Te veo y tienes serias
intenciones de raptar mi dignidad, mi orgullo. Tus manos comienzan sus
movimientos rituales para recuperar mi atención. Tu mirada, que sube lentamente
desde el suelo, caminando por tus intenciones, hasta llegar a mis ojos ajenos,
maestro en fingir indiferencia. Tomo un libro, enciendo la lamparita de
siempre, y a través de la tenue luz amarilla puedo ver serpentear tus vestidos,
como dejando saber que hay algo dentro de ti que me quiere encerrado entre tus
brazos. Pero no cederé, no seré la víctima, nuevamente, de tus suspiros a
quemarropa, de tus susurros punzantes. Me vestiré de minusvalía; ninguno de mis
sentidos querrá funcionar ante tus artes delincuentes. Pero parece ser una
empresa dura y cada vez insostenible. Parece ser que mis fortalezas te
recuerdan. Parece ser que el triunfo comienza a recorrer tus mejillas, y el
velo de delicadeza cae de tu rostro, amenazando, mortalmente, mi recién
conquistada paz.
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