Bueno, cuerpo: Adiós. La muerte nos
separa. Espero que ahora si estés en paz, al menos hasta que te
desintegres y el ciclo se complete en soledad y sin sufrimiento. Te
agradezco, cuerpo, el estuche maleable que fuiste durante toda mi
vida, dejándome pasear de lado a lado con tus piernas. Me siento
agradecido por los favores de los sentidos, especialmente por la
piel. Gracias por ser entrada y filtro para las expresiones del
exterior; por dejarte usar y abusar en mi juventud, por verter
sustancias nocivas para tí, aunque muy agradables para mí, y
devolverte como estás, como un traje viejo -aunque recién lavado-.
Disculpa por no saber que tú no eras yo, y por brindarte sufrimiento
en un vano culto superficial, por la ceguera que no me permitió
mirarme más allá delñ espejo. No comprendí a tiempo que eras
parte vital de la vida, la presentación ante el resto, el forro de
mis ideas y el altavoz de mis pensamientos. Para finalizar, preciado
carapacho, quisiera agradecerte uno de los mejores regalos que me
diste, que fue la sonrisa en el rostro, el símbolo de la fugitiva
que alcancé justo en la recta final del camino: mi felicidad.
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