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viernes, 23 de octubre de 2020

Jugar al loco

Entrar en la locura ajena. Meterse a jugar la locura colectiva. Contaminar sin mucho sentido lo que cuesta tanto mantener sano. Ser halado por las fuerzas poderosas de la ira, la tristeza, el miedo. Dejarse enganchar por un comentario, por una noticia, por una especulación y caer por el hueco de la discusión con los demás o con uno mismo. El cuestionamiento, la resistencia, el pie de guerra siempre a punto, bien dispuesto para dejarse llevar y perderse cada vez. La pesadez me embarga y no sé exactamente por cuál de los episodios... Digamos que por todos, por el conjunto, por la pila de basura que todavía me cuesta esquivar cuando aparece en el horizonte de mi vida generalmente calmada.

lunes, 12 de octubre de 2020

Si no estuviésemos juntos

Si no estuviésemos juntos, si no tuviésemos nada hasta ahora y fuésemos, digamos, vecinos, me asomaría por la ventana para verte cuando salieras o llegaras de la calle. Si no tuviésemos lo que tenemos ahora, buscaría una excusa, digamos, barrer el porche, sacar el perro o lavar el carro, para saludarte de cerca. Si nuestra juntura nos hubiese sido negada hasta ahora, iría a tu casa a llevarte algo que no era tuyo o a pedirte un poquito de azúcar −manque fuese yo diabético−. Te perseguiría a la panadería, al mercado, a la farmacia, para buscarte conversa y buscar en tus ojos alguna señal de reciprocidad, de autorización para avanzar un poco más. Si no nos conociéramos como ahora, si no abrigáramos aun lo que sentimos ahora el uno por el otro, seguro yo haría lo posible porque ocurriera, y conociéndote como te conozco, sé que harías lo posible por no arriesgar tu reputación y le darías largas a mi intento, pero ya ves, mi ya viejo amor: yo ganaría.

domingo, 11 de octubre de 2020

Vida esquiva

La vida me resulta esquiva. ¿Por qué la vida no es como quiero que sea? ¿Será que no estoy en el lugar o el momento adecuado para que lo sea, que me tengo que ir o esperar un poco más? ¿O será más bien mi perspectiva, mi manera miope de ver las cosas? Si fuese mi lente el del problema, ¿por qué pienso así, por qué me empeño en esperar que la vida sea de tal o cual manera? ¿De dónde saco yo tanta expectativa, tanta plantilla ajena que termina en un choque de frente con la realidad? La verdad, es que no tengo la menor idea. Seguiré sufriendo, pues, un poco más a ver qué sale… porái dicen que de tanta roncha, uno termina por aceptar y tranquilizarse, pero yo no quiero ser así de pusilánime.

viernes, 9 de octubre de 2020

Heridas que mandan

Heridas que no sanaron. Cicatrices que no cerraron. Daños que no fueron digeridos como parte necesaria de la existencia que quedaron haciendo erupción permanente de rabias, de miedos sin causa aparente, de emociones que dictan, hasta ahora, el ritmo errático de nuestro pensar, de nuestro sentir, de nuestro actuar. Personalidad endurecida para el resto del mundo, marcando la pauta de la excelencia circunspecta, de dureza hacia la debilidad propia y hacia la ajena. Juez ciego. En lugar de un hada madrina, sobreviene el látigo invisible de siempre, manufacturado en los años originales que nos repica detrás y no endereza a cualquier señal de dolor, de hastío, de tristeza y es cuando nos paramos firmes de nuevo —¡firmes siempre!—, bamboleándonos, muy a escondidas, entre la honestidad dolorosa y la firmeza inhumana que el mundo de afuera requiere para triunfar, avanzando descalzos sobre las espinas que debieron quedar atrás y no quedan, dejándonos siempre atrapados en esta dualidad que mata todos los días.

jueves, 8 de octubre de 2020

Llegar lejos, llegar solo

Hay un tema raro, aunque repetitivo, y es que “el dinero no da la felicidad”. Por supuesto, la afirmación (o negación) es un cliché generalizado. Lo que puede ser una expresión que se acerque más a la realidad estadística es “la soledad no da la felicidad”, por lo que pareciera que no importa lo que logres en la vida, si no tienes afecto alrededor, no es completa la felicidad que este logro provee. Por otro lado, si unimos esta premisa con la falta de control que parecemos tener sobre nuestras vidas —lo que se comprueba fácilmente echando un vistazo y comparando el plan inicial con el resultado final—, no me queda claro si sea tan sano emprender un viaje a la Luna sin la compañía ocasional, sin la calidez del otro, sin el abrazo correspondido. Tal vez llegar lejos no sirve si llegas solo. Aparentemente, no importa lo que emprendas o qué tan individual o aislado pueda ser, el contacto con los demás eventualmente tocará tu puerta y vas a tener que abrirle si es que quieres seguir avanzando. 

lunes, 5 de octubre de 2020

Como bobos mirando el dedo

 

Entonces nos quedamos con la mala costumbre de seguir al maestro y no a la enseñanza. Como bobos, no dejamos de ver el dedo en lugar de acoger a lo que este señala. No aprendemos. Continuamos montándonos en el lomo a la persona que muestra, a la persona con mayor atención o elocuencia, y en lugar de entrar por la puerta del entendimiento, de apreciar el valor que debe guiar, el principio que mueve, decidimos estancarnos ahí mismo y seguir siendo los borregos de una enseñanza que se puede descomponer, desvirtuar o envilecer en manos del sabio de turno. En el peor de los casos, si nos vamos a equivocar, que sea por nuestros propios tropiezos, por el esguince en nuestras percepciones y no porque se rompió el mecate que escogimos para opinar.

jueves, 1 de octubre de 2020

¿Dormir separados? ¿Tú estás loco?

Dormir juntos es uno de los símbolos por excelencia de la entrega, de compartir. De ahí que las parejas tradicionalmente duerman juntas para demostrar lo cerca que se sienten el uno del otro, lo sólido de su unión. Sin embargo, existen parejas que duermen separados. ¿Dormir separados es acaso una señal de falta de amor, de una relación disfuncional que pronto va terminar? ¿Quién, en su sano juicio, querría entonces dormir separado de la persona que ama?  Bueno... si alguno de los dos ronca, si alguno de los dos chilla, si alguno de los dos necesita dormir con los brazos extendidos, en posición de Superman o lanzando patadas o manazos durante el sueño; o si a alguno de los dos le gusta dormir con la luz prendida, si alguno de los dos le gusta escuchar música mientras duerme, si alguno de los dos se levantan en la madrugada a ver televisión, escuchar la radio o a ver las redes sociales, la verdad no veo porque el otro deba aguantarse todo eso si lo que quiere es dormir. Aguantarse todo eso en nombre del amor, es decir, de un amor que obliga a la tortura, la incomodidad…  eso no se parece mucho al amor que se juraron cuando decidieron vivir juntos. De hecho, dormir separados no significa dejar de hacer el amor, dejar de acariciarse, dejar de ser cariñosos; sólo significa "dejar de dormir juntos". El resto de la vida sigue adelante. Sin dramas, sin ganas de morirse porque todo fracasó y sin predicciones de tragedia. Resultaría fascinante amarse conscientemente, acercarse a darse un cariñito con intención, con ganas cada vez, sin que la cama lo haga obvio e inevitable. Resultaría, incluso mejor que hacerlo, en el peor de los casos, por rutina, porque ya estamos en el cuarto, porque ¿qué se le va a  hacer? ¿No te parece?