Cuando te dije que vivía en Caricuao,
se te apagaron los ojos y las agallas. Apenas lo mencioné, la
sonrisa perdió el brillo con el que venía hace rato. Apenas te
mencioné la estación del metro, te tomaste el resto del trago en
fondo blanco. La parroquia te borró la solución maquinada por días,
desde que nos encontramos en el Sambil. Tus problemas económicos
encontraron otro más, comprendiendo que sólo podías asaltar lo de
adentro y no te pudiste figurar cómo. Así, pues, marchaste algo
alterada, sin querer aceptar mi compañía al taxi que te llamé.
Espero que para la próxima te vaya mejor. Por este lado, tal vez la
añadidura te dé una sorpresa que tal vez no podrás compartir para
entonces.
Pues habra que ir a Caricuao para entender la cosa.
ResponderEliminarBueno, la verdad no se trata de Caricuao.
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