntará qué es ese ruido en el sótano, pero seguirán su camino como si nada; nunca se enterarán del cuento completo, de la historia que aún hoy no deja de ser tortuosa, espinada. Mientras tanto, por el momento, una mirada al espejo, una sonrisa fingida y la falsa empresa de pasarla bien.

Viviré con tus razones

Viviré con tus razones. Haré caso a tus sabias riendas en momentos decisivos. Recordaré tus palabras y cocinaré mis días con tus recetas. Caminaré por sobre tus huellas, tratando de no salirme y ser reprobado. Reiré cuando rías y lloraré cuando llores. Copiaré tus gestos, tus muecas, tu manera de caminar, tus poses. Haré mías tus necesidades y logros… soy buen observador. Y seguiré siendo el eco de tus sonidos, una caricatura malograda tuya, hasta que de repente, de una bofetada de un amanecer, te alejes... y adivina: trataré de vivir la vida como tú. Mientras, por favor no te me pierdas de vista.