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martes, 29 de enero de 2013

Coherencia radical


Camino cuesta arriba hacia la coherencia, pero el camino es difícil. Al parecer, para ser coherente hay que ser radical, dado que la flexibilización tiende a desvirtuar las posiciones firmes. No dejo de ser acomodaticio, oportuno según la ocasión. La hipocresía es la infusión que degustamos cada mañana para no morir en los intentos del día, en los fracasos de la jornada, en las frustraciones por venir. “Lo mejor es lo que pasa”, dicen, mientras dejan la batuta a otros, a la vida sola, al Supremo; y mientras, maduramos, crecemos. “La vida es así”, dicen, mientras cada hora demuele la esencia original, pujante, soñadora que fuimos al inicio de la razón, cuando la libertad era obvia, cuando se moría en la batalla por los propios pensamientos. Ahora examino mi existencia y puedo ver sólo retazos de excesivo ajuste, de facilidades y ebriedades permanentes para seguir el camino. Me vendí y ahora, a medio camino, sólo quiero horas de vida en lugar de razones para vivir.

Hágase hampón. Muévase.


Buenas ideas para delinquir y engañar... sólo por TV, cine y videojuegos. Si no es bueno en eso de que se le ocurran maneras excepcionales de joder al otro, sólo apriete el control remoto, compre sus cotufas o agarre el joystick. No debe usted ser ningún genio, como seguramente no lo es; no necesita haber crecido en un ambiente desfavorable a la moral y las buenas costumbres; no necesita haber estado en prisión. Por mucho menos que esas cosas aterradoras, usted ha sido iluminado por la publicidad para entrar al mundo delictivo sin ser muy golpeado antes. Agarre el control usted mismo. Quítele el tabú a la muerte y hágala costumbre, cotidianidad. Organice el próximo robo, el asesinato de sus sueños con unas sesiones delante de la pantalla, que quizá dos horas le serán suficientes. Aprenda de armas, de malas mañas, de traición y venganza por las noches o en sus fines de semana. Omita la parte del espectáculo en el que la madre sin hijo llora o la esposa y los hijos quedan sin padre, que esa parte... esa parte... tal vez no la alcance a ver.

viernes, 25 de enero de 2013

¿Salir de la violencia? No, gracias.


Desde mi ceguera hice mi esfuerzo para derrotar la violencia que cargo sin querer. Ya me cansé de tanto sobresalto, de tanto atentado a la paz que merezco. Comencé por tratar de darme cuenta de qué tan violento puedo ser y cuál es la causa de tales explosiones y comportamiento dañino. Estoy yendo al templo, como una nueva solución que barra mi espíritu contaminado por el día a día en esta ciudad. Por otro lado, estoy yendo al sicólogo para establecer los orígenes de mi violencia y las señales que debo interceptar cada vez. No podía perder la oportunidad de mirar hacia mi familia, mi mujer, mis hijos, y limar los entuertos que ayudé a forjar desde hace años. Pero no es posible. Cuando tapo un agujero, otro se deja ver como proveedor de violencia. Cuando ya creo que elimino una fuente de daño, otra entra por la ventana y se sienta de nuevo en mi mesa. Cada botón, cada pantalla, cada paseo está impregnado de violencia. Mi piel saturada de la violencia irradiada conserva la peste a destrucción. En cualquiera de sus formas, directa, verbal o sugerida, la nefasta dama está destinada a aterrizar a mi regazo y a convivir para siempre. Aquí sigo, pues, desde mi ceguera -en ejercicio pleno de sus calamidades-, con muchas menos esperanzas que hace un tiempo, con muchas menos ganas de hacer algo al respecto.  

martes, 22 de enero de 2013

El nuevo viejo verde


Soy un viejo verde. Eso sí: de los nuevos. Muy viejo para las chicas y muy joven para las veteranas. Estoy en un vértice en el que las canas me permiten mi recién nacida circunspección tipo patriarca, mientras, por otro lado, no he aprendido las maromas propias del perro echao que espero con ansias. Cuando me acerco a la deliciosa y primaveral fémina, ésta se anticipa con un “¿En qué le puedo ayudar?” o el “¿Necesita el asiento?”. Por otro lado, la generación de varones que me sigue ya me endosó el “Maestro”, “Don” o el tan elevado “Señor”. Tengo el carro lleno de música de los tiempos de mis padres, pero también de música loca de carajitos para deleitar a las menores pretendidas. Mi closet alberga trajes y corbatas, tantos como chalecos de colores y lentes de sol extravagantes. Acabo de salir del gimnasio con unas ganas chifladas de reflexionar un rato. Estoy jodido. Estoy en una transición nublada, agridulce que no me deja comodidad alguna, dejándome como el más viejo de los jóvenes y el más joven de los viejos... qué vaina.

miércoles, 16 de enero de 2013

Días malos


Días perdidos, sin sentido, vacíos. Días en que los que dormir parece la redención. Días de mal sabor, dignos de olvidar por inútiles. Días aburridos, suspendidos en la nada, lejos el placer de estar vivos. Sin sueños ni intenciones, sin ganas ni fuerzas, sin rumbo a seguir. Nada. Ni siquiera un retazo de lo bueno que puede comenzar. Ni un indicio, una luz, una pista para aterrizar luego de este vuelo errático, equivocado, desorientado. No hay mal que por bien venga hoy. No se vislumbra el final del túnel y casi que ni importa. Sólo estoy aquí, en la cama, sin asear, sin mi café, sin ganas de haber sobrevivido la noche.

martes, 15 de enero de 2013

¡Deja la paja!


Me da vergüenza recibir afecto. Y es peor en público. Debo buscar medidas urgentes de evasión ante la aparición de caricias, frases cariñosas o ciertas atenciones. La mejor es poner mi cara de culo, la de siempre. La verdad es que me agrada ser querido, pero siento un corrientazo cuando pienso de devolver el gesto; por eso quedo rígido. No importa lo que hagas, lo que hagan, siempre me quitaré tu mano de mi mejilla como si fuese un pegoste desagradable. No te voy a pedir que lo repitas a pesar de que me gusta; sólo seguiré repeliendo con todos mis impulsos eso que me quieres regalar. No me importa, chica. Déjate de esa vaina... ¡Yo nací y crecí sin esas estupideces y pienso morir así!  

viernes, 4 de enero de 2013

Ni tan calvo...

Corrí mucho más de la cuenta y resultó una estafa. Traté de ser precavido y resulté ser un cobarde; luego traté de ser osado y resulté ser un loco desaforado. Me empeñé en ser honesto y resulté un imbécil; intenté forzar la barra lo necesario, y resulté un delincuente. Quise ser conservador y me tildaron de tonto; entonces salté por encima de la barda y quedé ensartado en la calamidad. Me pareció que debía explorar el mundo caminándolo, y terminé perdido en mis prejuicios; por eso me senté a leer, a examinar la experiencia de los entendidos, y terminé extraviado en el papel frío, en ideas ajenas, en teorías salidas de experiencias que no eran mías. Me dispuse a ser bueno y terminé ridiculizado. Harto, por despecho, fui voluntariamente malo, y sorpresivamente, en medio de lo exhausto, me fue mejor. Ya no tenía pellejo que doliera, vergüenza que asistiera. Dentro del torbellino de la ya no confusión, porque me da la gana, me encuentro con mis ojos sin lágrimas, con el pecho sin latidos honestos, escuchando cómo apuestas a tus ideales.

jueves, 3 de enero de 2013

Ni bueno... ni malo


Nunca se trata del bueno y el malo, del adecuado y el malsonante. Se trata de circunstancias distintas orientadas por el esfuerzo, por la suerte, por la ignorancia, que se juntan y producen heridos, al menos según una de las partes. Y nada mejor que la indiferencia conveniente para apartar lo que nos parece feo y quedarnos sólo con lo “lindo”. Pero nada, chico; mientras, seguiremos viendo la historia del monstruo de Frankenstein, creado por los mismos que al final, para darle un final feliz al cuento, necesitan matarlo.

martes, 1 de enero de 2013

Otro año más


Otro año más. Otro año menos. Todos esos días han caído hacia atrás y más vale que hayan dejado algo. Más vale que la retrospección extraiga algo más que fotos y anécdotas risibles. Cada una de esas muchas veinticuatro horas desfilaron hacia ti dejando un grano a la vez, e imagino con esperanza que decenas de ellos se quedaron muy cerca de tu cabeza, de tu corazón. Pensándolo bien, y mirando tus ojos y tu sonrisa, tu falta de pose, así como esa nueva fortaleza que luces, que algo más que unas decenas de granos de arena ya residen en tu ser. Y bueno, ya dejando de mirar la paja en el ojo ajeno, déjame solo para ver qué encuentro en mi año, ése que también se acabó. Que tengas un feliz año, amigo.