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sábado, 3 de diciembre de 2011

Desde el llanto


No puedo dejar de llorar. Estaba tranquilo, y de repente, estalló el llanto. No lo entiendo, pero mientras, sigo llorando. Tengo recuerdos, buenos, menos buenos, mientras mis lágrimas recorren mi cara para luego morir en el suelo seco. Siento placer, siento dolor, y en medio de esta confusión inconsolable, no sé si me siento feliz o desdichado; en medio de esta vorágine tibia no sé si es arrepentimiento, conformidad o es la tormenta antes de la tranquilidad esperada por siempre. No lo sé. Tal vez no quiera saberlo ahora, todavía. Tal vez deba disfrutar de todo lo que me dice que siento, que no he muerto, como pensaba. En este mismo momento dejo de forcejear y me entrego. Cierro los ojos, abro mis brazos y caigo en ningún lugar de cuidado… soy como un conducto vivo por donde circulan sensaciones, emociones. Siento que mientras menos pendiente estoy de lo que está ocurriendo, se van resolviendo mis interrogantes. Siento que mientras floto y todos los nudos de mis complejos se van deshaciendo. Siento que mientras estoy ajeno en esta escena segura, inocua, mis lágrimas desaparecen y dejan ver a mis ojos el nuevo paisaje que siempre tuve enfrente de mis ojos cerrados por el miedo.

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