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lunes, 23 de abril de 2018

Ciencia tu madre


Cuando mi madre me arrullaba, la Teoría de la Relatividad no se veía por ningún lado. Cuando mi abuela reflexionaba conmigo, la Teoría de las Cuerdas no se notaba para nada. Cuando mis tíos me aupaban y me animaban para que hiciera algo, el Big Bang no se sintió. Cuando nacieron mis muchachos y pude verlos, acariciarlos y olerlos por primera vez, las aproximaciones del Principio de Incertidumbre de Heisenberg no pudieron darse. Cada vez que amé con locura a una mujer, ni Isaac Newton ni sus leyes me dieron la receta para hacerlo mejor. Y por supuesto, al encontrar a un viejo amigo y pasar un rato con él para ponernos al día y recordar viejos tiempos, la Flotabilidad de Arquímedes no logró movernos del sitio. Así ha sido. Aunque en muchos momentos se sintieron explosiones, expansión, crecimiento y hasta suspensión en el medio en que me encontraba; así como supe que todo era relativo y mucho de lo que pesaba en la vida está en los detalles, en lo micro, debido a la atracción y a veces a la inercia, ninguno de estos genios aburridos y ocupados hasta el hastío pudo inspirar mi existencia. Tal vez, digo yo, que es por la creencia de que la ciencia y la tecnología solo han permitido, a través de los siglos, que las luces y los espejitos nos distraigan la vida en lugar de dedicarnos a lo que realmente importa, a lo cotidiano, a lo amoroso. Parece algo insalubre.

domingo, 22 de abril de 2018

Ayer murió


Ayer murió. El día de ayer murió. A su alba nació, nos despertó y avisó que había otra oportunidad. Tuvo su apogeo, su declive y el gran final en la noche. Hubo para todos. Nadie podrá decir que no tuvo su parte para vivir, para crecer. Así fue. Pero veo que, como todo muerto, puede volver en forma de fantasma a aparecerse en el futuro. Por como veo los rostros hoy, es seguro que ayer seguirá entre nosotros. Tedioso, como aprendizaje, como escenario de terror o tristeza, quedó en la cabeza y en el corazón de muchos. Y pasarán los días y las noches y ayer seguirá siendo el punto de partida de todo lo que hagamos y dejemos de hacer hoy y mañana. Entonces comenzará a ser una carga, un lastre tan pesado que no podremos descolgarlo de cada acción, de cada omisión, de cada decisión que tomemos en adelante. Será una cárcel de la que no podremos salir así tan fácil. Será un álbum macabro que se abre en la misma página para siempre. Será, coño, tremendo fastidio.

miércoles, 4 de abril de 2018

Salvaré a uno solito

Salvaré solo a uno en esta vida… es decir, además de mí. Después de pasar décadas observando las conductas del ser humano, viviendo entre el torbellino de pasiones inevitables, de emociones ineludibles; ideando planes para armar el equipo soñado y ser mejores entre todos para cambiar al mundo, me cansé. A todas estas, luego de sintetizar monstruosamente el asunto, he concluido que no puedo. Después de haber llegado a esa sentencia, también pasé por otro sufrimiento por culpa de la frustración del momento de revelación. No puedo. Ya está. Así de simple. Por eso, ya entendiendo el nuevo rumbo, escueto, preciso, objetivo, iré a enseñar a leer a un niño, sacaré de la depresión suicida a quien ya no vea la luz al final del túnel, extenderé la mano a quien sufrió un refalón imprevisto, o bien, me alejaré y dejaré vivir a quien la pasa tan mal conmigo que ya no le queda gracia a su existencia. Cualquiera de estas será la acción adecuada. Alguna de ellas, por sí sola, sola solita, me servirá para servir de algo a esta humanidad que, a todas luces, no se deja ayudar.