Llegó la navidad, de nuevo con sus
frías mañanas regalando las reflexiones de este año. Llegó
diciembre avanzado, con lo solo de las calles y ascensores, con el
tono de jodienda venezolano preguntando qué hay pa hoy. Llegan de
nuevos estoy días de cierta magia, en los que nos damos el permiso
de sonreír, tal vez sin decir lo que sentimos y tememos. La familia
siempre familia, con los presentes visibles e invisibles, con el pan
de jamón, hallaca y ponche, ron o cervezas mientras la parranda y la
gaita suenan en la sala y llegan los primos, los sobrinos y los tíos.
Diciembre que rompe dietas, silencios e indiferencias. Fin de año
que se acerca, precipitando expresiones sometidas durante el año,
empujando promesas traviesas que se dicen con disimulo, porsia.
Semana final de amores de todos los sabores, para los niños y
jóvenes, para los viejos y para el ojo picao de lejos. Días de dos
canas más y una pollina menos. Un año más de vida y uno menos de
vida, que ojalá haya sido de buen saldo como para recordarlo dentro
de otros, más adelante... coño, tía, ¿no hay maní del otro?
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