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miércoles, 30 de marzo de 2016

Te vas a morir

Te vas a morir. Y es mucho más: todos moriremos. Entonces dime, ¿qué vas a hacer? ¿Te vas a quedar ahí mirándome? ¿Te vas a quedar preso de tus miedos, de tus prejuicios, de tu historia? Que te mueras no es un problema; es solo el paso final de la bendición otorgada para deambular por el mundo. Si fuese un problema, tuviese solución... pero no la tiene. Puedes retrasarla, pero eso no la decarta. Deja ya de hacerte el pendejo, porque igual te vas a morir. No importas dónde te metas, porque llevas la muerte por dentro. Pero por dentro llevas también la vida. Por dentro llevas también la energía para sentir, para lograr, para sonreír. Siempre has tenido la opción para escoger, pero siendo honestos, con los ojos cerrados no es fácil. Así que levántate, acércate, acompáñame. Comienza a vivir manquesea desde ahora. No te lamentes. Agradece, más bien, la nueva oportunidad dada hoy.

Eres la fuente

Eres la fuente. Eres el origen. Eres eterno. Eres el flujo indetenible de ideas y flores que permanentemente nos beneficia con su existencia. No importa que se pretenda desechar lo que va de tu obra. No importa que traten de detenerte. Eres torrente porfiado, empecinado. Te miro con sonrisa y agradezco que estás cerca, y aunque sé que tu nube viajará, aprovecharé muy disimuladamente tenerte ahora sentado a mi lado.

domingo, 27 de marzo de 2016

Soy el genio

Soy el genio. Tú no. Yo soy el que saca conejos del sombrero. Yo invento a partir de mis ideas originales o de ideas ajenas, quién sabe; igual, la combinación es mía y es original. Puedo elevarme delante de quien sea y disertar con brillantez mientras doy vida a nuevas realidades. Aunque no me interesa el dinero como la prioridad que me gobierna, es muy sencillo saber que llegará solito, dentro de poco, a muy placenteras cantidades. Mientras, tejeré una organización. Ahora yo soy quien provee el ingreso a gente como tú. Ahora soy yo quien ve con agrado cómo se expande mi pequeño terreno a la hectárea inicial, a mi punto definitivo de partida. Aunque ahora reposo para recoger un poco la idea de todo esto, estoy cuadrando con la gente que me acompañará para armar el prototipo de lo mío y poner el mantel. Me encuentro haciendo malabares con objetos, con ideas, con conceptos, con argumentos, con criterios. Formulo hipótesis increíbles, llego a conclusiones insospechadas para la gente de la calle. No solamente conozco la manera en que actúa mi mente, sino que puedo dar fe de cómo trabaja la mente colectiva. Dado eso, no tengo duda de que puedo inducir acciones en ustedes apalancándome en los estímulos que tan fácilmente me dieron a conocer. Ya tengo logo, silla y ego bastante altos. Doy trabajo, hago favores, genero deudas morales. Atraigo miradas, simpatías y hasta admiración. Es estupendo todo desde un punto de vista… el mío. No faltan, claro, los envidiosos, a esos que no me llegan a los talones, a aquellos que solo saben recostarse de los árboles frondosos. Ya soy todo lo que podía ser. Ya tengo todo lo que podía tener. Ya sé todo lo que me ha interesado saber. Nada ha detenido mi surgimiento en el ámbito universal, y nada parece poder hacerlo. Solo tengo una pequeña objeción a todo lo construido, y es que siempre me parece que hablo solo, que mi audiencia anda en otra onda; que soy como esas maquinitas monederas elegantes, boyantes de tecnología, a las que les sacas un dulce pero que luego de obtenerlo te marchas y no la quieres ver hasta que te vuelven las ganas. A veces siento ese pequeño corrientazo que ya estoy eliminando, ese que me dice que soy solo una disfunción que floreció hasta más no poder.

viernes, 11 de marzo de 2016

Verte en bata de casa

Verte en bata de casa. Eso es lo que quiero. Quiero verte sin ganchos, sin pinturas, sin zarcillos. Si fuese posible, quisiera verte sin los atavíos acostumbrados en los sitios donde te me presentas. Necesito saber si brillas sin luces alrededor, si embriagas sin refuerzos, si despampanas de cerquita. Quiero verte sin zapatos, comiendo papitas o tirada en el piso, mirando mala TV. Muero por mirarte picar una cebolla, barrer con flojera, pasarle un trapo a tus propias regueras. Ya basta de concesiones, de créditos a plazos increíbles. Llegó el momento de ser sincera con tu admirador número uno. Te quejarás de la cola, del calor, de bañarte todos los días. Irás bajando lenta, temeraria y tortuosamente a mi nivel, a este tierrero en el suelo en el que todo se ve grande, a esta cochinada de jornada. Por último —y hasta como un favor lo aceptaría— quisiera saber de tu sudor, de tu saliva, de tu aliento de madrugada, cuando al fin me descubra a tu lado… al lado de alguien igual que yo, pero que ostente toda mi atención enfermiza.