Tomaremos al mejor técnico y lo
pondremos de jefe. Agarraremos por el pescuezo al mejor novio y lo
convertiremos en esposo. Arrastraremos al mejor hijo y lo haremos
padre. Por las greñas nos traeremos al mejor soltero y lo
comprometeremos en lo que debe hacer al fin, como acto de justicia.
Como una secuencia natural inexorable, convertiremos lo que está
bien, óptimo, y les pondremos los medidores en cero para ponerlo en
otros menesteres. Depredaremos cuanta cosa veamos rodando suavemente
y la pondremos en el más pedregoso de los terrenos. Sacaremos los
tornillos que nunca se movieron de su función, los botaremos y
sacaremos una bolsita con unos nuevos, porque mire, mi hermano, ahora
sí que se pondrá buena la cosa. Así, quien era diligente, se
aburrirá. A quien le gustaban los cuadritos, se resbalará con esas
metras. Quien era espléndido, sobrevivirá con detalles obligados,
con los deberes del día. Quien extrañaba y volvía con todas las
fuerzas, perderá la fuente de energía. Hay que ver, cuando no es la
falta de supervisión, es esta ladilla proactiva.
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