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lunes, 30 de abril de 2012

Temo al dolor


Temo al dolor. Temo al dolor que lacera, que golpea, que quema, que punza. El pavor se levanta por sobre mi tranquilidad y arranca un gemido mudo que cierra los párpados al instante, sin mediar, sin tocar la puerta. En un asalto imprevisto caí en en el suelo, sin fuerzas para sostener un grito de pedir auxilio. En medio del sudor, todo parece zigzaguear entre la sorpresa y lo insoportable. Mi dolor y yo, en una lucha que pierdo sin argumentar, en un pasillo solitario que parece, más bien, el último de todos. Temo que vuelva. Temo que aparezca de nuevo, sin rostro, sin piedad, sin posibilidades de evasión a mi favor. La bata blanca ya no pudo y estableció su ineptitud de ahora en adelante, dejando paso al desfile de espasmos en esta vigilia que se torna eterna e insistente en hacerme sentir vivo, pero de la peor manera. Creo que estoy listo para partir. Creo que estoy listo para intentar zafarme de esto sin permiso divino, sin consideración humana, sin más prescripción que lo que tengo en la mano, que según me han contado, es fugaz en la cura de estas dolencias que de tanto horadar el cuerpo, ya han anidado y descosido el alma.

Saco la pistola


Henos sentados aquí a discutir. En la necesidad de negociar, en el interés por llegar a un acuerdo justo para ambos, el calor de la conversa sube. De pronto, me fastidio de tus pendejadas y saco mi pistola, dejándola en la mesa, cargada, fácil de accionar. Tu cara cambia y retrocedes en silencio hasta tu espaldar. El tono se aplaca. Desde ese momento en adelante, el tema me es más placentero de tratar; es sencillo sugerir soluciones a las que no te resistes... no mucho. Sí dices cosas, pero ya tu vehemencia no es la misma; y si lo fuese, yo te recordaría, con una mirada disimulada, la presencia de mi aliada metálica como invitada especial, definitiva. Hay que ver que si no es por este tipo de ayuda, las cosas no fluyen; el sentido común no aflora, carajo.

domingo, 29 de abril de 2012

La víctima se convirtió en verdugo


La víctima se convirtió en verdugo. Por un giro inesperado, y hasta indeseable del destino, la vida puso el látigo en manos de quien sufrió sus azotes durante años. Las miradas invirtieron sus propietarios, sus destinatarios. La resistencia, el aguante con el que se soportaba el castigo se ha transformado en la furia que devuelve el dolor, en la catarsis telúrica que inyecta  el veneno en quien ya no recuerda ser carcelero. Queda comprobado, señores del jurado, que ser bueno y malo sólo depende de la ocasión, de la circunstancia, del turno; y queda demostrado, una vez más, que las  víctimas habituales podemos ser igual de salvajes como victimarios, y, como dijo el poeta, tal vez un poco peor.

No quiero tu opinión


No quiero tu opinión; quiero que me cuentes los hechos. No quiero tu interpretación; yo aplicaré la mía. Ya me cansé de esta dependencia infinita que tengo de tus criterios, de tus argumentos. Déjame probar la verdad de primera mano y hacerla mía. No deseo repetir más, como loro obediente, las palabras que confeccionaste para mí. No quiero que intentes protegerme más de vivir mi propia vida, cayendo y levantándome por mis propios medios, con mis propias fuerzas. No tengas miedo de que avance distinto a ti, porque ya descubrí que no somos la misma persona. Así que, por favor, apártate y deja que pruebe mis propios platos agridulces.

viernes, 27 de abril de 2012

Un verdadero imbécil


Voy a consumir todo cuando se me presente. Cualquier apetencia será satisfecha y entregada a la gula. Afrontaré el fastidio de acabar con la novedad y entrar en la rutina que desgasta, una vez más. No morderé un ladito del dulce: lo engulliré y me empalagaré de una buena vez. No tomaré sólo un poco de lo que me causa bienestar; por el contrario, ensuciaré la mesa, el suelo, la sonrisa, el futuro posible, quedando el escenario de desolación... cada vez. No habrá pausa para disfrutar y sentir por que así me da la gana de ser. No sé ser de otra manera. No habrá pellizcos de felicidad, paréntesis de contentura. Manosearé todo lo hermoso, entre torbellinos de brutalidad, pasando por cegueras destructivas, acabando con el paladeo delicado de manjares potenciales, saboteando en cada oportunidad lo que pudo ser. Han llegado las arrugas; han aparecido las canas, y sólo veo ruinas en el camino recorrido. No hubo ahorro, sólo despilfarro. No reconocí el lado frugal de la vida, pensando que todo era renovable... y lo es, pero no reconocí que yo mismo soy un recurso que se desgasta, que no puede recuperar horas, momentos, pasado. He sido, en dos platos, un verdadero imbécil.

Soy un par de tetas


Soy un par de tetas, aparentemente. No mucho más. Cuando me habla, la raza humana no quita la vista de mi maś reciente inversión. Ni suben a mi rostro, ni bajan de XXX. Mi pecho es la noticia, la novedad, el tema. En la intimidad te pediré extremo cuidado, te fastidiaré a más no poder con mi exceso escultural. Cualquier cristal enfrente será ventana de chequeo. Mis flamantes lolas, debajo de mis pecas, no dejarán de ser acomodadas, acicaladas, buscando la mejor pose para la ocasión... casi como tus músculos, pues.

La pluma mensajera


La pluma fue sólo el enviado, el mensajero que dejaría su encargo en el papel. No fue cualquier cosa. No fue trivial. Se podría puntua, se podría someter a algún tipo de escrutinio al mensaje, pero aún así, no se podría cuestionar el motivo. Como impulso inexorable, desliz desde el corazón al brazo y entonces a la manos y sus expectantes dedos. Sólo ocurrió. Hubo de ser un estornudo del alma traviesa, expresiva, incuestionable por el momento. Ya veremos qué pasa allá afuera.

jueves, 26 de abril de 2012

He pensado en ti


He pensado en ti. He necesitado a alguna bella figura que me guiñe el ojo. He estrañado una caricia desinteresada, atrevida. He pensado en ti. He esperado a que un grato perfume adorne el camino de mis ojos, pero no te he visto; por ello, sigo pensando en ti. Tengo ansias de tu aroma. Sufro angustia por tu ausencia y sólo me puedo defender dibujándote en mi cabeza, con mis manos, dondequiera que ellas caigan.

lunes, 23 de abril de 2012

¡Escucha, coño!


No quieres escuchar. Mientras trato de expresarme, sólo piensas en tu próxima frase redentora, por supuesto, sin escuchar. Escuchaste una palabra clave y se te vino una idea que no tardas en soltar en mi cara. Tu mirada perdida, sorda, enfermiza, al no encontrar rendija por donde meter la cuña, interrumpe groseramente lo que trato de explicarte. Ni siquiera hablo de prejuicio. Ni siquiera me refiero a ideas encontradas, disidentes, dispares. Me refiero a que tus palabras han de ser más importantes que las mías, y con esa premisa es harto fastidioso entablar la conversa. Por eso es que, en general, no vengo a tu lado, porque te gusta tanto el sonido de tu voz que los demás se transparentan ante tu elocuencia afectada. Espero que en un futuro, cuando estemos más viejos, podamos ser más constructivos, abandonando los diálogos sin oír, sin apertura, sin propósito, sin respeto. Nadie dijo que sería fácil.

jueves, 19 de abril de 2012

Silencio elocuente

Silencio elocuente, mudez parlanchina que convence de una u otra cosa, dependiendo del escondite que escojamos. Voluntad es un decir. Decisión es un decir. La ceguera voluntaria toma formas insospechadas, formas letradas y convincentes, si así se quisiese. Pero no importa, no importa. El disfraz deja ver siempre el verdadero relieve del que se esconde, que quien pretende ejecutar magistral ilusión óptica, semejante y embustera prestidigitación. Alivio a veces; sorpresa que corroe y siembra odio otras veces. Yo sabía que sabías, pero tú no. Sin embargo callé y me hice cómplice de tu máscara, que se convirtió también en mía. Así, pues, estamos en este circo privado, tú y yo; en esta pantomima reducida a nuestro espacio. Así, pues, somos tú y yo; somos lo que creemos tú de ti y yo de mí; somos, además, lo que yo creo de ti y lo que crees de mí. Bizarra y espantosa multitud en sólo dos corazones envenenados de comodidad, heridos de puñales cuya punta no entra en la carne y hace sangrar… pero sólo eso.

Silencio de sospecha


Silencio de sospecha. No hay lamento, aunque no hay balance. Droga inesperada que calma las angustias, pero de corta duración. Tengo un tiempo para pensar, para lamentarme, para ver qué hago. No hay mapa, no hay receta, no hay fórmula de decencia que permita la supervivencia. No hay cobijo moral para el planteamiento: Prohibido. Y por prohibido, perseguido como suntuosa mercancía. Y por prohibido, mecanismos de contingencia ausentes: No entra en el procedimiento, en las buenas prácticas. No hay asistencia legal. Nadie quiere saber de la materia. Y mientras pienso, el efecto de la efímera panacea va desapareciendo, y se comienzan a presentar las sensaciones de agujazos entre coros intermitentes. De pronto, los escasos argumentos se van desvaneciendo en el dolor de nuevo y me declaro en bancarrota intelectual, en pobreza crítica para la acción. Súbitamente me convierto en el mismo adicto de hace un rato, en la misma parálisis que fui hace unos instantes. Días y noche de compulsiva automedicación no deparan curación, no todavía. Aquí estoy, tratando de meter un elefante en el bolsillo, con la esperanza enfermiza de lograrlo, con los ojos divorciados de la realidad. Sigo aquí, intentando establecer la crisis como costumbre, los gritos como diálogo, los traspiés como experiencia. Estoy seguro de que en unos años todo esto será causa de reflexión, de recuerdo lejano, de risa desganada; pero ahora, ahora no.

miércoles, 18 de abril de 2012

Voy a estallar


Voy a estallar. Te juro que un día de estos no me la calo más y voy a gritar lo que me dé la gana. Me quitaré los lentes, me despeinaré un poco y aflojaré la corbata... y ya vas a ver. Voy a dejar esta posesita ridícula que sólo me sirve para permanecer. Sin estructurar discurso alguno, te lanzaré las palabras que me den la gana para descargar todo este veneno que vienes sembrando; tu cosecha se acerca. Al fin sabrás lo que pienso realmente de ti, más allá de la cortesía de cartón, de este saludo adrede. En un par de días, seguramente tendremos la capacidad de ser honestos en extremo, por una vez en la vida. Después... después haz lo que debas hacer.

martes, 17 de abril de 2012

Qué necio, pana


Se cerró el grifo hace días y no salió más agua. Ahora me siento bastante incómodo, con una sed que no me deja pensar. Curiosamente, cuando la tenía a borbotones no me causaba un bienestar proporcional a esta calamidad… no que yo sepa. Con la luz del Sol pasa lo mismo, así como con poder caminar, con estar sano plenamente. Sólo tapando el huequito se sabrá cuánto hace falta este escenario que damos por sentado y que ni de cerca ha llenado mis más escurridizos espacios, mis más caprichosas y olvidadizas consideraciones. Total, chico, la necedad me arropa, me viste, me define. Soy un estupendo desperdiciador de recursos no renovables, y a las pruebas y consecuencias me remito. Pensándolo bien, se me hace tarde. Nos vemos en un mejor momento.

No quiero conocer a más nadie


No quiero conocer a más nadie. Con los que hay es suficiente. Me quedo con mis cuatro gatos. El torbellino de multitudes sordas, malhabladas o abultadas, no me simpatiza. Ya ni me acuerdo de los nombres escuchados cuando me dan la mano. No les presto atención. Caminando por el metro, a veces siento tremendo placer al sentirme tan desconocido, tan apabulladoramente ignorado. Cuando de repente, escucho a alguien gritar mi nombre, ruego, por favorcito del alma, que venga solo y no salga con “mira, Jovitus, este es un amigo”. Ya llegué al límite. Ya mi espacio para conocidos se asemeja a una vieja y recordada fiesta repleta, en la que cuando alguien entraba, otro era empujado por la ventana. La diferencia es que la fiesta era un bonche… ¡No me presenten más gente, coño!

lunes, 16 de abril de 2012

Agarra tu muchacho

Agarra tu muchacho. Quítamelo de encima. Ahórrame la ladilla. Haz algo ahora, que parece que estás a tiempo, para aplacar el pequeño monstruo que pulula por el salón. Date cuenta y recuerda que no vinieron solos, sino que se trajeron al ser diminuto que siembra el terror entre la audiencia. Mi pana, pasa por aquel rincón donde el junior grita y grita entre mocos fingidos a ver si “alguien” le atiende los caprichos de último minuto. Sí, claro, con el cuento de la estimulación precoz, de la libertad creativa y tu derecho a conversar, nos tienes bien jodidos. En el vagón, en la visita, el cumpleaños, ese germen de tu descuido corroe la comodidad de los presentes y siembra su dictadura delante de tu afectada complacencia, indiferencia… no sé qué será. Pero agárralo, sujétalo, estrangúlalo, al menos por unos segunditos, mientras me despido apuraíto y logro salir al fin de esta vaina.

Con un poco de hambre, con un poco de frío


¿Por qué no pensar como joven, sobre todo cuando se es joven? ¿Por qué no ejercer el arrojo del joven al pensar, al hablar, al hacer? ¿Por qué no porfiar con la fuerza, con la convicción joven del joven? ¿Por qué no otorgar el derecho de gritar a los cuatro vientos las verdades que el joven acoge en su interior? ¿Por qué el empeño de tronchar el impulso, intentando, desesperadamente, inyectar experiencias ajenas, bien intencionadas, pero siempre resultan odiosas? ¿Por qué carajo el intento de sobreprotección mutiladora, enceguecedora, estranguladora, que no deja aprender al ritmo que les dé la gana? Habremos de dar un paso atrás y escuchar. Habremos de abrir los ojos, aprovechar, mientras se cierra la boca, de aprender de la generación que viene repleta de nuevas ideas, de sueños, de lenguajes, y así dar buen oxígeno a la familia, a la sociedad. Seguramente haremos mucho más con una seña desechable que con un discurso grandilocuente. Que se jodan, claro, pero contra el suelo no golpearán… porque allí estaremos nosotros.

domingo, 15 de abril de 2012

Yo nazco. Tú, haz tu parte.


Nazco. Nazco en blanco, nazco limpio, nazco absorbente. Vengo sin un objetivo, al menos por ahora. Vengo a saber mi misión, dentro y fuera de mi pellejo. Espero ver las mejores cosas. Espero aprender en el orden correcto, para obtener lo mejor de cada momento, sin ansiedades, sin nostalgias, sin frustración. Vengo en son de paz, dispuesto a escuchar, a hacer caso, a emular lo mejor. Vengo con amplia apertura, a ver cada caso como consecuencia de cada acto y no a generalizar, a meter cosas distintas en el mismo saco. La verdad, no sé de qué se tratará la cuestión; sólo sé que todo deberá fluir de la mejor manera, sin empozamientos adrede, sin precipitaciones; sin prejuicios, en lo posible. Así que aquí estoy, a pesar de mis futuras causas, a pesar de las antipatías por encarar. Bienvenido sea yo, entonces, a tu mundo, a tu creación secundaria. Por favor, trata de quedar bien.

sábado, 14 de abril de 2012

Juan,Pedro y José: Siempre lo supe.


Juan era un joven activo, movido, atrevido, peligrosamente decidido a actuar. Sus notas fueron fluctuantes, dependiendo de qué materia le interesaba. En los empleos no había mucha estabilidad, aunque si mostraba un progreso profesional indiscutible. La duda nunca ha sido parte de su menú. El respeto exacerbado por si mismo no tenía discusión.

Pedro era un joven más bien analítico, reflexivo, aplomado, no muy eléctrico al momento de decidir; prefería, claro, esperar de un día para otro para consultar con su almohada el próximo paso. En sus empleos se ganaba el respeto de cada compañero y supervisor, aunque su visión personal lo llevaba a discusiones apasionadas de cómo debían ser la cosas. La duda era componente imprescindible para redondear sus criterios, haciéndolos más firmes cada día. El respeto por si mismo era una constante, que aunque podía aceptar duras críticas con amabilidad, siempre dejaba establecido su punto de vista con claridad y elocuencia.

José era un joven tímido, ensimismado, muy inteligente, aunque no siempre lo demostraba en su contexto. Guardaba muchos temores desde pequeño, lo cual producía una natural inseguridad al momento de actuar o de manifestar algún criterio, aunque lo hubiese trabajado por días. Tendía a duran mucho en cada empleo; de hecho, tuvo muy pocos empleos hasta el momento, en los que prefería aferrarse por seguridad, por estabilidad, por tranquilidad. La duda tenía, más bien, un papel pernicioso en su vida y frenaba los avances que por su capacidad coartada por él mismo podría lograr. El respeto por si mismo era cuestionable, hasta el punto de no conversar al respeto.

Estos tres tipos vivieron sus experiencias respectivas durante varios años luego, y fue necesaria, por parte de cada uno, tomar una decisión que cambiaría o haría dar un salto importante en cada una de sus vidas. La decisión fue tomada por los tres, y en medio de las posibilidades de ganar o perder, veamos lo que, en retrospectiva, los analistas opinaron en cada caso.

Juan ganó: Era de esperarse. Este hombre, desde muy joven, demostró el fuelle, el espíritu, el desprendimiento para lograr lo que logró. Este tipo siempre fue un soñador, un aguerrido afortunado que hizo su sueño realidad. ¡Felicitaciones a Juan!
Juan perdió: Era de esperarse. Era un loco, un desconsiderado. Esa manera de llevar la vida no podía terminar de otro modo. No puede lograrse nada si no analizas las cosas de una manera conciente. Qué lástima.

Pedro ganó: Era de esperarse. Este muchacho, de una manera muy equilibrada siempre tuvo la capacidad de medir los riesgos, y fríamente, saber que y qué no hacer. Pocas veces se nota este tipo de inteligencia en las personas. Definitivamente admirable.
Pedro perdió: Era de esperarse. Él tenía muchas posibilidades de ganar, pero esos momentos de titubeo que yo le veía fue lo que al final lo perjudicó. De verdad que no pensé que fuese a fallar, pero ahora veo muy claramente la debilidad que lo liquidó. Al final, nada nuevo.

José ganó: Era de esperarse. Este muchacho siempre cumplido, que navegaba en el torrente que lo rodeaba, aprovechó los aportes que le pasaban por el lado y los tomó para sí. Está claro que se pasó la juventud empollando el éxito. Sin mucha algarabía, mira lo que se traía entre manos. Yo sabía que esta explosión de triunfo tendría su momento para salir de la oscuridad y lo hizo. Impresionante…
José perdió: Era de esperarse. Con esa manera de ser sumisa, introvertida, sin interacción con el ambiente que debía conquistar, no podría acarrear otra consecuencia, sino el fracaso. No sé ni para qué analizamos este caso, que estaba perdido desde el comienzo.

miércoles, 11 de abril de 2012

Entre el beso y el rasguño


Hay una delgada franja en la que no se siente nada. Es una bendita equidistancia entre lo que daña y lo que protege. Hay una casi transparente película de envolver que te salva y te deja ver de lejos lo que divide, lo que trastorna. Se sienten los fogonazos de asteroides que pasan al ras, aunque sin lacerar. Se sienten las sedas de una caricia que amenaza con halarte y hacerte caer… aunque no se sabe de qué lado. Tierno receso de la implacable autopersecución. Infantil sensación de estar a salvo, entre telas y pieles familiares, que arrullan en su debido momento, casi a petición. Lástima que se acerca el momento en que el receso se torna en pasajera angustia que destroza las vísceras. Lamentable momento en el que manos invisibles, aunque inventadas por nosotros, nos sacan del tibio sitio y nos exponen de nuevo a los elementos, a la intemperie. Es entonces cuando hay que recordar, recordar más quiénes somos, por qué lo somos, y sacar a la luz las cicatrices ya curadas como escudo, como estandarte de lo que hoy queda… por cierto, suficiente.

Mirando hacia atrás


Hacía la fila mirando hacia atrás. La vi en el andén varias veces, mientras llegaba el tren. No quitaba la mirada de la escalera que bajaba, como esperando a alguien que afectó su vida. Casi en medio de lo enfermizo, ni se daba cuenta de que la cola avanzaba, siendo advertida siempre por quien le seguía. En distintas ocasiones, mientras yo bajaba por las escaleras, sentía el barrido agudo y fugaz de su mirada escrutadora. En estos días la vi de nuevo, haciendo la cola como todos los demás; seria, cabizbaja, ya sin búsqueda. Seguro ya su curiosidad murió. Quizás la respuesta seca y definitiva acabó con su esperanza. Tal vez el dolor rozó su alma y sólo queda pendiente la curación. Nunca lo sabré.  

martes, 10 de abril de 2012

Estúpido miedo a morir


El supuesto robo que perpetra la muerte, frente del regalo verdadero de la vida. La queja por el peligro y sus consecuencias, encontrada con la satisfacción de cada día vivido. La oscuridad enfermiza fabricada en el propio laboratorio, empujando la puerta que alberga la claridad que proporciona curación. La esperanza ciega de no morir, sin saber siquiera qué hacer mientras late el corazón.

lunes, 9 de abril de 2012

Sin sorpresas, gracias.


Perdí la capacidad de sorpresa. Claro que sí. Ya nada me hace pelar los ojos, abrir la boca o exclamar “¡coño, no puede ser!”. Ya todo fue calculado. Ya todo tiene su orígen plenamente identificado y no me tomará fuera de base en adelante. Pónganme cualquier situación enfrente y atomizaré al instante sus componentes, devolviéndoles un esquema irrefutable de por qué ocurrió. La novedad es cosa del pasado, de la ignorancia o la indiferencia. Lo inexplicable se lo dejo a los de menor capacidad. Lo sorpresivo sólo está destinado a ustedes, mis estimados vecinos. Yo, por mi lado, les deseo mucha suerte en este, su mundo de ingratitudes y apariciones bruscas de siempre... (y en medio de tanto verbo engolado, se abre a puerta) ¡¡Coño!! ¡¡No puede ser!!

viernes, 6 de abril de 2012

Te miro. Te admiro.

Te miro en lo que haces y veo tus ojos mirando hacia adentro. Te aprecio en movimiento y no dejo de saberte agradado por tu decisión cada día después de ello. Siento, mirándote, el placer que sientes; mi atención no hace más que escrutar tus gestos y sonrisas ocultas, el esfuerzo espontáneo, sin costo adicional que haces cuando te desenvuelves. Mi respeto y mi admiración se confunden, se funden, mientras estoy aquí, sentado muy cerca de ti, en la oscuridad, detrás del telón que sellará la escena como tu consagración. Realmente, soy feliz de estar cerca de ti. Definitivamente, soy feliz apreciando tu felicidad, tomando de ella una migaja que ilumine el humilde sitio desde donde soy tu audiencia.

Tus gestos serán la medida

Leeré cada uno de tus gestos y te descubriré. Sabré cada cosa que pregunten mis ojos. El brillo de tus ojos me contará de tu agrado al verme. La fuerza de tu abrazo revelará cuánto me extrañaste. La caída de tus párpados dejará escurrir la pena que te aqueja. Los vellos de tu piel me harán saber cuándo atiné a moverte por dentro. Tus labios entreabiertos y tu aliento acelerado me dejarán saber qué quieres de mí. Tu piel sudorosa y el temblor de tu hablar me dirá a qué le temes. Y al final, una carcajada que se apacigua con tu mirada clavada en la mía te hará saber a ti misma, lo que significo en tu vida. Dejas escapar evidencia de tu pensar, de tu sentir, de tus prejuicios, y bendigo que más me digan tus gestos que tu voluntad tan golpeada, tan herida, tan en espera de una caricia.

domingo, 1 de abril de 2012

No me puedo quejar


Sobrevino la circunstancia, la emergencia, y aunque no había certeza de la duración, me moví en consecuencia, como pensaba que debía. Hubo esfuerzo hasta para tomar decisiones, para moverme, para desempeñarme. Al final, arranqué en mi labor de contingencia, cumplí mis deberes, exigí mis derechos y secando el sudor, aprecié cómo ante mis ojos el trauma  desapareció sin avisar, sin explicar. Tuve la tentación de frustrarme con la conseja de que si hubiese esperado un poco, todo se hubiese solucionado sin tamaño pujo. Pero no puedo quejarme, no debo quejarme. Sería una ingratitud monumental con la vida pensar siquiera que de haber esperado un tiempo, todo se hubiese resuelto solo. ¿Cuánto tiempo? ¿Lo sé? Claro que no; nadie podría. Lo que hice, entonces, estuvo bien hecho. Lo que hice, aunque por razones súbitas, me hizo conocerme más allá de lo evidente y lograr lo que logré con mis propias fuerzas, con mis propias convicciones.

Soy el chorrito aquél


Soy el chorrito aquél, el chorrito humilde que solía proveerte del preciado líquido. Nunca fui muy profuso, por lo que se me acusaba, a pesar de mi constancia. Nunca fui muy mencionado, a pesar de mi transparencia. Como buen chorrito, sonaba mucho cuando había necesidad, sequía, avidez; pero cuando lo demás te llenaba, no había espacios importantes que conquistar, tú sabes, por lo pleno de las reservas. Siempre fiel, siempre ahí. Siempre entregando mis aportes y esperando mi caricia de vuelta, como el buen perro. Ahora en soledad, cuando olvido por momentos mi caudal de bolsillo, cuando el espejo no me mira, descubro, inesperadamente, en cada momento, que puedo inundar cualquier espacio que me rodea. He sentido, en mal o buen momento, que las demandas del pasado eran un espejismo y yo contenía la realidad. Ahora he visto que mi fluir ha sobrevivido a muchos cataclismos, hambrunas e incendios, y que después que baja la humareda, ahí sigo yo, con la fuerza que siempre me caracterizado, que si bien no es una carcajada de espectáculo, si es una sonrisa que renace cada día.

Con la bola rota, mi amor


¿Para qué preguntas? Pues, para escuchar de mí lo que temes responder por tu cuenta. ¿Por qué dudas? Ha de ser porque no se te han ocurrido las preguntas suficientes aún. Quieres sacar de mí las palabras que te persiguen en tu cabeza cuando ya no hay ruido, cuando ya no hay luz, con la creencia de que así será mejor, menos punible. Quieres escribir en cada pared que no eres quien dices ser, pero con mi mano. Me tienes como instrumento brutal de tu honestidad agazapada. Soy siervo de tus deseos inéditos, cuestionables. Soy el puente a la libertad que nunca será transitado. Soy sólo, lamentablemente, un mensaje en tu botella, que también naufragó en un desierto.

Mensajes equivocados


Mensajes equivocados. Ojos que hablan mientras se cierran y tratan de ignorar el entorno. Labios que hablan sin emitir sonido, como si supiesen que sólo fueron enviados a decir “no” por el testaferro de la frialdad, de la moral curiosamente entendida… ésto mientras sonríen con espectáculo sin igual. Mensajes equivocados, ¿pero cómo no? Si el beso sucede a la razón, a un argumento brillante sacado de la manga y caído en el suelo. ¿Equivocado? No sabría decirte… equivocado suele ser quien encuentra lo que no buscaba, o viceversa. No creo que sea el caso, ¿cierto, amada mía? Mensajes equivocados, mensajes en el que el mensajero original muere de hambre y un pícaro aliado recoge el legado y nos baña como con agua tibia. Mensajes equivocados, más bien los que siempre se han escuchado y al final de cada historia se descubre como una farsa, como una estafa de costosas consecuencias. Habría que examinar bien el ya trillado tema del bien y el mal, de lo que se debe y no, de lo que hace vivir y lo que mata tan lentamente que a veces pareciera el más puro transcurso de una vida normal, más fría de lo que debiera, más seca de lo que pudiéramos merecer.