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martes, 23 de mayo de 2017

El odio está ganando.

El odio está ganando, diríamos ahorita. Particularmente, no creo que haya gente buena o mala, aunque sean activos contenedores de odio y perpetren sus acciones en contra de los demás con aparente gozo interminable. No hay seres malos que (igualito que como ocurre con la gente “buena”) hayan recogido durante años los mensajes que los forman tal como se muestran en estos días. Estoy de acuerdo, asimismo, que si no fuese por el avasallante poder de la bondad a lo largo de los siglos (a pesar de no tener el poder clásicamente entendido), ha sido amor el amortiguador y muro final que ha mantenido al ser humano lejos de la inconciencia, la autodestrucción y la extinción definitivas.
Pero sí hay estruendosas y confusas batallas entre el amor y el odio, en la que se intercambian banderas con corazoncitos y armas ensangrentadas entre las manos de un mismo cuerpo, entre dos lados de una misma creencia que se manifiesta con falsa vehemencia. Hay batallas en las que se expresa con desesperación "Ya esto se lo llevó quien lo trajo", mientras que en momentos más sosegados y de logros extraordinarios se puede sentir la bendición del amor sobre uno mismo, sobre los nuestros, sobre todos, articulados, no sé, ¿será por obra y gracia de un milagro?
Y así van, así vienen, así siguen. Las batallas entre los buenos y los malos, identificados con rótulos perfectamente manufacturados en serie por fábricas tan invisibles como efectivas, tan espejismo como dolor, tan corona y tan espina. Entonces, observando la cosa como va, no puedo imaginar a quienes planean, a quienes se benefician, para quienes el sufrimiento y el dolor son solo una herramienta o, en el peor de los casos, algo invisible, indetectable.

Pero me da la gana de ser optimista ahorita, en medio del tumulto, de la escaramuza, y camino mirando atento por qué rendija se comenzará a ver el próximo paso gigante del amor, ese que tendrá un período, un nuevo período de triunfo y estabilidad, terreno fértil para nuevas ideas, para buenas ideas, para construir sin la traición de la memoria, esa que cada vez se duerme a conveniencia de no sé quién y nos hace perdernos de nuevo y caer en el engaño de no poder ser críticos ni constructivo ante ninguna maquinaria caprichosa que hasta vidas y dignidades enteras se lleva por delante.

viernes, 19 de mayo de 2017

¿Condicionado yo? ¡Perro!

Y entonces Pavlov tocó la campana antes de darle comida al perro, por lo que el perro, en lo sucesivo, con solo escuchar la campanita, salivaba invariablemente y esperaba su comida a continuación. Alguien se enteró de los resultados y lo aplicó a un universo mucho mayor de seres. Y yo me pregunto: ahora, ¿Quiénes hacen sonar ahora la campana el vecindario? ¿Quiénes hacen ahora el papel del perro? ¿Qué sonido tiene últimamente la campanita? ¿Cómo lucimos cuando salivamos? ¿Cómo nos vemos cuando al fin nos dan el hueso esperado con tanta ansiedad?

lunes, 15 de mayo de 2017

Políticos extraterrestres

En una nave espacial llegaron los políticos, ese tipo de gente particularmente corrupta, desconsiderada y amantes del poder, que alternativamente hunde en problemas al resto de la población. Pero según me informan ahora mismo, están llegando otros platillos voladores con ladrones, violadores, codiciosos, indiferentes y cualquier otro tipo de malamañosos cuyo propósito consisten en destruir nuestra sociedad y hacer que todo vaya tan mal que nos acercaríamos muy pronto a la autodestrucción. Pues sí… han llegado. De hecho, si usted le pregunta a cualquier persona en la calle, en la iglesia, en el congreso, en la escuela, y en estos días especialmente, en la misma casa, los males de nuestro planeta, de nuestros países, de nuestros hogares, se deben a algún tipo de ser que viene de cualquier otro sitio, menos de aquí mismo. Existe el convencimiento de que un platillo de esos dejó caer sobre los techos de la ciudad algunos seres con forma de persona que son los culpables de los males que padecemos ahora. Así es, pues, que la madre del político que roba, pervierte y abusa debe ser de un sitio lejano en el universo, no una vecina nuestra, una conocida nuestra, ¡y menos!, una integrante de nuestra familia. Asimismo, el ladrón, el violador y el abusador provienen, seguramente, de por ahí del cinturón de asteroides, no de una “buena familia”, no de la casa de al lado, ¡y menos!, del cuarto de nuestros hijos, criados entre el capricho y la indiferencia. Por supuesto y segurito, los otros culpables, los de las otras razas, las otras nacionalidades, religiones y preferencias sexuales llegaron en un platillo más sofisticado, con intenciones más específicas, que consisten, al igual que los bichos anteriores, en confirmar que todos somos una bola de buenas gentes cuyos problemas tienen un origen distinto de nosotros mismos.