Qué pesada puede ser una
hoja de papel, con un par de frases a disfavor.
Qué pesado puede ser un suspiro por alguien más. Qué insoportablemente puede ser el peso de un
lamento a destiempo, de un berrinche inoportuno, de la traición de la memoria.
Cero gramos de cosa que no caen, pero derriban. Invisibilidad de la pesadumbre
que no deja levantarnos. Ligereza de la pena que nos persigue apenas nos ve
correr. Una versión siniestra del gato y el ratón, en la que el gato parece
nunca cansarse, y aunque nos tiene a su merced, no termina de aniquilarnos… y
todo ello sin escándalo; todo ello sin publicidad. Todo transcurre en un
silencio que castiga las vísceras, y aunque todos sabemos que tenemos nuestro
gato, igual nos morimos de terror… como los ratones.
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