El equilibrio automático no existe, es
una ilusión ingenua. Desmembramos el tiempo en el próximo paso,
como los animales menores. No hay tendencia planificada, a menos que
seas un pillo. No hay un patrón coherente e inteligente al mismo
tiempo. Sumamos uno a lo que hay y nos acogemos a esa minucia; no
miramos de lejos para saber si torcemos la suerte con cada pasito, o
si conservamos lo que tanto ha costado. Palante es pallá, pero como
los perros y la cola, no terminamos pronto de dar vueltas, de
marearnos y sólo esperar el carajazo contra el piso. No botamos los
lastres, no reacomodamos lo útil y lo superfluo llena nuestras horas
inmediatas para mañana acabar en la basura. Lo que esperamos es más
grande que lo que viene y no cabe, así lubriquemos con excusas y
aparentes brillanteces. Los días pasan y no dejan de pasar factura:
ninguno es gratis o sin costo adicional... por cada 365 perdidos,
optas al premio de un año menos de vida.
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