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martes, 28 de febrero de 2017

Jugaré a ser Dios

Jugaré a ser Dios, pero no en eso de estar creando mundos, hacer florecer la vida o hacerle mantenimiento al universo. No. Eso sería mucho para ponerse en eso. Mejor es ponerse a juzgar, a condenar… eso sí que es más fácil. Es más fácil dar el último empujón a quién por voluntad o fingiendo no tenerla, se ha colocado al borde del barranco. Es más fácil meter toda la vida de alguien, masticarla con infamia y escupirla con morbo hacia el basurero de la ligereza… esa, que tanto nos emociona usar. Pienso en armar un catálogo propio, bien acomodadito, brillante, de los niveles de moral que la gente practica y, ¿por qué no?, asignar el castigo al que se hacen susceptibles de recibir la gentecita que anda quitándole la tranquilidad a los vecindarios, a las familias, a mí, por supuesto. Apuntaré con este dedo, este que ya tiene experiencia en el oficio de señalar al culpable, lo comentaré con mis círculos sociales y, tal vez, hasta gozaré recitarlo al propio condenado. Algo que se me vino la mente en una revelación hace poco y que servirá para acometer esta nueva y encomiable tarea, es hacer que todos ignoren, inventen o al menos callen la historia, el relato de vida de quien nos ocupe. Hay que eliminar la posibilidad de que, siquiera, existan pistas que indiquen que las infracciones fueron cometidas de buena fe, con distracción o sin contar con las herramientas que la misma sociedad debe proveer por medio de sus instituciones, por medio de su amor. Eso hay que borrarlo del mapa y reescribir la historia del malo definitivo, del irresponsable cabal, absoluto. Si no logramos esto último, habremos fallado y todos creerán que todo tiene una buena razón para ocurrir; que hasta el más terrible de los crímenes tiene una razón de ser cobijada por la hipocresía y el olvido voluntario de quienes tenemos la tarea de construir una mejor sociedad.

sábado, 25 de febrero de 2017

El viaje lento

El viaje se hace cada vez más lento. La vida se asemeja a cada momento a un viaje en tren, uno que comenzó con la luz y el ruido enceguecedores de la mañana de la partida. En medio de apuros, túneles y lluvia ocasionales, los descarrilamientos han quedado atrás, parece. De una velocidad casi descontrolada, brincos y luego de vibraciones alarmantes, la bulla de la incertidumbre va amainando y deja escuchar de pronto algunos sonidos suaves, pausados, agradablemente inteligibles. Ya después de varios años, de un viaje que se torna en retrospectiva, puedo avizorar el ocaso de esta interesante expedición. El paso sobrio y sin apuro bajo el cielo en violeta anaranjado deja ver las estrellas, las más grandes, esas de las que cuentan los libros; pero también las más pequeñas, las que parecían inventadas por mí a cada minuto de contemplación a medida que el encandilamiento del pasado iba cesando. Ahora ese tren que pretendía eterno se va deteniendo, y en medio de una noche espectacular puedo sentir los pájaros despedirse, los grillos susurrar, la brisa pasar… en fin, ahora sí que puedo saber de lo fundamental de la vida, después de derrochar, apasionada, inmadura e irrevocablemente toda la energía que alguien supuso que debería invertir, más bien, en descubrir, a paso sosegado, lo esencial de esta preciada jornada.

martes, 21 de febrero de 2017

Se me fue la vida pensando

Se me fue la vida pensando. Se me pasó el tiempo examinando. Se me escabulló la existencia analizando. Y mira que llegué a conclusiones brillantes que hasta a mí me sorprendieron; y mira que los demás hasta me hicieron una especie de altar en vida por lo que me escuchaban decir. Pero solo observaba de lejos, observaba desde un lugar y una disposición que no me permitían experimentar si lo que decía era cierto. Y así pasaron los años y sigo argumentando como uno de los célebres, haciendo juegos de prestidigitación vocal con el ceño fruncido de análisis. Perdí cientos de oportunidades por pensar si lo hacía o no… y nunca lo hice. Es definitivo que he sido todo un fraude. Estaría loco si pretendiera sacarle partido a mis andanzas engañosas del pasado. Lo que si espero que sea es que ahora, cuando ya sé qué fue lo que pasó, no esté yo tirado en alguna cama, sin poder hacer, sin poder llevar a cabo, sin poder concretar, mientras mi cuerpo se va despidiendo de su ciclo vital.