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miércoles, 31 de julio de 2019
No van a cambiar
No van
a cambiar. No importa cuánto lo quieras. No importa cuán bienintencionados seas.
No van a cambiar. Casi que no importa que veas el peligro acercarse, mira, te
juro por este puño de cruces que no debes intervenir. Sé que es difícil. Incluso,
sé que en ocasiones es inevitable, pero como dijo el poeta: ese no es peo tuyo.
Así que deja de insistir en cambiar a los demás. Deja de esperar cosas
distintas de los otros solo porque tú las adviertas, porque tú las reconozcas,
porque tú las viviste. Así como tú aprendiste a detectar los peligros y a
evitarlos en el futuro, todos los demás tienen el derecho de ganar la
convicción que da la experiencia. No creas que apartarse de vez en cuando es
falta de amor; por alguna razón que uno considera inicialmente retorcida, dejar
que los demás caigan para verlos recuperarse, es una conducta amorosa. Quién sabe,
más bien, si el otro no cae o se recupera mejor de lo que pensabas y hasta aprovechas
y cambias tú. Así que… ¡quieto ahí!
Y parió la abuela
Somos
muchos. De verdad ya somos demasiados. Ya no cabemos en el planeta. Hay que
hacer cola, reservación o simplemente olvidarse del asunto. Todo es en serie,
todo es masivo, todo es rápido. Cada sonrisa y saludo está en el manual. Es mecánicamente
imposible organizarse sin que se arme el alboroto. Somos un montón. Se hunde el
control entre sus propios cables y señales. El paisaje pasó a ser un tapiz en
el camino de regreso del trabajo. El carácter multitudinario de cada mensaje
necesita de “un poquito” de represión para ser entendido y obedecido. Somos
tantos que ya no podemos ser diferentes, por lo que la escuela es solo un aparato
de fabricar “gente buena” e igualita. Cuando Jesús o Buda andaban por el mundo
o cuando se escribieron las grandes guías nadie imaginó los siete mil millones
que andaríamos todos a la vez en este mundo, divididos, indiferentes, cada
quien pendiente de lo suyo, lanzando codazos −tal vez se quedaron cortos los
capítulos y los versos−. Las mentes iluminadas del pasado fueron marginadas y
en su lugar quedó el circo actual, que lejos de ayudar a despertar, aletarga y
embrutece a quienes comienzan el camino de la existencia. A estas alturas, en
lugar de enjabonarnos con lo infinito, con lo que se multiplica, con lo que
satisface, nos aferramos como animales miedosos a lo material, a lo que se
agota, a lo que no llena más allá de un ratico. Por su parte, la tecnología,
poderosa, interesante, solo sirve para darle plenitud a la vieja locura que ya
traíamos. Pero es que somos muchos, ¿cómo hacemos?
lunes, 29 de julio de 2019
Calidad de vida
“Calidad
de vida”. Eso es lo que te prescribe el médico cuando no ve mucho camino por
delante de ti. Pues sí, la calidad de vida se convirtió en ese artículo raro
que uno conocerá solo cuando ya no haya cómo disfrutarlo. “Calidad de vida” ha
pasado desde hace rato a ser como el regalo que te dan los médicos en su récipe,
con su mejor cara de suceso. De verdad que hasta parece una burla, una burlita
de la que nos hacemos cómplices, intentando, ahora sí, apuraítos, de proveer
esa calidad de vida que no sabemos qué es ni con qué se come. Nadie nos dijo
qué cosa significaba esa extraña expresión que suena a marca de cigarrillos o a
empresa de seguros. Hablemos claro: la calidad de vida es solo una aparición
engañosa. A muchos les gusta confundir eso con dinero o beneficios
gubernamentales, y les gusta mucho más restregarlo en la cara de los demás que
no cuentan con esa “calidad”. Pero de cualquier manera, la prescripción llegará
inevitablemente y debemos contentarnos, porque al fin, chico, después de pasar
por este viaje tan miserable, aunque entretenido, el galeno extenderá su mano a
nuestros familiares y les dará el banderazo para que nos den, ahora sí, nuestra
tan esperada calidad de vida.
viernes, 26 de julio de 2019
Te amaré de verdad
Te
amaré de verdad. No temas. No moriré por ti. Podré respirar sin dificultades e
incluso ser feliz cuando no estés. Podré ocuparme de mis cosas sin meterme en
las tuyas. No te prometeré el cielo y las estrellas porque esa es solo una
metáfora ridícula que inventó alguien con problemas. No querré cambiarte porque
me enamoré de ti así como eres. No te pediré que “cedas”, porque no quiero que
pierdas tu autenticidad. No acapararé tu tiempo e intereses porque no soy tan
necio ni así de capaz de brindarte tanto. Lo que sí te pediré es algo de tiempo
conmigo. Propondré, sin desesperaciones jolivudenses, que compartamos nuestras
experiencias, nuestras anécdotas, nuestras pasiones, nuestras risas y
silencios. Asomaré la idea, incluso, de que compartamos el mismo espacio
cotidiano para ver si sale algo bueno, que nos guste, que funcione como una
máquina de repartir afecto, admiración, respeto. Claro que podría no funcionar
la propuesta por razones obvias, y con todo el luto y sus accesorios, podría yo
dar un par de pasos hacia atrás y dejar que los equilibrios vuelvan al punto en
que tanto nos gustó estar solos y en paz.
jueves, 25 de julio de 2019
Sigamos perdiendo el tiempo
Sigamos
perdiendo el tiempo. Continuemos distantes sin quererlo. Sigamos en esta
masacre pasiva de tiempo aprovechable de besos, abrazos o silencios cómplices. Permanezcamos
enganchados entre la rabia y el deseo. Seamos consecuentes con eso de que se
acerque el otro porque yo no soy el culpable. Revolquémonos por unas horas, por
unos días más en este juego de orgullos y dignidades mal entendidos que nadie
entiende. Detengamos por tiempo indeterminado, otra vez, toda construcción
común de lo nuestro. Sigamos siendo impedidos de la empatía, de la compasión,
del verdadero amor. Estanquémonos en este jueguito trancao de dos egos que
campean como el perro por su casa. Sigamos viendo al otro como el verdadero
enemigo, solo como ese extraño que me sirve a veces para volcar la rabia que me
da no saber quererme yo mismo. Sigamos así, que vamos bien en esto de sembrar
arrepentimientos futuros.
miércoles, 24 de julio de 2019
Ego espiritual
Soy un
tipo bueno. Si quieren, pregúntenle a los demás. Cuando veo a alguien en
dificultades, lo ayudo inmediatamente y espero un ratico por su agradecimiento.
Cuando otro cae en desgracia, lo levanto, lo aúpo y le doy sus palmaditas. Ya sé
que cuento con ese desgraciado para que me devuelva el favor cuando se lo pida
urgente. Cuando doy un consejo, me escucho como lo doy, presto atención a las
palabras tan elocuentes y pertinentes que uso: soy un duro en eso. Cuando voy a
la iglesia, la gente me admira porque sabe de mis aportes; de hecho, entran
tarde al culto por escuchar parados a la sabiduría en acción. Yo ayudo a todos
en sus peores momentos y de verdad que se me hace fácil. Yo me preocupo por los
demás, pero también les pido a los demás que me presten atención y me apoyen en
mis propuestas. Eso de ayudar no es así como así, no es cualquier cosa. Lo de
compartir el conocimiento y las revelaciones que tanto me costaron, no es tan
fácil como la gente cree. La gente se tiene que ganar las cosas, vale. Es decir,
yo soy un tipo bueno, pero no pendejo.
lunes, 22 de julio de 2019
Cuando ya no llores, me dirás
Cuando
ya no llores en silencio, me dirás. Cuando la aflicción no te ataque en tus
momentos de soledad, ya me contarás. Cuando no se te pierda la mirada y
abandones la conversa, me lo harás saber. Cuando dejes de embriagarte con
urgencia al sentir que viene el coco, te visito yo. Cuando las voces agoreras
que gritan en tu cabeza bajen la voz, se pongan de acuerdo y reconozcan que son
todas tuyas, seguro compartiremos un rato. Mientras, no podría estar cerca de
ti. Toda una nube gris se posa encima de ti con la certeza de que la sacarás a
pasear todos los días. Mientras, sigues arrastrando una baranda de negatividad y
destrucción imposible de atravesar sin el riesgo de salir embarrado. Mientras,
te sigo prometiendo mi amor casi incondicional desde esta barrera de
sobrevivencia que he prometido respetar.
domingo, 21 de julio de 2019
Vengo de la oscuridad
Vengo
de la oscuridad. Si quieres, te enseño el camino. Entre de las cicatrices, se
ocultan los aprendizajes obligados para poder sobrevivir, y cada una te puede
contar una historia distinta de por qué entré en la penumbra y cómo fue que regresé
a la luz. No hay vergüenzas. No hay complejos. Tal vez no te parezco confiable
por mi apariencia, por mi manera de hablar, pero si quisieras, estoy dispuesto
a sentarme contigo, tomarme un café y regalarle algún aporte a tus
consideraciones. Tal vez la mejor manera de aprender no sea recorrer el camino
que yo recorrí, pero ya que se tengo el material a la mano, podríamos usarlo. No
desdeñemos tus observaciones, tus teorías, las convicciones que te acompañan hasta
hoy, no, pero dudo que tus pasos juveniles te estén ayudando lo suficiente como
para resolver tus asuntos. No es locura, no es insensatez. Es solo la impresión
de que al verte caminar, distingo algunas sombras que te van arropando sin que
te des cuenta; sombras muy parecidas a las que me envolvieron a mí hace unos
veinte años, pero sin nadie a mi lado que me plantease un escenario real,
posible, superable, aprovechable. Es tu decisión…. siempre lo será.
jueves, 18 de julio de 2019
Todo se jode en el camino
Todo se
daña en el camino. Todo se jode después de comenzar. Ya tu compañía no me
llena. Ya no quiero estudiar esto. Ya no me gusta tu cuerpo. Ya me aburro en
esta casa. Ya los coloraos y sus amigos agarraron el gobierno y la plata y no
puede ser peor. Ya los azules y sus amigos agarraron el gobierno y la plata y
no puede ser peor. Parece que no hay visión. Parecemos ciegos porfiados y de
esperanza irresponsable escogiendo camino. Somos necios egoístas defendiendo una
decisión sin futuro ni rentabilidad. Somos los dignos opuestos de Midas, convirtiendo
en estiércol y abandono todo lo que tocamos. ¿Qué nos pasa? ¿Qué hay dañado
dentro de nosotros? ¿No sería más sencillo decidir vivir mejor en colectivo? ¿Qué
cosa tan poderosa hace que intentemos infructuosamente violar el curso de
nuestra propia naturaleza, solo para luego tragarnos el golpe de frente? ¿Qué
estupidez empecinada subyace en esa ceguera inducida que luego se endurece y se
disfraza de “criterio” aplaudido? La superficie del planeta puede dar cuenta de
nuestra eficiencia en la administración de los recursos. Somos, parece, imbéciles
que viven en islas mentales que se vuelven más pequeñas cada vez; criminales inconscientes
con fuerzas y ganas infinitas de juzgar, resistir y apegarse a lo temporal. Todavía
no es tarde, pero mira, ese reloj no para.
miércoles, 17 de julio de 2019
¿Usted está bravo?
Una
pila de basura. Un montón de excrementos. Mentiras, una sobre otra hasta formar
un monumento a la hipocresía. Todo un sedimento que por siglos ha venido
produciéndose por toneladas, sin parar, hasta formar parte de nosotros. Por si fuera
poco el basural que nos rodea, se nos metió por la piel, los tejidos, hasta
llegar a los huesos y el corazón. Ha sido un deslave fecal que permanece
avanzando con la fuerza y la paciencia de un glacial, aunque muchas veces
parece ganar una velocidad y una efectividad que nos arrodilla ante el poder
que se quedó sembrado sobre esa pila de inmundicia. Alguien, no se sabe quién,
se subió a la gigantesca montaña de mierda y puso un mantel limpiecito,
suavizado con artilugios, de colores sumamente adecuados para la ocasión. Es
entonces cuando hablamos de valores, de dignidades, de lo bueno y lo malo,
erigiéndonos como agentes de uno u otro bando de ciegos y sordos. Y claro, para
separar lo bueno de lo malo, debemos comenzar a segregar unos de otros: los pecadores
de los puros, los fracasados de los exitosos, los inferiores de los superiores.
Se escriben libros, se crean leyes, se establece el cielo en la tierra. Pero el
mantel, después de un rato, no aguanta la putrefacción que pretende tapar. El
pobre trapo deja ver por entre sus tejidos la farsa que se quiso instrumentar.
¿Rabo de paja? Todos, por supuesto. Los ilusos fingen confesar sus pequeños
pecados, sus raterismos, y se ponen a la orden del capataz de turno, el que les
promete que más adelante también lograrán el éxito que él tuvo a cambio de algo
de sangre y a sabiendas de que es puro cuento, una fábula inventada con la habilidad
cazabobos de todas las épocas. Y aquí estamos y aquí seguimos, oliendo abiertamente
a podrido y con la esperanza patética del que ya vendió hasta lo más sagrado
que tenía. Por eso, ni se te ocurra venirme con cuentos radicales de salvación
a los coñazos.
¿Mi hija? ¿Sexo? ¡Qué va!
Tu mamá tuvo sexo. Tu tía también tuvo sexo. Tu
esposa, obviamente, tuvo sexo. Adivina: tu niña va a tener sexo. En algún
momento de su vida va a ocurrir. Tu tesorito, al crecer, va a desarrollar las
ganas de estar con un hombre y debes acostumbrarte a la idea. Lo que ahora es
una negación categórica de tu parte, tendrá lugar y no estarás cerca –esperemos
que no− para impedirlo. Ojalá no te vuelvas muy loco desde ahora. Ojalá no
salgas corriendo a implementar métodos medievales para impedir que lo que es
natural tenga su lugar. Ojalá no la encierres o la espíes. Ojalá no le inyectes
la moral pacata que le saboteará la plenitud que ofrece el momento, cuandoquiera
que este ocurra. Ojalá no destruyas, cada vez, la ilusión de estar con quien ella
escoja con el corazón para vivir su momento especial. Lo que sí podrías ir
adelantando es la conversa sobre lo que es y lo que implica una relación
íntima. Lo que puedes ir haciendo es cultivar la confianza en que tu muchacha
vivirá con responsabilidad las primeras apariciones del amor. Lo que puedes
intentar es ver la vida sexual futura de tu hija como algo natural, como algo
inevitable. ¿Qué no lo haga la primera vez con el príncipe ese que mencionan en
la revista? …eso no vendría siendo tu problema. Tu “problema” debería ser contribuir
para darle las herramientas, el discernimiento y la oportunidad de quererse
ella misma, de decidir, de ser, en lugar de agitarle en su cara, cada vez que
sientas la amenaza de que “un desgraciado toque a tu princesa”, la bandera del
pecado y la moral como instrumento lamentable de amedrentamiento, solo porque eres
un troglodita moderno lleno del miedo machista de perder algo que no es tuyo.
Podría ser, ahora que lo pienso, mi querido papá, que solo temes que tu
repollito se encuentre en la calle con tipos como tú.
lunes, 15 de julio de 2019
Denuncio a mis emociones
Denuncio
a mis emociones. Por medio de la presente, les echo la culpa de todo lo malo
que me ha ocurrido. Denuncio su grosería, sus maneras altisonantes y
desconsideradas hacia mí mismo y en contra de los demás. Las traigo ante las
autoridades para dejarlas en prisión por disparar la ira, el miedo, la
acusación gritada. Vengo ante ustedes para que encierren a estas delincuentes
que hacen todo ciegamente, sin pensar; que se dejan embaucar por el deseo, por
la propuesta trucada, por la avaricia. No me calo más la arrepentidera, la
pedidera de perdón y la desubicación en la que me dejan después de un rato de
despliegue burdo y retrechero. Muchas gracias por su atención, señor agente.
Siento la plenitud acercarse
Siento cómo la
plenitud se va posando sobre mí. Percibo cómo se van derrumbando algunas
barreras infranqueables hasta ahora. Aprecio cómo ciertas toxicidades del
pasado se deshacen sin despedirse. Siento una tranquilidad que inquieta. El
ruido del entorno va desapareciendo y comienzo escuchar sonidos desconocidos
que me secuestran y me reconfortan. Desde mi silla de siempre, veo cómo lo
mismo de todos los días va ganando colores vivos, matices interesantes… es lo
mismo, pero visto con ojos nuevos. No sé adonde me llevará esta sensación de desenfado
y disfrute, si podría catalogarse de “buena” o “mala”, pero me está alejando
del camino que solía tomar para sentir y hacer, y lo que mi ego tanto se
resiste con cada vez menos fuerza y en medio de las nuevas luces, es a
deshacerme de lo que hasta ahora he amado, de mis modelos y logros, esos que
siento que poco a poco se van secando ahí, sin dolor, delante de mí.
sábado, 13 de julio de 2019
Actúa como si no hubiese Dios
Actúa como
si no hubiera Dios. Actúa amorosamente, como si no existiese dios que lo haga por
ti ni por nadie. Haz lo que debas hacer según tu conciencia, pero hazlo. Levántate y anda. Piensa
que te quedaste solo, entre nosotros, y solo tienes tu bondad para salvarte. Acércate
a tu familia, comparte con tus amigos y tus compañeros; sonríe y ayuda a los
desconocidos. Atrévete a sentir que ninguno de ellos tiene a quién recurrir y
tiéndele tu mano. Date un chance… Actúa como si no hubiese un dios, y para cuando
termine el viaje, tal vez y en poderosa retrospectiva, comiences a sentir que
sí lo hay.
viernes, 12 de julio de 2019
¡Gracias, pues!
Se me
perdió el último cigarro y me puse bravo, cómo no. Se me perdió el último sueldo
y casi me desmayo. Perdí el último tren de la mañana y me preocupé por el
retraso. Dejé el carnet, se me espichó el caucho, no pude ver a mi hijo, y en
cada una de esas ocasiones me disgusté y se me dañó el momento. Se podría decir
que tengo muchas posibilidades de perder cosas, momentos, personas… claro que
se podría decir. Pero se podría decir también que deberíamos estar agradecidos
de haber tenido la posibilidad de disfrutar de esas cosas mientras duraron o
mientras sigan existiendo. Podría agradecer la posibilidad de comprar mi vicio
favorito, de tener trabajo y poder recuperar el dinero, de esperar el próximo
tren, de tener un hijo al que amo y puedo ver. Claro que podría. Podría, pero
normalmente decido no hacerlo: prefiero arrecharme y perder el control y la
tranquilidad cada vez que la vida es vida, cada vez que mi insensatez se
sobrepone a mi conciencia y me termina creciendo el tumor. Si cada cosa que
pierdo es un jalón de dolor; si cada pérdida experimentada no se asume como
algo posible, casi seguro; si los apegos a lo temporal no dejan de existir,
imagínate al momento de la muerte: perderás todo de un solo golpe y con el dolor
y el miedo cultivado durante toda la vida. Así que comienza ahorita o mañana a
tratar de cambiar esa óptica enfermiza de ciego caprichoso y necio.
Somos río revuelto
Somos río
revuelto desde su origen. Somos un cauce desviado que no sabe que lo está, y
enceguecidos, nos entregamos a ese barranco. Somos flujo embaucado y creativo
que se vale de su inteligencia mecánica para idear, estructurar y ejecutar las
más espectaculares obras de infraestructura para su tratamiento y
descontaminación, jurando que así logrará su bienestar final. Somos un torrente
iluso y endiabladamente entusiasta que cae sonriente —y a veces no— por
terrenos confusos, inciertos, cultivados por quienes desviaron el río y lo
enturbiaron en principio. Somos flujo de potencial infinito que, desvirtuados,
perdimos la visión y la fuerza de encontrar nuestro verdadero camino. Somos triste
estanque que después de haber recorrido el camino falaz, el sueño inconsciente,
se paralizó, perdió sus colores y su alegría, para triste y dramáticamente secarse
sin llegar al mar. No somos poca cosa: somos el gigantesco elefante amarrado a
una pequeña estaca desde que nació… despierta.
Sigue criando bichitos
sigue criando bichitos. Sigue criando
gente que no saluda al llegar, que no mira a los ojos, que no da las gracias. Sigue
levantando seres que no reconocen al otro como igual, que no respetan, que no
valoran el esfuerzo propio o ajeno. Sigue formando remedos de ciudadanos que no
ponen la basura en su sitio, que no tienen empatía, que no asumen
responsabilidades. Sigue haciéndoles sus vidas tan fáciles que resultan un
infierno para quienes estamos alrededor. Sigue complaciéndoles los caprichos con
el fin de no perder nunca su amor, su compañía. Mantenlos encerrados en tu
burbuja protectora de gente mala y situaciones complejas: termina de matar su
compasión y su capacidad de perdón. Sigue creando gente desagradable. Sigue disfrazando
de amor tu miedo a quedarte solo más adelante, cuando se vayan y te dejen con
el rol más importante que pudiste pescar en tu vida. Sigue siendo el esclavo
del miedo, también en este contexto de nido de amor y afecto que se suponía que
debía ser. Sigue multiplicando para el mundo la joyita que eres tú, mequetrefe.
miércoles, 10 de julio de 2019
Me gusta la paz, pero prefiero estar contigo
Me gusta
la paz, pero prefiero estar contigo. Todo eso del equilibrio y la tranquilidad
está muy bien, pero elijo el sobresalto de estar a tu lado. Ya sé que piensas
que estoy loco, y está bien, pero me aburro muy fácilmente de la quietud, del
paisaje, de compartir siempre lo mismo. Por eso escojo seguir experimentando
este sube y baja de estar contigo. Sí me han dicho, sí me han aconsejado, sí me
han dibujado el croquis de “lo que me conviene” −si es que eso existe−, pero en
todo caso, no estoy preparado. Siento que estoy en mi momento de brincos,
gritos y alboroto, y debo reconocer que solo respondo a los estímulos
violentos, a la pasión desbordada que reclama derechos a carajazos, pero bueno,
mientras llega el tan mentado momento de sentar cabeza, déjame llevar palo por
las costillas un rato más.
martes, 9 de julio de 2019
Mundo de comiquitas
Yo soy el bueno.
Los demás son los malos, se equivocan y no tiene justificación; yo sí. Mi mamá
es un ángel. Mi papá es un ogro. Dios es un hombre viejo, de barba, montado en
una nube que castiga a los malos. El diablo es un muñeco rojo con cara de malo que
vive en el subsuelo y puya con tridente. Ambos personajes son externos a
nosotros. Los políticos son superhéroes. Mi novia es una princesa y el novio es
un príncipe azul que llegará en un caballo. Mi hijo será un científico famoso. El
matrimonio es un cuento de hadas en el que serán felices para siempre. La vida
es eterna. Y así sigue la historieta. Historieta que es falsa, es fastidiosa y
además pavosa. Historieta que necesitamos creer para sostener el peso de la
realidad, y mira que algunos logran creérsela si tienen su propia burbuja
barata, aunque esté hecha con billetes. El ego danza entre colores, creencias y
drama para luego salir airoso, cada vez, contra cada villano que se le
presente. Mientras tanto, los días avanzan sin mirar para los lados, sin
escuchar ruegos, sin otorgar prórrogas solicitadas después de perder tanto
tiempo creyendo en cuenticos, en comiquitas, en esas pendejadas que supieron
meternos en la cabeza cuando todavía estábamos a tiempo de vivir una vida
plena, una vida de la vida real.
domingo, 7 de julio de 2019
Miedo sádico
No te
ayudaré porque te tengo miedo. Veo que me pides colaboración, y aunque
aparentas estar muy jodido, no dejo de pensar que me puedes echar una vaina y
te cierro la puerta en la cara. Me alejo pensando que fue lo mejor que pude
hacer para cuidarme, pero comienzo a pensar en qué tal si de verdad necesitabas
mi ayuda y te dejé morir. No es cuento. Por mucho tiempo estuve al servicio
ajeno, identificándome con la ayuda al prójimo, pero después de llevar tanto
palo, decidí mejor enclaustrarme en este instinto de conservación desvirtuado y
ridículo. Sigue el pleito interno. Mi cabeza se bambolea entre quien se cuida
del otro por miedo a repetir el fraude del pasado y el desprendimiento auténtico
de ayudarte. Y sigo así, en esta pelea en la que no puedo decidir cómo actuar,
ayudando con miedo a veces, y otras veces abandonando con miedo al necesitado. Vaya
joyita…
viernes, 5 de julio de 2019
Tú deberías
La
gente debería comportarse bien. Los comerciantes deberían ser honestos. Mis padres
deberían ser más flexibles. El avión debería llegar a tiempo. El cura debería ser
ejemplo para la comunidad. Los vecinos deberían vivir en armonía. Los gobernantes
deberían ser pulcros y trabajadores. Tú deberías sacar siempre buenas notas. Y así
navegamos en nuestra necedad, con el cuento de lo que “debería” ser correcto. Igual
vamos por las calles, por la escuela y el trabajo, en la casa y en nuestra
cabeza, juzgando, resistiendo y apegándonos a todo lo que pasa por nuestro
frente, a lo que dejamos atrás, luciendo sin vergüenza nuestra dualidad al
sentir y actuar, nuestro guabineo proactivo. Todo los demás “deberían”. Yo también
debería, pero como que no me dan muchas ganas. “El mundo debería esto y aquello…”,
pero nosotros seguimos escondiendo los trapos sucios, enredados, hechos los
locos, negando y jurándonos por diosito que nosotros no pertenecemos a esa
sociedad de locos.
Tranquilo, que no duele
Tranquilo,
que no me duele. Desde la cama te observo ir de aquí para allá, preocupado,
angustiado por mi estado físico, pero debes tranquilizarte porque no me duele.
No puedo hablarte para desmontar tus temores. Entiendo bien que mis aspecto no
es el mejor en años, pero eso no es lo que me interesa ahora. Ahora me interesa
que te tranquilices, que me acompañes bien, que compartamos estos momentos. Me
interesa que te prepares y despiertes para aceptar lo que viene, tanto o mejor
de lo que yo lo estoy haciendo… porque tú te quedas. Quiero que te sientes a mi
lado, me tomes de la mano y estemos un buen rato en silencio, entre una y otra
mirada de reconocimiento. Quiero que te alimentes a tus horas aunque no tengas
tanto apetito. Quiero que intentes dormir para que recuperes tus fuerzas y
vengas mañana a cuidarme. No quiero que seamos dos los enfermos: no te toca a
ti. Quiero que limpiemos estos días de polvo y paja, de drama innecesario. Hoy
estamos aquí, los dos, vivos, sintiendo este amor de emergencia, tan difícil de
expresar en días normales, de salud, de aparente vida inagotable. Pero, qué se
le va a hacer… Quisiera, si fuese posible, apagar el futuro de siempre, ese
impulso tan dañino, la costosa irresponsabilidad que nos saca del presente, de
la vida real, gratuita, al alcance de la mano, para trasladarnos a la
incertidumbre de siempre, la que manda directo a la basura esas horas de hoy
por las que luego rogaremos una prórroga. Es de noche. Te veo cansado. Vete a
la casa.
Bondad ataviada
Bondad
sin presiones. Bondad sin miedos. Bondad como consecuencia directa del amor. Bondad
pura. Bondad sin códigos, sin moral. Bondad sin límites, que arropa a todo lo
que alcanza la vista. Bondad que fluye, que no conoce atascos. Bondad sin
dueños, sin ego, sin facturas. Bondad sin drama, sin asombros, sin memoria.
Bondad sin manual de instrucciones, sin método, sin técnicas. Bondad
analfabeta. Bondad sin deudas. Bondad sin grupos, sin tendencias, sin
preferencias. Resulta muy extraño que a la bondad se le deban quitar tantos
vicios, tantos disfraces, tanta emboscada de encima para saber qué cosa es.
Como cualquier tela limpia en su origen, y después de tanto camino que se
ensució en el viaje distractor, la bondad deberá ser salvada y reivindicada
para no ser ejercida solo por los pendejos.
Siglos de estafa
Después
de que alcanzamos un nivel decente de evolución como especie, comenzó el
declive, el camino atropellado de la farsa, de la sofisticación, de la pérdida
irreversible. Apenas apareció algún atisbo de conciencia autoreguladora, el
sabotaje de los vándalos se concretó para encerrar lo bueno y lo malo en la
misma jaula, dificultando su distinción. El deseo, el despojo, el abuso y la
hipocresía se subieron al trono y desde entonces se quedaron estorbándole a
quienes solo necesitaban estar en paz, en correspondencia con su entorno.
Pasaron los siglos, se cambiaron muchas veces los colores y los nombres de ese
adefesio poderosísimo para que diera la impresión de decencia y autoridad moral,
pero siempre se le ve la costura, siempre sale con algún desmán que lo deja en
evidencia. La astucia nunca le fue suficiente; el intelecto nunca le resultó
bastante como para conservar la imagen fingida de virtud, de liderazgo, de
redención. Todo ha sido una estafa continuada que ha logrado quebrar las almas
de quienes se dieron por vencido y se abrieron a la venta. Pues, en este
escenario tan non santo, así de enmarañado, se crean campos de conocimiento, leyes,
se lanzan teorías casi infalibles y se practican medias verdades con la fuerza
demente de una masa de seres enajenados que legitima todo lo que al patrón de
turno se le ocurra.
jueves, 4 de julio de 2019
No puedes cambiar a nadie
No vas
a cambiar a nadie. No se puede. Si siquiera lo intentes, porque rodarás
miserablemente. ¿Que ya lo hiciste y resultó? Pues, déjame decirte que cuando
sales por esa puerta, los ratones hacen fiesta. No se puede cambiar a nadie
porque el otro no tiene la motivación propia, y de lo que podría echar mano, infructuosamente,
es de la tuya. La ilusión de que para el futuro todo será mejor se basa en la
premisa de tu deseo y no en la conciencia del otro de que se necesita un
cambio. En el mejor de los casos, el ejemplo sería más útil para el resto que
tus consejos, tus exigencias, tus reclamos. Quien ve los resultados favorables en
los demás y le agrada lo que ve, podría ensayar y saber si combate el miedo
para, eventualmente, ajustar el rumbo. Hasta ahí podrías llegar, no más allá. No
puedes tomar el timón ajeno y virar. Solo te es permitido dejar la semilla en
el terreno fértil y retirarte. Claro está: si no sabes discernir cuál es el
terreno fértil y cuál no, te convertirás, cada vez, en un fastidio para los
demás.
¿Qué coño es “todo”?
“Le
dimos todo”, “lo tuvo todo”, “lo logró todo”. Pero, ¿qué coño es “todo”? Se me
hace que “todo” es todo lo que no tiene carácter humano, bondadoso, solidario.
Se me antoja que “todo” es todo lo que se sale del esfuerzo físico e
intelectual, pero no tiene qué ver con el afecto, con el amor con lo que de
verdad hace avanzar a la humanidad. Cada vez que dicen alguna de estas frasesitas,
normalmente suceden a una desgracia: “Y eso que lo tenía todo”, “pero él lo
tenía todo”. Por eso, ¿qué coño es “todo”? El que tiene todo –si es que lo
tuviera– no debería pasar trabajo de ningún tipo. El que lo tiene todo no
debería estancarse en ninguna situación porque, simplemente, tiene todas las
herramientas necesarias. Definamos ese “todo” que está de moda, entonces.
“Todo” podría ser todo lo material, lo tangible y sobre todo, lo que todos no
podrán tener. Si no cabe en una mano, en una casa, en un hangar, pareciera que no
puede ser “todo”. Es tan así, que cuando conocemos a alguien que internamente
está en paz consigo mismo, que se gana el cariño de los demás, que obra en
favor del vecino, es raro escuchar a alguien decir: “este tipo lo tiene todo”.
miércoles, 3 de julio de 2019
¿Sufrir?, por supuesto.
Sufro.
Sufro mucho sufro lo indecible, como dicen los otros que sufren. Es que me
pasan tantas cosas que no me queda más remedio que sufrir. Es más, ya me
acostumbré a sufrir y no puedo dejar de hacerlo. De hecho, cuando no sufro
tanto, me siento mal. A veces sufro y no sé por qué, pero está bien: por algo
importante será. Sufrir se convirtió desde hace varios años en mi manera de
vivir. Al despertar, cuando todavía no estoy sufriendo, mi mente se ocupa de
pasearme por mis frustraciones del pasado y por la ansiedad por el futuro y
listo: ya comencé a sufrir. Llamo a mis amigos, salgo a la calle, voy al
mercado y les comunico seriamente mis sufrimientos. Fíjense que soy tan
elocuente, que los que estaban tranquilos comienzan también a sufrir. Así es la
cosa. En estos días me levanté con un sobresalto. Me sentía raro, muy raro. Tan
raro me sentí que salí corriendo al siquiatra, y cuando me dijo su diagnóstico,
era que estaba muy bien… y comencé a sufrir.
lunes, 1 de julio de 2019
Creo que te vas
Veo tus
ojos llenos de lágrimas, pero tu boca muestra una sonrisa que derrama felicidad,
agradecimiento, despedida. Contemplas por la ventana las luces infantiles de la
tarde en rojo y naranja. A veces bajas la vista, como para terminar de digerir
lo que tus ojos se apresuran a recoger, como para pensar en algo. Sin que lo
sepas, te veo mirarme fijamente, recorrer la casa. Caminas por el patio, como
grabando en tu cabeza las últimas fotografías. Hace rato saliste a la calle,
frente a la casa, saludando a los vecinos sin hablar, solo con tus manos
viejas, tan experimentadas en las caricias y en nuestra orientación como en el
trabajo duro. No me has dicho nada, pero creo que te vas. Creo que nos dejas. No
forzaré la barra para saber, porque nunca sirve de tanto. Te sentaste hace un
ratico en tu mecedora ya quieta, de espaldas a este rincón, a seguir mirando
cómo baja el sol, cómo se apaga el día. En medio de mi respiración recortada, ya
no tengo dudas: estás diciendo adiós sin decirlo con los labios ni con los
ojos, sino con tu pose cada vez menos temblorosa de “listo para el viaje”. Bueno,
viejo, ni modo, ya tus manos descansan: nos vemos más tarde.
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