Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"

lunes, 31 de octubre de 2011

Ahí está El Experto


El experto experimentará porque de ahí sale su conocimiento práctico. Ya basta de libros, de metodologías, de propuestas. El experto cayó en su período de prácticas y por mala suerte, cayó en tu camino, por lo que éste especulará ahora con el radiador de tu carro. El experto, te mirará con su cara de diploma a juro y formulará una hipótesis con tus riñones, dejándote boquiabierto con sus “Sis-Entonces”. El experto se jurungará la barbilla y extenderá su sentencia acerca del bote de la tubería de tu cocina. El experto no dudará en recomendar una tasa de interés con base en un instrumento financiero que él “conoce”. El experto se levantará después de escuchar tu cuento y mirar tu oreja, como buscando el saldo bancario que tienes. Ese mismo experto diagnosticará pérdida total de cualquiera de las cosas que te revisó y sin gesto dubitativo prescribirá un nuevo de lo que sea que tengas y que ya casi no tienes. Una nueva válvula de vacío, un nuevo riñón, una nueva inversión o un nuevo tubo de media pulgada y sus gomitas de las  buenas vendrán a resolver el problema que, según él, tú produjiste por no haberlo llamado antes. Yo no sé de eso, porque el experto es él, pero desde que cambié la válvula, cambié el tubo y reinvertí el dinero que me quedaba, estoy peor y ahora no consigo al experto desgraciado ese. Qué riñones tengo yo…

Nos la estamos comiendo


Como era buen diputado, lo pusimos de presidente. Como era buen técnico, lo pusimos de supervisor. Como hablaba mucho, lo pusimos de vocero. Como le gustaba dibujar, lo pusimos de coordinador en Cultura. Como me cae bien, lo pusimos de asesor. Como es el alma de la fiesta, seguro lo hará bien en Relaciones Públicas. Yo supe que él era bueno en números, por lo que en Tesorería nos debe dar tranquilidad. Como no había más nadie, lo trajimos y mi pana, creo que nos irá bien.

Venga, mijo...


Yo hablo un poco estropiao, pero tú me entiendes. No tengo tus medios de expresión, pero puedo decir lo que pienso, lo que necesito que escuches, lo que necesitas que diga. No te me hagas el tonto, que estas arrugas no guardan desperdicio. Veo cómo llegas, te sientas e intentas convencerme de cosas, mientras yo puedo ver a través de ti y figurarme tus intenciones. Entiendo que no entiendas mis negativas ante lo que me vendes como beneficio. Entiendo tu entusiasmo con lo que acabas de aprender allá afuera, pero no cierres tus ojos y oídos al resto de las fuentes. Eso fue hace algún tiempo. Ahora, veo cómo llegas y compartes. Ya nos respetamos por igual. Ahora aprecio cómo escuchas y tratas de enmarcar lo que aprendiste con lo que escuchas, y en medio de ese quiebre luces distinto, más simpático, un poco más sabio. 

domingo, 30 de octubre de 2011

Soñaba contigo


Soñaba contigo, con una caminata por verdes y azules. Soñaba con el bienestar del corazón, del cuerpo, de cada día. Soñaba con tu mirada durante conversaciones acerca de no sé qué, decidiendo algún rumbo. Soñaba con la certidumbre con la que había soñado. Pero coño, la sonrisa y el agrado de madrugada se notó inevitablemente, y ante una pregunta que no entendí, terminé de despertarme a su lado.

La sonrisa sobrevivirá

La sonrisa sobrevivirá. Su invencibilidad se hará siempre notar y se mostrará, como amaneciendo, como un telón que siempre se abre a pesar de lo trágico de la obra. Como la flor entre las rendijas de la sequía, después de apenas unas gotas de lluvia. A la sonrisa, en su inefable apariencia, en su infinita inocencia, siempre se le ve entre los escombros de una guerra, entre la pobreza incurable, como no queriendo entender que la cosa no es juego. En medio de su peculiar locura, entre el frío y la frustración, entre preguntas sin respuesta, la sonrisa se arrincona y pícara, se deja ver. En su inexplicable y sensual desnudez, en el brillo de su piel y su poder de curación, se enciende el ingenuo deseo de poseerla, pero no se da a todos. Por ahí va, pues, esta venerable anciana, sin querer morir, sin poder morir, dando de beber al desahuciado e inyectando la locura necesaria para seguir el camino.

sábado, 29 de octubre de 2011

"Ya no me gusta"

Se destapó el basurero. Se reivindican los pecadores habituales y los santos de siempre. Bienvenidos los comentarios en internet. Mis más perversos sueños quedan en la microscopía comparados con cualquier frase airada en la red de redes. Mis deseos, mis prohibiciones y mis frustraciones son el disfraz corto que cada alias se coloca al teclear en el foro. El cinismo, la carcajada hacia lo que quede de valores porái es buena parte del desfile. Hasta la hiperconciliación se cuela entre túnicas y colinas para enseñarnos el camino correcto: el ajeno, claro. Los monosílabos repetidos hasta la saciedad son dignos de algún retraso mental agudo, si lo llevásemos al rostro. Santidades, asesinos, burlistas y militantes salen de sus cuerpos mojigatos y se introducen por el teclado a un espacio en el que cobra valor, desparpajo, omnipotencia y hasta belleza increíble. Es, pues, una fiesta de disfraces en la que nunca sabremos si el antifaz lo tiene el carajo sentado allá afuera o el nick redentor que pulula entre esta multitud de mentirita… “Ya no me gusta”.

viernes, 28 de octubre de 2011

No quiero ser un cliché


No quiero ser un cliché. No quiero ser el hombre más genial que han visto, el mejor hombre que han conocido, el tipo más interesante con el que se han encontrado. No quiero ser un ejemplo para los niños, para los estudiantes, para los profesionales. No quiero tampoco que se enamoren de mí desde el primer momento en que me vieron. No quiero hacer camino al andar, ni quiero rasgar el cielo. Menos aún quiero ser un vacilón o un carajo del carajo. No quiero ser recordado como un tipo bueno o preferir el olvido. La historia no me absolverá… probablemente ni se entere que existí. Me niego, a pesar de lo lindo que suena, a vivir en el corazón de los demás mientras me ignoran ahorita. Prefiero que no me escondan detrás de frases hechas que impidan dar a conocer la verdad, declamándome en lugar de conversarme. No quiero ser un monolito al que se le atribuyen poderes mágicos, inventando cada vez una historia conveniente. No quiero ser un ejemplo de moral ni buenas costumbres… Así que déjenme tranquilo.

¿Que no mire el pasado?

Me pides que no mire el pasado, pero no sé. Me indicas que la vista atrás no deja ver hacia adelante, pero no sé. Me dices que diaquí palante es la cosa, pero no sé. Me paro en este lugar, miro a mi derredor, pero no sé si sentirme mejor o peor porque no tengo con qué comparar el momento. La audiencia dice que lo hago muy bien y hasta aplauden, pero no tengo manera de saber si voy mejor o peor. No es que le haya contado tu recomendación a un historiador, a un estadístico y a un empresario y se rieron de mí; el hecho es que me siento desorientado con eso que dijiste. Aunque en el presenté sé qué cosas ajustar, tengo una miopía funcional que no me abandona. Todo esto sin mencionar los pecados que tiendo a propinar. Por eso es que ese consejo tuyo… no sé.

Qué jalabolas, pana


Qué jalabolas1 eres. Eres tan jalabolas. Asientes con la cabeza, afirmas, aseveras, defiendes a ultranza. Qué jalabolas, chico. No criticas, no respondes si no es para seguir jalando bolas. Te acercas con tu actitud tan pegajosa, abrazando, preguntando por la salud, echando flores en el piso. Te anticipas, pero no pegas una. Tus hombros y tu dignidad, siempre tan dispuestas al tacón que hinca sin chillido de vuelta. Te sacudes el sucio, no importa, y te levantas para seguir en tu jaladera. Eres el eco de mi discurso, mi primera línea de defensa incondicional, el deseo cumplido con el chasquear de mis dedos. No tienes un gramo de vergüenza, no tienes criterio; eres de frases prestadas, tal vez robadas. Por todo esto, y por el peligro que representas para cualquiera que alimente tu parasitismo argumental, te dejo ir, te doy la libertad… ¡Que dejes, coño!
1. La palabra “jalabolas” está compuesta por “jala”, de halar, y “bolas”, por testículos. Originalmente, es con “H” y separado, pero así no suena sabroso como para insultar a semejante hijueputa2

Queda cielo

Todavía queda cielo. Todavía brilla el sol. Todavía queda calor en el ambiente. Finalmente puedo descubrir que el pesimismo me arropaba los ojos. Miro a un lado y la brisa todavía mueve las ramas. Todavía existe la esperanza, la sonrisa, la energía que mueve hacia delante. Todavía está la cómoda mecedora en el patio, que invita con su balanceo como para que me deje caer un rato, para recuperar lo que todavía no he perdido. Todavía queda aire fresco por respirar, y creo que lo estoy perdiendo aquí dentro. Nos vemos.

Caerás...


Siento, pero no muestro. Quiero, pero no digo. Necesito, y aunque no lo sepas, lo tomo de ti, como un parásito, como un murciélago. Vivo de las ofrendas que los demás me dejan, después de practicar algún ilusionismo, alguna retórica brillante; después de fabricarle algunos sueños prestados, sin fecha de devolución… aunque la tengan. Soy un imán cuyo magnetismo hace que basten las cosas, aunque no se agache para recogerlas, aunque no las merezca. Soy la atracción de muchos, el alimento de otros, la esperanza de aquellos. Soy alguien que se hincha con la sangre del resto, que sonríe con el llanto del resto, que vive con el martirio del resto. Si no me conoces, lo harás cuando pase a tu lado y quedes prendado en esa última mirada en libertad; cuando me mires, lo harás por tu propia decisión. No habrá excusas; si tu corazón me recibe, no importa lo que diga tu razón: serás mío.

jueves, 27 de octubre de 2011

Todo se frena

Se acabó el combustible del metabolismo del vértigo. Levanto el pié del acelerador y los motores van cesando su ruido, su calor incandescente. Subo las escaleras, entro en mi refugio y dejo las llaves en la cesta de siempre. El maletín, la chaqueta y la corbata quedan a un lado para dejarme en libertad, para ir desnudando los ritmos propios, la lentitud evitada durante el día. La cama fría me deja ver al techo, mientras todo da vueltas. La brillanteces de la jornada, las horas de cola y la preocupación de mañana comienza a desvanecerse con el humo en el campo. Pronto, muy pronto, sólo se escucha el péndulo del reloj, los insectos del jardín y mi respiración. La luz de la habitación no es nada ahora. La decoración de hace meses no aporta. La madera brillante ya no es distintivo de nada. Me incorporo, y el tipo del espejo no parece merecer admiración alguna… Me siento solo.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Dame mi etiqueta, carajo

Necesito una etiqueta. Es urgente. Necesito entrar muy rápidamente en una categoría, en un movimiento, en una minoría mayor. Necesito cumplir con los requisitos establecidos de algún grupo de esos, y sentarme en grupo, retratarme en grupo. Asumo, por supuesto, el rechazo de los portadores de las otras etiquetas, seguramente inferiores; yo quiero una buena. Necesito definición. No puedo andar por ahí, diciendo relatividades, examinando tanto, discerniendo como si fuese tan inteligente. Yo quiero puro de tómalo o déjalo; no comiences a evaluar nada: si no se parece, es contrario. Yo quiero erigirme como un nuevo ser, uno totalmente coherente con algo. Nunca más me capturarán movido en la foto. Iré hacia adelante sin miramientos y tendrán que admirar al nuevo espécimen. ¿Quién eres? ¿Tú? ¿Quién me va a dar mi etiqueta? ¿Ah? ¿Por allá?

Se fue en silencio

Se fue y no dijo nada. Se fue y no sé cuándo. No dejó ninguna de sus cosas… por eso digo que se fue. Se fue y me dejó haciéndome preguntas. Se fue y no me dejó una pista para descubrir la razón de su ausencia. Lo que si parece definitivo, es que no está. Cuando me levanto, quedo con el comentario escurrido. Cuando llego, el grito de saludo se desinfla a su mitad. No hay destinatario para mis miradas, para mis regalos, para mis ganas. Tal vez sí sepa la razón, aunque no la he escudriñado. Tal vez se fue con tantas preguntas como yo quedé. Tal vez tampoco comprendió las respuestas que sugerí. Podría ser que en su caminata por el parque ahora comience a plantearse las cosas como yo todavía no me preparo a enfrentar. Tal vez se había ido antes, aunque estaba aquí, a mi lado. Quizás se preguntaba por mi ausencia cuando estábamos en el mismo lugar. Quizás yo soy quien se fue primero, y ahora me niego a responder las mismas preguntas que me fueron encargadas antes, cuando todavía tenía futuro.

Pediré que me ames


Pediré por favor de que me ames. Compraré tus besos. Alquilaré unas caricias. A pesar del precio, lo pagaré, y así serán míos esos menesteres. Llamaré tu atención, como en subasta, hasta que ya no haya nadie más que se atreva a llevarte. Suplicaré que me mires. Lloraré hasta que sepas que estoy ahí, después de horas viéndote dormir. Haré berrinche tras berrinche hasta que me preguntes. Apagaré la luz cuando leas. Cantaré cuando oigas tu música preferida. Te despertaré varias veces en la noche, sólo para que recuerdes con quién estás. Te esconderé tus pantuflas, haré un huequito en tu bata. Mojaré tu pan y colocaré tu comida al revés. Cerraré el grifo cuando te bañes…y cuando te rindas, y me preguntes qué quiero, sonreiré y te diré que nada, que todo está bien así, para no arriesgarme a tenerte al fin, y que comience la terrible cuenta regresiva.

¿Quién es el enemigo?


No sé cuál es el enemigo. No sé a qué le temo. No tengo ni siquiera, una idea clara de cuál es el problema. No sé si es que no lo veo, que no siento su voz, su presencia. No sé si está tan lejos que no puedo acabarlo, o tan alto que no puedo abrazarlo hasta hacerlo decir la verdad. Paso días sonriendo casi sinceramente, hasta que llega a mi mente esa preocupación sin forma, sin colores, sin temperatura. Tengo la sensación de que mi estatura está disminuyendo a medida que pasan los días, los años sin resolución. Paso al lado del mismo árbol cada día, y al mirar hacia arriba, todo está cada vez más lejos, más difícil de alcanzar. Nadie lo ha notado, creo, pero en pocos intentos me iré convirtiendo en mi problema, en algo inferior, en un bicho que se come a si mismo hasta desaparecer, sin haber identificado a su verdugo.

martes, 25 de octubre de 2011

No me puedo contener


Ya no puedo contenerme. Me siento tan cargado de cosas indeseables, que no puedo levantarme. Como toda mala costumbre, confié y ahora por la puerta abierta se ha inundado mi paciencia, mi razón, mi compostura. Siento que mis ojos se ponen cada vez más brillantes, mis párpados parecen no existir; y de repente, un rictus imponente que no escatimará profusión en lo que sigue. De mis labios comienzan a salir todas las palabras que debí decir, pero mal dichas, tratando de aparentar una coherencia que resulta patológica. Mis brazos se mueven sin control, como empujando lo dicho, lo gritado; mis ojos liberan lágrimas que caen regadas en el piso, por los movimientos compulsivos de mi cuerpo. Se resquebraja mi voz. He dicho tanto que mis ojos rojos, húmedos, comienzan a perder su brillo, a ganar una precaria lucidez. Con el antebrazo limpio mi cara, mientras conservo mis vaivenes. Todavía de pié, mis voz se apaga como si ya mis ideas adormecidas por mi jaqueca no fluyesen. Ya puedo mirar a los lados, respirar, recordar dónde estoy y lo que queda de mí. Sólo sollozos me acompañan en este silencio final. No sé si tuve la razón. No sé si me excedí, si cometí un error… pero aún temblando, me siento mejor.

Sobrao palante...


Veo alrededor y sonrío con comodidad. Veo gente inferior, veo actitudes tímidas que demuestran que puedo tener el control en cualquier momento. Solo puedo ver hacia abajo, como si fuese una nube, algo que flota, lejos de menosprecios propios; lejos de cualquier actitud timorata, sumisa, lapidaria. Soy todo un rabo de nube, como el amigo aquel. Tengo lo que no se tiene. Me muevo en espacios exclusivos, limpios, depurados, donde las impurezas, las ligerezas y lo desbalanceado son descartes casi congénitos. Soy, pues, algo especial; algo que los demás admiran sin conocer; algo supremo con lo que los demás se conforman con solo ver. Soy un cuerpo celeste deambulando por las calles de todos, por las plazas comunes. Soy realmente un regalo, un modelo, un verdadero paradigma de vida…
- ¿Cómo? ¿Qué no? Pero, ¿por qué? ¡Espera!... dime.

Tremenda inversión

El odio me liberó de estar examinando. Ahora, simplemente odio, simplemente temo, simplemente agredo. El determinismo enrarecido me liberó de estar pensando en alternativas, en cambiar las cosas que me parecían mal. La persecución del dinero me liberó de estar virando la mirada al resto de los prójimos, sólo usando sus hombros para la nueva promoción. Mirar al fondo del salón mientras diserto, me ahorra mirar los ojos de la audiencia, y de paso, me da caché. La embriaguez de la escarcha perenne de las nuevas penumbras me saca de esa vida atada al suelo, esa que hurga dentro y jode sin cesar. La verdad es que he hecho una gran inversión que me lubrica el paso de las horas; después veremos. No invertí en la verdad carrasposa de los álbumes de familia, de recuerdos de amigos, de amores. Por eso, lo invertí todo.

domingo, 23 de octubre de 2011

Eres... ya no eres (plagiado a mi hija)

Eres la duda, eres el desamor, eres un escrito con falta de inspiración. Eres la musa irremediablemente muerta; eres el sol que se esconde para darle paso a la gran tormenta. Eres la esperanza perdida. Eres agua pasada, el conjunto de palabras que no se pronunciaron. Eres la lluvia inesperada, el examen sorpresa a estas alturas; eres un tema que ya no interesa.

No estás aquí


No estás aquí y trato de llenar mis espacios. Te fuiste y coloco pedazos de materiales en los retazos de mi vida que creo controlar. Canto, dibujo y escribo, pero todo me sale tan mal que vuelvo al mismo terrible punto de partida. Estás lejos y lo que puedo hacer es saberlo. Pareciera que los objetos que me rodean son forman la audiencia de esta gran payasada que protagonizo, en la que trato de hacer que uno sea dos con sólo cambiar la posición, con mirar para varios sitios, con apretar los dientes, esperando que de alguna de las rendijas de este cuarto cerrado salga algo parecido a ti: tu voz, tu aliento, tu aroma. He escuchado voces de alerta, de terror, pero como un niño empeñado seguiré buscando pedazos de cosas que armen tu figura, que rellenen tu lugar en mi cama. Seguiré enrollándome en una cuerda hasta quedar asfixiado, simulando que me abrazas, feliz de regresar.

Media burbuja


Me sentía en una burbuja, entre documentos, entre cuentas, en medio de pleitos legales. Sentía que no había salida, que debía ser bueno y cumplir con el entorno. Siempre había existido una inquietud, algo fuera del contexto calculado, planificado, de otros. Poco a poco fue mostrándose  una manera, no de escapar, sino de entrar en un mundo más conocido, propio, agradable, como cuando te encuentras con un gran amigo. Poco a poco se ha ido abriendo esa compuerta, y los momentos de recreo han ido en ascenso. La burbuja está averiada y la mitad de mí está afuera. Uno de mis pies paga las cuentas, mientras el otro está en el aire. Uno de mis ojos está atento a lo que ocurre, con suspicacia agotadora, mientras el otro se cierra, entregado a algo recién encontrado, pero sumamente confiable… que se lo digo yo. En esta fase, donde soy dos en uno, salto de una parcela a la otra, sintiendo que el saltito ese prolonga la vida, acorta los esfuerzos, establece el equilibrio.

Que se vaya luz... gracias.


Por favor, que se vaya la luz y conversemos un rato. Que se vaya la luz y me miras a los ojos. Que se apaguen todos los aparatos y se acabe el ruido. Que pueda escucharte respirar, suspirar. Ojalá decreten toque de queda, estado de excepción, y nos quedemos encerrados aquí, recordando que también en la ciudad sopla el viento. Ojalá pueda encender una vela y leer un libro que tengo llevando polvo. Ojalá sólo se pueda escuchar música suave y pueda dormir sin sobresaltos, sin zumbidos recogidos durante el día. Ojalá que haya tanto silencio que pueda escuchar lo que pienso. Espero que, de vez en cuando, las distracciones se descompongan y me dejen en mejores tinieblas, a tu lado.

sábado, 22 de octubre de 2011

Saque una hojita, Jóvito...


Ya no se nos es dada una hoja en blanco para dibujar por primera vez. Ni siquiera se nos da una hoja con figuras ordenadas para que identifiquemos las irregularidades y salir airosos en el examen. Ahora tengo enfrente de mí al jurado invisible, que me presenta panoramas en desorden, con inoportunidades, con arrepentimientos y rectificaciones al andar. La prueba en estos tiempos es establecer el orden en ese paisaje andado; es encontrar cierto patrón que aproveche el camino pasado y reacomode, reagrupe, lave, deseche y logre un nuevo comienzo. Se me permite copiarme porque es la trampa clásica. Con un lápiz nuevo en mi mano sana y la vista bien aguzada, todavía no es fácil. Sin embargo, creo que es sólo remarcar los caminos borrosos que soñé y que siguen enfrente, detrás de esa cortina de miedo, de parálisis sin explicación, que sigue haciendo malabares con mi paciencia sin que se le caiga todavía.

...ni con dos pelucas


Con los ojos cerrados sin querer, por la luz repentina, tropecé y quedé al borde del abismo. Colgando y lleno de miedo, blasfemé, vituperé y me quejé hasta que ya no pude más. Con los ojos ya entreabiertos comencé a formular hipótesis, buscando la causa de mi tragedia tan temprana; si yo lo que quería era avanzar hacia mis sueños. Pude abrir completamente mis ojos y se me brindó la posibilidad de verlo todo, pero no quise; ya yo tenía mis culpables, y mi vista estaba exactamente en el otro extremo, donde estimé que estaría seguro para siempre, lejos de todo aquello. Y fue entonces cuando me encontraba con los ojos cerrados de nuevo, pero ahora por voluntad propia, por mi propio designio. Casi tan ciego como al inicio, me reincorporé y corrí, practicando eso de ser imbécil y caer ahora hacia el precipicio opuesto. Sentí contrariedad al mirar que estaba en el otro extremo del pensamiento, sufriendo las consecuencias del signo inverso. Me sentí bastante estúpido, al mirar hacia el resto de las guías que ignoré adrede. Abriendo los ojos con mucha rabia hacia mí mismo, y sacudiéndome el polvo la ropa, me reincorporé. Esta vez no corrí; ni siquiera caminé. Preferí dejar a un lado el brío que me llevó a los dos extremos y pensé por un rato.
Eso fue hace ya mucho tiempo. Después de decidir que necesitaba un equilibrio entre los extremos, he intentado más acá, más allá, cada vez más cerca de ese punto de quietud, de sosiego, de paz; y aunque no lo he logrado, sé que ya lo más difícil ha pasado; que los sobresaltos son cada vez menos frecuentes… al menos dentro de mí.

El espejo roto (a Carola)


El espejo está roto. No sé quién lo rompió; tal vez fui yo mismo en el camino. Mirándolo, ya no soy yo quien se refleja. Ahora se muestra algo distinto, deformado, roto. Me dicen que luzco mejor, que luzco como debo y a veces me emociona; pero en el silencio, en ocasiones de oscuridad, recuerdo mi verdadera imagen… y no es esta. De vez en cuando veo líneas que no llegan a su destino, sonrisas partidas, miradas desencajadas. De vez en cuando me sorprendo con la mirada perdida en la ventana, a través de estas cortinas generosas, por entre estos árboles de ensueño. Me recuerdo en otros sitios, en otros menesteres, en otras dimensiones. Me recuerdo en una escasez de otro tipo, más llevadera. Imagino tender mi mano, mi hombro, mi palabra solidaria. En el espejo de ahora me encandilan varias aristas, como señalando culpas a cuestas, como rostros de compañeros y adversarios desdeñados en mi soberbia. Pero parece tarde. En este punto, donde he defendido tanto de esto, sólo me queda mirarme en el más grande de los trozos del espejo en mi pared… aunque un poco agachado, casi arrodillado, me veo casi como era: luzco como debo.

Toca el instrumento


Toca el instrumento, y si puedes, sonríe. Ejecuta tu arte, pero si nos haces el favor, siéntelo. Cierra los ojos para traerte de los pelos la alegre inspiración que te balancee de un lado a otro. Frunce el ceño de vez en cuando para saber que la melodía te trae recuerdos del pasado. Abre los ojos y fíjalos en quien te acompaña, dedicándole esta pieza que luego podrían bailar. Riega tu placer entre la audiencia expectante. Hazle saber que no es un día más, que no es un deber, que no se trata de conseguir el sustento. Demuéstrales, sin saber, que la sal de tu vida se encuentra entre tus manos ahora. No escatimes la carcajada que causa tu deleite. Deja ver el trozo de libertad que se esconde entre esos compases que dejas volar, esta vez, por compromiso.

Qué ladilla, Pepe


Pepe
No estoy de acuerdo como trataron el tema de la alimentación en los niños. ¿Qué piensan ustedes?
Me gusta – Comentar – Hace 3 horas


A El Mocho y otras 1345 personas les gusta esto.
María Hola, mi loco, ¿cómo estás?
Juan Epa, Mary. Qué raro verte por estos lares. ¿Cómo está el patuleco?
María Juancito!!!!! Qué sorpresaaaaaa…
Ermenejildo María y Juan como que tenían tiempo que no se hablaban, jijijijijijji
María pues fíjate que no, Erme. Desde el accidente del primo, -¿Cómo es que se llama?-. Bastante tiempo
Ermenejildo y tú, Juan, ¿y has sabido de tu-sabes-quién?
Pepe De verdad, muchachos, me interesa el tema
María mira, Erme, yo sé de quién hablan y no me agrada que lo traigas a colación
Teresa yo también sé que se trata de mi, Mari, pero déjalos que se diviertan; total, eso para mí es pasado.
Juan tranquila, Tere, que no estamos hablando de ti, ¿verdad Erme?
Ermenejildo (grillos)
Pepe ¿Vieron el programa anoche?
Teresa claro que si, Mari. ¿Cuándo nos vemos?
María la verdad es que tengo que viajar en estos días. Yo te aviso
Pepe ¿No me van a parar bolas?
Teresa y eso, mana?
María es que terminé con Pepe y no quiero estar aquí
Pepe qué ladilla…
Juan bueno, muchachas, me despido. Las invito esta noche a unos tragos en la casa… especialmente a ti, Mari, que estás libre y sin pegoste. Así te animas un rato.
Pepe pero coño, Juan!
Teresa qué nota! Espéranos allá, verdad Mari?
María claro que sí. Esto se me tiene que pasar pronto y así rehacer mi vida.
Teresa te quiero mi locooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!



viernes, 21 de octubre de 2011

Soy lo que te mueve

Soy lo que te mueve desde dentro. En tu mente y en tu corazón está mi imagen inamovible, imborrable. Soy el combustible de tus maderas, el fuego de tus locomociones. Soy quien te anima, sin decir, sin susurrar siquiera, a levantarte cada día en repentino sobresalto, saltando de la cama a pensar en el nuevo plan. Ilegalizarás tu andar. Por mí quemarás ciudades, romperás diques, contaminarás paraísos. Sin quitar la vista en tu objetivo pétreo, armarás ejércitos invencibles y sembrarás nuevos bosques con la esperanza futura de descansar en sus sombras. Veré, desde mi fortín, cómo llegas al valle, subes el precipicio y dejas tu cabalgadura en mi patio silencioso, sólo para darte de cuenta de que, al halar la puerta ya sin trancas, sólo te espera una sonrisa y un par de brazos abiertos.

Por mi bien, siéntate y cállate


No digas nada: sólo mírame. No me expliques nada, sólo siéntate aquí y déjame disfrutar de tu presencia. No digas nada, y menos si es algo genial, inteligente. Te he visto de lejos y me gusta como sonríes, cómo caminas, cómo disparas miradas perdidas de vez en cuando. No sé cómo es tu voz, y no me interesa. No he sentido tu aliento, el calor de tu piel, pero me interesas mucho. Siéntate, anda, por aquí, y no digas lo raro que te puedas sentir, lo presa de alguna personalidad desquiciada que puedas sentirte; sólo calla y lee en silencio esta carta que te escribí, levantando la vista cuando te de risa, para verte bien cuando la intimidación te ataque, cuando tus mejillas se pongan rojas. En ella escribí todo lo que me pareces, aún estando de lejos, y quiero saber, adivinando por qué línea vas, tus reacciones ante lo que yo siento… pero no menciones palabra alguna para que todo sea perfecto, para que no haya la más mínima posibilidad de daño a este manto de fantasía que inventé y que no quiero que, ni siquiera tú, el objeto de la creatividad, meta la pata y se esfume todo.
Está bien. Ya pareces haberla leído toda. Me gustó mucho cómo la tomaste. Soñaré con eso. Ahora, levántate, camina hacia donde siempre te he visto y sigue tu vida, olvidando que alguien, en algún momento, arrancó un trozo de tu alma y se fue para siempre, sin daños, sin palabras, sin lamentos, sin exageraciones, sin dolor.

La musa dormida


Ahí está, mirándome, recostada cobre un trozo de papel, una pluma de tinta negra. Tiene un brillo extraño, provocativo, como invitando a ser usada, a ser instrumento de mi inspiración. La musa bosteza y sonríe, como en domingo, aletargada, sinvergüenza ella, negando el material que la pluma reclama. Y yo aquí, entre estas dos antagónicas chicas, tratando de explicarle a una la somnolencia de la otra, tratando de mediar entre el ocio y la ansiedad. Soy instrumento de una y dueño de la otra. No controlo ni a mi dueña ni a mi esclava. Estoy a punto de salir corriendo como medida desesperada. Estoy a punto de reclamarle a una y amordazar a la otra. Tal vez deba esperar un poco. Tal vez deba hacerle un cariñito a las dos y solucionar esto de una vez.

Crujidos mudos


Se escuchan crujidos. Se siente dolor. De nuevo, me trato de mover para caminar, y la piel se desgarra para dejar salir algo de tinta roja. Es otra crisis. Es otra posibilidad de retroceder. Una sugerencia de muy adentro, una voz más necia que yo empuja hacia fuera para que conserve el camino. Los lados del camino invitan. La distracción pinta colores más cómodos de seguir, pero creo que seguiré intentando y logrando. A veces el sufrimiento, en su prepotencia, da paso a sensaciones enajenadas que permiten cierto refrescamiento en la ruta. A veces, el calor del día, deja de lacerar y da oportunidad al sueño despierto que me lleva de la mano, hacia donde la voz dicta. La tentación pasajera me embiste, haciendo que mis sentidos se violenten, se amotinen, y olas de arrepentimiento potencial bañen mis pies testarudos. No sé cuánto podría perder si sigo, pero siento que sé cuánto ganaré en la pelea, sabiendo que el enemigo tiene ganada una parte de mí.

martes, 18 de octubre de 2011

¿Bailamos ésta?

Letras, ritmos, movimientos que hacen del caminar, bailar. Es una envoltura que produce una sonrisa entre un giro cadente y otro. Si bailas, lo ves todo desde abordo. Ves que todo gira alrededor, que los ojos que te miran lo hacen sin distracción. Hay cercanía, hay contacto; se siente la vida en el cuerpo de ambos. Si sólo ves, tu cuerpo, tus manos, hasta tu boca, se balancean para poder sostenerte en la silla, para no caer con la risa en los labios, de la embriaguez que causan los tambores, guitarras y voces en perfecta mezcolanza. No hay mucho qué decir; sólo hay que acercarse y saber de qué se trata. ¿Bailamos ésta?

Lo abraza


Lo abraza como diciéndole “te necesito”. Lo abraza como queriendo apresarlo ya. Lo abraza urgentemente para que no escape. Lo abraza mientras se balancean con fuerza, con preocupación. Lo abraza en medio de las luces, con el temor de que desaparezca en la oscuridad. Lo abraza con fuerza, con correspondencia, con ganas. Lo abraza con los ojos cerrados, con los labios mordidos. Parece que, después de ahora, no hubiese mañana.

Llévame lejos


Llévame muy lejos por un rato, antes de que baje el sol. Llévame a dar un paseo donde no se sienta esto tan feo. No te olvides de llevar la bolsita con los dulces y el pañuelo, por si se me antoja comer o llorar. Sácame de aquí por un rato y demos una vuelta, sin mirar el reloj, sin ver a nadie, sólo caminando a tu lado, agarrados de la mano. No dejes que permanezca aquí solo, preguntándome cosas, contestándome cosas, martirizándome con otras cosas. Llévame donde pueda respirar aire un poco más frío, donde provoque sentarse y ver alrededor, sintiendo tu silencio cómplice, tu presencia de sabio. Abre esta vaina y deja que mis piernas hagan los suyo, guiadas por el miedo de seguir entumecidas, paralizadas, sin ejercer su plausible función de llevarnos donde soñemos. No me dejes aquí, marchitándome como una planta privada de sol y agua. Sólo tal vez, después de un rato, decida regresar yo mismo, pero con la certeza de que pertenezco aquí, y para bien o mal debo dejar mi huella en este sitio, donde soy presa de frecuentes ataques de ceguera.

lunes, 17 de octubre de 2011

O corres o te emparamas


Hay un flujo en las cosas, un flujo natural. Es lo más parecido a un equilibrio en movimiento, al avance del agua por cualquier terreno. Los acontecimientos fluyen, y al encontrar un estorbo, tienden a rodearlo o a eliminarlo con el tiempo. Si es cuesta abajo, simplemente caen sin explicar, sin discernir. La fuerza es sólo un componente, el terreno es el complemento. Habrá canales, represas, y entonces habrá hastío, derrames, desbordes, tragedias. Es la libertad incomprendida sin límites, sin restricciones, con las amenazas y satisfacciones a los que haya lugar, siempre con espacio al arrepentimiento inútil. Allá pues, aquellos que se empeñen en cerrar los ojos e ignorar adrede lo natural y  evidente del agua marchando a su destino.

El bien y el mal


El bien y el mal. Los ojos inocentes del infante aprenden a definir figuras y movimientos, mientras sus oídos aprenden a escuchar sonrisas y prohibiciones. “No hagas eso. Eso es malo”, escucha cuando ensaya, aprende cuando yerra. Y va creciendo y reafirmando sus buenos y sus malos, hasta que se siente un adolescente invencible, que defiende lo suyo, que resiente lo distinto. Y pasa el tiempo y comienza sus guerras. Combatirá con sofisticación de argumentos y criterios lo que no le sea afín, erigiéndose como el héroe de la razón, como el nuevo paladín de sus conceptos, sin degradaciones de grises por ningún flanco. Pero su blanco y negro lo irá aislando, y retrasado por sus propios traspiés ya nadie le rendirá pleitesía como antes, cuando era creíble. Como un ídolo vencido ganará una dosis letal de razonamiento que lo hará retraerse y enmudecer ante el nuevo panorama de verdades ajenas que saltan sobre él y tratan de devorarlo. Del otro lado de la calle, sus antiguas víctimas comentan de él y se retiran con el morbo satisfecho. Con suerte, alguien vestido de compasión se sentará a su lado y comenzará a hablarle desde cero, con palabras grises claras y sonrisa.

domingo, 16 de octubre de 2011

Involuntariamente solo

Estoy solo y no quiero. Estoy libre y no quiero. Estoy en soledad involuntaria. Si no tengo la voluntad, la libertad se convierte en grieta que se cierra y estrangula. Cuando la soberanía de la decisión no existe, cadenas invisibles llueven e igual aprisionan. Si debo caminar obligado, el avance tiene tintes de ridiculez, de insensatez. No quiero espaldarazos cuando me arde la espalda. No quiero que me abracen cuando me duele o cuando me es indiferente la compañía. No quiero. Quiero, más bien, volver a caer en mi tradicional estereotipo de felicidad, de tranquilidad, que algunos sesudos  dignos de desconfianza me dictaron una vez… y hasta reí con soberbia. Volveré con el rabo entre las piernas a practicar los horarios y calendarios, a ejercer los derechos y deberes, a ajustarme al resto, sin resistencias, sin peros, sin argumentos brillantes, ¿sabes por qué? Porque así lo quiero, porque así lo necesito, porque así lo prefiero.

Dámelo, que tú lo tienes...


No hay nada que puedas hacer. No hay palanca que evite lo que sucederá, o que haga suceder lo que es dictado que no ocurra. Hacer tu parte… solo eso. De resto, no hay influencia mayor, no hay nacimiento de tibiezas, de consuelos. Subsisten exactamente el mismo número de lágrimas que deben; ni más, ni menos. El eco del lamento parece repetir “no es tu problema”, y la impotencia sólo puede ser comparada en intensidad con la majestuosidad, con el regalo que no se ve siempre, pero que se tiene en las manos. Eres una humilde estrella, si así lo comprendieses, que puede alumbrar pocos, pero certeros caminos. Eres, al menos, una pequeña bandera que indica la dirección del viento a los viajeros que te saludan de lejos. Eres reflejo de lo que tienes más cerca, de lo que te rodea. Guardas riquezas que no se sospechan allí. Riquezas que sólo se descubren con el tiempo, con laceraciones quizás, con sollozos. Haznos el favor, y comienza a compartir lo que guardas a viva voz. Sonríe y regala sonrisas. Vive y regala vida. Sólo el convencimiento de que eres quien eres abrirá los ojos al resto… si es que te importa el tiempo que nos queda.

Al fin puedo


Al fin bajó el ruido. Al fin bajó el vértigo. Al fin la respiración agradece el momento. Las mortificaciones difirieron su efecto residual y se despidieron con un apacible “hasta mañana”. Ya el paisaje no da vueltas. Ya los flancos no son parajes fugaces, burlones. Ya todo se puede distinguir al detalle, si se quisiese, aunque hay menos luz. Ya puedo suspirar por cualquiera de mis pensamientos perdidos. Ya puedo ser menos cauteloso, menos consciente de “los peligros” que acechan. Ya puedo usar el espaldar con gusto, sin temor a caer en un letargo en medio de una urgencia. Ya puedo, ya puedo enfrentarme al terrible enigma de sonreír y no saber por que. Ya puedo, según veo, ser el desastre que solía ser. 

sábado, 15 de octubre de 2011

Inventaré un idioma


Me voy a inventar un idioma. Ya me cansé de los gustos y modos ajenos. Ya no me calo a quienes vienen con ínfulas y reglas absurdas. Ahora mismo me pongo a trabajar en ello. Idearé símbolos que se parezcan más al significado. Inventaré verbos que sean más activos, que conduzcan a la acción inmediata del sujeto. Crearé calificativos menos importantes, y que den sólo una pincelada sobre el resto de la estructura. Seré el padre de las derivaciones más flexibles, aplastando y dejando atrás los purismos más arraigados. Dejaré al misterio completar mis párrafos, para que la magia no muera entre paréntesis. Acentuaré lo que sea sustantivo y desapareceré las palabras necias, acabando así con los oídos sordos. La oratoria será más sincera y menos aburrida. Inventaré gestos para indicar al hablante que no se le está entendiendo nada para que reformule la cosa. Todos sabrán cuando alguien no conoce de lo que está diciendo, y harán su señal. La mentira ya no será elegante, ni la verdad invisible. En fin, hay tantas cosas por considerar… pero comenzaré por éstas.

No me expliques el arte


No me expliques el arte. No para que me guste, no para que lo entienda. Poco me importa el origen, sus razones. Deja que me guste y será suficiente. No quiero un ultraje en nombre de la cultura universal. No quiero ser culto a juro, conociendo listas, carteles, preferencias ajenas sólo para contestar conversas extrañas. Déjame en mi ignorancia insaciable. Déjame en mi perenne experiencia sensorial, en los que la vista, el oído y la sonrisa seguirán siendo los que decidan si la obra pasa o no, si me gusta o si es otro fastidio a saltar. Deja que esa pieza siga siendo la más bonita que he escuchado, sin saber que fue Pachelbel u otro carajo quien la escribió: no me importa. Deja de explicar el aroma del café.

viernes, 14 de octubre de 2011

Caín mató a Abel... ¿Cierto?


A ver…
·   Caín mató a Abel. Caín es culpable y debe pagar. Abel es la víctima.
·   Alguien mató a Abel hacer parecer a Caín como culpable.
·   La gente se pregunta a quién le convenía el asesinato de Abel; y claro: Le convenía a Caín. Caín es culpable y debe pagar.
·   Algunos responden que quien va ganando no tranca el juego, por lo que no puede ser Caín.
·   Otros saben que esto así, por lo que saben que la cosa es al revés.
·   Los demás saben que es al contrario de esto último.

Mientras, no tenemos pruebas del hecho, ni siquiera sabemos si existieron Caín y Abel. Sólo tenemos nuestras creencias, sagradas y letales. Mientras, decenas de hipótesis apasionadas velan el cadáver de Abel, reclamando su propia verdad y su propia justicia. 

Ahora no...

Estoy acostado en alguna parte. Con mis ojos cerrados siento que un suave torrente de agua me baña sin llevarme; sólo estoy ahí, refrescado por la humedad perenne, por el favor inmerecido de alguien a quien desconozco. No sé si mis ojos cerrados son por placer o miedo, pero así me siento mejor. Escuchando el sonido del agua en sus pequeñas caídas, cerca de aquí, soy enganchado por la melodía, tan eterna como el viento, e invariablemente me decido por el sueño y la sonrisa. Parece no haber alternativa a este estado de éxtasis que me hace sentir irresponsable. Parece no haber “algo que hacer” mientras soy destinatario de esto. Son pobres los impulsos de pensar, de discernir entre lo bueno y lo malo. Son escasas las intenciones de incorporarme y caminar, sobre todo, porque no sé si es necesario. Tal vez, todo cambió. Tal vez no deba cambiarlo, y tal vez si… lo que es seguro es que la diligencia no se hará ahora… no ahora.

Abre tus brazos

Ya puedes abrir los brazos. Ya puedes sonreír sin sentir deuda alguna. Ya puedes adoptar tu mejor mala posición. Ya puedes. Siente que no hay cuestionamiento detrás de cada decisión; piensa que fue la mejor, que cualquiera de ellas que hubiese tomado, era la correcta. No expliques, no justifiques. Levanta la cabeza y siente la brisa de sol y rocío. Da pasos sin temer tropiezos, como tantos en el pasado. El pasado ha muerto; de hecho, muere cada día… hoy, date por enterado. Corre si quieres, camina al revés, ríete sin razón ajena, sin argumento. Grita sin temer que te escuchen, grita lo que quieras e imagina que tu voz llega a distancias traviesas. Ya nunca seas alimento del egoísmo ajeno. Imagina que la soledad es voluntaria, y como tal, te obedece.

No pudiste botarlos


Botaste todo cuanto pudiste. Desechaste todo cuanto podías ver alrededor. No quisiste saber qué era, simplemente decidiste que no existiría ya. Tus negativas y tus prejuicios hicieron de todo lo que había construido, basura. Parecía no haber diferencia entre una y otra cosa. Parecía no haber consideración alguna entre tu audiencia de objetos, criterios, querencias, recuerdos; sólo era basura para ti. Afortunadamente para todos quienes te rodeamos, esas maravillosas víctimas de tu altivez son lo que son por sí mismas; nunca podrán estar entre el desecho, nunca podrán quedarse tranquilas, sin respiración, sin vida, porque son lo que hacen de la vida, vida. Así que celebremos porque la libertad de los pensamientos y las ansias de volar de nuestros sueños no serán aplacados por designios desmedidos, torcidos de los que, como tú, tratan de sujetar con una mano esclavizante las creaciones de quienes ejercemos la alegría. De verdad que lo lamento por tí, pero no mucho.

jueves, 13 de octubre de 2011

Sigue siendo un placer

El placer termina produciéndose en el cerebro, por lo que cada maroma física o sensorial terminará bañando de agua tibia al rey de los órganos, sobre todo en cada recuerdo que tenga de lo vivido en adelante. Trabajamos para la memoria del placer, y en mucho menos grado, para el placer en sí mismo. ¿Cuánto puede durar el vértigo de un momento loco? ¿Cuánto puede durar el sabor en la boca de una delicia? ¿Cuánto podría durar en nuestro cuerpo el temblor de un orgasmo? ¿Cuánto podría durar la sonrisa durante la ovación por un trabajo espectacular, por una obra exquisita? Cualquier respuesta se queda corta con el tiempo que dura el recuerdo de cada emoción. Esas pocas horas, minutos, segundos se quedan en nuestro recuerdo por años y seguramente nos causará una risa pícara de satisfacción cuando estemos más cerca de irnos. Han pasado los años y los momentos locos han disminuido. Paradójicamente, a pesar de no ejercitar tanto el esqueleto, el gusto u otro sentido tan frenéticamente como antes, siguen burbujeantes las sensaciones de placer en mi cabeza, que es donde supongo que llegan. Siguen brotando risas; siguen estallando cosquillas, dulces despertares, sueños esperanzados. Y esto se está inundando. En medio de la quietud, sube la plenitud por las rodillas y regalan inesperados momentos placenteros; momentos de los que nadie se entera, de los que nadie sospecha y clandestinamente van tomando la plaza y que sospecho, ganarán la batalla. Mientras, déjenme gozar de esta extraña transición que me tiene emocionado.

Fiesta Messenger

Messenger me invitó a una fiesta hace unos días. Fui así como con cierta reserva por lo raro, pero bueno, no haría el desaire. El organizador tenía una lista de mis amigos y conocidos por la red, e incluso de familiares. Me emocioné mucho al ver a Pablito, pero al acercarme aparecía como ocupado; y era natural, dada la ocasión. Lancé una mirada al resto de la audiencia, pero extrañamente estaban como desconectados, no sé. Me acerqué a saludar a María, y aunque no se veía hablando con nadie, no me contestó sino hasta un rato luego con un monosílabo. Le pedí bailar a Susana, pero estaba como ausente. Entre trago y trago, entre “mira lo que escucho ahora”, se acercaban algunos, pero se alejaban sin saludar. Varios me dejaron con la palabra en la boca y algunos otros me saludaron muy efusivamente, aunque se quedaron callados de repente, desapareciendo sin despedirse. Pasó mucho rato antes de encontrar a alguien con quien pasé un rato conversando, saber cómo le iba, compartir algunos recuerdos y noticias. Al final, nos despedimos y quedé en el mismo rincón del comienzo, solo, mirando cómo llegaban y se iban algunos conocidos, viendo grupitos de gente se quedaban desconectados del resto, aunque conversando entre ellos. Bueno, vi el reloj y era hora de irse de esta extraña juntura de gente que aparece pero no está, que está y no se ve.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Eres un dios. Eres... mi mèdico


Llego con mis síntomas a echarte el cuento. Llego y me siento con todo el ánimo de ayudarnos, con algo leído de la red de redes, con dos o tres casos de la vida callejera, y claro, dos cuentos de vieja para descartar en tus narices para que veas que estoy en algo. Llego con el ánimo, pues de brindarte un diagnóstico casi paramédico y una concusión para que sólo pongas tu firma en la receta. Pero no, no resulta de esa manera. Como todo un caballero que eres, como un profesional con vocación social, me has escuchado con sosteniéndote el bigote y la barba con tu mano derecha. Ha llegado el momento de hablar, y mientras te incorporas desde tu pose de suma atención, una exhalación te lleva de nuevo al espaldar antes de joder todo mi escenario, mi montaje teórico. Me preguntas que de dónde coño saqué todo eso. Con una risa casi carcajeada, me indicas lo loco de esto y de aquello que dije con tanta certeza. La burlita de la ironía fue disparada una y otra vez hasta sentirme realmente enfermo. Qué desastre. Avanzada la consulta, me hacía preguntas a las que no le veía sentido; enfatizaba en cosas enrevesadas y de las que no leí en ninguna de mis sesiones internéticas. Al dictar su diagnóstico, se acercó a mí, y delante de veintipico de diplomas me dijo una vaina que ni escuché, mientras a gritos, mi cabeza no podía sino sentirse impotente por el hecho de que yo era sólo, cómo decir, un paciente (o que más me dio arrechera fue la palmadita en la cabeza).

Es una canción


Es una canción. Es la gana de moverse muy suavemente. Es la intriga de tu voz, de lo que querrías decir ahora. Es un enigma con tu rostro de portada. Es una cosquilla detrás de la oreja. Es una pregunta que no haré, la respuesta que guardarás para castigar un poco más. Tus caderas pasean por donde pretenden, sin obstáculos. Es la pleitesía de tus ropajes a la figura que los gobierna. Es la media luz que complica claridades estudiadas, que transparenta picardías. Es tu roce sorpresivo que enferma sanidades fingidas, que aflora torpezas infantiles que los años debieron sanar para no dejarme probar el torbellino que está a punto de arruinar mi circunspección.