Amaneció navidad y me
desperté corriendo a ver qué me había
traído el Niño Jesús. Fui al arbolito, y no estaba allí. Miré en la mesa, en los adornos para la cena
y nada. Miré en todos lados de la casa, salí al garaje y no había nada en el
carro. Seguí corriendo, pasé por el jardín, subí a la terraza y vaya que me
sentí mal. Le pregunté a mi esposa, a mis muchachos si no habían visto mi
regalo de Niño Jesús y no me supieron responder. Sentado al borde de la
piscina, después de buscar en el gimnasio, que me di cuenta de que ya hacía
algún tiempo, el Niño me había traído mucha prosperidad, una familia
espectacular y una salud inigualable. Para el año que viene le pediré algo de
sensatez (qué bolas tengo yo).
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