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viernes, 28 de septiembre de 2012

No soy mi cuerpo


No soy mi cuerpo. Y gracias al Señor, porque la pérdida hubiese sido irreparable. Aunque también me recuerdas por mi cara, por mis manos, éstas son sólo las extremidades de lo que hay más adentro. No soy mi piel, mi cabello o mis músculos -no importa cuánto esfuerzo le haya dedicado-. Cuando me ves sonreír, sólo ves por las ventanas de lo que ríe. Cuando recibes un beso, una caricia, sientes nada más los emisarios de quien te ama. Sé que cuesta meterse, llegar adentro, a lo real, lo verdadero, lo que es; pero si no lo haces, correr el serio riesgo de enamorarte de una cáscara inestable, ingrata, a fin de cuentas, falsa.

Somos un adjetivo


Somos un adjetivo. Somos sólo una característica parcial, lo que convenga según sea el momento. No somos gente, no somos seres humanos de infinita riqueza, de inmenso potencial. Somos la etiqueta que facilita la conversa, que nos define a rajatabla. Se acabó la exploración. El descubrimiento: para eso está el cartelito que ya alguien puso sobre nuestras cabezas, que ya alguien sembró desde hace rato, ¿verdad, mi negro?

martes, 25 de septiembre de 2012

Zancadillas al amor


No más zancadillas al amor. No más tonterías que engullan el tiempo que hará falta mañana. No más idioteces que arranquen caricias y besos de su sitio, de su momento para perderlos por siempre. No más estupideces empujadas por un pretendido orgullo, por una falsa dignidad que hagan de este instante uno muerto, uno con necesidad innecesaria de ti. No sigamos colocando corazas a lo que debería lucir terciopelo. No continuemos inyectando crisis sin futuro, sin aprovechamiento a esto que comienza a perder impulso, aliento. Mientras más cueste una disculpa sincera, la tragedia se irá acercando, sólo esperando el momento en que lo nuestro quede como una cáscara vacía, un contenedor de la nada, un espacio estéril para estrellarlo contra el suelo inexorable. No sigamos asesinando, entre supuestos lamentos razonados, lo que nos ha provisto de la mayor sensación de vida en estos últimos tiempos. No seamos imbéciles.

viernes, 21 de septiembre de 2012

¿Loco de amor? No, gracias.


¿Loco de amor? No, gracias. ¿Tropezando, dejando todo a un lado, ilusión ciega y algo estúpida? No, gracias. Prefiero lo asentado, tu cercanía, tu divina presencia que no insiste. Escojo la tranquilidad que se cosquillea con tu ausencia. Tomaré tres opciones de cinco que ofreces, para no endiosarte. La intensidad que reclamas, que esperas de mí, ya ocurrió en el pasado de caballos blancos y aventuras épicas. ¿Piruetas, desafueros y desatinos ligeros? No, gracias. Prefiero la magia que descubre sonrisas, la traviesa lectura de las mentes cómplices. Agarraré por este otro camino que me costó más conocer, y que sólo ofrece disfrute en adelante. ¿Riesgo innecesario jugando barata lotería, buscando multiplicar la ganancia? No, gracias: No existe.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Échame el cuento, ¡pero bien!


Cuéntame la historia, pero para entenderla yo. Cuéntamela sin sobresalto, sin exageración que amenice. Cuéntamela imparcial, sumamente descriptiva. Requiero que prescindas del análisis tentador. Sí, te entiendo, pero es que necesito saber la verdad, y no lo que tú crees. Ahora respira, cálmate ante mi solicitud desesperada por saber, por confiar, por decidir. Hazte de cuenta que estás entre amigos con tu mismo parecer y quisieras criticar un poco los hechos que me ocultas en tu relato. ¿Qué pasó? ¿Te me vas a arrechar? Mejor me voy a leer.

martes, 18 de septiembre de 2012

En el bar


No es momento para lo prohibido. Es momento para lo permitido, para lo que nadie se atrevería a objetar. Ubicada la vieja mesita, un vistazo a la audiencia del momento: no han llegado. La chaqueta ya en el espaldar y la primera cerveza vestida de novia, es decir, de hielo, queda enfrente de mi respiración aún acelerada por el camino hacia acá. Un suspiro final sella mi presencia oficial en el bar de los viernes. Me trajo un vaso de nuevo, pero yo no lo uso porque calentar muy rápido el elixir espumante. Limpio el pico con la mano y me empino la botella en los labios prevenidos para el frío amargo que apacigua las horas zigzagueantes, de vaivenes, de pendientes y apuros que acaban de morir. Mi mano entrenada disimula un eructo de por sí elegante. Otro vistazo a la puerta y sólo alcanzo a ver gente en pleno drenaje, descarriados en sus expresiones evocativas, de chiste y burla al compañero; de mordaz coqueteo con su objetivo de género opuesto; gente en pleno desinflar de su semana de cinco días de logros, rutina o simple supervivencia. Me peino con la mano y aprieto mi cuello cansado de buscar opciones, de escudriñar posibilidades. Muevo la cabeza de un lado a otro, adelante y atrás para estirar la nuca y recuperar mi cabeza, pesada de tanto pensamiento. Un tercer vistazo y una segunda cerveza, y llegan los muchachos; pero esa... esa es otra historia.

jueves, 13 de septiembre de 2012

¿Cuál tradición?


De quinientos en quinientos años. De tanto en tanto la tradición recomienza, se recicla, renace. Nadie parece notarlo. Entre el silencio o la celebración, entre promotores y detractores se transmite como por la sangre, como por la piel. Se convierte en raíz, memoria y tumba para muchos, y en sólo fastidio y castigo para otros. Y así va pasando en desapercibido cambio que unos llaman evolución y otros, traición. Al final de cada período secular, sin que nadie proteste el cambalache perpetrado por goteo, nos descubrimos, cada día, defendiendo o protestando por algo que parecía eterno, de siempre, que nunca fue distinto. Parece una estafa, ¿verdad, chamo? ¿Cómo es eso de que hace cinco siglos no existía, entre muchas otros tesoros, mi cuatrico tan emblemático, tan querido por el que ahora desgarro mi pellejo? Creo que alguien no me dijo la vaina completa...

martes, 11 de septiembre de 2012

En este sillón


Lo di todo por sentado. Creí que las cosas que había logrado, lo que tenía, lo que era, deberían ser del modo como eran. No hubo mucho esfuerzo, en realidad. No hubo que perseverar, ni fallar tantas veces hasta alcanzar la meta. No hubo aprendizaje a agradecer. No hubo dolor por pérdidas, sacrificios o decisiones corrosivas. Hoy estoy en este sillón, echándole en cara a todos mis victorias, mi trofeo invicto, pero a decir verdad, sin mucho disfrute. Nunca admiré el milagro que era la vida, mi familia; el haber nacido, encontrarme contigo. Todo por sentado. Todo merecido a priori. Todo me tocó la puerta y simplemente dejé entrar lo que debí salir a buscar al calor del sol, al frío de la noche solitaria, al pasar de los días que no avanzan. Nunca fui atento con el prójimo, porque éste, más bien, debía rendirme pleitesía. Nunca fui respetuoso con el otro, porque éste y aquél debían, más bien, admirarme a ultranza. Pero el mensaje desde niño fue que todo era merecido, que todo vendría, y así ocurrió. En este sillón siento una fuerza imposible que viene desde debajo de esta alfombra, desde debajo de este escritorio, desde debajo de mi piel endurecida por la pose que me anuncia que estoy jodido, que la inteligencia que siempre ejercí no era la correcta; que no pudo serlo porque ahora me siento bastante jodido y sin fuerzas para reconsiderar.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Dije que un momentico, mi dóctor


Después de ser molestado en tres oportunidades por otro pasajero del vagón que se le recostaba descaradamente, el ya no tan centrado sicólogo caraqueño se viró con cara de resteo y reclamó al fin:
-¡Deja la movedera, pana! ¿Qué coño es lo que te pasa a ti, vale? ¿Cuál es tu peo? ...pero el verdadero peo. No me vengas con que la hora pico, que si la ineficiencia del Estado. Contéstame cuál es tu peo, el que sí te mortifica de verdad. Ni por el carajo vas a responsabilizar tu parálisis y tu indecisión; tus frustraciones por no vivir en el triángulo familiar necesario para saber qué eres, qué necesitas, qué metas te debiste plantearte. ¡No me mires así, como si no entendieras! Seguro tienes tu problemita de autoestima y para disimularlo le restriegas a todos nosotros que pudiste comprar esos aparaticos caros que traes regados por la chaqueta, ¿verdad? ¡Ah, no respondes! De bolas que no respondes. No hay respuesta ante la manifestación de molestia de la colectividad con tu compulsión a llamar la atención, con esa ansiedad causada por tu inseguridad heredada. ¿Qué? ¿Qué dices? ¡No te escucho! Levanta la voz, coño, con la misma fuerza con la que me jodías hace un ratico. ¿Ah? ¿que vas a qué?
Antes de poder articular palabra, el mareado copasajero se estremeció en una contorsión que hizo erupción vomitiva en la cara y pecho de nuestro alterado profesional de la psique.

jueves, 6 de septiembre de 2012

¡Cállate, carajito!

Cada vez que gritas “¡Cállate!”, puedes estar matando a un orador. Cada “¡Deja esa eso ahí!”, puedes estar matando a un escultor, a un artista. Cada vez que escupes un “¡Déjame tranquilo!”, podrías estar asesinando a un investigador, a un científico. Con cada “Tú lo que estás es loco, olvídate de eso”, estás estrangulando la seguridad de un ser, su autoestima, y estás fabricando un asocial con la antelación requerida. Cada vez que volteas la mirada, que armas un berrinche a quien merece tu orientación; cada vez que ninguneas a quien no es una persona, sino “sólo un niño”, estás matando al futuro proveedor de bienestar de la sociedad que tú estás muy lejos de ser. Cada vez que estás fastidiado y exhalas un “ay, ahorita estoy muy cansado para eso”, cada vez que no respondes, como si un mojón es el que te hablara, cierras las puertas y ventanas que luego, te lo prometo, vas a suplicar que se abran. Por eso, mi pana, y por muchas cosas aún no dichas acerca de tantos futuros excelentes padres que matas con tus tristes ligerezas, te declaro asesino.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Flor de barranco


Flor de barranco. Eso es lo que pareces. Eres una rareza en estos predios. Eres una belleza desconocida, y como todo lo conocido, apartado. Eres un tesoro invisible, que por falta de promoción, nadie desea robarte y colocarte en lo más alto. Pero yo sí te he visto. Yo sí he descubierto todo lo que ninguno de los transeúntes de la localidad ha podido encontrar. Por tanto, mi acercamiento no tiene competencia. Por tanto, el proceso de conquista que tendré a bien emprender será de fácil acometida. Me sentaré en el sillón a la orilla del camino y te veré pasar. Escucharás, disimuladamente, mis bien dosificadas porciones de piropos, con la intención de ir socavando tus defensas naturales. Tengo pensado cuidar mi lenguaje, darte la delantera en las entradas y halarte la silla en la cena. Escudriñaré, pacientemente, hasta saber tus preferencias y entonces, quemar mis naves y lanzarme sin regreso a tus brazos, a tu vida. Sin embargo, he notado que no me ves al pasar… ¿será que no soy yo tu flor de barranco? 

Llegaron los comeflores


Llegaron los comeflores. Toda una legión de ellos. Me tienen ladillao con sus discursitos de amor y amistad. Me tienen fastidiado, hasta la coronilla de artículos, de argumentos rosados. No los soporto cuando me dicen de esperanza, cuando me cuentan de excelentes experiencias por alláaa, por donde sólo ellos saben. Parece que lo hicieran a propósito, eso de manotear mi calculadora, de quitarme el bolígrafo y ofrecerme una rosa. No me dejan concentrar; se la pasan en una cantadera, una leedera de poemas ridículos. Se miran, se ríen, se susurran sus tan cacareados sentimientos. Corro la cortina, pero no dejan de escucharse sus manifiestos de inconformidad con nuestra manera de actuar. Me tapo los oídos, pongo el celular a vibrar e invento todo tipo de medidas desesperadas para no sentir lo que parece una pesadilla, pero todo esfuerzo resulta inútil. No niego sus buenas intenciones, pero es que, así quisiera, todo eso que dicen no deja de ser fantasía en este mundo tan avanzado, civilizado, tecnológico, moderno. Parecen locos sueltos en un convento. Parecen desatinados disparando en una fábrica de vidrio. Siempre aparecen, siempre vienen y me quieren captar, pero yo, con mi preclaridad, con mis distinguidas preferencias, los rechazo enfáticamente. Lo que si he notado es que… es que cada día como que son más.