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jueves, 28 de enero de 2016

Cuando yo muera

Cuando muera, ya no habrá más de esto. Se revelarán al fin tantos misterios… o no. Cuando muera se dará el coloquio esperado, se reunirán dos o más (no menos de dos, espero). En ese momento de no estar, algo seguirá estando. En ese momento de no tocar, algo seguirá tocando a quienes quieran ser tocados. Para no dejar las travesuras, apareceré de repente para enfrentar a algunos que quedé por ver. Les aclararé que no deben asustarse, que no deben arroparse hasta la cabeza mientras esperan temblorosos a que desaparezca: me quedaré sentado en la silla de enfrente, y con alguna sonrisa esperaré a que quieran compartir conmigo el último tren de la conversa, de la reflexión, de cerrar los pendientes. Y al pasar del tiempo, todo irá bajando la intensidad. Seré, como dijo una simpática amiga para defenderse: una anécdota. Pero estaré por ahí, vigilando sin ser notado. Estaré por tu casa y hasta tu trabajo de turno, moviendo alguna cosa, susurrando alguna otra para hacer que te vaya bien. No pienso irme demasiado. No pienso retirarme para siempre. Espero que me mencionen una que otra vez, manquesea para ponerme de ejemplo inverso… hay que ser útil de cualquier manera. Mientras tanto me voy; mientras tanto algo me arranque de la vida, tendrán que calarte mis necedades, mis ocurrencias, mis silencios y tratar de no joder mucho porque, ya sabes… estaré porái.

domingo, 10 de enero de 2016

Aprenderás del silencio

Ya tuviste la oportunidad de aprender de tus experiencias tan turbulentas, así de movidas, muy cambiante todo según me has  contado. Ya pudiste tomar esos cambios y sacar promedios, tendencias; emular conductas en determinadas circunstancias, esperar un poco cuando sea imprescindible. Pero eso ya bastó. Ahora será todo distinto. Ahora tendrás que aprender de la quietud. De ahora en adelante deberás succionar de los momentos de silencio, de esas prolongadas temporadas en la que solo la brisa, los grillos y un ladrido lejano se dejan sentir. Ahora, con cierto dolor, deberás abrir tu entendimiento más que tus ya expertos ojos y oídos. Deberás conversar, ya no con quien se te acerque, sino con quien habita en tus adentros. Deberás departir con quien te agradece muchas cosas desde las vísceras, pero no podrás evitar los fantasmas que con tanta paciencia, con tanto tesón, con tan fino pincel, excelentemente alimentados de miedo, de prejuicio y del egoísmo que nunca antes, nos mostraste.