Se me cayó la sonrisa y no supe en qué momento.
Se me cayó y no sé si por descuido, la pisé. Lo cierto es que desde un tiempo a
esta fecha miro la sonrisa de los demás y trato de identificar si no es la mía,
si no fue alguien que la encontró en el suelo y se la puso. Veo para todos
lados y nada. Son todas sonrisas ajenas, que salen de otras situaciones, de
otras circunstancias, de otra vida. Ninguna tiene el distintivo que me gané y
que ahora perdí. Ninguna parece sonreírme a mí, a su dueño, a quien la trajo al
mundo. Es más, algunas se parecen, y me atrevería a decir que son copias,
admiradoras de la mía, pero no lo son la mía. Busco mi sonrisa, y al no
encontrarla, mi enojo hace que se aleje más. Era feliz y no lo sabía, como
dicen por ahí. Tenía una sonrisa y por estar inmerso en mi necedad, no sentí
cuándo se desprendió y quedó atrás. Nunca supe cuándo me volví tan superficial.
Ahora, cada día que pasa no me devuelve mi sonrisa; cada día que se resta a mi
vida deja la huella de la tristeza, del vacío, pero, por sobre todo, de la
impotencia de saber que estaba muy bien y nunca me enteré cómo.
Lastima, que hermoso es sonreir. Se que tu puedes...
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