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jueves, 26 de septiembre de 2019

Crees que estás solo

Crees que estás solo, pero no es así. Sientes que nadie te mira, que nadie te quiere conocer, que nadie te va a ayudar, pero nada de eso es verdad. Lo que sí es verdad es que en el pasado te portaste mal e hiciste daños a algunos, eso sí; pero ni siquiera eso te garantiza la soledad y la indiferencia absoluta. La vida sigue andando. La gente olvida, cambia, perdona, ama. Siempre hay quienes están dispuestos a respaldarte, aunque no lo creas. De quienes te alejaste, algunos regresarán, pero solo si saben que necesitas su disculpa, su compañía. Siempre habrá un niño que te mire desinteresadamente y te ofrezca un caramelo, o un vecino compasivo que note tu necesidad; pero para estos sí necesitaremos de tu participación, de tu integración a la vida en este tiempo muy posterior a la torta que pusiste. Así que anímate, abre la puerta y camina un rato por la acera a ver qué pasa.

Somos los payasos del circo

Discusiones acaloradas. Investigaciones encontradas. Argumentos cada vez más brillantes. Criterios monolíticos formados a la luz de la ciencia, la tecnología y la ciencia social. Estudios, planes, gestiones, supuestos éxitos celebrados y presuntos fracasos apedreados. Emociones, proyectos de vida y países, y la eterna esperanza de ganar el juego. Con suerte, mucho esfuerzo y un mar de entusiasmo, llegaremos a ser los abanderados de algo que se va desvaneciendo a medida que nos acercamos. Resulta que la cosa no era así como crecimos escuchando. La cosa era más aparente de lo que aparentaba. Estamos mirando cada evento con anteojos impuestos, recibidos con una convicción invencible. No nos dimos cuenta del escamoteo, de la trampa, del verdadero interés. En este punto, a esta fecha, no sabemos quiénes mandan, cuántos son, cómo se llaman o dónde viven. Solo sabemos que nos hemos vestido con ropa ajena y en cualquier momento nos desnudarán en la calle. Ahora, solo ahora, podemos darnos cuenta, después de hacernos un par de preguntas, que no somos tan dueños de nada, sino solo los payasos del circo.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Déjame así

Déjame así. Deja mi vida como está. Con mis dos o tres cosas por atender estoy bastante bien, bastante conforme. No quiero dividir mi existencia en muchos compartimientos, en innumerables enigmas. Sería muy complicado. Las cosas se enredan, se complican, se acomplejan y resulta mucho muy difícil recoger la idea, el propósito. Tal vez entiendo que quieras convencerme de que la vida es mucho más que esto, de que puedo disfrutar de mucho más cosas o situaciones, pero por alguna razón que nos antecede, no estoy de acuerdo y no me apetece probar. Por otro lado, tal vez es cierto; tal vez la vida tiene ramificaciones que tienden al infinito y descubrir la razón y la consecuencia de cada una de esas vías es vital para estar en algo, para explorar o para incluso solo conversar de ello, como lo haces ahora. Debo agradecer tu intención sincera de que yo “despierte” al mundo, pero mira, en este punto lo que quiero es dormir.

¿"Felicidad"? ¿en serio?

“Felicidad”. Término harto manoseado, siempre manipulado, nunca entendido. Cada vez que leo o escucho la palabrita, me pierdo entre sus letras. Al parecer, los más serios hablan del término como un estado positivo subyacente que tiñe con su brillo cada situación, haciéndola, cuando menos, llevadera. Los menos serios llaman “felicidad” a la risita constante, a la carcajada perenne, a la fiesta de yate, a los tragos o el erotismo de adolescentes. Una payasada, pues. El que tiene dinero es feliz. El que tiene un seguro contra incendio es feliz. El que fuma es feliz… o al menos eso parecen decir algunos publicistas; y mientras tanto, quienes no se sienten felices –porque no se vive lo que no se entiende− quedan enganchados en el comercial de moda, en el vicio del momento, en el nuevo relleno para su hueco sin fondo. La felicidad no puede involucrar sobresalto: sería ridículo. Y así siguen las reflexiones, disertaciones o habladurías sobre la “felicidad”, un fantasma que unos afirman conocer, otros declaran vivir y otros juran perseguir incansablemente. Así sigue el burro, detrás de la zanahoria en nombre de un concepto que cada quien usa a su antojo, a su conveniencia, a su desesperación; mientras, pasa el tiempo y en cambio sí se van enterando toditos del significado exacto de la infelicidad. Feliz día.

El necio exige una explicación

El necio exige una explicación. No está nada mal que lo haga, porque nos deja las puertas  abiertas para expresar nuestro punto de vista. Lo malo es que exija que esa explicación se monte sobre su lógica necia. Es como explicarle la gravedad a un loro. Es como traducir una verdad diáfana, que incluso se puede tocar con las manos, a quien se empeña en distraerse con la arañita de la pared. Es como estructurar un discurso vivido y coherente mientras la contraparte está haciendo un dibujito ahí. La verdad es que a veces provoca seguir adelante y dejar que todo se resuelva con un poquito más del dolor, con más naturalidad, sin tu tan linda intención de ayudar; es decir, que se dé su carajazo cuando le toque.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Solo un poquito corrupto

Solo un poquito corrupto. Pero no mucho. En cositas pequeñas; insignificantes, diría yo. Pasarse una luz roja, colearse en la fila, pagar para terminar un trámite rápido, mojarle la mano al mesonero para que pase otra botella en la fiesta. No es nada que se diga: “¡Caramba! ¡Qué corrupto es!”. Pero sí se le agarra el gustico al funcionamiento del gran sistema que nos anida, mojando una mano aquí, otra allá; coleándose aquí, allá, acullá. Dar una propina fuera de lugar, ofrecer dinero a quien no lo está pidiendo, hacer callar a los demás metiéndole billetes en la boca, usar la plata de todos para salir de un problemita personal, ¿qué podría pasar de malo? Pues nada. Así es como nos despertamos años luego en el bullicio de la suciedad lograda a pulso, trabajada todos los días, pagando comisiones groseras “pa que te dejen trabajar”, desembolsillando un platal “para poder sobrevivir” en medio de la crisis, contratando malandros para que te defiendan de otros como tú. Ya no es “el gustico” tímido aquel; ahora somos los reyes del soborno y la extorsión, y nos paseamos entre la cloacas que nos adoptaron como hijos ilustres, luciendo joyas y diplomas, leyendas y antecedentes que nos harán reconocidos y respetados por todos… lo que son como tú.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

¿Cuándo fue que me quebré?

Alguna vez me dormía con sueño y despertaba con la luz de la mañana, comía cuando me daba hambre y me sentaba en la punta de la colina para ver el valle. Recuerdo que en oportunidades me asomaba por la ventana, fantaseaba y sonreía con la posible historia de cada transeúnte que pasaba enfrente. Recuerdo cuando con la luz del día que iluminaba la sala de la casa, arrancaba a hacer lo que más me gustaba hasta que llegaba el equilibrio a tocar la puerta y me retiraba a descansar. Era una especie de flotabilidad que no requería nada más que seguir viviendo. Pero algo pasó. No sé cuando, no sé por qué, pero ya no pude hacer lo que me gustaba, sino lo que urgía hacer. No pude despertar con el sol ni comer cuando tenía hambre. No pude ir más a la colina porque ya era adulto y no podía “perder el tiempo”. Las fantasías solo quedaron para la urgencia íntima, mientras dormía agotado. No descansé más. Fue solo con la ayuda de fármacos que logré desmayarme, salir de esa sobriedad despierta para luego no recordar sueño alguno; sin registrar siquiera lapsos fugaces de agrado por estar acostado en la oscuridad. Así fue como un día desperté y las arrugas y las canas me cubrían; muchos me querían y me admiraban, pero ya no había nada qué hacer: yo era una elegante pila de escombros a la que solo le faltaba una lápida.

¿Por qué lo vas a hacer?

¿Por qué vas a hacer eso? ¿Para qué, específicamente? Si crees que vas a aportar algo, hazlo. Si calculaste y te da positivo, constructivo, échale pichón. Si después de calmarte todavía ves la posibilidad de enderezar algo, de propiciar un aprendizaje, pues hazlo. Pero mira, si es solo un berrinche infantil, un arranque de macho, te pido que te abstengas de tu próxima movida. Si te vas a arrepentir ahorita, mañana o el año que viene, te sugiero que desistas. Si se trata de un golpe en la mesa, de cerrar puertas difíciles de abrir o de mancillar al prójimo “porque se lo merece”, te recomiendo no hacerlo. Amarra y atenúa ese caballo salvaje que llevas loco y muerto de hambre.

¡Hazlo!

Hazlo por amor. Así es. Es lo mejor. Si por pura casualidad no puedes hacerlo por amor, entonces hazlo por compromiso. Si algo pasa y no puedes hacerlo por compromiso, pues hazlo por pragmatismo. Si se práctico no fuese suficiente, hazlo por sentido común. En caso de que el sentido común no te apetezca, entonces habrás de hacerlo a juro, obligado, porque sí, ¡pero hazlo, coño!

¿De quién es la culpa?

¿Es del gobierno la culpa? ¿Acaso es la culpa de la oposición? ¿Será, pues, la culpa de los políticos anteriores que nos trajeron hasta esto? No cabe duda de que lo que ha ocurrido ha sido lo peor, pero ¿será solo un fenómeno local o es una muestra sin anestesia de lo que pasa en el mundo? ¿Será la culpa del capitalismo, del patriarcado decadente? ¿Será la culpa de los políticos, los ladrones, de los padres abandonadores, de las madres abnegadas, de la televisión, de los videojuegos, del celular nuevo? Cuando un político abusa del poder y se roba unos reales, se podría preguntar uno: ¿De qué familia salió? , ¿En qué vecindario se crio?, ¿En qué escuela se educó? ¿Serán los políticos de una especie nefasta totalmente distinta al resto de nosotros? Cuando ese malandro era más joven, ¿con quién jugaba, con quién conversaba, con quién tomaba un café o unas cervezas? Cuando el esbirro se enamoraba, ¿quién le prestaba atención? ¿Qué comida le hacía su mamá, su tía, su abuela? ¿Qué cariños le prodigaban? ¿Qué disciplina le aplicaban? ¿Será todo esto culpa del vecino, de las malas juntas, del maestro, del señor de la bodega? ¿Será culpa del dinero, de las novias, de los ricos, de los pobres? ¿Será culpa de la familia disfuncional? Si así fuere, ¿quién la puede convertir en funcional para que así deje de proliferar tanta rata que eventualmente afectará la vida de millones?

sábado, 14 de septiembre de 2019

¿Que cambie yo?

Me juzgas abiertamente y con sospechosa buena intención me invitas a cambiar. El mensaje me resulta contradictorio, quisiera saber, más bien, tu punto de vista. Viniste con una verdad en una mano y con un martillo en la otra. Pareces no reconocer ninguno de los atributos que creo tener, mientras te afincas arteramente en los defectos que ni siquiera sabía que tenía. Eres un remolino perfecto entrando en un cuarto polvoriento. Te muestras como con fortaleza garantizada, como impenetrable, como sin grietas o dudas: eres todo un producto flamante. Pero no sé; antes de poder escuchar tu mensaje, tus maneras, tu vehemencia me distraen y ya comienzas a incomodarme. Vamos a hacer una cosa: vas a regresar al sitio del que saliste esta mañana con tanto entusiasmo, te vas a sentar de nuevo y vas a recorrer mentalmente cada uno de los pasos que diste ahorita. Si después de revisar tu proceder no encuentras nada a considerar, a ajustar, a modificar, mejor ni te molestes en regresar.

Oídos sordos

Oídos sordos. Hacer perder fuerza a los estímulos negativos de alrededor. Ese es mi plan. Mis locuras se desatan sin control con cualquier cosa que ocurre por fuera y no encuentro ya escudos eficaces que detengan las embestidas autoinmunes. Estoy cansado de levantar muros con el fin de defenderme, de luchar, de resistirme, y más si termino agotado y sin poder disfrutar lo hermoso que también dejé del otro lado. Por eso voy a buscar, en el tiempo que haga falta, con el esfuerzo que se necesite, cada una de esas pequeñas antenas perversas que hacen que me altere sin la menor necesidad, que producen reacciones irracionales y que fabrican tanto arrepentimiento al final. Voy a extirpar cada una de esas falsas alarmas para saber de verdad qué llevo dentro, identificar qué puntos de vista no valen la pena y cortarles el hilo de vida que hasta ahora los mantiene jorobándome la existencia.

viernes, 13 de septiembre de 2019

¿Qué extrañarías?

¿Qué extrañarías si no estuvieses aquí, si no estuvieses hoy? ¿Qué cosas estereotípicas, aunque valiosas, como un amanecer, como esa montaña enfrente, como una taza de café del bueno te harían falta? He escuchado que incluso se puede extrañar lo que no se disfrutaba conscientemente; y lo que suena un poco más extraño es que se puede llegar a sufrir por ello. La presencia de tu madre, una conversa con el viejo; una cerveza con tu hermano y tus amigos. El silencio o el bullicio propios. La playa, el río o la laguna a pata de mingo. El cariño permanente de los demás transfigurado en delicadezas invisibles a nuestra miopía. Lo fácil de tantas cosas. Un plato de comida que a pesar de lo impresentable, a pesar del golpe de vista, te vuelve loco y salivas, sin campanitas, al ver el plato acercarse. ¿Qué situaciones que ahora pasan totalmente desapercibidas aparecerían como fantasmas, como recuerdos nuevos de lo que no se pudo ver, de lo que no se cultivó, de lo que pasó siempre por debajo de la mesa por orden expresa de la cotidianidad y su inercia? Tal vez ha de sentirse como cuando se apaga un aparato que no sabíamos que estaba encendido. Tal vez es una vieja revelación, esa, de que solo lo que funciona pasa inadvertido, y al desaparecer es que se comienza a notar que antes nos arrullaba.

¿Sabio? Inteligente, más bien

Inteligente no es igual a sabio, así que deja la urgencia por leer, por establecer relaciones menores entre elementos o sucesos, por rellenarte de información general si lo que quieres ser es sabio. Es de sabios callar, no defender el punto de vista, a diferencia de la alharaca altisonante que sostienes sin cesar sobre puntos que leíste anoche, sostenidos con saliva de loro. Es de sabios alcanzar la paz, la tranquilidad, en lugar de vivir en el sobresalto que produce tener la razón, comprobar teorías o finalmente recibir el premio. He conocido sabios que no abrieron un libro en su vida, que no supieron de la academia, y en su mirada compasiva y sus palabras pausadas conseguí el refugio que necesitaba. Supe de sabios que finalmente llegaron a esbozar un propósito de vida y a compartirlo con los demás… no como este infierno en el que me tienes escuchándote, comiendo pastelitos y café, mientras todos tus “amigos” se aprestan a aplaudirte ya para el final de esta farsa.

jueves, 12 de septiembre de 2019

Naturaleza... tranquilaza, ella

Naturaleza gigantesca a la que pertenezco, de la que me separé. Naturaleza de la que me aíslo y miro solo a través de los cristales. Naturaleza que quedó solo para recurso, para saciarme. Madre que se convirtió en esclava, en prisionera, en prófuga e insólitamente en “protegida”. Naturaleza que quedó lejos solo para ser pintada en cuadros, para convertirse en maqueta, para ser mutilada en nombre de alguna estética retorcida, para ser vendida, para tener dueño. Pero como ocasionalmente ocurre, cualquier día de estos, esa misma naturaleza supuestamente aprisionada bajo nuestro yugo, retumbará, reventará, se sacudirá, se incendiará o se inundará para, aunque sin la menor intención, dejar claro quiénes son los ilusos en esta historia.

martes, 10 de septiembre de 2019

Destapar el peo

¿De verdad quieres destapar el peo? ¿De verdad sientes que debes abrir esa puerta que tanta tentación te dio patear? ¿De verdad quieres que todo salga a la luz sin importar lo que dirán? Imagino que ya te hartaste, que ya no queda nada por cuidar. Imagino que andas harto, que las reservas se gastaron, que las consideraciones no alcanzan y que las ganas de aguantar un poquito más muerden el polvo del suelo seco. Asumo que quieres dejar salir toda la basura que sin querer mantuviste oculta por el bien de no sé qué. No creaste la situación, pero fuiste involucrado. Recurrieron a tu fracción de ego que quería echar palante y así meterte completico en el lío. Y aquí estás, a punto de salirte, de detonar esa estructura que se te antojó asquerosa e indigna. Aquí estás, hasta con cara de muchacho malo, a punto de vengar tanta humillación ejecutada con engaño. Aquí yaces recostado, con cierto rictus de retaliación disimulada que seguramente terminará en un grito ensordecedor de triunfo cuando caiga el parapeto que ha sostenido tanta indecencia durante tanto tiempo.

Una mirada transversal

Una mirada transversal. No a favor, no en contra. Algo mucho menos prejuiciado. Sin opinar arropados por la fuerza de lo que queríamos escuchar. Sin embestir cual toro furioso al argumento del adversario. Algo mucho más razonado. Como cuando se cruza una autopista: mirar para un lado, medir; mirar para el otro, calcular. Algo que brinde mucha más certeza. Sentir algo de holgura y no que se pueda perder la vida en el intento… así nomás. Que se parezca más al tú desnudo, sin máscaras, sin poses pretensiosas. Algo de mucha más intuición. Algo que sin certeza o garantía alguna y de alguna manera atrevida, indique ese camino que siempre se te antojó tuyo; ese que siempre estuvo pospuesto, en la menor de las prioridades, detrás de lo que los demás indicaban que debía ser. Así que deja el pujo, esa urgencia por decidir y correr. Al parecer, no podrá ser ahora que tomes la mejor decisión de tu vida, pero sí la mejor del momento. Ansiedad garantizada. Incertidumbre asegurada. Date, que es tu momento.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Solidaridad es amor


El amor. Ese bicho fabuloso que confundimos frecuentemente con el deseo, con eso que comienza con la pasión loca y termina con el divorcio, con el gusano que se despierta a carcomer cuando alguien se nos va. El amor parece ser una palabra rosa que empastela, que babosea, que se derrite y enreda todo, provocando su uso superficial y ridículo o bien su desuso indefinido, por tratarse de algo que no sabemos si de verdad sentimos. El amor tiene muchos aspectos, muchas aristas, muchos puntos de vista. Pero si usted quiere conocer con certeza uno de esos aspectos, acoja a la solidaridad como una muestra de amor. Solidaridad es amor. Solidaridad es apoyar al otro, sentir el sufrimiento del otro y actuar en consecuencia. Solidaridad es compasión, que es empatía, que también es amor. Es reconocer al otro como parte de nosotros mismos, como parte de algo mayor y todavía incomprensible. Solidaridad es el cuidado mutuo, es la salvación, es nuestra sana permanencia en el planeta. Solidaridad es unidad, es la negación de la separación, de la competencia, del egoísmo. Así que si piensas que el amor es algo que solo ves en las películas, debe ser porque le está negado manifestarse en el presente, verlo caminar por las calles e ir uniendo a las personas con lo único que de verdad puede unirlos.

Nota: no tienen idea de lo difícil que fue encontrar una gráfica de una persona abrazando a alguien que vive en las calles.
 

viernes, 6 de septiembre de 2019

Coqueteo con el vacío

A veces coqueteo con mis profundidades. Paso tangencialmente y rozo una extraña quietud. Puedo tocar el vacío indescriptible que me refugia por segundos, pero inmediatamente llega la cotidianidad y soy jalado de nuevo a lo trivial, a lo repetitivo, a lo de siempre. En medio del barullo del diario, alcanzo a recordar por encimita esos momentos fugaces de algo ajeno a lo romántico y lo vulgar, a lo mecánico o intelectual. Se convierte en casi un anhelo traspasar de nuevo, cada vez, la basura, el estorbo y el ruido, para caer una vez más en ese estado delicioso, escapado de mis pensamientos, casi burlando mis emociones, a salvo de lo que me hace resbalar para caer ridículamente en la ira, en la tristeza o en la explosión efímera de alegría. No sé cómo llegar de nuevo, pero eventualmente me sumerjo y me quedo ahí, sentado, sin hacer “nada”, flotando otra vez en mi escondite recién descubierto… aunque se me antoja que este breve escondrijo se corresponde más con lo real, con lo inamovible, con lo que no tiene apariencia que defender. De pronto me sorprendo regresando a la prisión habitual, a “lo debido”,  a lo “razonable”, por la incapacidad de respirar, de permanecer unos instantes más en esa parcela de plenitud que se me otorgó no sé cuándo, pero que permanece nuevecito y esquivo por falta de uso.

Correr en el agua

Contienden mis capacidades con las circunstancias, mientras observo atentamente. Antes se asemejaban a una lucha de tigre contra burro entre lo sobrao que yo era y lo bien que la pasaba. Estaba fácil. “Así cualquiera”, dirían por ahí. Ahora, tiempo luego, con aumentados músculos intelectuales, la lucha no amaina, sino que se potencia por el acontecer incesante. Creí que sería más fácil tomarle el pulso a la cosa, dada la práctica, pero no. Un paso más a favor coincide con un paso más en contra, y quedo parado en el mismo sitio: es casi como correr dentro del agua. Es como ganarse un premio y tener que pagar una demanda. Ahí mismito quedo después del jaloneo. No imagino en qué terminará todo esto. Me dan ganas de apostar a que los desafíos se desinflarán con el tiempo y me erigiré como el vencedor indiscutible, pero eso pensaba hace tiempo y aún sigo enredado. Mi tan cacareada capacidad de ajuste se ha visto comprometida y la incertidumbre se anida aquí al ladito. No es que no sea capaz; es que el pujo de mantenerse al día, despierto, al pie del cañón, supone un precio que no sé si pagar, no por no poder, sino por no estar dispuesto a quemar cada cartucho que me quede en trámites finalmente insustanciales, en lugar de hacerlos estallar en las mejores y definitivas celebraciones de mi triunfo personal.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Amanecí contigo, catira

Qué vaina, catira: amanecí contigo. No recuerdo bien cómo fue que llegué aquí, pero ahora sé que jodí todo lo bueno que me costó levantar durante años. Te veo aún dormida y aunque sé que estábamos claros, no descarto que te ilusiones con este episodio producto de la ligereza. Hace frío. El sol parece desaprobar lo que ocurrió en su ausencia. Solo bastó una simple rabieta en casa. Solo bastó una escaramuza que tenía solución aplicando dos gramos de conciencia, y sin embargo metí todo el tesoro en una bolsa de basura y lo tiré por la ventana. Aquí sigo, casi paralizado, sentado al borde de la cama y con las manos en la cabeza, temiendo que despiertes y comience solo la mitad de la tormenta que se avecina.

Tremendo enredo

Ve cómo comienzan las cosas. Fíjate con qué pie arrano dejes que tus deseos, tus apuros o tu exceso de confianza te enceguezcan. No es que sea pesimista, pero los casos se repiten con frecuencia. Bájate de la nube y presta atención a las señales que te regala el universo. Respuesta a la primera señal: “No importa; es solo un detallito”. Respuesta a la segunda señal: “No importa; eso le pasa a cualquiera”. Respuesta a la tercera señal: “Es que él es padre de familia”. Y  así vamos, queriendo creer a como dé lugar y hundiéndonos cada vez más hasta el pescuezo… ¡Dígalo ahí!

Terrible filtro que soy

Parezco ser un filtro. Un filtro a través del cual pasan los acontecimientos en los que me cruzo. No sé si sea un propósito, pero así me visualizo. Sin embargo, no me percibo como un buen filtro, como un purificador, sino más bien como uno obstruido, uno en el que en lugar de dejar pasar lo mejor de lo que experimento, le estorbo o desvío  lo que recibo, pareciéndome cada vez más a una pared, a un monolito cargado de energía negativa, tapado con partículas que tapan lo que podría ser mi buena disposición a las cosas.

Necesitamos salvarnos

Necesitamos salvarnos, ¡pero ya! Es urgente. No hay tiempo para perder. No importa la razón que lo impulse, sino el resultado inmediato. No podemos esperar más. No importa, por ejemplo, si te quieres hacer el importante. No importa si quieres hacerte famoso con eso. No importa, incluso, si quieres que te debamos el favor: ningún problema con eso. Eso sí, debes hacerlo bien, pero por sobre todas las cosas, rápido, porque se hunde el barco. Se acerca el barranco y los frenos no responden. Por cierto, a propósito del tema, a la hora de reclamar los créditos, acuérdate de que tú también participaste en este desastre.

martes, 3 de septiembre de 2019

Te voy a hacer feliz

Te voy a hacer feliz. No te preocupes por eso. Yo tomaré esa tarea por ti. No importa que seas invisible para ti mismo, que no sepas el valor que tienes, que el autoabandono haya sido tu modus operandi. Yo te tomaré, te bañaré, te acicalaré, te daré buena presencia y te mostraré al resto como mío, como mi nuevo proyecto, como mi producto final. Conmigo no hará falta que inventes maneras para sobrevivir en las crisis. A mi lado, no tendrás que desempeñar funciones como decidir, descartar, discernir. Conmigo tendrás eso que mientan bienestar. Y como todo tiene su precio, solo te desempeñarás como el complemento de mi ego dominante, como la extensión de mi brazo, como mi “sí, mi amor” adquirido. Por supuesto, si luego te vas a quejar de la dictadura a la que accediste antes, deberás comenzar a pensar de nuevo en lo que decidiste dejar para vivir este “paraíso” que te brindo. Si luego vas a querer tu libertad, deberás saber, por primera vez en tu vida, lo que es quererte a ti mismo y actuar en consecuencia.

Veo que detuviste tu intento de retirada: bienvenido de nuevo.

¡Respeta al médico, muchacho!

Respeta al médico, muchacho. Al doctor no se le preguntan tonterías. Deja de fastidiar al galeno con dudas irrelevantes, que él estudió su cosa, y aunque no tenga el estetoscopio en las orejas, él tiene razón. Ni le comentes al doctor sobre algo que viste en internet porque se pone bravo. Haz de cuenta que el médico es el chamán de la urbanización y que no puedes poner en duda lo que dicta. El doctor no se equivoca. El doctor no debe ser molestado. El doctor, por su aporte a la sociedad o porque gana más que tú, no debe ser incomodado de ninguna manera, aunque tu afección aumente cada día, aunque tu condición de salud empeore, aunque te parezca que está probando medicinas contigo, aunque ponga esa cara de desconcierto con los resultados de sus muy bien pensados procedimientos y sus muy depuradas técnicas, a pesar de que se empeñe en llamar “medicina alternativa” a la medicina teníamos antes de los inventos farmacológicos, así creas que no sabe quién es Hipócrates. 

Muere el viejo sistema

Por ahí anda el viejo sistema, en sus últimos estertores. Pero lo disimula tan bien que muchos creen que todavía queda para rato. Yo, sin embargo, he visto algo del trasfondo y creo que está agonizando. Sigue la fiesta a la vista de todos. Las luces, los inventos, los aspavientos, los anuncios de un progreso que nunca llega a la mayoría, sino en forma de juguetes que no se comparten y que son los payasos que distraen. El egoísmo comanda el derrumbe. El truco de borrar el “nosotros” e instaurar el “yo solito” ha dado resultado durante décadas, durante siglos, pero cada paso adelante ha quitado una pata a la mesa y está por venirse abajo. Si quieren evidencia, solo miren los recursos del planeta; cada vez hay menos para más gente y los ilusos, enceguecidos por  mensajes embusteros, siguen mirando el dedo de los todopoderosos que los guían, pero no logran ver a lo que apuntan realmente. ¿Qué no verás la caída? Tal vez. ¿Qué eso es problema de quienes vengan al mundo luego? Muy posible. En ese caso, tu elección parece sagaz, pero te comparas con un animal de corral, inconsciente, vendiendo tu energía vital muy barata, parado de espaldas a la vida… a esa verdadera manera de vivir, que yace latente debajo de tanta basura, y que saldrá de su tumba aparente para reclamar lo suyo a su tiempo.

domingo, 1 de septiembre de 2019

La payasita quiere dólares

La payasita va y viene. La payasita no deja de trabajar. La vocación de la payasita se ha manifestado de maneras maravillosas en su quehacer diario. Nunca ha importado la dificultad para llegar a la reunioncita. En moto, colgada de un autobús, caminando a ratos: simplemente se aparece. Cuando llega al destino, ilumina las miradas de sus niños, se escucha la gritería y comienza el acto: “¡A ver niños…!”. Pero han pasado cosas. La payasita ha pasado roncha últimamente y no siente lo mismo. Ante la presión de los factores externos a su trabajo, ya la payasita no soporta a los pequeños monstruos petulantes y con celulares caros. La cobranza a los espléndidos padres de antaño se convirtió en una necia y repetida transacción con gentecita tacaña. Ella ha podido echar un ojo y no es falta de plata. En uno de esos días, el mes pasado, la payasita metió su zapatote en un hueco lleno de agua de lluvia, fue asaltada y luego no tuvo plata para el pasaje. Pues, ¿saben qué? Que manda a decir la payasita que quiere dólares, y que si no es por adelantado, que se dejen de payasadas y se vayan despidiendo de esa ahora, tan cotizada y definitiva sonrisa.