Dedicaré mis últimos esfuerzos a
ti. Gastaré mis últimas monedas en lo que puedas necesitar. Te serviré todo mi
pan, mi vino para que te sientas bien. Adivinaré cada cosa que necesitas y me
agotaré en conseguirlo. Serás mi invitada, mi consentida, el destinatario de lo
que a bien me salga. Ni las manchas en tu ropa llegarán a ser porque estaré
atento cuando comas, cuando camines, cuando estés en peligro. Descuida, que
desde ahora en adelante te brindaré los cuidados que durante años te fueron
negados; es más, saltaré al otro extremo para que, poco a poco, se destruya la
flor que nació en ese pantano casi estéril y se convierta en la más aguda de
las espinas.
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