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viernes, 26 de marzo de 2021

Se autodestruye

Va cayendo al vacío y parece no saberlo. La autodestrucción le embarga y me angustia. El drama intrincado en su cabeza le instruye abandonarse indefinidamente, sin miramientos, sin la más mínima atención a los detalles, a las consecuencias. Lentamente se va acurrucando hacia su final eventual, mientras mis gritos desesperados para despertarle y hacerle ver la posibilidad que le planteo, se van extenuando por la frustración. No hay respuesta. Sus párpados sufridos se van cerrando y yo, ya al borde del barranco, le extiendo mi mano cansada a la vez que siento en la punta de los dedos el frío lúgubre de la plaga. Mi instinto de supervivencia hace que retroceda en este momento, a pesar de mi impotencia, de mi temor por lo que pase, una fuerza mayor que yo impide que me sume a la campaña suicida que emprendió quién sabe cuándo, dónde y por qué. Finalmente se fue. Desapareció y quedé aquí sentado al lado del abismo, en medio de un lamento que ni siquiera veo con sentido. Mirando hacia el lado opuesto, el de la luz del sol, el del amanecer con esperanza, me levanto y comienzo a caminar con buen paso. En este punto, creo que prefiero apostar a una vida sin razón aparente que perderla por más o menos lo mismo.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Cierra la ventanita

 Cierra la ventanita que ya no soy lo que está dentro. Cierra la ventanita porque ya no verás lo que yo era en esos ojos cerrados. Cierra la ventanita porque va a llegar la gente y se va a armar el circo. Claro que comprendo que es tradicional y que toda esta dinámica de choque ayudará a purgar el dolor más adelante, pero el morbo inconsciente hará que esta imagen de muerte permanezca en las cabezas de la gente sin propósito alguno. Así que cierra la ventanita porque quisiera que me recordaran sonriendo, como realmente estoy ahora.

Soñaba

Soñé que despertaba en un mundo distinto. Soñé que al abrir los ojos no hubo incomodidad por la luz suave de la mañana. Soñé que me levantaba percibiendo un entorno muy distinto. No se veía como cada mañana, con el tedio y el hartazgo de siempre. Esta vez se daba a conocer en colores agradables, casi mis preferidos: se sentía como una nueva bienvenida a mi vieja vida, hasta ahora llena de resistencia, de lucha, de frustraciones del pasado y de angustias del porvenir. Todo parecía marchar solo, sin el forcejeo reglamentario al que estoy acostumbrado. Después de gozar mi desayuno, tan sencillo como el de ayer, salí a caminar y a disfrutar de las nuevas tonalidades de los árboles y de la tierra fuera de casa. Después de un rato sentado en el banco de la vereda, de ver gente y animales pasar, me di cuenta de que no surgió ningún juicio, ninguna etiqueta contaminante. Al pasar las horas también me fui dando cuenta de que sin lista de tareas pendientes, todo fluía bien, con un automatismo casi mágico, sin lamento en el traspié, sin juzgar el momento. Debí detenerme en algún punto del día de mi sueño y notar que ni los juicios ni la culpa llegaban a mi mente, lo que, en mi criterio intelectual lógico de causa y efecto sólo podía explicarse por una inmensa aceptación de todo lo que ocurría. Sonreí en el sueño y estoy seguro de que sonreí también en mi cama. Espero que todos estos sueños, los que se repiten cada vez más, anuncien el cambio sin retorno. Espero que algo ocurra, pero rápido, porque cuando despierto cada día, normalmente comienza mi pesadilla.

lunes, 15 de marzo de 2021

Morir como un estúpido

No voy a esperar la cercanía de la muerte para querer vivir. No voy a esperar a que la pelona me toque la puerta y me dé un susto para reaccionar. No quiero esperar hasta el momento en que el médico me diga que ya no se puede hacer nada para ver qué puedo hacer. No quiero enterarme tarde de que desperdicié el regalo más grande que pude haber recibido. La verdad es que quisiera morir tranquilo y no sintiendo que fui un completo estúpido.

jueves, 4 de marzo de 2021

El placer está sobrevalorado

¿Qué tal si el placer estuviera sobrevalorado? ¿Qué tal si entendiéramos que esos picos de emoción y su fugacidad son todo un fraude? ¿Cómo sería si examináramos muy bien el fiasco de lo efímero y visualizáramos que el desengaño siempre estará de primero en la cola? ¿Qué podría ocurrir si aunque sea a los carajazos nos enteramos todo es una trampa cazabobos? Un beso te llevó al sexo y luego a 35 años atrapado en un infierno por cuotas. Una proposición indecorosa te alejó de tus mejores compañeros de vida. “Decirle en su cara su merecido” te llevó a la soledad. Definitivamente, lo que da placer tiene los minutos contados porque esta bajadita deliciosa no tiene cómo gustar ni durar para siempre; no tiene cómo quedarse enganchada en la risa, cómo ser la regla permanente. El cantante dice que “hasta la belleza cansa” y después de haberme lanzado por tantos barrancos que comenzaron “ricos ricos” y nos dejaron invariablemente herido, lo pienso dos veces y doy mi pasito para atrás antes de seguir perdiendo mis tesoros inmerecidos. ¿Que si no me gusta sentir placer? No lo dejaría por nada del mundo, pero ya sé que puede tener escenarios seguros y siempre renovables. Ya no es esa motivación todopoderosa que me muestra el dulce con una mano, mientras con la otra prepara el garrote.

martes, 2 de marzo de 2021

Aritméticas de la vida

Si comes más de lo que ejercitas, engordas. Si acumulas, siempre tendrás, incluso si te estorba. Si siembras, multiplicas, incluso si siembras plagas. Si consumes más de lo que produces, llegará la escasez. Si abusas, desgastas. Si sigues abusando, se acaba, se daña. Parece que hay cierta aritmética en el universo que tiende, visiblemente o no, comprensiblemente o no y normalmente ajena a nuestros deseos, a emparejar los asuntos. Pareciera fácil saber cuándo algo o alguien suman o cuándo restan. De ser así, y considerando que misteriosamente parece que todo lo que hacemos se devuelve, sería mucho más fácil comenzar a sumar cada vez más, examinar los propósitos y traerlos a conciencia para no seguir en esta dinámica destructiva, autodestructiva que nos va a llevar a todos al hoyo.

lunes, 1 de marzo de 2021

Un fuerte dolor

Comienza de nuevo el conteo de los días. Empieza, asimismo, a asomarse lo que pronto será un fuerte dolor o, más bien, el primero de ellos. Cada movimiento mal hecho me indica que ya no es el mismo cuerpo de antes, los mismos músculos, los mismos huesos. Mi movilidad se va comprometiendo a medida que pasan los días hasta alcanzar el entumecimiento odioso que da la campanada para la sesión de analgésicos correspondiente, odiosa, obligatoria. Todos los ciclos comienzan con un delicioso amanecer cualquiera, sin molestia física alguna. Es el mejor día y medio que se pueda imaginar en eso de andar, de trepar, hasta de correr. Un ánimo radiante derivado del bienestar físico me lleva de sus hombros hasta que, al cabo de una horas, la rodilla da su primera señal y marca el nuevo final de mi luna de miel con mi cuerpo. Poco a poco la columna cervical y la lumbar marcarán tarjeta y entrarán en la jornada sin ser invitadas. Medio día después, la migraña y el pitido en el oído irán in crescendo, así como el dolor en las articulaciones y los talones. Finalmente, se instalará, como Pedro por su casa, el mareo al acostarme y el peso de mis párpados que inauguran el aquelarre de disfunciones y alarmas enloquecidas que indican que la causa de todo ese sufrimiento todavía no ha desaparecido por casualidad o de un milagro, como siempre pensé que ocurriría.